Insta Lula a una alianza Pemex-Petrobras
ACAPULCO, Gro., 8 de abril (apro).- La crema y nata de la banca en México se rindió a sus pies. Extasiados, ovacionaron generosamente, de pie un par de veces, al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien cerraría con una conferencia magistral los trabajos de la 74 Convención Bancaria.
Y es que el ex obrero metalúrgico, con su conocido carisma y capacidad de convocatoria, las tablas que le dieron los años de dirigente sindical y partidista, simple y sencillamente se ganó la simpatía de un salón –más de mil asistentes-- repleto de banqueros, funcionarios, directivos y empleados bancarios.
No era para menos. Con palabras sencillas, habló de cómo Brasil superó exitosamente la reciente crisis internacional y, desde antes, cómo ha logrado posicionarse estratégicamente en el mundo.
Antes de dar lecciones –a los mexicanos, a sus gobernantes y a sus banqueros--, Lula volvió a hacer un llamado, justo ahora que han iniciado negociaciones para un Tratado de Libre Comercio entre México y Brasil, para un mayor y fuerte acercamiento entre los dos países.
“México necesita mirar hacia Brasil y Brasil necesita aprender a mirar hacia México. Y en lugar de vernos como competidores, tenemos que vernos mutuamente como aliados para disputar mercados con otros que son más fuertes y más grandes que Brasil y México”.
El mandatario brasileño reiteró el planteamiento –que ha hecho desde 2008, cuando en México se discutía la reforma energética-- de que Pemex y Petrobras, la petrolera estatal brasileña, deben hacer trabajos conjuntos.
“Yo realmente le pido a Dios que Pemex y Petrobras se entiendan bien para construir algo juntos. Sería importante”, dijo.
Y confió que pronto habrá una reunión entre Pemex y Petrobras. “Sería muy importante que algún día ustedes puedan invitar al presidente de Petrobrás y yo respondería pidiéndole a él que los visite a ustedes acá para enseñarles, para explicarles cómo funciona Petrobras, para que podamos aumentar la capacidad de ambas empresas en la producción y ganar dinero”.
Antes, a pregunta expresa de Ignacio Deschamps, presidente saliente de la Asociación de Bancos de México, quien fungió como su entrevistador luego de la conferencia de Lula, el brasileño relató la exitosa experiencia de la paraestatal sudamericana.
Petrobras, dijo, tiene muchas alianzas con el sector privado; tiene más de 65 mil proveedores para hacer exploraciones.
Los asistentes aplaudieron. Era obvia la comparación con Pemex, que por tabúes –como diría después Lula-- y por expresiones de nacionalismo atrasado, no puede hacer alianzas con empresas privadas, nacionales o extranjeras, para realizar exploraciones y compartir la renta petrolera.
“Hoy Petrobras sigue siendo motivo de orgullo: el gobierno tiene 38% de las acciones. Y creemos que así es suficiente; las cosas están saliendo bien. Respetamos la autonomía de la empresa, pero cuando el interés es estratégico por parte del Estado, definimos lógicamente algunos proyectos para la empresas”.
De hecho, con el tema de los tabúes que se decidió a romper durante sus dos mandatos, fue que el brasileño se ganó la ovación de los concurrentes.
Contó Lula que uno de los primeros tabúes con los que rompió fue ese de que el crecimiento de las exportaciones es incompatible con el fortalecimiento del mercado externo.
Pero, dijo, demostramos que sí se puede impulsar el mercado interno al mismo tiempo que fortalecer la actividad exportadora.
También decían –siguió-- que era imposible aumentar los salarios sin que aumentara la inflación al mismo tiempo. “Nosotros rompimos esos dos paradigmas, esos dos tabúes: creció el mercado interno y al mismo tiempo crecieron las exportaciones”.
El resultado: “Durante los ocho años de mi gobierno, todos los trabajadores y todos los sindicatos tuvieron un aumento real de sus salarios, superior a la inflación. El salario mínimo lo aumentamos prácticamente en un 60% en esos ocho años, la inflación sigue controlada y el mercado interno sigue creciendo”.
Aplausos nuevamente cuando Lula contó que también se vio en la necesidad de cambiar el discurso de los años setenta, cuando se decía que primero había que hacer crecer la economía y luego mejorar la distribución del ingreso.
Cuando Brasil crecía a tasas de 14.5% en aquella década, se decía: “No podemos hacer distribución de ingresos en este momento; es necesario que la torta crezca y cuando crezca bastante entonces la distribuimos”.
Lula: “Y aquella torta crecía y crecía, y cuando los trabajadores querían comer un pedacito de la torta, simplemente ya se había acabado. Solamente lo que quedaba eran aquellas bolitas de decoración”.
Cambiamos el discurso, apuntó. “Es necesario crecer y distribuir al mismo tiempo, inclusive porque el crecimiento tiene sentido si la sociedad da seguimiento a ese crecimiento mejorando su calidad de vida, principalmente de los sectores más pobres”.
Y la manera de hacer una mejor distribución del ingreso, según el brasileño, fue otorgando ayudas en efectivo a los más pobres, pero también dándoles crédito a los sectores que no tenían acceso a los servicios bancarios.
Con cifras ilustró: el Programa Bolsa Familiar (similar a Oportunidades de México) atiende hoy a 13 millones de familias brasileñas con transferencias directas, con lo que más de 44 millones de personas son beneficiadas.
Por el lado del crédito, se puso toda la confianza en los sectores populares. En 2003 el crédito disponible en Brasil, público y privado, era de 200 mil millones de dólares. Actualmente el crédito disponible es de un billón 700 mil millones de dólares, detalló.
Orgulloso, Lula contó cómo lo criticaron en su país cuando decía que la crisis financiera internacional sería “una olita” apenas para la economía brasileña. “Será una crisis profunda para (George W.) Bush pero no para mí”.
Y así fue. Por la abultada inversión en infraestructura, gas, petróleo, que se hizo mucho antes de la crisis, Brasil pudo sortearla con facilidad. Además de que había reservas por más de 200 mil millones de dólares en el banco central, y ninguna presión por la deuda externa, se le habían devuelto ya, al FMI, los 30 mil millones de dólares que había prestado a Brasil.
De hecho, arrancó aplausos efusivos cuando contó un diálogo con el presidente del Fondo Monetario Internacional:
--Compañero, yo quiero devolverte la plata que nosotros te debemos –le dijo al del FMI.
--No, presidente Lula, no se preocupe; no lo necesitamos; quédate con el dinero”.
--No, yo te voy a devolver la plata --insistió Lula.
Y cuenta: “No saben qué alivio, qué alegría. Yo que estuve 30 años de mi vida manifestándome: “¡Fuera el FMI!”, y hoy le prestamos 14 mil millones de dólares al FMI. Ahora yo no le debo; ellos me deben”.