Cine
Transición
En "Transición", Alejandro Torres Kennedy da forma y ritmo al confinamiento, ese limbo que significó hallarse varado en Sudáfrica justo cuando se disponía a emprender una gran travesía en velero.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Marie (Marie Boutonnet) se halla sola en una marina de la costa de Sudáfrica.
Tendrá que vivir en un velero que no podrá zarpar durante meses, la pandemia se ha desatado y las autoridades imponen fuertes restricciones, nadie puede salir o entrar; en esa frontera entre mar y tierra, donde el tiempo se ha detenido, ella debe enfrentar la presencia de alguien o de algo más que busca llamar su atención.
En Transición (México, 2021), Alejandro Torres Kennedy da forma y ritmo al confinamiento, ese limbo que significó hallarse varado en Sudáfrica justo cuando se disponía a emprender una gran travesía en velero, con apenas una cámara, micrófono y computadora originalmente destinados a documentar el viaje; el documental de la situación que tomó por sorpresa a la tripulación, se transformó en una ficción y ésta en un viaje espiritual --cualquier acepción que se le quiera otorgar a la frase, el resultado abarca todas.
El espacio del encierro, paradoja de base, se siente sin límite, entre cielo y mar. El lirismo fácil sería la trampa; pero Alejandro Torres no suelta el pulso, uno de los temas visuales más atractivos de Transición es el de las cuerdas y sogas marinas que mantienen atados los veleros a los muelles, firmes para que no se escapen, flexibles para seguir el ritmo de las mareas. Marie practica nudos marinos, ata y desata, entiende el leguaje de los lazos y sabe qué significa el mensaje de que un nudo se deshaga inexplicablemente. La Luna, señora de los ritmos marinos se asoma por momentos fugaces, sin insistir, solo está ahí.
En el silencio del aislamiento, se impone la sinfonía de murmullos, voces que impone la marea a todo aquello que flota en muelle, o la otra marea, la de los animales marinos, gaviotas, cormoranes, o la danza silenciosa de las medusas. Si el espacio se mira abierto, los sonidos lo abren aún más; en Transición el silencio dirige la orquesta. Y está el tema de la luz que se asocia a agua y reflejos, flujos y reflujos que ligados al sonido le dan forma al espacio. Lo que sorprende en este primer largometraje de Torres Kennedy es la forma tan natural y aparentemente espontánea de cómo con la realidad concreta, de la que nunca se despega, construye metáforas visuales precisas que gradualmente enlazan otras dimensiones, hacia abajo cuando Marie bucea una y otra vez hasta encontrar un objeto clave, imagen del inconsciente o de un mundo escondido, o dimensiones luminosas hacia arriba que abren el espíritu.
El personaje de Marie, interpretado por una actriz trilingüe que nunca había actuado, pero supo mantener el tono preciso de cada momento, juega, parece que nunca ha dejado de hacerlo, el trabajo cotidiano de limpiar la cubierta del velero lo realiza con la misma precisión, ensimismamiento, que le dedica al juego de la expresión creativa, de ahí proviene su luz y su fuerza para comunicar y conectarse a otros niveles de realidad.
La línea narrativa de Transición es muy tenue, la anécdota parece simple. No obstante, Marie, que sabe contemplar, debe tomar una decisión que abra un espacio de libertad. El realizador Torres Kennedy jugó y esculpió en el tiempo.
Reportaje publicado el 15 de abril en la edición 2424 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.