Alemania: Las heridas del destierro

sábado, 23 de agosto de 2003 · 01:00
Berlín-- Setenta años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, un proyecto para construir en Berlín un Centro contra el Destierro divide crudamente las opiniones El debate incluye a personalidades de la política y la cultura en Alemania y en los países vecinos Tal propuesta –lanzada por la Unión de Desterrados (BdV, por sus siglas en alemán)-- pone al descubierto una carga emocional en la que todavía se revuelven la culpa y el rencor, la moral y el derecho En Alemania la polémica atraviesa sobre todo al Partido Socialdemócrata del canciller Gerhard Schroeder En Polonia y en la República Checa, países de inminente ingreso a la Unión Europea (UE), el proyecto es observado con desconfianza e inquietud: Se considera que el verdugo se quiere disfrazar de víctima En los primeros años de la posguerra, como reacción a las atrocidades cometidas por la ocupación nazi, los gobiernos de Checoslovaquia, Polonia y la Unión Soviética expulsaron a sus antiguos pobladores alemanes En Checoslovaquia, los decretos firmados por el entonces presidente Edvard Benes significaron la pérdida de nacionalidad, propiedades y derechos de quienes ocupaban los Montes Sudetes Los expulsados se unieron a los que ya habían escapado por temor a represalias El mismo proceso se vivió en Silesia y Pomerania, durante siglos disputadas por alemanes y polacos También sucedió en la cuenca rusa del río Volga, y en la Prusia Oriental, anexada por la Unión Soviética y Polonia Unos 12 millones de alemanes --que le habían servido como justificación y apoyo a Hitler a la hora de invadir los países del Este--, tuvieron que marchar al destierro Un destino común a 50 millones de europeos durante el siglo XX “Perder la patria es lo más duro y amargo que hay Uno pierde a la familia y los amigos, dispersos por cualquier parte”, dice a Proceso Irene Pallasch, de 82 años, observando un viejo mapa de Prusia Oriental, atravesado por una marca negra, que separa las mitades que hoy pertenecen a Rusia y Polonia Frau Palasch fue desterrada en noviembre de 1944 Después de una odisea de meses, que la llevó en barco a Dinamarca, encontró un nuevo destino “Hace más de 50 años que vivo Berlín Acá crecieron mis hijos Pero esta ciudad todavía me es extraña”, dice La balanza del dolor Varios factores conspiraron contra el dolor de los desterrados La responsabilidad que le cabe a Alemania como país agresor La vergüenza por la derrota militar y el país ocupado La culpa por el holocausto En Alemania Occidental, el reclamo de los desterrados encontró eco en los partidos conservadores En parte porque quienes llegaron de Checoslovaquia se establecieron en Baviera, donde las fuerzas social y democristianas tienen gran peso En la exAlemania Oriental, por el contrario, dicho reclamo era visto como revanchismo Los “reubicados”, en su mayoría provenientes de Prusia o Silesia, se fundieron anónimamente con la población Cuando la generación del 68 desafió el silencio con el que la sociedad alemana había querido digerir el nazismo, el reclamo de los desterrados pasó a ocupar un polo incómodo Su lucha era considerada como un modo de “relativizar” la responsabilidad histórica que le cabe a Alemania por la guerra y el holocausto Su dolor era consecuencia del dolor que los alemanes habían diseminado por Europa y otras partes del mundo Los pobladores alemanes expulsados en el Este pagaban por el delito cometido por todos Max Finkelstein debe a los nazis 60 años de destierro Nacido en la Prusia Oriental, en una familia judía, pasó su infancia en Berlín En 1939 su madre lo envió con un transporte de niños hacia Suecia Allí pasaría dos años Luego ocho en Bolivia y 50 en Argentina “Es un fenómeno que no me sé explicar Yo salí de acá a los 14 años, pero de alguna forma siempre me quedó grabado que mi lugar, mi hogar, es Alemania”, dice a Proceso En Berlín, donde regresó hace 4 años, Finkelstein tiene la