Yemen: entre la dictadura y el petróleo
MEXICO, D.F., 15 de enero (apro).- Después del aumento de tropas en Afganistán, los políticos y medios estadunidenses han identificado un nuevo blanco en su guerra contra el terrorismo: Yemen.
Casi olvidado desde la “Guerra Fría”, Yemen saltó a la escena internacional por los vínculos que la inteligencia estadunidense vio entre el nigeriano que falló un atentado terrorista en Detroit durante la Navidad con el país de la península arábiga.
Si el eterno presidente yemení Alí Abdulá Saleh deja que las potencias internacionales libren su guerra contra el terror en Yemen, recibirá un enorme flujo de dólares y apoyo que, paradójicamente, podría empeorar la fingida democracia del país.
Y es que, de acuerdo con declaraciones formuladas a Apro por el redactor jefe del Yemen Post, Hakim Almasmari, su país vive una dictadura represiva: “Oficialmente hay gobierno, hay presidente, gobernadores, parlamento, pero el gobierno es una dictadura. La democracia, en realidad, es un simple sueño”.
Saleh es presidente de Yemen del Norte desde 1970. Su gobierno se anexionó el antiguo régimen marxista de Yemen del Sur en 1990, al terminar la “Guerra Fría”.
Durante años, Saleh sobornó o eliminó a los opositores políticos, pero desde la caída de los precios del petróleo –el 70% de los ingresos del Estado provienen del crudo--, el gobierno enfrenta una insurgencia musulmana chiíta en el norte (la guerrilla Houthi) y un fuerte movimiento independentista socialista del sur.
“Los reclamos del sur son democracia, libertad de expresión y que cese a la discriminación”, dijo Almasmari. “Los del norte, es no discriminación religiosa”.
Cada que hay votaciones, Saleh obtiene más del 90% de los sufragios. En 2006 volvió a ganar en una elección, que la oposición calificó como fraudulenta. Lo mismo pasó con un referéndum para modificar la Ley Electoral en 2008.
“Todo es una ilusión; la gente no es libre de hablar”, añade Almasmari, cuyo medio ha sido atacado e intimidado al igual que los periódicos independientes sureños, especialmente en los últimos tres meses.
Los derechos humanos no son respetados. Amnistía Internacional (AI) reporta varios casos de menores de edad condenados a muerte desde 2004. También se denuncian juicios injustos. Periodistas, escritores y activistas son encarcelados o desaparecidos. El reciente informe de noviembre de 2009 reporta, además, violencia endémica contra las mujeres.
Este tipo de represión aumentó desde que el antiguo aliado del presidente, el islamista Al-Fadhli, apoyó al movimiento sureño en 2009. Desde entonces, las confrontaciones han sido más directas.
Saleh recrudeció sus ataques contra activistas y medios de comunicación del sur. El punto de quiebre fue la clausura del periódico Al Ayva en mayo de 2009 y la detención de su editor Hisham Bashraheel, acusado de tener armas en su casa.
Desde entonces, ha habido protestas en varias provincias. Fue particularmente violenta la del domingo 10 de enero cuando el movimiento sureño convocó a la huelga general. Comercios rebeldes de las ciudades de Dhale, Lahaj, Shabwa y Abyan fueron abiertos por el ejército con lujo de violencia.
El medio de comunicación árabe Al Jaazera informó que el Consejo de la Revolución Pacífica del Sur y uno de sus líderes, Al-Maatari, hacían estas protestas contra la “opresión del gobierno central”.
“Esta protesta confirma que estamos adoptando medios civilizados y pacíficos con respecto de la cuestión del sur. Es una respuesta práctica a los que trataron falsamente de vincular a nuestro movimiento con Al-Qaeda”, dijo Al-Maatari.
La organización no gubernamental, Reporteros sin Fronteras (RSF), dijo, el 6 pasado de enero, que el gobierno yemení usaba la excusa del combate al terrorismo para atentar contra la libertad de expresión.
Desde julio pasado, periodistas fueron sentenciados a prisión por “atacar la unidad nacional” y por “separatismo”. Además, de Al Ayva, otras ocho publicaciones han sido suspendidas desde al año pasado.
El retiro del ejército es improbable, ya que en la región del sur se encuentra la mayoría del petróleo yemení.
El Norte
La situación en el norte del país no es mejor. Un tercio de la población de Yemen es chiíta y vive en esta región. La discriminación por su religión y los problemas fronterizos con Arabia Saudí los llevaron a levantarse en armas en 2004.
El conflicto entre el gobierno central en Sanaa y la guerrilla se intensificó en agosto de 2009 cuando el ejército yemenita lanzó una brutal operación contra los chiítas, aunque no tienen relación entre Al-Qaeda.
El presidente Saleh culpó, el pasado 11 de septiembre, a Irán y a los chiítas de Irak de tener contactos con los rebeldes Houthis, pero esto no ha sido probado.
Aun así, las poblaciones del norte son continuamente atacados por el ejército yemení, los cazas saudíes y los bombarderos estadunidenses.
El 16 de diciembre los bombardeos estadunidenses mataron a 120 civiles, entre ellos 28 niños, en las provincias norteñas de Saná y Abyan. La excusa era una reunión en la que participaban los supuestos máximos dirigentes de Al Qaeda en la Península Arábiga.
El pasado 20 de diciembre, 54 civiles murieron por ataques de aviones de combate de Arabia Saudí. Cinco días después, los cazas saudíes y los bombarderos estadunidenses mataron a 35 personas, entre ellas 13 niños. El 29 de diciembre el número ascendió a 50 civiles muertos, informó Press TV.
