CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El flaco portero, alto como una garrocha Masuluke Oscarine decide ir a rematar un tiro de esquina. Es el minuto 95 de juego, muy probablemente, la última jugada del partido que su equipo, el Baroka FC pierde por 1-0 contra el Orlando Pirates. Ambos equipos participan en la primera división de Sudáfrica. El Baroka navega en media tabla y el Orlando se ubica cerca de los primeros lugares. Es la jornada 11. Miércoles 30 de noviembre. Está en juego, más que los tres puntos, el orgullo deportivo. Masuluke, con enormes zancadas, llega al área rival. Se ubica a la espera del balón que muy difícilmente le llegará. El estadio está lleno. Los aficionados aguardan expectantes. El centro es cerrado, tanto, que el portero alcanza a manotearlo sin mucha fuerza y lo deja apenas a un costado del manchón penal. Masuluke, de espaldas al arco rival va tras el esférico que da un bote. Dos rivales le estrechan los espacios. El portero está a unos metros de la línea donde empieza el área enemiga. No hay muchas opciones. Oscarine se decide por malabarear en el aire. Deja caer el tronco y su cabeza de espaldas mientras levanta las largas piernas. El pie derecho conecta el esférico y la de dirección de gol. El arquero, desesperado, vuela y se estira cuanto puede y dos defensas brincan angustiados. Los tres intentan lo imposible: detener el balón. Ha caído el gol, que de acuerdo con medios europeos, competirá por el mejor tanto del año, por el Puskas 2016. Pero la historia de esta memorable anotación no concluyó allí. El festejo de Masuluke también dejó huella.