Despiden a Samaranch con funerales de Estado
MADRID, 22 de abril (apro).- El funeral del presidente de honor del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, fallecido este miércoles 21, fue despedido hoy por alrededor de 4 mil personas que llenaron esta tarde la Catedral de Barcelona, en cuya ceremonia religiosa los reyes de España y otros miembros de la familia real, políticos y deportistas españoles de elite acompañaron a su familia.
El periódico El País lo consideró en rango muy cerca de un funeral de Estado.
El diario español, que como toda la prensa española desplegó una amplia cobertura a la muerte y funeral de quien fue presidente del COI durante 20 años, también recoge las severas críticas en los obituarios en la prensa inglesa.
Los restos de Samaranch fueron conducidos a hombros por una treintena de deportistas, que se fueron relevando desde la sede de la Generalitat de Cataluña, donde estuvo la capilla ardiente, en la plaza de Sant Jaume, hasta la catedral de Barcelona.
A su arribo a la catedral, el féretro era llevado a hombros por el tenista Rafael Nadal; el portero de balón mano, David Barrufet; el de jugador de basquetbol, Jordi Villacampa; la olímpica de nado sincronizado, Gemma Mengual, y el regatista José Luis Dorestes.
Por la mañana, Juan Antonio Samaranch fue objeto de un homenaje en el Palau de la Generalitat con más de 200 asistentes, y que se clausuró con la emotiva versión del himno de Barcelona olímpica, Amigos para Siempre, del tenor Joseph Carreras y Sara Brightman.
El homenaje al refundador del olimpismo estuvo presidido por los príncipes de Asturias y la infanta Cristina, el presidente de la Generalitat catalana, José Montilla; el presidente del COI, Jacques Rogge; los hijos de Samaranch, María Teresa, Juan Antonio, y otros familiares allegados.
A las 10:00 horas, cuando se recibió el féretro en el salón Sant Jordi, donde se celebró la ceremonia civil, se le cubrió con una bandera olímpica.
A las 12:30 horas, cuando se abrieron las puertas de la capilla ardiente para la ciudadanía, había una cola a las puertas de la Generalitat que atravesaba la Plaza de Sant Jaume.
A la ceremonia civil y religiosa, celebrada por el arzobispo de Barcelona, el cardenal Lluís Martínez Sistach, acudieron representantes del sector deportivo, político y empresarial de España.
Mientras tanto, en su edición digital el periódico El País recoge algunos de los obituarios críticos de publicaciones inglesas, como el del periódico Times, cuyo columnista Matthew Syed, señala que “Juan Antonio Samaranch presidió la transformación del destino de los juegos y la muerte de sus ideales”.
La publicación inglesa citada por El país, hace hincapié en su pasado franquista; el escándalo de corrupción que salpicó los juegos de invierno de Salt Lake City y su escasa eficiencia en la lucha contra el dopaje.
Times señala que Samaranch fue “un controvertido presidente del movimiento olímpico que incrementó infinitamente la influencia política y la influencia financiera de los Juegos”.
Syed agrega que “si se quiere comprender la evolución de la corrupción institucionalizada, un buen lugar para empezar no es el Palacio de Westminster o la ciudad de Londres, sino un edificio palaciego en la ciudad suiza de Lausana”.
“Aquí fue donde Juan A. Samaranch fallecido ayer, planeó y organizó el movimiento olímpico moderno durante más de dos décadas, convirtiendo una organización deportiva amateur en un coloso corporativo”, destaca.
Otro articulista en la edición online del mismo medio, Patrick Kidd —igualmente citado en El País— recuerda que Samaranch “fue partidario de los fascistas españoles que lucharon por el general Franco”.
El periódico inglés The Guardian siguió en la misma línea; en sus páginas el periodista John Rodda señala que Samaranch “reformó de manera radical los Juegos Olímpicos de finales del siglo XX y contribuyó a elevar el perfil del movimiento olímpico hasta que alcanzó la categoría de pseudo estado (…), pero al precio, controvertido, de que perdieran su independencia y fueran vulnerables a la corrupción”.
También lo acusa de que, a la muerte de Franco, haber aprovechado su relación personal con el rey Juan Carlos, para sus intereses deportivos.