Canción para el nénetl Jesús

sábado, 17 de diciembre de 2011 · 23:55
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Hace medio siglo, el insigne misionero xaveriano que fundó el Instituto Cultural de Occidente en Mazatlán, Sinaloa, escribió una emotiva carta cuyo contenido viene a cuento con las celebraciones decembrinas que nos obnubilan y, más aún, con el agobio que se cierne sobre nuestra ensangrentada nación. El destinatario fue un músico coahuilense que había compuesto una obra de inspiración navideña apenas galardonada por la Unión de Filarmónicos de México. Este es el texto:   Muy distinguido Señor:   Ayer por la noche  en todas la Escuelas dependientes del Instituto Cultural de Occidente  [ICO] hemos  escuchado su hermosa “Navidad en México”. Le ruego me perdone si le quito un poco de su precioso tiempo para enviarle a Ud. un fuerte abrazo, mío, del profesorado, alumnado y de nuestros Padres de Familia.               En mi pobre castellano [El abajo firmante era italiano) no tengo palabras adecuadas para expresarle a Usted todo lo que quisiera para animarle a continuar creando obras tan bellas y tan trascendentes para México, un país que teniéndolo todo no acierta a superar los traumas de su mestizaje. Nosotros, humildes provincianos, pondremos su música en los nacimientos de nuestras Escuelas y he dado orden a nuestros maestros de canto de difundir su celestial melodía, de manera que sea la sola Canción de Navidad que se entone en los años venideros. Creemos que mientras más mexicanos la canten más posibilidades tendrán de sanar sus heridas, y se lo digo yo, que sé lo que hace el canto después de haber sufrido en carne propia guerras y matanzas  fratricidas.               Y con el deseo y el firme propósito de hacer conocer su “Navidad en México” a toda Europa y en todo el mundo donde tenemos actividades, me permito manifestarle mi admiración y mi respeto.                                                                                                                                                         Dr. P. Ugo Cattenati Hasta donde nos es dado saber, el Padre Cattenati (1908-1973) cumplió con su promesa en cuanto a la integración de la obra dentro del ámbito educativo mazatleco, al menos, durante los tres años que le restaban ejerciendo su apostolado en el puerto sinaloense. En 1964 fue llamado por la sede de su congregación en Roma para dirigir una casa xaveriana de asistencia a misioneros de lengua francesa en Suiza, desde donde, en enero de 1968, redactó otra epístola al músico mexicano, quien para entonces llevaba dos años de muerto: (Fue leída y resguardada por sus deudos) [1]   Muy querido Maestro:   Para mi hondo pesar he debido abandonar su maravilloso país para cumplir con los mandatos de mi congregación.[2] Ignoro si he de volver a pisar tierra azteca, pero el recuerdo de su gente y la belleza de sus paisajes me acompañan en todo momento. No puedo negarle que una porción grande de mi corazón quedó marcada por mis trece años de estancia en su patria, que también considero como mía. Debo decirle que a menudo escucho su “Navidad en México” y que no hay vez que no logre conmoverme. Así como le prometí, copias de su partitura se encuentran ya en diversas misiones de nuestra orden en America del Sur, Asia y Europa. Desde Brasil nos han solicitado autorización para traducirla al portugués y deChina nos piden que les mandemos alguna foto del tambor mexicano [Alusión al huéhuetl que pide la obra] para intentar copiarlo.  Le mando aquí los datos del Padre Dal Pozzo que está en nuestra dirección general para que Usted le indique cómo proceder. Deseo que al recibir estas líneas se encuentre creando más música y me despido reiterándole mi compromiso para que el mensaje de su canción cumpla con su cometido de exaltar el verdadero espíritu de nuestro amado México. Suyo. U. C.   Como quedó asentado, Cattenati mantuvo su palabra hasta donde sus medios se lo consintieron. Ignoramos, sin embargo, qué destino tuvieron sus gestiones en Pro de la obra musical. A todas luces, ésta le despertó una profunda empatía con el amor que le tuvo a nuestra cultura. No en balde el misionero pidió que sus restos encontraran reposo eterno en Mazatlán. Hemos de agregar que el personaje ha sido objeto de estudio por los insospechados aspectos de su biografía.