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“Tren Bala”: asesinos tontos a alta velocidad

Caótica por momentos y saturada de colorido, la historia coloca en el centro al siempre magnético Brad Pitt, con el nombre código de Ladybug, un sicario de pocas luces que se encuentra en una etapa reflexiva de su vida.
viernes, 5 de agosto de 2022 · 10:45

MONTERREY, N. L. (apro).- A bordo de un vertiginoso tren bala de Japón, va un grupo de despiadados asesinos, cada uno con su propia misión. Van sobre la cabeza de un pistolero, sin saber que la suya también tiene precio. Y mientras se eliminan a una velocidad de más de 300 kilómetros por hora, se va armando un gran crucigrama, en el que terminan por entenderse las motivaciones de los criminales, y a favor de quién utilizan sus habilidades especiales para la aniquilación.

Tren Bala (Bullet Train, 2022) dirigida por David Leitch es una desenfrenada comedia de acción, en la que se cruzan estilos, diálogos y peripecias extraídas de los manuales de Quentin Tarantino y Guy Ritchie. Caótica por momentos y saturada de colorido, la historia coloca en el centro al siempre magnético Brad Pitt, con el nombre código de Ladybug, un sicario de pocas luces que se encuentra en una etapa reflexiva de su vida. Aborda en Tokio el bólido con una misión que es, en apariencia, sencilla pero que, como se espera, termina por salirse de control.

Con espectaculares coreografías de combate, evidentemente influenciadas por Jackie Chan, la escasa historia se va agotando entre situaciones absurdas y ultraviolentas, que les pasan a los supuestamente peligrosos homicidas que son tan despiadados como tontos.

A través de recursos de manga movie, presentados como si fueran anuncios chillantes de programa de variedades japonés, se introducen personajes y situaciones, muy enfocados en un público juvenil familiarizado con esos contenidos de colores hipnóticos. Como en un comic, eventualmente irrumpen los flashbacks, para mostrar los antecedentes de una determinada peripecia en curso. Son necesarios estos vistosos y risibles paréntesis narrativos para dar coherencia al relato.

Leitch ya había probado las mismas formas de sangre y cinismo en la genial Deadpool 2. Aunque hay muertos, adentro del convoy todo es una charada festiva, con situaciones irreales que provocan descargas constantes de adrenalina. Pitt se enfrenta con un sicario mexicano (Bad Bunny) con quien tiene cuentas pendientes, y de ahí pasa a luchar con un par de implacables criminales, los hermanos improbables Tangerine (Aaron Taylor-Jonson), espigado y blanco, y Lemon (Bryan Tyree Henry) obeso y negro.

Como le pasa al tren mismo, que corre descontrolado por las vías, permanentemente en las lindes del desastre, la película está a punto de descarrilarse porque no se mueve en ninguna dirección y permanece en el mismo punto, en situaciones que se vuelven repetitivas, entre diálogos de inteligencia afilada.

Se ve que Brad Pitt se divirtió en grande, haciendo un papel bobalicón, improvisando en escenas y gesticulando ante los numerosos imprevistos que lo acechan en cada curva.

La tensión dramática queda relegada, porque no importa si los personajes consiguen sus metas. Lo que se demanda insistentemente es fijar la atención en las maneras de elevada espectacularidad que estos homicidas tienen para atacarse con armas blancas, de fuego o algunos otros recursos químicos inoculados, que provocan horribles agonías.

El desenlace con un esperadísimo evento catastrófico, contiene imágenes risibles, de realidad alterna, como en un sueño en el que Pitt levita, con gestos de incredulidad y fascinación, que están desapegados por completo del desastre colosal en el que se encuentra.

Aunque las tomas exteriores son filmadas en Japón, todos los momentos de acción fueron creados en estudio de Los Ángeles, auxiliados por una magnífica digitalización que muestra esos encuadres cardiacos, con peleas imposible sobre el techo del tren en movimiento.

Al final, Tren Bala queda como una alocada cinta hecha en los 70, con un casting lleno de estrellas, donde no pasa prácticamente nada y todo se resuelve amablemente.

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