Alemania: 15 años sin muro

sábado, 13 de noviembre de 2004 · 01:00
Berlín (apro) -- En 1988, Alexander Hartmann tenía 22 años y era –según sus propias palabras– alguien que no siempre podía mantener la boca cerrada La posibilidad de estudiar en la universidad le había sido negada Hartmann no cumplía con los requisitos a nivel político que la República Democrática Alemana le exigía a los futuros profesionales La citación para el servicio militar lo intimó a acelerar los planes Una medianoche de junio, junto a su mejor amigo, Hartmann decidió arriesgarse a atravesar el Muro El símbolo más importante de la Guerra Fría suele ser rememorado como una franja de concreto, de tres metros y medio de altura, plagada de graffitis El Muro que daba hacia Berlín oriental era una mancha gris Porque en realidad el Muro constaba, en la mayor parte de sus 160 kilómetros de trazado, no de una pared sino de dos, separadas por un corredor en el centro, en la que había perros entrenados y guardias con orden de abrir el fuego En los 28 años en que el Muro estuvo en pie, el intento de franquearlo costó la vida a 240 personas, heridas a otras 260, la libertad a más de 3 mil 200 La dificultad agudizaba el ingenio de quienes no querían vivir tras la cortina de hierro Los más osados intentaban la fuga a través de túneles, globos aerostáticos, “submarinos” caseros, compartimentos camuflados en portaequipajes Alexander Hartmann y su amigo contaban con medios todavía más precarios: dos escaleras de madera, que ellos mismos habían fabricado “Tras atravesar el primer muro, oímos silbar los disparos”, dice Hartmann a Apro “Fuimos detenidos y enviados a la cárcel” Seis meses en los que la luz artificial igualó el día y la noche 20 minutos de patio y dos horas de interrogatorios cada día Cuando lo liberaron, Hartmann fue confinado en una pequeña ciudad de la RDA que no le estaba permitido abandonar Tres veces por semana, debía presentarse en la estación de la policía Un día fue llamado por el alcalde Se le anunció que podía dejar el país Se le retiró la nacionalidad alemana y se le dio una acreditación de identidad válida hasta la medianoche Esa misma tarde, Hartmann llegó a Berlín Occidental Quince años antes, Isidoro Bustos había encontrado refugio en esa misma isla, incrustada en medio de Alemania Oriental Bustos había sido funcionario del Ministerio de Justicia del gobierno de Salvador Allende en Chile El golpe de Estado a cargo de Pinochet significó para él cárcel y tortura Una invitación de Amnestía Internacional consiguió salvarle la vida Bustos comenzó a trabajar como investigador de la Universidad Libre de Berlín Aquí lo sorprendieron los sucesos de noviembre de 1989 Las masas de alemanes orientales recibidas en el Oeste con lágrimas, champán y flores “Por supuesto, salí a la calle –dice a Apro– El impacto fue profundo Era consciente de estar viviendo un hecho histórico, trascendente” La velocidad con que el socialismo real se derrumbó fue para Bustos una sorpresa A pesar que considerara desde mucho tiempo antes que el sistema político autoritario, imperante tras la cortina de hierro, no tenía destino, y que el sistema económico derivado no tenía posibilidades de competir con el capitalismo occidental Bustos dice haber sospechado con preocupación, ya entonces, que la caída del Muro significaría la terminación del capitalismo social, de estilo keynesano, y la imposición de un modelo capitalista hegemónico, hoy conocido como neoliberal Con la desaparición del socialismo real, desaparece el mundo bipolar El Occidente tiene la hegemonía sobre el mundo entero La reunificación de Alemania, saludada con unanimidad desde el punto de vista político, ha sido vista, a nivel económico, como una anexión La reunificación significó para el Este de Alemania la destrucción de las dos terceras partes de su PBI industrial, y el crecimiento de una tasa de desempleo inédita, que todavía hoy ronda 18% Terminada la fiesta de la reunificación, el desempleo oriental es utilizado para forzar la flexibilización de las condiciones de trabajo en el Oeste de Alemania Tampoco queda mucho de la acogida fervorosa que recibieron esos primeros escapados, como Alexander Hartmann, y los berlinenes orientales que atravesaron el Muro en la noche del 9 de noviembre de 1989 Todavía hoy muchos orientales se ven y son mirados como ciudadanos de segunda clase, a los que se culpa por la subida de impuestos provocada por la reunificación, y a los que se tilda de desagradecidos, por no apreciar los fondos que han fluido hacia el Este Meses atrás, el presidente de Alemania, Horst Köhler, declaró que los ciudadanos provenientes del Oriente no debían hacerse esperanzas de alcanzar los niveles de vida que todavía disfrutan los alemanes occidentales El rapto de sinceridad le valió duras críticas Otra de las consecuencias de la caída del Muro es la ampliación de la Unión Europea Para Bustos la política social en Europa sigue los cánones del neoliberalismo Cada vez son menores las garantías de los trabajadores Los derechos sociales se tranforman en una carga Y ya no hay el miedo de que venga un modelo alternativo En los últimos años, Berlín se ha desplazado desde la frontera al centro de la Unión Europea El Muro se encuentra repartido en pedazos, a modo de souvenir, a lo largo y ancho del planeta En la propia ciudad, los tramos que quedan en pie son escasos y se ubican en lugares poco céntricos Un museo privado inauguró días atrás una sección de 200 metros del viejo Muro, para “honrar la memoria de quienes murieron tratando de escapar de Alemania Oriental durante la Guerra Fría” La iniciativa recibió, sin embargo, numerosas críticas Se satisface menos la memoria que los beneficios del turismo El Muro real, el del recuerdo, sigue siendo para muchos alemanes una herida Una encuesta, realizada en septiembre, indica que uno de cada cinco alemanes quisiera que el país volviera a estar dividido por el Muro

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