La opción de los niños de la guerra

martes, 23 de noviembre de 2010 · 01:00

MÉXICO, DF, 19 de noviembre (apro).- La escritora feminista Ellen Key llamó al siglo XX el siglo de los niños, y en esa centuria, por cierto, se realizaron grandes esfuerzos por mejorar la calidad de vida de la infancia y sus derechos fueron reconocidos universalmente. Sin embargo, en todos los conflictos del siglo pasado los niños fueron enviados a combate o sufrieron irremediablemente los efectos devastadores de los conflictos armados.

Luego esa situación se agravó desde hace una década. De acuerdo con el informe El último de la fila, publicado por la organización internacional humanitaria Save The Children, en el 2007 unos 2 millones de niños fueron asesinados, más de un millón quedaron huérfanos y 6 millones fueron heridos en distintas guerras.

Además, en conflictos como los de Uganda, distintos grupos beligerantes se han propuesto como objetivo específico el reclutamiento de pequeños para el combate, el espionaje, la esclavitud sexual y su uso como carne de cañón.

A pesar de que la Declaración y la Convención sobre los Derechos del Niño --que cumplen 51 y 21 años este sábado 20 de noviembre-- establecen que el reclutamiento de menores de 15 años es un “crimen de guerra”, actualmente hay cerca de 250 mil niños inmersos en el mundo de las armas.

De acuerdo con Linda Dale, directora de Children/Youth as Peacebuilders (CAP, por sus siglas en inglés), los medios de comunicación tienden a mostrar a los niños en situación de guerra como agentes pasivos que necesitan ser rescatados por la comunidad internacional, pero ponen poca atención a la forma en la que ellos ven su realidad, cómo se relacionan con ella y la forma en la que la resisten.

Según la directora de CAP, los niños tienen una forma de ver el mundo muy particular; cuando la guerra irrumpe en esta forma de vida, los pequeños experimentan un sentimiento de separación, de desconexión del mundo por la preocupación que tienen de perder a su familia, su entorno y su escuela, sus mayores fuentes de identidad y seguridad.

“Las estructuras de su familia, vecinos, escuela son importantes para la gente joven. Con la guerra, lo más principal es desgarrado y la enorme mayoría de ellos termina no contando con nadie” dice Linda Dale en entrevista con Apro.

El reporte “Investigación con niños que viven en situaciones de conflicto armado: conceptos, ética y método”, publicado en 2006 por la Universidad de Oxford, advierte que al hablar sobre los menores de edad en situación de guerra debe cambiarse la concepción general que se tiene sobre ellos.

El autor del documento, Jason Hart, reflexiona que es un error menospreciar a los niños, no escuchar sus experiencias y presentarlos como meras víctimas, lo cual les quita la facultad de participar en su propia protección, el ser actores importantes de las soluciones a los problemas.

Incluso, destaca el texto, hay una tendencia de asociarlos sólo con los conceptos de “trauma” y “daño” y no como constructores de su propia realidad, como personas que realmente entienden lo que sucede a su alrededor.

Existe además la idea de que los niños que se encuentran en estos movimientos son secuestrados mediante la coerción o el lavado de cerebro, pero muchos de ellos llegan a los campos armados para sentirse protegidos o para ganarse la vida, ya que muchas veces se les ofrece un sueldo en países donde no existe ninguna oportunidad para ellos.

Por su parte, Deborah Barry, directora de Protección Infantil de Save The Children USA, explicó a Apro que los niños aprenden por imitación. Durante las guerras, los menores reproducen el comportamiento violento de los adultos.

“Los niños que constantemente escuchan a los adultos hablar acerca del odio o la guerra son influenciados y pensarán que es aceptable el pelear con otros”, explica, y “pueden aprender a amar o a odiar mediante los que los rodean, por eso es tan importante tener un modelo de buena influencia a su alrededor”.

El documento testimonial del CAP, “Vida de un niño soldado”, relata que los niños que son capturados sobreviven como pueden, esperando el momento para escapar a pesar de que se enfrentan al peligro de ser asesinados mientras huyen o de ser rechazados cuando vuelven a su comunidad. Algunos no logran volver porque asimilan esta experiencia bajo las leyes de un mundo violento que rodea su existencia. Son adoctrinados en estos modos en el poder de un arma.

Pero la violencia contra los niños durante los conflictos no se da solamente en el campo de batalla. Linda Dale comentó a Apro que la inseguridad en los campos de refugiados, la presión en su propia comunidad y el estrés al que es sometida su familia hace que los niños entren en peligro.

Las niñas pueden correr un mayor riesgo. En otro documento de CAP, denominado “Guerra y roles de género de las niñas”, se cuenta que ellas sufren una gran espiral de violencia en las guerras al ser tomadas como “esposas” por los combatientes, quienes esperan estén dispuestas a otorgar favores sexuales, preparen la comida, tomen parte en las batallas y laven la ropa.

La ONG española Alboan estima que hay 120 mil “niñas-soldado”. Desde los conflictos de Angola y Mozambique en la década de los noventa, las niñas han sido usadas repetidamente en casi todos los conflictos armados.

