La furia puritana contra la ministra gay

lunes, 22 de agosto de 2016 · 18:29
BOGOTÁ (apro).- La ministra colombiana de Educación, Gina Parody, es blanco por estos días de una feroz campaña de sectores conservadores que, presentándose como garantes de “la moral y las buenas costumbres”, la acusan de promover el homosexualismo en las escuelas y de buscar la destrucción de la familia tradicional. Sus detractores –una amalgama de puritanos, fundamentalistas religiosos, modernos inquisidores, políticos oportunistas y padres de familia manipulados por una campaña de difamación— no le perdonan a Gina Parody que sea gay y que haya hecho pública su relación sentimental con la exministra de Comercio Cecilia Álvarez Correa. Si no fuera gay, y si se hubiera mantenido en el “closet” –como lo hacen miles de políticos en todo el mundo–, la campaña en su contra jamás habría llegado al nivel de esquizofrenia que alcanzó. El pretexto de sus críticos para acusarla de promover la homosexualidad en las escuelas fue una falsedad. Dijeron que pretendía imponer en las instituciones de educación pública el uso de faldas por parte de niños gay y la instalación de baños mixtos para que pudieran ser usados por alumnos transgénero. Pero la realidad es que la ministra de Educación estaba obligada a acatar un fallo de la Corte Constitucional que, a raíz del suicidio hace dos años del estudiante homosexual Sergio Urrego –atribuido a las burlas que sufrió en el colegio—, estableció que el gobierno debía tomar medidas para garantizar la tolerancia con las diferentes identidades sexuales en las escuelas. Para dar cumplimiento a esta sentencia, la ministra aprovechó que por ley las escuelas deben revisar periódicamente los Manuales de Convivencia (un conjunto de derechos y deberes de las comunidades académicas) e impulsó un debate sobre el respeto a la diversidad sexual. La Unicef y otras agencias de la ONU respaldaron esa tarea con la elaboración del documento “Ambientes escolares libres de discriminación. Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la escuela”, que contiene una serie de reflexiones sobre el tema. Por ejemplo, afirma que tradicionalmente se ha enseñado que solo existen dos sexos “cuando en realidad la configuración de los cuerpos humanos es más compleja” y, en ese sentido, “se debe empezar por deconstruir la idea de que sólo existen dos sexos y abrir la posibilidad de entenderlos más allá de aquello que históricamente se nos ha enseñado”. El género, agrega el documento, “puede entenderse como el conjunto de construcciones socioculturales que determinan las formas de ser hombres o mujeres en un tiempo y una cultura específicos” y, por tanto, estas construcciones “no son fijas, sino cambiantes y transformables”. El mensaje central del texto es que en los recintos académicos deben prevalecer la tolerancia y el respeto por las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género, lo que está en la línea de la sentencia de la Corte Constitucional. Esos conceptos sólo eran una guía para discutir el tema en cada colegio, pero los críticos de Parody y los homofóbicos, que consideran un escándalo tener como ministra a una mujer abiertamente lesbiana, utilizaron ese documento como munición contra ella. La campaña de manipulación llegó al punto en que en las redes sociales comenzaron a circular versiones apócrifas de una supuesta “cartilla” de orientación del Ministerio de Educación con imágenes de pornografía homosexual producidas en Bélgica. El senador del gobernante partido de la U, Armando Benedetti, responsabilizó al derechista Centro Democrático, del expresidente Álvaro Uribe de la divulgación de esas falsas “cartillas” de contenido tripe X. Lo cierto es que el Ministerio de Educación nunca intentó imponer sus lineamientos a las escuelas ni entregó a los profesores “cartillas” de orientación sexual, como afirma el bloque conservador que le cayó encima a la ministra. Los colegios, ha repetido una y otra vez Parody en medio de la polémica, son autónomos para establecer sus propios Manuales de Convivencia con la participación de alumnos, maestros, directivos y padres de familia. Políticos cristianos, como los senadores Viviane Morales y Jimmy Chamorro y la diputada del nororiental departamento de Santander, Ángela Hernández, acusaron a la ministra de querer “imponer la ideología de género” en los colegios y de buscar una “colonización homosexual” en las escuelas. También, el ultraconservador procurador general Alejandro Ordoñez dijo que Parody usa como pretexto el fallo de la Corte Constitucional pero que en realidad apunta a “disolver la familia, corromper la niñez y quitarles la pureza (sic)”. Jerarcas católicos, políticos urgidos de adeptos y padres de familia convencidos de que la ministra busca adoctrinar a sus hijos en “ideología homosexual” también pusieron el grito en el cielo y lograron convencer a miles de personas en las principales ciudades del país de salir a marchar contra Parody. Desde luego, el Centro Democrático, que está en campaña para que los colombianos rechacen en un plebiscito los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, aprovechó el alboroto y se sumó a las protestas de una forma tan oportunista, que hasta el mismo arzobispo de Bogotá, el cardenal Rubén Salazar, dijo que eso fue “un acto deshonesto”. Y como las movilizaciones atrajeron la atención del país y el gobierno también está en campaña para que los colombianos aprueben los acuerdos de paz en el plebiscito, el presidente Juan Manuel Santos salió a decir que ni él ni Parody promueven ni promoverán la llamada “ideología de género”. A pesar de esto, la ministra fue citada el pasado martes al Congreso a que respondiera los cuestionamientos de un grupo de furibundos legisladores que consideran un atentado a la moral enseñar a los niños el valor del respeto a la diferencia. En su defensa, Parody sostuvo que el linchamiento político al que está siendo sometida responde al odio y la intolerancia. “Lo hacen porque soy gay”, les dijo en su cara a los escandalizados congresistas que la citaron a rendir cuentas. El caso de la ministra de Educación de Colombia es una muestra de que todavía en América Latina pesan mucho los prejuicios, la intolerancia y la doble moral a pesar de los avances en los derechos de las minorías sexuales en grandes urbes como Buenos Aires, Sao Paulo, Ciudad de México y la propia Bogotá. --fin de texto--  

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