Cultura

Ángel Norzagaray, una huella en el teatro

Fue dramaturgo, director, actor, docente y funcionario teatral con una gran actividad creativa y de promoción. Con su compañía, Mexicali a secas, con más de 35 años de existencia, abordó temas de migración y de problemáticas sociales candentes en su región y en el país, como la marginación.
martes, 4 de enero de 2022 · 19:25

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-El pasado 27 de diciembre Ángel Norzagaray, uno de los principales representantes del teatro del noreste de nuestro país, murió después de una larga lucha contra el cáncer.

Fue dramaturgo, director, actor, docente y funcionario teatral con una gran actividad creativa y de promoción. Con su compañía, Mexicali a secas, con más de 35 años de existencia, abordó temas de migración y de problemáticas sociales candentes en su región y en el país, como la marginación, la explotación y la injusticia. A través del teatro, abrió ventanas que estremecieron a los espectadores que vivieron la experiencia de ver sus obras y que han quedado en libros o antologías para mantenerlas vivas.

Como director, Ángel Norzagaray (Guasave, Sinaloa, 1961) se comprometió con la dramaturgia mexicana y llevó a escena obras de diferentes autores, como Desierto de Cutberto López en 1995, A buen fin de Héctor Mendoza en 1998, La casa de las paredes largas de Gabriel Contreras en 1999 y Los niños prohibidos de Jesús González Dávila en 1986, con el cual escribió también Una isla llamada California en 1994.

Una de sus obras de mayor envergadura como director fue la que estrenó en 1990 en el teatro Jiménez Rueda con la Compañía Nacional de Teatro, El viaje de los cantores de Hugo Salcedo (que obtuvo el premio internacional Tirso de Molina en 1989). La obra mostraba la tragedia de hombres y mujeres migrantes asfixiados en un vagón sellado herméticamente al intentar cruzar al país del norte. Asombró por la temática, la forma en que se abordaba y por el equipo creativo que la realizó, donde el artista plástico Jan Hendrix contemplaba una escenografía con un vagón plateado y un paisaje desértico ­espectacular. Se presentó en festivales nacionales e internacionales con gran aceptación.

El interés de Ángel Norzagaray por la dramaturgia se fue acentuando en los noventa, y despegó con su obra El álamo santo en 1992 y El velorio de los mangos, que ese mismo año obtuvo el premio estatal de Literatura Obra de Teatro. Cartas al pie de un árbol es de sus piezas más representativas, publicada en diferentes antologías y colecciones.

Su visión crítica estuvo acompañada de estructuras dramatúrgicas contemporáneas que, desde lo netamente mexicano –tanto en su lenguaje como en sus contextos–, hicieron que su trabajo con la compañía Mexicali a secas, obtuviera diversos premios y viajara a festivales y muestras nacionales e internacionales.

Aun así, en distintos momentos de su labor como funcionario teatral fue cuestionado por su favoritismo para sí y su equipo, en la repartición de presupuestos y convocatorias. En 2013, por ejemplo, Proceso publicó una nota en la que Los Teatristas Unidos de Mexicali denunciaron esos hechos.

Ángel Norzagaray fue director del Instituto de Cultura de Baja California, docente, director del Taller Universitario y vicerrector de la Universidad Autónoma de Baja California.

Luchó por mejorar las condiciones de los teatristas de su región y denunciaba en su columna periodística en La Crónica de Baja California o el periódico Frontera hechos como el asesinato del periodista Héctor Félix Miranda responsabilizando a Jorge Hank Rhon, entre otros casos.

Ángel Norzagaray fue un hombre apasionado, vital y combativo que, con una clara conciencia de las características del norte del país, hizo del teatro una trinchera y un espacio dónde dar testimonio.

Desde el amor por la idiosincrasia de nuestra gente, creó universos contemporáneos, propositivos y cuestionadores de nuestra realidad.

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