De obrero a campeón paralímpico
En su lucha contra la adversidad, Mauro Máximo de Jesús descubrió que a pesar de sus limitaciones físicas podía ser un triunfador en el deporte paralímpico. Ejemplo a seguir en cuanto a entrega y espíritu de lucha ve al futuro con un optimismo cifrado en su preparación y fortaleza. El mejor arquero mexicano de todos los tiempos, Juan René Serrano, ya superó la derrota sufrida en Beijing 2008, cuando perdió la medalla de bronce y se alista, con la disciplina que le brinda su formación militar, a conquistar preseas en los próximos Juegos Olímpicos de Londres. Joakim Soria, uno de los mejores cerradores en las Grandes Ligas, reúne juventud y talento. Asegura que lo mejor aún está por llegar. Estos son tres de los seis deportistas galardonados con el Premio Nacional de Deportes 2010 y éstas sus historias de éxito.
MÉXICO, D.F., 5 de enero (Proceso).- A unos días de haber nacido, Mauro Máximo de Jesús, multimedallista paralímpico ganador del Premio Nacional de Deportes 2010, fue víctima de un accidente que marcó su vida: en una incubadora sufrió quemaduras de tercer grado que le dejaron el brazo derecho prácticamente inservible.
A los 53 años, Mauro es lanzador de bala y jabalina, actividad gracias a la cual hasta hoy ha participado en cuatro Juegos Paralímpicos en los que ha ganado cinco medallas: bronce en Atlanta 96, dos platas, en bala y jabalina, en Sydney 2000; oro y récord en bala, en Atenas 2004; y oro y marca mundial otra vez en bala en Beijing 2008.
“Ahora es el brazo que ha hecho historia”, dice Mauro. “Mis tendones no sirven. Después de otro accidente que tuve ya no podía mover los dedos; ahora ya puedo, aunque no muy bien, pero eso no es impedimento para hacer las cosas. Con este brazo he representado a mi comunidad, a mi país y he demostrado que tener una discapacidad no es un obstáculo”, resalta el deportista.
Originario de la comunidad otomí Santiago Oxthoc Toxhie, en Aculco, Estado de México, por su pobreza y falta de preparación académica a Mauro no le quedó otra opción que ganarse la vida como obrero. A los 14 años casi pierde el brazo derecho en una revolvedora. La operación para reconstruirle la extremidad duró 12 horas.
A pesar de la condición de su brazo, Mauro no dejó de trabajar. Distintas empresas le dieron “la oportunidad” de demostrar sus capacidades. Pero lo peor aún estaba por venir. El 25 de octubre de 1980, cuando se desempeñaba como almacenista en una compañía de cosméticos, su cuerpo empezó a temblar y en cuestión de segundos quedó totalmente paralizado. Varias semanas después le diagnosticaron síndrome de Guillian-Barré, un trastorno neurológico en que el sistema inmunitario ataca una parte del sistema nervioso periférico.
“No podía caminar; se me aflojaron los músculos y los tendones. Sólo podía mover la cabeza. Los médicos no encontraron ninguna explicación para mi padecimiento. Especularon que quizá se debió a que no me pusieron la vacuna de la polio a tiempo. Me dijeron que en dos semanas podría recuperarme, pero no veíamos ningún avance. En noviembre me falló la respiración. Permanecí 13 días en terapia intensiva. Tenía 23 años, ya estaba casado y tenía una niña de un año y cuatro meses y otra más que ya venía en camino”, recuerda el atleta.
Las secuelas que el síndrome le dejó a Mauro se notan en manos y pies. No puede asir objetos pequeños ni hacer nada que implique precisión. Tiene engarrotados los dedos de los pies por lo que al estar parado no cuenta con suficiente estabilidad. Dice que a menudo se tropieza y se cansa si permanece mucho tiempo parado.
“Muchos me critican porque uso silla de ruedas. No entienden que mis tendones están muy débiles y que no tengo estabilidad. Mis pies no tienen agarre porque mis tendones están flojos. No puedo flexionar los dedos de los pies, así que para hacer más ágil mi traslado uso la silla, y con ella puedo trasladarme en trasporte público. Por mi tipo de lesiones estoy en la categoría F53.”
Para lanzar la bala, Mauro utiliza un banco especial para sentarse. Este aparato permite que su cuerpo se mantenga estable y, sin hacer fuerza con los pies, puede girar la cintura.
“Cuando lanzo busco la manera de agarrar la bala y la forma cómo lanzarla por lo que le explico de los tendones de mi mano. Muchos de mis rivales son cuadrapléjicos, pero ellos están bien de los dos brazos. Aunque tengo más corto el brazo, puedo hacer mejor los giros. Muchos ya quisieran tener el brazo de Mauro para hacer una bonita historia y darse cuenta de que en la vida se pueden tener limitaciones que no hacen imposible lo demás”.
Espíritu de lucha
Como su enfermedad lo incapacitó para trabajar como obrero, Mauro Máximo recibió una pensión del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). La cantidad era tan insignificante que no le alcanzaba para mantener a su familia.
Aunque todavía asistía a terapias de rehabilitación y le costaba trabajo moverse, al principio con muletas y aparatos especiales que sujetaban sus piernas, se desplazó en metro, camión, pesero o trolebús a clínicas y hospitales del Seguro Social donde durante 17 años vendió cosméticos.
Fue en una de esas clínicas donde conoció al doctor Eduardo Arontes y al profesor José María Díaz, quienes le sugirieron que realizara deporte para mejorar su condición de vida.