sensación de estar en casa La patria se refugió durante décadas en el idioma Finkelstein volvió a Alemania porque cree que quienes lo reintegran no son los mismos que lo echaron Su posición sintoniza con la de quienes hoy dirigen los destinos del país El canciller Gerhard Schroeder y el ministro de Relaciones Exteriores Joschka Fischer pertenecen a una generación nacida durante o después de la guerra Una generación que siente la culpa histórica como un lastre que no le cabe enteramente desde lo personal De ahí la simpatía que ha encontrado el proyecto en esferas del gobierno, incluido el ministro del Interior, el socialdemócrata Otto Schily A la misma generación pertenece Erika Steinbach, presidenta de la Unión de Desterrados y diputada por los democristianos Steinbach propone la construcción a corto plazo de un edificio en el centro de Berlín, que conmemore el destino de los desterrados alemanes De prosperar el proyecto, el Centro contra el Destierro estaría situado no muy lejos del Memorial del Holocausto, que se construye, paradójicamente, en lo que fuera el barrio gubernamental del Nacionalsocialismo, sobre el bunker antiaéreo del ministro de propaganda Joseph Goebbels Gesto simbólico Polacos y checos acaban de votar en junio, en sendos referendum, a favor del ingreso a la Unión Europea en mayo de 2004 El entendimiento con Berlín es fundamental para Praga y Varsovia Sin embargo, a fines de junio el Parlamento checo rechazó un pedido del Bundesrat o Consejo Federal alemán de levantar los Decretos de Benes, que vedan la restitución de propiedades a antiguos pobladores alemanes También fue rechazada, a mediados de julio, una solicitud de indemnizaciones de los desterrados de los Montes Sudetes Praga admitió sólo un gesto simbólico: El presidente Vaclav Klaus declaró que el destierro de los alemanes era, desde la mirada del presente, inaceptable Pero el primer ministro socialdemócrata Vladimir Spidla reiteró que los decretos seguirán vigentes Y de paso recordó que Alemania nunca declaró nulo el Tratado de Múnich de 1938, por el que Hitler forzó la anección de los Montes Sudetes para luego invadir Checoslovaquia El intento de reconciliación con la vecina Polonia había comenzado con el canciller socialdemócrata Willy Brandt, en la década de los años 70 La firma del Acuerdo de Varsovia, por el que Alemania desistía de sus antiguos territorios en el Este, le valió a Brandt durísimas acusaciones de la oposición y de los desterrados El proyecto de construcción del Centro reaviva en Polonia viejos rencores En la prensa se acusa a los alemanes de querer ubicarse junto al sufrimiento de los judíos y de los países ocupados Polacos y checos desechan un proyecto que sólo incluya a los desterrados alemanes Descartan Berlín como sede No aceptan de ningún modo ser puestos en un plano de igualdad con los nazis El planteamiento es claro: De no haber habido nazismo, no hubieran ocurrido los destierros “Este proyecto despierta desconfianza entre los países vecinos Existe el peligro de justificar el dolor de unos con el dolor de otros”, señala la convocatoria firmada por 65 personalidades de seis países, entre quienes figuran los Premios Nobel de literatura Günter Grass e Imre Kertész El proyecto debería tener, en todo caso, una dimensión europea En este sentido se ha pronunciado esta semana el canciller Schroeder “Yo preferiría que el Centro fuera para todas las personas que han tenido que vivir algo así El dolor es el mismo”, dice Irene Pallasch, quien, desde que cayó el Muro, visita cada año su pueblo Allí los polacos tiraron abajo todas las construcciones alemanas y edificaron encima sus casas de techo plano “Han borrado la memoria de Alemania Temen que volvamos y les quitemos este territorio No tenemos ese interés Cuando voy, sólo me queda llorar Gente extraña, lengua extraña Pero nosotros de chicos jugábamos ahí, igual que ahora lo hacen los chicos polacos”

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