¿Podría estar el arte a debate?

sábado, 2 de junio de 2012 · 20:00

A mi hermano Julio.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Aunque suene descabellado, se han hecho diversos tentativos para convertir a la música en un método de comunicación precisa, de comunicación de conceptos.  En los códigos de la música esta precisión no existe, ya que el lenguaje musical, como las demás disciplinas artísticas, son manifestaciones individuales que tienden a la subjetividad; su pretensión de universalismo es un ideal inalcanzable. Por paradójico que nos resulte, en estas manifestaciones, los regímenes dominantes hallan la forma de preservarse, mas las sociedades construyen su identidad, afianzan su sentido de pertenencia y subliman las frustraciones derivadas, precisamente, de la dominación de la que son objeto. No es de sorprender que el arte sea utilizado como vehículo de hegemonía y conservación del poder, pero también como lenguaje intangible de la nobleza que habita al hombre y como medio supremo de cohesión social. Dadas sus implicaciones, conviene glosar brevemente sobre estos temas para poder referirnos a su injustificable ausencia en los debates entre los candidatos a la presidencia. Alrededor de 1820, el ingeniero François Sudre inventa un idioma que pudiera ser asimilado por todas las razas del planeta. Fue una simiente fallida de la Lingvo internacia o “Lengua Internacional” que crea hacia 1887 el oftalmólogo Nicolás Zamenhof a la que conocemos por Esperanto. En el experimento de Sudre era suficiente con emplear los nombres y los sonidos de las notas musicales para superar las barreras de la incomunicación o, más bien, para ampliar el radio de acción del coloniaje europeo pues, ciertamente, atrás de sus buenos propósitos subyacía el deseo de imponer con mayor fluidez su cultura sobre las demás. En su informe a la Academia de Bellas Artes de Francia escribe: “En la lengua musical del autor, se hace uso de las siete notas de la escala para expresar todas las ideas. Utilizando solamente tres notas Sudre compuso la telefonía, es decir, el arte de transmitir a distancia, mediante los sonidos de un instrumento, órdenes, frases, inscritas anticipadamente en un vocabulario especial […] a fin de adecuarse al sistema de una corneta de ordenanza y de tomarlo del arte militar.” [1] Así, las palabras se forman por una, dos, tres y hasta cuatro notas o sílabas. Do, por ejemplo significa no, solla significa siempre, fadosi, terminar y ladofado, comercio. La diferencia de géneros se obtiene por la duplicación de la última vocal: señor se dice sisol y señora sisool. Para desgracia de Sudre, en muchas latitudes imperaba un desconocimiento absoluto del sistema musical latino y, peor aún, la alusión a la corneta de ordenanza puso en guardia a los improbables adeptos de su lenguaje, quienes percibieron en la idea de una lengua musicalmente codificada reminiscencias del orden militar y ecos de un imperialismo en expansión. Siempre en Europa, vuelve a aparecer otro tentativo de globalización lingüística que no logra ocultar sus verdaderas motivaciones. Se trata del volapük que es concebido por un cura católico alemán en 1879 que afirma que Dios le había ordenado, mediante un sueño, que promoviera un lenguaje supranacional. Su nombre (de vol por world y de pük por speak) debía anunciar a la “lengua mundial” que abriría los espacios para que los mensajes se registraran y difundieran en el orbe, haciendo del recién inventado fonógrafo la herramienta de esta estrategia del poder en vigor. Naturalmente, el idioma se codificó en el abecedario latino con fonemas anglosajones, pero para que no se perdiera de vista la función ecuménica del cometido, el hombre de fe eliminó la erre, por citar un caso, para facilitarles la vida a los chinos… Tiene que desplazarse el polo del poder económico hacia Norteamérica para que el invento de Thomas Alva Edison consolide a perpetuidad los ideales de cooptación de la palabra y la música que sustentan la supremacía de las naciones que mandan. El fonógrafo congela los discursos de los líderes y se aposenta subrepticiamente en los púlpitos de los predicadores. Las órdenes de los amos se proyectan hacia todos los rumbos del cosmos y en pocos años el sistema desborda sus predicciones de control. Para Edison bastaba con que los comerciantes pudieran sacarle provecho, empero, los políticos descubren gradualmente su eficacia y, más adelante, los empresarios se apoderan de las virtudes de la música para multiplicar sus ganancias. Hubo que esperar hasta 1914 para que pudiera grabarse una sinfonía (la Quinta de Beethoven)[2] y hasta 1919 para que estuviera