Aloban publicó en el 2008 una conferencia llamada “Niñas soldado: las grandes olvidadas de los conflictos”, y en ella se especifica que el fenómeno de las niñas-soldado no es visible, ya que la ayuda internacional para los menores de edad secuestrados en las guerras la dirigen oficiales del Ejército que no conciben que una niña pueda tomar un arma.

De acuerdo con la conferencia de Aloban, esta clase de conflictos no sólo lesiona sino que también destruye el tejido social. Las niñas, por ejemplo en el caso de Angola, no son recibidas por sus familiares al volver del conflicto y terminan comportándose como hombres, como combatientes.

En estos conflictos, las niñas son violadas repetidamente, como evidencian numerosos estudios de Amnistía Internacional (AI), en los que se denuncia que en los conflictos del Congo o de Bosnia se usa la violación específicamente para desmoralizar a las comunidades enemigas.

El peligro de las violaciones o el reclutamiento que sufren los niños va acompañado de pobreza, hambre, inequidad, discriminación y falta de educación.

Los niños en situación de guerra son 24 veces más propensos a morir de enfermedades o heridas, de acuerdo con el reporte El último de la fila, de Save The Children.

Según el informe “Estado de la población mundial 2010”, del Fondo de Población de Naciones Unidas, solamente 20% de los refugiados en edad escolar de secundaria están matriculados. El problema es más agudo en las mujeres, ya que sólo 30% de los refugiados matriculados en la escuela secundaria son niñas.

De acuerdo con Linda Dale, la escuela tiene un papel muy importante para la vida de los niños. En una zona de guerra, cada niño que camina hacia la escuela está realizando un acto de resistencia. El niño está rechazando el uso de la gente joven como armas de guerra y reafirmando su creencia en un futuro diferente.

“Ir a la escuela es muy importante, para la gente joven”, detalla Dale, y “ellos entienden que es una parte de su identidad como personas”.

Una de las cosas importantes, agrega, “es que la gente quiere es mandarlos a la escuela para educarse, así que cuando hablan de los conflictos, lo que quieren es ir a la escuela, pero el peligro que hay por las violaciones o por el secuestro es muy grande. Por eso, cuando los niños van a la escuela, dicen que trabajan para el futuro”.

La organización de Dale tiene como misión averiguar la forma en la que los niños experimentan un conflicto armado para ver en qué forma los menores pueden efectivamente contribuir con su talento al establecimiento de la paz.

A través de los talleres de dibujo en centros de apoyo de CAP, niños de Colombia, Myanmar, Rwanda, Uganda y Nepal hablan de la mezcla de sentimientos confusos que queda después de verse rodeados por la violencia.

Los niños recorren a los colores para poder expresar su pasado, su presente, además de las esperanzas que tienen para el futuro. Los dibujos dan la impresión de una red de relaciones destruida por la violencia de la guerra.

Un niño de Rwanda escribió lo siguiente sobre un dibujo que hizo de la guerra:

“El hombre porta el arma que usó para matar gente durante la guerra. El negro del cielo es para mostrar la guerra. Y el rojo representa las cosas malas, las cosas malas de la guerra. Puse un árbol para representar a la gente que estaba antes de la guerra. Puedes ver cómo hay un paisaje estéril en el frente. Es porque no quedó nadie. Mucha gente murió en la guerra. Así que el árbol es estéril, nuestra vida es estéril”.

Otro niño ruandés describió así su autorretrato:

“El negro alrededor de mí es la oscuridad de la guerra. El rojo adentro de mi cabeza es la sangre de mi familia, porque fue asesinada en el genocidio. El verde de mi cara es por la paz. El blanco es el espacio entre mí y la oscuridad, es la esperanza, porque todavía me rodea la oscuridad”.

 

Caminantes nocturnos

 

Según el Reporte Global del 2008 de la Coalición para detener el uso de niños soldado, hay combatientes menores de 18 años en Colombia, Bután, Burundi, República Centroafricana, Chad, Costa de Marfil, República Democrática del Congo (RDC), Somalia, Sudán, Uganda, Afganistán, India, Israel, Indonesia, Irak, Myanmar, Nepal, Filipinas, Sri Lanka y Tailandia.

Específicamente, el reporte establece que varios gobiernos, como el de Birmania, son directamente responsables por usar niños en sus filas. Otros gobiernos, como el de Colombia, Perú, Filipinas, Irán, Zimbabwe y Sri Lanka, apoyan grupos paramilitares o contrainsurgentes que reclutan niños.

El documento habla de niños que sufren por las guerras en Bangladesh, Nepal, India, o por los conflictos entre bandas criminales que reclutan menores en Centroamérica, Brasil y Haití.

La Red por los Derechos de la Infancia en México alertó en junio pasado que la guerra contra el narcotráfico ha dejado un saldo de 10 mil huérfanos sólo en Juárez, Chihuahua, y 900 niños muertos en todo el país.

Pero la peor situación la vive el continente africano, donde según el Reporte Global del 2008, los niños se ven directamente envueltos en los combates de la República Democrática del Congo, Chad, Somalia, Sudán y Uganda.