“Empecé a correr en pistas en 100, 200, 400 metros con las famosas calandrias que eran sillas de cuatro ruedas, dos adelante y dos atrás. También lanzaba bala, disco y jabalina. Primero utilicé sillas de hospital y luego las deportivas. Entrenaba en una clínica del IMSS en Neza. Vendía los cosméticos y hacía deporte. Vivía con una de mis hermanas en Lechería y desde ahí me iba en transporte público. Salía a las cuatro de la mañana y a veces regresaba hasta las 11 de la noche.
“A veces una ambulancia me pasaba a recoger a donde hacía mi rehabilitación y me llevaba al hospital La Raza para vender las manualidades que me enseñaron a hacer en terapia ocupacional. En el Seguro Social aprendí un lema: ‘Aquel que llega en camilla lo levantamos, el que llega sin pies sale caminando, el que llega sin brazos sale escribiendo’. Es algo que no se me olvida. Todo depende de las ganas del paciente porque todo es posible.”
A los 25 años, Mauro comenzó a participar en los Juegos Nacionales. Compitió durante una década representando al IMSS. Desde 2002 lo hace por el Estado de México. Sus primeros entrenamientos con miras a convertirse en atleta de alto rendimiento los hizo con el profesor Rodolfo Rodríguez Mejía en el estadio Jesús Martínez Palillo de la Magdalena Mixhuca. Con su ayuda ganó las primeras medallas.
En 1991, una psicóloga del Estado de México, Carmen Díaz, lo animó a mejorar a sus marcas, a ganarse un lugar en la Selección Paralímpica Nacional y a no conformarse con obtener medallas en México. En 1993 se integró a la preselección nacional. Un año más tarde consiguió un lugar en el equipo que representó al país en el Mundial de Alemania.
“Me fue muy mal. No quería que nadie me viera porque estaba acostumbrado a ganar y en esa ocasión no hacerlo me afectó mucho. Alguien me dijo: ‘No te preocupes, te enfrentaste a los mejores del mundo’. Supe lo que tenía que hacer.
“En el 95 regresé a Inglaterra y entonces empecé a ganar: plata en bala y bronce en jabalina. Fue la marca para ir a Atlanta 96. Vendiendo cosméticos y entrenando pude ganar mi primera medalla paralímpica, fue un bronce para mi país. Regresé de los Paralímpicos y seguí entrenando incansablemente, fijándome nuevas metas y desde entonces no he parado.”
Mauro ha logrado siete medallas en Juegos Parapanamericanos; ocho en campeonatos mundiales; 64 en Juegos Nacionales; 50 en distintas competencias internacionales, y 59 en campeonatos nacionales. Además de Atlanta ha participado en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, Atenas 2004 y Beijing 2008. No obstante, el momento cumbre de su carrera llegó cuando ganó su primera medalla de oro en el Campeonato Mundial en Lille, Francia, en 2002.
“El sueño que yo tenía es que se cantara el himno nacional y afortunadamente lo logré. Fue mi primer récord del mundo. Tuvimos que trabajar mucho. Mi entrenador (Juan Manuel Castillo Esparza) me preguntó: ‘¿Te gustaría romper el record mundial?’ El de bala era de 8.23 metros. Yo andaba por 7.67 y le contesté: ‘Se ve lejos, pero vamos a hacerlo’. Él fue preparando el trabajo y rompimos el record con 8.32.”
Otro año importante para Mauro fue 2003. Cuando competía en Mar del Plata, después de haber ganado medalla de oro en jabalina, el presidente Vicente Fox lo llamó por teléfono. “Me dijo que se sentía muy orgulloso de que los mexicanos estábamos haciendo un buen papel. Yo le respondí que nos sentíamos afortunados porque era la primera vez que un presidente de México se fijaba en nuestro deporte.
“Me prometió que nos recibiría en Los Pinos para que el pueblo de México se enterara de lo que estamos haciendo. Me faltaba competir en la prueba de lanzamiento de bala y cuando lancé volví a ganar oro. Y sí nos recibió. Eso me motivó mucho; luego me fui a Atenas y repetí la hazaña: oro en bala y rompí el record con 8.53 metros.”
–¿Cree que por su trayectoria debió haber recibido antes el Premio Nacional de Deportes?
–Llegó cuando tenía que llegar. Sé que es por mi trayectoria; es el fruto de mi trabajo. Simplemente se reconoció la constancia, la disciplina, la responsabilidad. Para mí este premio es la prueba de que vale la pena madrugar, estar lejos de la familia, saber que si uno no hace el trabajo nadie lo hará. Es el reconocimiento a la idea de que todas las cosas se logran de esa manera, que no hay adversidad insuperable. Lo digo con mucho orgullo. Todo es posible siempre y cuando no pierda el piso, que una medalla no me cambie; quiero seguir siendo una persona humilde, educada.
Todos los días, en el Centro Paralímpico Mexicano, Mauro entrena cuatro horas por las mañanas. Se despierta antes de la cinco. Tres veces por semana, antes de comenzar los lanzamientos, realiza ejercicios en el gimnasio. Vive lejos de su familia que habita en otra comunidad de Aculco llamada Ñadó Buenavista.
El próximo 13 de enero viajará a Nueva Zelanda donde participará en el Campeonato Mundial. Recalca que se ganó su lugar con dos marcas “A”: en bala con 8.70 metros y en jabalina con 21.06 metros “para que nadie diga que voy sin merecerlo”.
El 13 de febrero, Mauro Máximo cumplirá 54 años, edad con la que competirá en los Juegos Parapanamericanos. A los 55, espera subir al podio de Londres 2012, en su sexta participación en Juegos Paralímpicos.