Cine

“La ruleta de la fortuna y la fantasía”

La Muestra Internacional continúa en diferentes sedes, y "La ruleta de la fortuna y la fantasía" permite descubrir una obra más de Ryusuke Hamaguchi, el director recién premiado con el Óscar a la mejor película extranjera, "Drive My Car".
sábado, 30 de abril de 2022 · 14:48

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La Muestra Internacional continúa en diferentes sedes, y La ruleta de la fortuna y la fantasía (Guzen to Sozo; Japón, 2021) permite descubrir una obra más de Ryusuke Hamaguchi, el director recién premiado con el Óscar a la mejor película extranjera, Drive My Car. Ambas fueron rodadas el mismo año; la primera tuvo poca difusión debido a la pandemia, lo cual no impidió que recibiera el Oso de Plata en Berlín.

Tres historias de mujeres componen esta ruleta en las que una forma de azar afecta su vida y relaciones. Hamaguchi no yuxtapone los relatos, sino que cada uno hace eco de los otros dos, a manera de un tríptico: en el primero, una amiga le cuenta a otra sobre su nueva relación, y ésta descubre que se trata del mismo hombre con el que ella salía; en el segundo –dramáticamente el más oscuro–, un estudiante, humillado por un profesor, escritor exitoso, decide vengarse y con ese propósito utiliza como gancho a su amante para que ella seduzca al escritor y lo destruya; en el último –complejo y lúdico–, ocurre un encuentro fortuito entre dos supuestas ex compañeras, después de 20 años.

Abundan los diálogos, finos e inteligentes, una poderosa corriente erótica circula a través de ellos, deseo y tensión con la inteligencia, por lo que resulta fácil describir a este realizador como una especie de Eric Rohmer nipón, pero la diferencia es profunda, y la equivalencia, errónea; claro, los personajes del autor de Los cuentos de las cuatro estaciones se topan entre ellos por casualidad, así se encuentra la gente –diría el maestro Rohmer–, pero el título en japonés de esta cinta es coincidencia e imaginación, y en la cultura japonesa, para que haya tal, se requiere un canal de afinidad, por inconsciente que sea, y un toque de karma.

Cada historia lleva un título: Magia, La puerta bien abierta, Una vez más… la trama se teje alrededor de ese concepto y, mejor que explicar, el diálogo dirige la acción, complica e ironiza, como en la primera historia en la que entre más se habla, más se enreda y se precipita el drama del triángulo amoroso, y todo se quisiera arreglar con una varita mágica. Encuentros y descubrimientos ocurren en movimiento (un taxi, autobús, escaleras eléctricas); de acuerdo con el pulso urbano citadino, donde millones de vidas se cruzan, el personaje decide si pasa de largo o regresa, como en el encuentro entre dos supuestas condiscípulas, pues una sube la escalera eléctrica y otra la baja. Lo que parece laberinto resulta mapa del destino.

De su admirado John Cassa­vetes, Hamaguchi aprendió a mantener a sus personajes en tensión y aumentarla hasta hacerlos reventar; la explosión es manejada aquí con profunda ironía, como esa puerta que insiste el profesor en dejar abierta, pues ninguna cautela está de más en la era del MeToo, y justo es lo que abre el abismo, ese ya entrevisto cuando los demás descubren a un estudiante postrado y con la frente en el suelo, el dogeza, gesto de profundo respeto asociado al pedir perdón o a la vergüenza. Más aún, está la ternura y la compasión, como ocurre entre las dos mujeres de la última historia.

Crítica publicada el 24 de abril en la edición 2373 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

 

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