Cine

“Crímenes del futuro”

En la distopia de "Crímenes del futuro", la catástrofe ecológica y la contaminación han ido en sentido inversamente proporcional a los avances de la cirugía y de la genética.
sábado, 6 de agosto de 2022 · 16:02

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– El espectáculo de una pareja de artistas, Saul (Viggo Mortensen) y Caprice (Léa Seydoux), su compañera, consiste en cortar y tatuar los órganos que crecen del cuerpo de Saul, excrecencias normales que los humanos producen en el mundo postapocalítico que David Cronenberg recrea; lo que hace especial a este artista del performance es el crecimiento acelerado de sus órganos, y como la humanidad ya no padece dolor ni le afectan las infecciones, la higiene ya no es problema. En la distopia de Crímenes del futuro (Crimes of the future; Canadá-Grecia, 2022), la catástrofe ecológica y la contaminación han ido en sentido inversamente proporcional a los avances de la cirugía y de la genética.

Saul excreta órganos más rápido que de lo que le crece el cabello o las uñas, y la constante poda quirúrgica lo mantiene adolorido (a él sí) y postrado en una especie de cama diseñada especialmente; entre capullo y sarcófago, sarks (carne), nombre del aparato, da la idea de un proceso de metamorfosis vicioso, un útero madre, crisálida, que lo alimenta y le crea una dependencia que le dificulta salir y culminar. Ante estas formas de evolución orgánica, el Estado ha creado un registro nacional de órganos como forma de control. No podía faltar un grupo de evolucionistas radicales que deben infiltrarse.

Las atrocidades abundan, el lenguaje exclusivo de Cronenberg, el horror asociado a la corporalidad y a sus procesos fisiológicos establece el tono desde las primeras escenas, donde un niño de ocho años se alimenta de desechos plásticos para luego ser sofocado por su propia madre horrorizada con su vástago; autopsia pública, una forma de sexo oral que crea una distancia total con el espectador, porque como confiesa el protagonista, “ya no me interesa la vieja forma de practicar el sexo”.

Casi octogenario, el realizador canadiense parece poco interesado con el erotismo que exploró en Crash’ (1996), por ejemplo, en el que la velocidad, los choques de automóviles despedazados y cuerpos heridos o mutilados mezclados con metal formaban un compuesto intensamente erótico.

Los performances de Saul y Caprice, con las estupendas actuaciones de Léa Seydoux y Mortensen, evocan una forma de pornografía del horror donde el deshecho industrial, la invasión del plástico y todo aquello imposible de reciclar se agencia al organismo humano como única posibilidad evolutiva, ya a estas alturas parece imposible escapar de este destino. Cronenberg se mostraría más pesimista que nunca, aunque Crímenes del futuro puede leerse como una farsa debido a lo hiperbólico de sus propuestas, tema y ambiente; filmada en Grecia en locaciones oscuras e interiores destartalados, la cinta resulta demasiado oscura y repugnante para tomarla a la ligera.

Lo que sí queda claro en este trabajo de Cronenberg, que evoca un mediometraje con el mismo título que realizó en 1979, es que el realizador se vale del fetiche como vector que organiza el sentido de toda su obra; el humano de la era altamente tecnológica no sabría relacionarse con aparatos y dispositivos más que fetichizándolos, el cuerpo y la psique los adhieren a sí mismo y crean una nueva fisiología, bastante horrorosa si se mira bien, diría el director. 

Reportaje publicado el domingo 31 de julio en la edición 2387 de la revista Proceso, cuya edición digital pueda adquirir en este enlace.

 

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