¿Se puede reformar la ONU?

sábado, 4 de octubre de 2003 · 01:00
México, D F(apro)- Aunque simplemente cumplió con su convocatoria anual, la Asamblea General de Naciones Unidas se convirtió este otoño fundamentalmente en un foro de cuestionamiento sobre la relevancia, la actualidad y el sentido mismo del máximo organismo multilateral en las actuales circunstancias mundiales Y aunque sin rumbo, todavía, algo quedó claro: la ONU no puede (ni debe) seguir siendo la misma No era para menos La 58 Asamblea fue la primera posterior a la más grave crisis que haya sufrido el sistema de Naciones Unidas desde su creación en 1945: la decisión de Estados Unidos y sus aliados de invadir a Irak en forma “preventiva”, pasando por encima de todos los mecanismos previstos por la Carta Normativa, burlando el voto del Consejo de Seguridad y desafiando la voluntad de la mayoría de los miembros de la Asamblea General Lo notable en esta coyuntura, fue que tanto los infractores como los agraviados resaltaron el riesgo de que la ONU, a partir de ahora, se vuelva “irrelevante” Los primeros, en palabras del presidente estadunidense George W Bush, porque el organismo “no estuvo a la altura de sus responsabilidades” para salvaguardar la seguridad y la paz mundiales Los segundos, porque la comunidad internacional no fue capaz de frenar –vaya, ni siquiera de condenar– a uno de sus miembros que atacó a otro de manera unilateral, sin pruebas convincentes, con intereses soterrados y contraviniendo toda normatividad en la materia El propio secretario general de la ONU, Kofi Annan, no vaciló en criticar este proceder que, dijo, representaba un desafío fundamental a los principios sobre los cuales han descansado la paz y la estabilidad mundiales en los últimos 58 años Y, por lo tanto, consideró que era necesario decidir si se continuaba sobre las bases acordadas hace más de medio siglo o si era hora de pensar en cambios radicales El planteamiento no es baladí, ya que los últimos acontecimientos en Irak sólo han confirmado una tendencia que ha ido reduciendo gradualmente a la ONU a un organismo asistencial, estadístico, de investigación y diagnóstico –probablemente el más importante y más sólido a nivel mundial–, pero sin poder de decisión y menos todavía, de acción La gran pregunta es si realmente se puede reformar y darle otro enfoque a esa entelequia llamada Naciones Unidas Propuestas ya hay varias, entre ellas los cinco puntos planteados por el presidente mexicano Vicente Fox, en su discurso ante la Asamblea General, que proponen democratizar y transparentar la toma de decisiones colectivas, hacerlas más efectivas, impedir la impunidad, apoyar el desarrollo de los miembros y defender los derechos humanos, pero todo ello sin violar la soberanía e independencia de los Estados ¿Habrá voluntad política para lograrlo? El problema de origen radica en que la ONU no fue concebida como un ente supranacional, que pueda tomar decisiones autónomas, sino que depende directamente de la voluntad de sus Estados miembros o, más concretamente, de sus gobiernos en turno que, como es natural, en cada coyuntura votan según sus intereses Ello no pocas veces ha redundado en la formación de bloques derivados de áreas de influencia, corrientes ideológicas, presiones políticas o conveniencias económicas Pero si esto ya le niega un carácter imparcial, su propia estructura la hace poco representativa y menos democrática Aunque con todas las salvedades antes mencionadas, la Asamblea General respeta el principio de la igualdad soberana de los Estados y, consecuentemente, de su voto Pero sus resoluciones no son obligatorias, lo que las ubica en el ámbito de la ética, pero no de la legalidad Así, el verdadero poder se afinca en el Consejo de Seguridad, donde sólo hay cinco miembros permanentes, que con su legal e imbatible herramienta del veto determinan el derrotero de los 186 países restantes, sobre todo en materia de seguridad y paz, pero también en otras áreas jurídicas de importancia Y ahí sí, las decisiones son obligatorias De hecho, la ONU no hace sino reflejar y reproducir en su seno la correlación de fuerzas del mundo real Y esta situación se extiende a todos sus programas y dependencias como la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Comercio, El Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, por citar algunos El que es fuerte afuera, es fuerte adentro Probablemente en este punto es en el que radique la actual crisis de la ONU Porque la actual correlación de fuerzas en el mundo dista mucho de ser la que existía en su momento fundacional No sólo los aliados que vencieron a las potencias del Eje se convirtieron en enemigos, entre sí, para formar un mundo bipolar, sino que uno de estos polos ya se derrumbó, dando paso a las manifestaciones unilaterales que hoy se observan Ajustar la Carta de las Naciones Unidas a estas nuevas circunstancias podría ser un punto de partida Profesor de derecho internacional y director/fundador del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Modesto Seara Vázquez, se dio hace diez años a la tarea de redactar una “Nueva Carta de las Naciones Unidas”, cuando a raíz de la primera Guerra del Golfo observó que George Bush padre se refería recurrentemente a un nuevo orden internacional, derivado del derrumbe del bloque socialista y, por tanto, del término de la llamada Guerra Fría Con licencia de la UNAM y como rector de la Universidad Tecnológica de la Mixteca y la Universidad del Mar, ambas instituciones públicas de Oaxaca, Seara Vázquez desmenuzó artículo por artículo de la Carta