Cuba: la campaña contra Obama
LA HABANA, 22 de enero (apro).- “Soy atea, pero si tuviera fe, rezaría para que Barack Obama tenga éxito. Como muchos cubanos, he visto su elección con una gran esperanza”, declaró al periódico Le Monde, en su edición del 22 de septiembre de 2009, Mariela Castro Espín, una de cuatro hijos del presidente Raúl Castro Ruz.
La declaración de Mariela reflejaba el ánimo de una amplia mayoría de cubanos y también de dirigentes del gobierno de la isla sobre el presidente estadounidense.
De hecho, la hija de Raúl Castro mostraba prudencia, pues “ser presidente de Estados Unidos –dijo– no significa que pueda modificar la actitud de los grupos de presión que deciden la relación con Cuba o la política hacia América Latina”. Pero consideraba a Obama humano e inteligente.
No era la única. En el primer semestre de 2009, el expresidente Fidel Castro fue calculador y moderado en sus referencias al nuevo presidente estadounidense. El primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) reconoció en varias ocasiones las cualidades del hombre que gobernaría el país que lo ha intentado asesinar en una centena de ocasiones.
En los meses de abril y julio del año pasado, el presidente Raúl Castro Ruz se mostró dispuesto a “hablar de todo” con Estados Unidos, aunque añadió que ese eventual diálogo no incluye “gestos” unilaterales ni negociar el sistema político o los asuntos internos de este país.
“No es Cuba la que tiene que hacer gestos…Hemos reiterado que estamos dispuestos a hablar de todo con el gobierno de Estados Unidos, en igualdad de condiciones, pero no a negociar nuestra soberanía ni nuestro sistema político y social, el derecho a la autodeterminación ni nuestros asuntos internos”, afirmó al presidir en abril pasado la reunión del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) en La Habana, y lo reiteró en la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) en diciembre pasado.
El mismo presidente del Parlamento cubano y considerado el segundo hombre más importante en la estructura del poder en Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada, consideró –entre febrero y septiembre de 2009– que el presidente Obama era un mandatario "decente'' y no un "bandido'' como George W. Bush.
Eran aún tiempos en que la mayoría de los 11 millones de cubanos que habitan la isla y muchos de los dirigentes del Partido Comunista de Cuba (PCC) creían en el primer presidente negro de Estados Unidos.
Todo se derrumbó
El reloj marcaba las 8 de la noche. La hoja del calendario no había cambiado: 8 de enero de 2010. Los presentadores del noticiero estelar de la televisión cubana eran los mismos. Todo seguía igual en Cuba, menos la figura del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
“El pueblo de Cuba denuncia las nuevas patrañas de Barack Obama”, se escuchaba de la voz aguda del presentador del programa estelar del noticiero de la televisión cubana.
Ni el calificativo de patraña ni ningún otro se habían escuchado o leído en los medios de comunicación cubanos en el primer año del gobierno del mandatario estadounidense.
No era el mismo Obama de enero de 2009; era otro, muy parecido, “tal vez igual” que (George W.) Bush, dijo el chofer de la guagua de la Ruta 1, Romeo García.
El banderazo de las críticas a Obama se dio el 22 de diciembre del año pasado. Ese día, el presidente de los consejos de Estado y de Gobierno, Raúl Castro Ruz, dijo que, un año después de que asumió el poder, el presidente Barack Obama mantiene intacta su política de agresión hacia Cuba y no renunció a destruir la revolución, pese a su retórica de mayor flexibilidad.
“En las últimas semanas hemos sido testigos de la multiplicación de los esfuerzos de la nueva administración con ese propósito. Crece el aliento a la subversión abierta y encubierta. Se mantienen intactos los instrumentos de la política de agresión a Cuba y (Estados Unidos) no renuncia a destruir la revolución", aseguró el mandatario cubano.
La gota que derramó el vaso se conoció el pasado martes 5, cuando el gobierno de Estados Unidos anunció que Cuba formaba parte de una lista de 14 países presuntamente patrocinadores del terrorismo internacional.
El gobierno de Cuba exigió el 8 de enero a Estados Unidos su exclusión “inmediata” de la lista porque la consideraba “una designación injusta, arbitraria y políticamente motivada”.
En un amplio texto oficial en el que hace fuertes críticas al gobierno de Obama, Cuba aseguraba que su territorio “nunca ha sido utilizado ni se utilizará jamás” para organizar, financiar o ejecutar actos terroristas contra ningún país, incluyendo Estados Unidos.
“El gobierno cubano, con toda su moral y dignidad, condena la inclusión arbitraria de Cuba en la lista de 14 países cuyos ciudadanos serán sometidos a nuevas medidas restrictivas por decisión del gobierno de Estados Unidos”, señalaba la declaración del gobierno cubano difundida por el Ministerio de Relaciones Exteriores, la cual se sumó a la nota de protesta presentada, el pasado martes 5, por la Sección de Intereses de Cuba en Washington al Departamento de Estado.
La cargada
El pasado miércoles 20, Barack Obama no sólo llegó al año de su mandato con una disminución de su popularidad entre la población de Estados Unidos, sino que en Cuba las organizaciones oficialistas le prepararon un gran pastel de aniversario: una campaña de rechazo a su política hacia la isla.
Empezó el miércoles 6, cuando la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) pidió al jefe de la Casa Blanca la exclusión de Cuba de la lista de países terroristas, y se mantuvo hasta el jueves 21 con una exigencia en el mismo sentido por parte de los estudiantes de la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Cerro Pelado.
Todo, por supuesto, con el aval del gobierno de Cuba.
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