México pierde... pero califica

martes, 22 de junio de 2010 · 01:00

RUSTENBURG, 22 de junio (apro).- En noventa minutos, Uruguay bajó de la nube a la selección mexicana y la paró frente a su realidad: los errores ofensivos y defensivos le costaron una derrota y, aunque el Tricolor calificó a los octavos de final, el próximo domingo, casi seguro, se las verá otra vez, como hace cuatro años, frente a Argentina, ahora la de Maradona en el banco y un mago de nombre Lionel Messi.

Javier Aguirre no mintió cuando dijo que no saldría a buscar un simple empate, sino tres puntos ante los uruguayos. Planteó un partido ofensivo en el que sus delanteros ni nadie pudieron vencer el marco charrúa que en el Mundial ya suma 270 minutos sin recibir gol.

Desde que tomó al equipo, El Vasco Aguirre no ha escatimado ocasiones para advertir a sus jugadores que el futbol castiga, que los errores matan y que en las grandes ligas hay que meter el balón a la primera porque si el rival logra anotar primero se echará atrás a cuidar el gol como si fuera un tesoro. Así pasó.

El Guille Franco sigue enemistado con el gol: se enreda con el balón, vive con el césped bocabajo al estilo Luis Roberto Alves “Zague” y, cuando remata, con la cabeza o los pies, el disparo sale para todos lados menos hacia la red; Giovani Dos Santos por más que aprieta, corre, centra o dispara no ha podido festejar y Andrés Guardado que hoy tuvo una oportunidad de oro, estuvo a punto de meter un golazoel balón se rehusó a entrar, parafraseando a Ricardo Osorio.  

Por el contrario, apenas habían corrido seis minutos del encuentro y Luis Suárez ya amenazaba el arco de Óscar Pérez. Maza Rodríguez no alcanzó a cortar el recorrido y el uruguayo disparó apenas desviado.

Para tapar el hueco que las amarillas de Efraín Juárez dejaron en el mediocampo, el entrenador mexicano movió hacia la derecha a Torrado y Márquez. Por izquierda, Guardado salió como titular. Adelante, por el mismo lado, Cuauhtémoc Blanco sustituyó al lesionado Carlos Vela y portó el gafete de capitán.

Primeros 45 minutos.  México tuvo para anotar al menos en dos ocasiones.  Al 21, cuando todo el estadio Royal Bafokeng coreaba “¡Mé-xi-co!, ¡Mé-xi-co¡, Guardado disparó potente de media distancia pero la pelota se estrelló en el travesaño que resguardaba al arquero Fernando Muslera y luego dio en el pasto a centímetros de la línea de meta.

Corrían los minutos y ante la imposibilidad de que México marcara, la afición, que otra vez pintó de verde la tribuna, comenzó a pedir a gritos la entrada de Javier Hernández. “Chícharo, Chícharo”, retumbaba en todo el estadio, clamando por el novel ídolo.  

De pronto, el estruendo de miles de sudafricanos que asistieron al partido anunciaba que Sudáfrica le anotó gol a Francia y que seguía luchando por clasificar a la segunda ronda. Cientos de negros y blancos vestidos del verde-amarillo de los Bafana suspiraban en este estadio porque Uruguay goleara a los mexicanos.

En el esfuerzo entre aztecas y charrúas, un balón fue a dar a los pies del Bofo Bautista. Fue la primera pelota y, seguramente la última, que habrá de tocar en un partido mundialista.   

Un choque entre Diego Pérez y Andrés Guardado, dejó al charrúa una aparatosa herida en la ceja derecha de donde salía sangre como en borbotón. Sentado a un lado de la banca, recibía la atención y movía las piernas desesperado por querer entrar al campo. Ante un México tan aguerrido el mediocampista no podía dejar con 10 a los albicelestes.

Todavía desnudo en la línea de banda, metiéndose una camiseta nueva y con un vendaje azul en la cabeza, Pérez alzaba la mano pidiéndole el acceso al árbitro, pero el cuarto oficial le vio el río de sangre que le escurría desde la sien y lo regresó a limpiarse.

Mientras Pérez brincaba desesperado, en la tribuna volvieron a rugir las vuvuzelas. Sudáfrica 2 Francia 0. Aguirre en la banca acomodaba a los cuatro hombres de la defensa. Gritaba hecho un loco. Y las malditas cornetas no dejaban escuchar nada a los mexicanos.

Un duelo parejo, México apretando. La defensa uruguaya preocupada con las carreras y la rapidez de Gio. Minuto 43: desde la banda izquierda Edinson Cavani centró para Luis Suárez quien, impío, remató picado de cabeza ante la complacencia de Maza para el 1-0 que le cayó a los verdes como un puñal en el alma. Desencajados, se miraron unos a otros. Se llevaban las manos al rostro, al cabello o dejaban la mirada en el pasto.

En tanto, un alegre aficionado mexicano, camiseta verde y bandera tricolor anudada al cuello, saltó al terreno de juego. Cruzó tres cuartos de cancha corriendo despavorido con los brazos al aire, le pasó enfrente a Muslera, se metió a su portería y se lanzó contra la red al estilo hombre araña.

Nadie lo persiguió. Los elementos de seguridad privada miraban todos hacia las gradas mientras el mexicano se regodeaba feliz hasta que un oficial de la FIFA, de traje y muy bien peinado, se le aventó al cuerpo en una suerte de vuelo que pareció una tacleada de rugby.

México se fue al descanso del medio tiempo con la zozobra de estar perdiendo. El delantero Pablo Barrera se quedó en el campo calentando con la ayuda del preparador físico Juan Iribarren. Inexplicablemente, porque las mejores jugadas de la escuadra tricolor se gestaban por el costado izquierdo, El Vasco Aguirre le aplicó la grúa a Andrés Guardado. El Chicharito ya calentaba detrás de la portería.

Los verdes se salvaron del 2-0 en un tiro de esquina que cobró Diego Forlán y que remató Lugano. El Conejo desvió, pero Álvaro Pereira contrarremató y la defensa evitó la desgracia.

La tribuna seguía exigiendo que Chicharito Hernández jugara, pero Aguirre lo dejó en la sala de espera 20 minutos. Primero, prefirió echar mano de Israel Castro. Sacó a Héctor Moreno, Rafael Márquez se fue hacia atrás. Las gradas detrás del técnico mexicano se caían a tamborazos: “Chícharo, chícharo, chícharo”. Y Javier Hernández sentía que se marchitaba a un costado de la cancha. Hasta el minuto 63, cuando trascendió que Francia anotó su primer gol en Sudáfrica, el delantero ingresó al terreno en sustitución de Cuauhtémoc Blanco a quien, por estar lidiando con la angustia, los fanáticos no despidieron con aplausos.   

Con el gol de Francia, los mexicanos respiraron tranquilos. Uno de los utileros del cuadro azteca, les pasaba con las manos el reporte del partido en Bloemfontein: el índice y el medio alzados en la derecha y sólo el índice en la izquierda.  

Con la ventaja en el marcador, Uruguay ya estaba echado atrás. México intentaba, pero sin éxito. Los albicelestes no concedían ni un espacio, marcaban entre dos o tres a un solo hombre  y si por ahí se les fugaba alguien a base de jaloneos lo regresaban.

A México ya no le alcanzó. La felicidad de hace cinco días por la victoria ante Francia, hoy desmoronada y fuera del Mundial, fue la tristeza de hoy.

El domingo 27 de junio, ante otro equipo albiceleste, la Selección nacional demostrará si de verdad es la que puede o, como siempre, la que no pudo.

 

Comentarios