de la ONU para adaptarlos, desde su perspectiva académica, a los nuevos tiempos globales Imposible, por supuesto, resulta detallar en este espacio todos esos cambios Pero bien vale destacar algunos conceptos que dan la medida de su dificultad y aun imposibilidad ante los poderes reales El viejo profesor, quien impartió cátedra durante más de cuarenta años y a lo largo de ellos observó los cambios que se gestaban, destaca que los problemas cada vez más graves del mundo requieren de soluciones urgentes, pero que son imposibles de llevar a cabo a nivel nacional, no sólo porque rebasan las fronteras nacionales, sino porque actualmente las tendencias globales tienden a cuestionar la viabilidad misma de los Estados/nación “Esos problemas no pueden ser tratados a través de negociaciones entre Estados, en las que los egoísmos individuales siempre intentarán prevalecer sobre los intereses generales Lo que necesitamos son unas Naciones Unidas más efectivas y también más democráticas; que no puedan ser utilizadas para legitimar acciones arbitrarias de las grandes potencias”, escribió premonitoriamente Seara Vázquez El problema es que desde que se fundó, la ONU buscó establecer un sistema en el que las decisiones fundamentales quedaran reservadas a las grandes potencias (entonces ganadoras de la Segunda Guerra Mundial) “La concepción subyacente era que los intereses de la sociedad estarían mejor servidos si la organización mantenía un perfil tan bajo como fuera posible, para asegurarse de que los Estados conservaran las más altas competencias, compatibles con las de los demás Estados Se quería que la cooperación internacional reforzara, no que sustituyera los poderes de los Estados” La cooperación, la negociación y la búsqueda de consenso entre Estados soberanos e independientes suena muy bien en teoría, pero la Carta de Naciones Unidas determina otra cosa: “Una estructura oligárquica y vertical encabezada por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que se reservaron la parte del león de la facultad de tomar decisiones en materias relativas al mantenimiento de la paz y la seguridad, para no mencionar el campo de la política, en el que las presiones de las grandes potencias hacen del concepto de soberanía algo simplemente risible”, subrayó Seara Vázquez El anacronismo y la desigualdad entre los Estados se manifiestan no sólo en la permanencia y el derecho de veto de las cinco potencias fundadoras, sino en artículos, como el 107, que todavía excluyen de protección contra el uso de la fuerza a “cualquier Estado que durante la Segunda Guerra Mundial haya sido enemigo de cualquiera de los signatarios de la presente Carta” Candado aplicable a países como Alemania, Italia y Japón, que hoy en día no sólo aspirarían a esta defensa, sino a ocupar un lugar en el Consejo de Seguridad Pero todavía hay varias otras disposiciones que marcan el control por parte de estos cinco no sólo en el funcionamiento, sino en la posibilidad misma de que la ONU se reforme Está, por ejemplo, el artículo 47, que dispone la creación de una Comisión de Estado Mayor Militar, formada por los Jefes de Estado Mayor de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad El 86, que garantiza a todos los miembros permanentes… un lugar en el Consejo de Administración Fiduciaria; o el 106, que dispone la celebración de consultas entre las grandes potencias Y viene lo concreto para la coyuntura que hoy nos ocupa: las recomendaciones del Consejo de Seguridad, respecto de la admisión de nuevos miembros o de la elección del secretario general, también requieren de los votos de todos los miembros permanentes… y ¡ojo!, según los artículos 108 y 109, para adoptar enmiendas a la Carta de Naciones Unidas, además del voto de dos terceras partes de los miembros de la Asamblea General, se requiere “del voto concurrente de todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad” Es decir que, para reformar la Carta, modificar el Consejo de Seguridad, reglamentar el veto o introducir cualquier otro cambio, primero se tendría que votar a partir de las disposiciones actualmente vigentes y parece poco probable que quienes detentan el poder estén dispuestos a renunciar a los privilegios que éste les otorga Seara Vázquez, por lo menos, así lo ve: “la estructura misma de la ONU condiciona su funcionamiento y condena a la ineficacia, desde el principio, cualquier intento de volverla más relevante para los tiempos que vivimos No puede hacerse que la Organización sea más eficiente, por la sencilla razón de que no fue concebida para ello” El problema, para el experimentado internacionalista, reside en que la gente le exige demasiado a la ONU; mucho más, en realidad, de lo que puede ofrecer De hecho, dice, se observa una contradicción entre la resistencia a otorgar a la Organización facultades más grandes (es decir, reales) y la percepción de la creciente necesidad de algún tipo de institución capaz de tomar decisiones a nivel planetario, ya sean unas Naciones Unidas reformadas o algo distinto Kofi Annan habló de reformas y fue muy aplaudido Fox y otros mandatarios inclusive hicieron propuestas El debate quedó abierto, pero fue pospuesto para un futuro impreciso Los cambios que se pudieran hacer son todavía más impredecibles Seara Vázquez concluyó: “Para que las Naciones Unidas sean más efectivas, es necesario cambiar su naturaleza; algo que es muy dudoso que los gobiernos estén dispuestos a hacer” La Nueva Carta de las Naciones Unidas que redactó es una utopía Pero se vale soñar

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