Alemania: El salto al vacío de Jürgen Möllemann

sábado, 7 de junio de 2003 · 01:00
Berlín – Jürgen Möllemann abordó su avión Pilatus Porter, en el aeropuerto de Marl-Loemühle, junto a otros nueve paracaidistas El mediodía del jueves 5 de junio se presentaba soleado y con el cielo limpio Entonces el único cargo público que le quedaba a Möllemann era el de diputado sin partido en el Parlamento Alemán o Bundestag En sus más de 30 años de vida política en el Partido Liberal (FDP, en sus siglas en alemán), Möllemann había desempeñado, entre otros cargos, el de vicecanciller de Helmut Kohl En el paracaidismo lo avalaban 700 saltos de experiencia A nadie le resultó llamativo que no quisiera saltar en formación junto con sus compañeros Möllemann lo hizo solo, desde unos 4 mil metros de altura, en último término Su paracaídas se abrió normalmente a unos 1500 metros de altura, relataría luego Thomas Vilter, jefe del club que nuclea a los paracaidistas del lugar Vilter, quien había saltado del mismo avión minutos antes, pudo identificar al político de 57 años desde el suelo, ya que sus iniciales estaban impresas de manera bien visible en el paracaídas Pero de pronto, sin que desde abajo se percibiera algún problema o anormalidad, Möllemann desprendió el paracaídas de su cuerpo Sólo en caso de emergencia se hace uso de esta opción, para poder accionar el paracaídas de reserva “Sé que a algunos les gustaría ver que mi paracaídas alguna vez no se abriera”, había bromeado el político hace unos meses, cuando sobre su cabeza pendía la amenaza de expulsión del Partido Liberal, lo que a la postre lo convertiría en un desclasado de la política El paracaídas de emergencia no fue abierto o no se abrió El cuerpo se estrelló, segundos más tarde, contra el suelo en un campo pegado al aeropuerto Un día después, la televisión mostró banderas a media asta El escaño de Möllemann en el Bundestag fue cubierto con un ramo de flores Hubo declaraciones de condolencia de toda la clase política Escenas de archivo que lo mostraron con su traje chillón de paracaidista, mientras atenúba la caída con una carrerita hacia adelante, sonriendo de perfil a las cámaras Parte de la prensa reaccionó con cautela ante su muerte Sobre todo porque la Fiscalía general de Essen no ha descartado tampoco la posibilidad de un accidente Para buena parte de los medios, sin embargo, las circunstancias se encadenan de manera muy directa Mientras Möllemann iba en el avión del que daría el salto hacia la muerte, el Bundestag le retiró su inmunidad parlamentaria, abriendo la posibilidad a que fuera investigado por los delitos que se le adjudicaban Esto es, por estafa, defraudación de impuestos, prevaricato y contravenciones a la ley de los partidos políticos Y apenas minutos después, al momento de su muerte, los agentes de la Fiscalía realizaban ya un cateo a sus propiedades de una dimensión que no debe haber pasado desapercibida a un político de su importancia El registro incluyó 25 propiedades en cuatro países Sus oficinas en el Bundestag, otras en el parlamento de Düsseldorf, empresas en esta ciudad y en Lichtenstein, bancos en Luxemburgo Ni siquiera su casa de vacaciones, en Gran Canaria, se salvó del allanamiento La investigación sobre su muerte se centra ahora en el paracaídas de reserva, que jamás se abrió, ya sea por una falla o por voluntad expresa del político Este paracaídas, empacado por un experto y no por el paracaidista, posee un dispositivo de apertura automática, pues al caer en picada, a 200 kilómetros por hora, es normal que la persona pierda el conocimiento Los paracaidistas profesionales lo usan casi siempre Es decir, lo encienden Testigos oculares afirman que Möllemann lo tenía apagado La hipótesis de suicidio es muy probable, ataba cabos, esta mañana, un vocero de la policía LARGA TRAYECTORIA La pasión por la política y el paracaídismo datan en Möllemann de su juventud Tenía 18 años cuando ingresó a la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU, en sus siglas en alemán) Dos años después cumplió el servicio militar en un batallón de paracaidistas Tras dejar a los democristianos en 1970, pasó al Partido Liberal En la universidad estudió para ser profesor de alemán, historia y deporte De esa época datan, asimismo, las primeras críticas a su carácter manipulador, a su ambición y egomanía En la primera sesión del bloque universitario liberal, Möllemann consiguió arrastrar a 45 conocidos suyos y se hizo elegir en el acto como presidente La política grande lo recibió pronto, en 1972, cuando fue elegido diputado por Renania del Norte-Westfalia en el Bundestag Allí se hizo de vocero del Partido Liberal, lo que le trajo gran notoriedad en los medios Möllemann se simbiotizaba entre micrófonos y cámaras La fama de ser alguien que sabía cómo presentarse habrá sin duda de sobrevivirlo También el gusto por provocar En 1979, tras entrevistarse en Medio Oriente con Yasser Arafat, Möllemann planteó la cuestión palestina, condenando duramente la política de Israel El tema, tabú para la política alemana, causó irritación en la opinión pública En 1982, el triunfo de la coalición de conservadores y liberales catapultó a Möllemann a ser vicecanciller de Helmut Kohl En 1987, en el segundo gobierno de Kohl, fue ministro de Ciencia y Educación Y en 1991, al frente de la cartera de Economía del país reunificado, llevó adelante una política de recorte de las subvenciones y al gasto público, con gran resitencia de la oposición y de los sindicatos Un hecho de corrupción lo obligó a renunciar: se descubrió que había favorecido a una empresa de publicidad de un familiar Debió renunciar, asimismo, al partido, hasta que en 1996, la falta de figuras hizo que la