Luisa Josefina Hernández

"Las confesiones" de Luisa Josefina Hernández

Los dolores y las bondades que se experimentan a lo largo del devenir, además de ser padecidos y gozados, pueden ser examinados a profundidad. Son esas observaciones las que alimentan la creatividad de los grandes escritores que las diseccionan, transforman y convierten en obras únicas.
domingo, 29 de enero de 2023 · 15:43

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Ya se sabe que en el gran teatro del mundo cada uno tiene el papel protagónico en su personalísimo drama existencial. El cual, pesar de ello, resulta común a los otros. Con ciertos claroscuros, en las vicisitudes de cada vida caben los conflictos universales. Así ha sido siempre y lo registra la literatura de todos los tiempos.  

Los dolores y las bondades que se experimentan a lo largo del devenir, además de ser padecidos y gozados, pueden ser examinados a profundidad. Son esas observaciones las que alimentan la creatividad de los grandes escritores que las diseccionan, transforman y convierten en obras únicas que nos conciernen a todos.

Hoy se ha puesto de relieve utilizar la propia vida como material literario, lo cual tampoco es novedad --el Premio Nobel 2022 fue precisamente para Annie Ernaux, quien desde hace más de cuatro décadas escribe únicamente sobre aquello que le ha sucedido--. Incluso estando en desventaja, las mujeres no han dejado nunca de escribir bajo esa perspectiva. La ola feminista actual ha propiciado un nuevo auge del yo para reflejar la condición de género en una sociedad que sigue marcada por la desigualdad.

Diversas poetas, dramaturgas, ensayistas, cuentistas y novelistas alrededor del orbe lo hicieron antes: Emily Dickinson, Anais Nin, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf y Maitreyi Devi, por mencionar sólo algunas. De las mexicanas, por ejemplo, Rosario Castellanos y Elena Garro --resultaría imposible escoger entre las excelentes autoras contemporáneas.

Dotada de una pluma luminosa que la hizo ganarse a pulso un nombre tanto en la dramaturgia como en la novelística y el ensayo, Luisa Josefina Hernández no fue la excepción. Pero la verdad es que no tuvo en vida el reconocimiento merecido. Como sí lograron sus compañeros de generación, Emilio Carballido, Sergio Magaña --sus grandes amigos-- y, sin ninguna duda, Jorge Ibargúengoitia.

En su libro, Los pasos de Jorge (1989), Vicente Leñero presentó a un Ibargúengoitia de carne y hueso. En este ensayo biográfico ahondó no sólo en el peculiar y humorístico estilo literario del escritor, sino que permitió a los lectores adentrarse en la vida personal del guanajuatense --cabe decir que fue criticado por ello--. Entre esas páginas no podía dejar de aparecer su desventurado amor por Luisa Josefina, que floreció a mediados del siglo pasado, cuando ambos dramaturgos estudiaban en la facultad de Filosofía y Letras, entonces ubicada en la antigua casona de Mascarones.

A su vez, a los 64 años de edad, Luisa Josefina Hernández --nacida en la Ciudad de México el 2 de noviembre de 1928-- escribió, en versión novelada, sus íntimas confesiones sobre aquellas mismas vivencias universitarias compartidas: Las confesiones (FCE), que permaneció inédito hasta el 2020, cuando había cumplido 93. Cuatro episodios dan cuenta de variadas etapas del amor que un tal Paco Macedo profesa hacia María Esther Albanes, a la que idolatra y odia; admira y envidia; procura y descuida; vigila y abandona. La autora traza un retrato nítido de esa joven madre quien, en el mundillo literario de fines de los cuarenta y principios de los cincuenta donde tienen más cabida los hombres, construye con verdadera pasión, inteligencia y audacia la promesa de la gran creadora que realmente llegó a ser.

Como en sus novelas anteriores, que indagan a fondo en la psique, Las confesiones es una obra plena de reflexiones profundas, tanto sobre la luminosidad como lo oscuro que atañe a la condición humana. En contraparte la escritura, plena de matices, es clara y directa.

En 2016 se publica Memorias Luisa Josefina Hernández (Ediciones El Milagro/Universidad Autónoma de Nuevo León), escrito a cuatro manos a partir de un cuestionario propuesto a la escritora por su nieto --el también dramaturgo y director David Gaitán--. Luisa Josefina “confiesa” aquí los secretos que quiso compartir sin velos acerca de su escritura, su vida académica y otros más que tienen que ver con sus amigos y su familia.  

Aparecida en 1959, El lugar donde crece la hierba es la primera novela de Luisa Josefina Hernández. Es, asimismo, el primer libro publicado en Vindictas (UNAM, 2019), colección que busca poner en circulación novelas para hacer visibles a autoras del siglo pasado que no tuvieron tanta difusión. Por su parte, en 2021 el Fondo de Cultura Económica publicó dos textos inéditos que Hernández había escrito en 1993. Se trata de Las confesiones y de Como los gorriones, donde a través de un ejercicio confesional epistolar, la protagonista exhibe la misoginia y la desigualdad de clases.

Esperemos que tanto estos como otros de sus libros sean reeditados pronto para beneficio de todos. No puede haber mayor homenaje posible para Luisa Josefina Hernández que permitir que su obra llegue a las manos y a los ojos de un mayor número de lectores.

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