Los Houthis dijeron que los ataques fueron dirigidos contra zonas residenciales en Sabr, Razeh, Bani Ma’az y en las regiones de Al Khafji.
En esa misma semana el sur también fue bombardeado en una operación en la que murieron 30 personas en ataques del ejército yemení. Los líderes de la resistencia del sur dijeron que los muertos no eran miembros de Al-Qaeda, sino sus activistas.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados estima que, de 2004 a la fecha, 175 mil personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Sada y refugiarse en campamentos de Naciones Unidas, los cuales se encuentran sobrepoblados.
El paso de Bab el-Mandab
¿Por qué Yemen terminó en el foco de la guerra contra el terrorismo?
De acuerdo con el experto en geopolítica F. William Engdahl --autor de los libros Dominación de amplio espectro: la democracia totalitaria en el nuevo orden mundial y Un siglo de guerra: La petropolítica angloamericana en el nuevo orden mundial--, la mejor manera de entender lo que está pasando en Yemen es ver el mapa de la región.
“Yemen es uno de los siete mayores puntos de reservas de petróleo identificados por el gobierno de Estados Unidos”, explica Engdahl. “El Pentágono es hábil para militarizarlo, usando a Al-Qaeda u otros conflictos como pretexto, incluyendo la curiosa e incontrolable piratería de Somalia –su vecino-- en el Golfo de Adén”.
Otro enigma es la cantidad de reservas de petróleo que hay entre Yemen y Arabia Saudita, una zona aún sin explotar. Además, la reserva de petróleo más grande del mundo yace desde la punta de Yemen al mar Caspio, el Este del Mediterráneo al Golfo Pérsico. Según las estimaciones de World Oil www.worldoil.com , en esa región se encuentra más de 70 por ciento de las reservas de petróleo del mundo.
Si bien las reservas de Yemen son inciertas, hay un mayor interés de empresas para explorarlo, dijo Engdahl.
Junto con Somalia y Dijibuti, Yemen es la salida del estrecho de Bab el-Mandab, un pequeño paso marítimo que separa África y la Península Arábiga y por donde pasan, según la Administración de Información sobre Energía del Departamento de Defensa estadunidense, 3.3 millones de barriles de petróleo diarios.
Engdahl cree que el primer objetivo de Washington es militarizar y controlar el estrecho Bab el-Mandab, lo que hará que vigile los flujos de petróleo vitales para China desde Sudán y de las exportaciones de petróleo Iraníes a Europa desde el Mar Rojo.
Es todo un mapa, un escenario. De acuerdo con Engdahl, si Estados unidos controla los principales estrechos petroleros del mundo: Canal de Panamá, Bab el-Mandaab Malacca, Hormuz, emergerá la estrategia militar de ese país para controlar las salidas de petróleo en todo el planeta, especialmente en el Medio Oriente.
“La cuestión está en ser capaz de controlar el flujo a China y las naciones de Eurasia y evitar que formen un fuerte e independiente contrapeso para el poder estadunidense”, dice. “Basta con ir atrás y leer la Doctrina Bush del 2002”.
En la cuestión interna de Yemen, Engdahl no niega que Ali Abdullah Saleh sea un dictador: “Es un típico déspota con el que Estados Unidos puede trabajar fácilmente. El problema es que Saleh ha estado tanto tiempo bajo control que ya no quiere que Estados Unidos decida cosas por él”.
Por ello, el canciller Abu Bakr y el viceministro de Defensa yemení Rached al Alimi desestimaron, el pasado 6 de enero, la amenaza de Al-Qaeda. La calificaron de “exagerada”. Dijeron que no permitirían una intervención militar directa de Estados Unidos y que sería mejor "aportar los recursos necesarios para desarrollar económicamente el país a largo plazo".
Además, el presidente Saleh nunca ha tenido buenas relaciones con Israel, aliado de Estados Unidos. Saleh declaró, en diciembre de 2008 a la BBC, que en su territorio había capturado supuestos militantes islamistas, autores de un atentado contra la embajada estadunidense y conectados con la inteligencia de Israel.
“Creo que Estados Unidos quiere que Saleh haga cosas que éste no quiere hacer para dar su seguridad a poderes extranjeros, y lo presionarán intensamente”, dijo Engdahl.
Las autoridades estadunidenses han desestimado la capacidad del ejército yemení para responder a Al-Qaeda. John Brennan, asesor militar de Obama en materia de contraterrorismo y miembro de la Alianza Nacional de Seguridad e Inteligencia, declaró el pasado 7 de enero que Al-Qaeda yemení es “letal” y “preocupante”, además de que sus objetivos son trasladar las acciones terroristas a Estados Unidos.
La secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton calificó la situación como “amenaza para la seguridad en la región y en el mundo”.
Si bien Obama anunció en conferencia de prensa el 10 de enero que no tenía intención de mandar tropas a Somalia y Yemen, si ofreció ayuda militar a sus aliados de la región. A fines de 2009 aumentó en 100 millones de dólares la ayuda militar al país, la cual ascendió a 180 millones.
Para el editor del Yemen Post, Hakim Almasmari, esta no es más que una estrategia por las fallas y la baja popularidad de Obama.
“Si la guerra contra el terrorismo se extiende, menos personas criticaran al gobierno estadunidense. La estrategia ya funcionó con Bush y por eso atacó Irak”, señala.
Añade que el dar dinero al régimen de Saleh es contraproducente: “El gobierno ha recibido ayuda para combatir al terrorismo, pero es sumamente corrupto. Ha sido acusado de fraude electoral los últimos 10 años. Con ese dinero aumentaría la captación”, señala Almasmari, y sostiene que la única solución para resolver los problemas de Yemen es erradicar la corrupción gubernamental.