dirigencia lo rehabilitara En los últimos años se había desempeñado como vicepresidente del partido y jefe de fracción en el Bundestag También había sido miembro de la comisión directiva del club de fútbol Schalke 04, de la primera división de la Bundesliga Y presidente de la Unión Arabe-Alemana de Industria y Comercio EL VOLANTE Padre de tres hijas en dos matrimonios, Möllemann nunca pudo remontar del todo, en su carrera política, el estigma de ser segundo Dentro del Partido Liberal se mantuvo durante décadas a la sombra de Hans Dieter Genscher Cuando quiso presidir el partido, fracasó primero frente a Wolfgang Gerhardt, después ante Guido Westerwelle Si bien sus compañeros conocían su habilidad excepcional para movilizar al partido, desconfiaban de él, sabían que en cualquier momento podían pasar a ser sus víctimas Möllemann tenía un sueño: hacer del Partido Liberal un gran partido Por eso no esquivaba el enfrentamiento interno contra los ricos, los nobles o los yuppies, como el actual presidente Westerwelle De Möllemann fue la idea, en las últimas elecciones federales, de la llamada Estrategia 18 El partido se proponía sacar el 18% de los votos La intención era dejar de ser socio minoritario de un eventual gobierno conservador, para ser un partido con peso propio “Möllemann quería cubrir un espacio político, cercano al populismo de derecha, para erigirse en un partido de masas como el de Jörg Haider en Austria”, dice a Apro el politólogo Guillermo Ruiz Torres “El reconoció ese vacío, y apuntó --dada la debacle de su partido, que en los últimos diez años ha arañado el 5 % de los votos--, a ese espectro de votantes, entre los que hay extranjeros de origen árabe y alemanes antinorteamericanos” Poco antes de las elecciones, las encuestas daban a los liberales un 12% de las preferencias Entonces sucedieron los hechos que habrían de determinar la suerte de la elección Y también la personal de Möllemann Primero intentó el ingreso de Jamal Karsli, un político verde, de origen sirio, en el Partido Liberal Karsli ya se había manifestado duramente contra la política de Ariel Sharon en Palestina Aguijoneado por el Consejo Central de los Judíos en Alemania, que acusaba a los liberales de aceptar antisemitas en sus filas, el partido entró en crisis Möllemann creía entender la voz del pueblo como nadie Se manejaba, como muchos políticos actuales, con encuestas Y estas encuestas le ratificaban lo que suponía Según él, dos tercios de los alemanes eran de la opinión que la política del gobierno israelí, tras 60 años de ocurrido el holocausto nazi, debía ser criticada como la de cualquier otro gobierno “Los que le atribuyen a Möllemann un antisemitismo a ultranza, dicen que su Estrategia del 18%, se debía a que 1 y 8 equivalen a las iniciales de Adolf Hitler, códigos que se usan mucho dentro de la escena nazi”, dice Ruiz Torres “Yo no creo que el antisemitismo de Möllemann sea muy diferente al de otros políticos conservadores o socialdemócratas Lo que pasa es que él sabía perfectamente lo que estaba haciendo, hacia dónde iba” Cuando Möllemann notó que su política tendía a aislarlo, jugó su última carta Pocos días antes de la elección, envió por correo a los votantes un volante en el que sostenía que el gobierno de Ariel Sharon enviaba tanques a los campos de refugiados y desatendía las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas Junto a su foto aparecía otra de Michel Friedman, entonces vicepresidente del Consejo Central de los Judíos en Alemania, hoy presidente de del Consejo Central de los Judíos en Europa Las respuestas no se hicieron esperar Se lo trató instantáneamente de antisemita Se dijo que había escenificado una ruptura de tabúes para conseguir votos de la derecha populista “Grandes sectores de la sociedad alemana no hablan este tema”, dice Ruiz Torres “Algún alemán diría que es un complejo de culpa colectivo Yo pienso que eso no existe Hay un reconocimiento de lo que hizo Alemania, del genocidio contra los judíos, pero no es tanto que ellos sean conscientes y admitan y asuman su responsabilidad histórica con el pueblo judío con respecto al holocausto, sino que es más que nada no hablar de un tema que es incómodo, que prefieren no tocar” El tema le trajo al Partido Liberal un crecimiento a corto plazo en las afiliaciones Sin embargo, en las elecciones generales, sacó el 6,3% de los votos, la mitad de lo que auguraban las encuestas Möllemann había agitado un agua ya revuelta Se le pidió una retractación La vanidad no le permitió retroceder El presidente del Partido Liberal, Westerwelle, lo hizo responsable de la derrota Por ende, no sólo la de los liberales, sino la de la coalición conservadora Möllemann se convirtió desde ese momento en una especie de cadáver político Un paria A fines de noviembre del año pasado se le inició un sumario interno en el partido Se le exigía que dijera dónde había obtenido el financiamiento de la campaña del volante, que costó un millón de euros Desde que en marzo había sido forzado a renunciar al Partido Liberal, su estado de ánimo oscilaba de manera extrema A veces se le veía confiado y presto a dar combate a las acusaciones en su contra Otras se quejaba del acoso al que lo condenaban sus antiguos compañeros de partido A menudo parecía cansado y sin valor, como si fuera consciente de su derrota política, financiera y personal Los medios de comunicación comenzaron a invitarlo, para burlarse de él Le pasaba lo peor que puede sucederle a un político: no ser tomado en serio “Cuando salto toda la gente aplaude, hasta que el paracaídas se abre”, solía decir Möllemann No se ha encontrado, hasta ahora, ninguna carta de despedida

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