lista la amplificación electrónica. Con estos elementos se cierra el círculo que hace de la palabra –magnificada y virtual- y de la música –enlatada y en vivo- un binomio indisoluble del proselitismo político; inimaginable entonces, el poder que proporcionaría el invento militar que desembocó enla Internet. Por último, un par de consideraciones sobre los códigos que rigen al arte sonoro para entender un poco más de nuestras averías sociales y nuestros prejuicios: En las frases que conforman el discurso musical, a los temas secundarios se les llama temas femeninos; en cuanto al valor de las notas, el racismo es rampante: las blancas han valido siempre el doble que las negras. Regresemos con los hombros caídos a realidad nacional en los estertores de un gobierno cuya la lengua privilegiada ha sido la de las armas. ¿Qué opciones nos quedan para rescatarnos de la desolación originada por una guerra hipócrita? Veamos, para tener una imagen comparativa lo que hizo Israel y lo que han hecho en la esfera artística los gobiernos panistas. El estado judío se funda en 1948 para asilar a los sobrevivientes de una guerra que casi logra su exterminio. La primera acción gubernamental fue la de patrocinar a la Israel Philharmonic Orchestra para garantizar que los ciudadanos contaran con la cura espiritual que cicatrizaría sus heridas. A la par de la erección de kibutz[3] se construyen las salas de concierto; podía escasear la comida pero nunca el fortalecimiento anímico que ofrenda la música. En pocos años, Israel domina al desierto y surge como potencia cultural. En México, la sobreposición de sexenios no solamente no ratificó la necesidad de crear nuevas orquestas, en la cantidad elemental que necesitaría el país, sino que a las existentes las desoyó, cuestionando los motivos de su existencia; al cabo de 12 años de políticas equívocas la nación admira la incuantificable desertificación de sus oasis culturales y la herencia que simboliza el paso del Pan al frente del gobierno federal es una Mega Biblioteca donde hay poco que leer y una Estela de Luz que prodiga sombras a su derredor. ¿Cuántos de esos millones destinados al absurdo se escatimaron para el estimulo que requiere la creación artística? ¿Cómo podría hablarse de un viraje hacia el bienestar y la “seguridad” si el legado de priistas y blanquiazules es una indigencia educativa que empaña el futuro de sus gobernados, una desmoralización colectiva que descuartiza sueños y una desgarradora miseria que repta por los hogares mexicanos? ¿Hemos de creer en una voluntad de cambio si los que la promueven han sido administradores del encubrimiento y el fraude? ¿Cómo puede culpársenos de tener endurecidos los espolones de la duda si la tierra que pisamos no es más que el escupidero de la mayoría de nuestros políticos? ¿Podríamos depositar nuestras esperanzas en esos individuos que mueven las mandíbulas para proferir frases huecas que ponen de manifiesto la incultura que los patrocina? ¿Cómo exculpar que se sirvan de la música para afinar la eficacia de sus spots publicitarios y sean incapaces de agradecerlo? ¿Ignoran que sabemos que se aprovechan de ella para hacer que la chatura de su lenguaje calce mejor en la amarga desesperanza de una ciudadanía inerme? Señores candidatos, honorable Instituto Federal Electoral, abandonen por un momento la verborrea de sus creencias y háblenos de su amor por México; indúzcanlo a través del arte, apuntálenlo con las columnas de la verdadera música nacional.[4] Es de las pocas certezas que nos van quedando ante el incendio sistemático de la razones de Estado: La necesidad del arte es irrebatible en una sociedad que aspire a civilizarse. Lo demás resonará en nuestros horizontes con la belleza de una nota musical que apacigüe nuestra rabia.

[1] La Langue musicale universelle se publicó junto a su Vocabulaire de la langue musicale en 1866 en Tours. Sudre inventó, en efecto, la telefonía musical.
[2] Se recomienda la audición de su primer movimiento, pues su famosa célula temática (sol, sol, sol, mi, tres notas cortas y una larga) fue empleada en la Segunda Guerra Mundial por los inglese para simbolizar la V de la victoria, de conformidad con el alfabeto Morse. Pulse el audio 1 (Gewandhausorchester Leipzig, Kurt Masur, director. PHILIPS, 1996)
[3] Comunas agrícolas.
[4] Se aconseja la escucha del Desierto de la segunda Música para charlar de Silvestre Revueltas. Se compone de los siguientes segmentos: Cactus, Crepúsculo, Arena y agua, Tractores e Himno a la Patria. Pulse el audio 2 (Royal Philharmonic Orchestra, E, Bátiz, director. ASV DIGITAL, 1989)

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