[3] Además de ser educador y de ostentar cuatro doctorados, el hombre de fe se distinguió como políglota, abogado en derecho canónigo y civil, amén de cultivar sus inclinaciones por la criminología y la literatura. Su reciedumbre –llegó a nuestro territorio sin un centavo, con la mera bendición de sus superiores para echar a andar una “Ciudad Estudiantil”, misma que devino en el ICO citado- se forjó en las trincheras de la Segunda Guerra. Como capellán militar vivenció atrocidades en los campos de batalla de Grecia y Albania, coronándose su aptitud para la sobrevivencia en el frente ruso, donde fue enviado por Mussolini como integrante del 8° batallón que fue masacrado por el Ejército Rojo. De los 600 soldados italianos que participaron en la cruenta expedición, sólo 24 regresaron con vida, él entre ellos. Soslayando la figura del misionero es de resaltar su adhesión con nuestro sincretismo cultural. Sin lugar a dudas fue el promotor más entusiasta que jamás haya tenido la composición musical –bien sabemos que los mexicanos somos expertos en el menosprecio de lo propio- y no sería motivo de extrañeza que su letra la hubiera entonado con el corazón henchido de nostalgia. En lo que respecta al valor poético de ésta podemos obviar comentarios trasvasándola por entero:     (Parte recitada):   Citlalin nos trajo en su luz y en el trino del cenzontle tu advenimiento Jesús; hago un portal de tezontle, digo al huéhuetl que te anuncie y con aromas de xóchitl te entrego mares y sierras, mis volcanes y mis lagos… Llega mi nénetl Jesús.   (Parte cantada):   Es Iztác dulce María  y José, Popocatéptl;  nuestro valle te acunó escuinclito, nénetl Dios.    Los huejotes se elevan  y te miran llegar  la chinampa te acoge,  te perfuma el copal.    Mi maizal oro te da  y hay que espumar el chocólatl trigueñito en mi sol eres Tú Navidad.   Venadito,  duerme ya,  gocemos tu navidad.  Mi nénetl duerme, duerme…  Acaso valga la pena transcribir porciones del texto con el que el autor de la letra, el periodista Jorge Piñó Sandoval (1902-1976), la entregó al jurado que habría de premiarla: “Para presentarles una canción mexicana de navidad, nos hemos preguntado: ¿Qué se entiende por mexicano? He aquí nuestra respuesta: lo mexicano es mezcla física y espiritual de un mestizaje no siempre amoroso. La representación física la hayamos en nuestros rasgos y color,  la expresión espiritual en las voces y los sonidos. Persuadidos de lo anterior, hemos querido simbolizar lo autóctono, expresado en forma monorrítmica. Esta parte inicial en la que se oye la percusión indígena al fondo, equivale al primitivo teocalli, sobre el que se edifica la melodía cristiana.” “La llamamos así, Canción del nénetl Jesús, porque la voz nénetl es azteca pura y significa niñito. Al final, cuando se canta Hay que espumar el chocólatl, se materializa la invitación a la fiesta con una bebida auténticamente nuestra. ¡Qué deplorable es celebrarla con Coca Cola!, pero quizá todavía peor, consentir que nuestros niños la hagan suya con ramplonas White Christmas…” Acerca de la postura ideológica de Piñó Sandoval, hay que decir que fue consecuente con su labor periodística. Entre 1950 y 1951 publicó 29 números de la revista Presente, cuyas instalaciones fueron destruidas por porros al servicio de la  presidencia. Sin conseguir silenciar sus críticas al alemanismo, Piñó fue lanzado misteriosamente del segundo piso de un edificio del Centro Histórico, tras lo cual, enyesado y maltrecho hubo de exiliarse en Argentina. Fue ahí, en el clamor del destierro, donde concibió la idea este canto natalicio que, previsiblemente, sigue sumido en el olvido. A su regreso a México en 1957, se tardó dos años en convencer al compositor, a la sazón su suegro, para que musicalizara sus versos y otro tanto para que se decidiera a inscribirla en el referido certamen. Desde estas páginas hacemos eco de los empeños del misionero Cattenati y del credo nacionalista de Jorge Piñó para augurarles a los lectores de Proceso una navidad pletórica de música; de buena música, se entiende y, preferentemente, de acentos mexicanistas. Asimismo, los instamos a que prescindan de sus rabiosos consumos pues, siendo honestos, lo que nuestros seres queridos anhelan es cercanía genuina en lugar de los regalos superfluos con los que intentamos sustituirla. Si así lo desearan, en el portal electrónico del semanario podrán escuchar, en primicia, una exhumación de la obra.[4] Tocante a la identidad del compositor, es necesario descorrer los velos de un pudor que no amaina. Por designios de una herencia irrenunciable, este columnista es depositario del legado del músico Samuel Máynez Prince (1886-1966).


[1] El original se extravió, sobreviviendo una copia manuscrita realizada por una hija del compositor.
[2] La orden religiosa de los Xaverianos fue fundada en 1895 con el propósito de evangelizar a los no-cristianos del orbe, particularmente en China, donde San Francisco Xavier  no lo logró.
[3] Recientemente se publicó el libro Alma de Fuego de Rafael Piras, quien plasmó una vigorosa semblanza del ilustre xaveriano.
[4] NAVIDAD EN MÉXICO, Canción del nénetl Jesús. Música: Samuel Máynez Prince. Letra: Jorge Piñó Sandoval. Voz recitante: Manuel Bernal. Voz cantada: Salvador García. Arreglos y coros: Rafael Carrión. Organista: Tito Enríquez. Orquesta de la Unión Filarmónica Mexicana. Director: José de la Vega. Grabación no comercial © SMP México, 1960. Pulse la ventana de audio.

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