Asimismo, el documental The Children´s War muestra la vida de la población ugandesa debido al conflicto que su país padece desde hace 20 años:

 Durante las noches, más de 30 mil niños de las aldeas acholi en el norte de país deben caminar hacia las ciudades para evitar ser reclutados por el Ejército de Resistencia del Señor (ERS, un grupo armado que busca establecer un gobierno teocrático en Uganda basado en los Diez Mandamientos). Por las mañanas, emprenden el viaje de regreso amenazados por la violencia.

Desde el inicio del conflicto, el ERS ha reclutado a más de 25 mil niños. Los entrenan para cortarles los labios y dar machetazos a los que huyan. Muchas veces, los perpetuadores de la violencia son pequeños de menos edad que las víctimas.

Los niños que logran salir del grupo armado sufren mucho para reinsertarse en sociedad. Pero de acuerdo con Linda Dale, a pesar de la destrucción de su medio ambiente y parte de su cultura, los niños en Uganda están haciendo actividades para reconstruir su país.

“Los niños se encuentran haciendo una lista, hay aproximadamente 25 mil niños que murieron o que todavía faltan”, cuenta, y “ellos están preguntando en las comunidades o a los familiares por los que todavía no han regresado. Es un terrible ejemplo de lo que la gente puede hacer para limpiar su historia y mantener el respeto por su memoria”.

 

Resiliencia ante la ocupación

 

La situación de los niños palestinos saltó a la luz internacional con las fotografías de la primera Intifada (levantamiento) de 1987. Las imágenes mostraban niños árabes enfrentándose con piedras a los tanques de guerra israelíes. Algunos eran capturados y las gráficas muestran a los soldados apuntando a niños de no más de ocho años.

De acuerdo con Jean Gough, representante especial de UNICEF en los territorios ocupados de Palestina, los niños enfrentan diversas violaciones de sus derechos humanos derivadas de la ocupación.

Según datos de UNICEF del 2009, más de mil 475 niños palestinos fueron asesinados desde la segunda Intifada del 2000 hasta finales del 2009. Tan sólo en enero de ese año, durante la invasión de Israel a la Franja de Gaza, al menos 350 niños palestinos fueron asesinados y cerca de mil 700 fueron heridos.

Mientras, el gobierno iraní llamó a la invasión la repetición de la masacre de los Santos Inocentes, mencionada en el Evangelio de San Mateo.

En el 2009, cerca de 375 niños fueron detenidos en instalaciones israelíes cada mes. Incluso niños desde los 12 años son acusados en Cortes militares y son tratados como adultos. Los niños reportan maltratos mientras los mantienen prisioneros.

De acuerdo con la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, 21% de la población sufre de pobreza, la mitad son menores de 18 años. Y de los 7.7 millones de niños refugiados en el mundo que el Alto Comisionado de Naciones Unidas Para los Refugiados (ACNUR) apoya, al menos 1.5 millones son palestinos.

“En los territorios ocupados de Palestina no hay niños soldados”, dijo Jean Gough,” pero sufren de violencia en la casa, en la escuela y en las comunidades”.

Sin embargo, el funcionario de la UNICEF relata a Apro que los niños palestinos que gozan de educación o terapia han logrado salir adelante.

“Los que participan en actividades psicosociales apoyadas por UNICEF, por ejemplo, tienen altos niveles de resiliencia”.

El psicólogo británico Michael Rutter definió la resiliencia como un conjunto de procesos sociales e intra-psíquicos que posibilitan tener una vida sana en un medio insano.

“Un estudio reciente de UNICEF y la Universidad de Columbia que abarcó a mil 900 niños y adolescentes en la Franja de Gaza y Cisjordania, mostró que los niños tienen altos niveles de compromiso en sus casas, en la escuela y en la comunidad”, destaca Gough.

“También desarrollan habilidades para resolver problemas en sus relaciones sociales y para reducir sus pensamientos o sentimientos conflictivos”, acota.

Y para el 2010, hay más de 54 mil adolescentes en espacios financiados por varios organizaciones llamados Lugares Amigables para la Adolescencia (AFS). Su objetivo es incrementar su participación en su comunidad, mejorar su retención en la escuela, reducir la violencia y mejorar el conocimiento de formas de vida saludables.

A través de estas acciones, se evita que los niños caigan en grupos beligerantes o que grupos militantes les entrenen para cometer actos suicidas, al igual que otros países ocupados como Afganistán e Irak, donde la situación de los niños desde la invasión estadunidense es peor que la situación de los niños de Palestina.

 

Las tortugas pueden volar

 

De acuerdo con datos de UNICEF y el PNUD, unos 200 mil niños iraquíes han quedado mutilados o han muerto por las minas antipersonales en Irak desde 1991.

La visita en 2008 de la representante de la Secretaría General de Naciones Unidas para la Infancia y los Conflictos Armados, hizo pública la situación de la infancia iraquí: la mitad de los niños que deberían ir a la primaria no lo hacen (un descenso de 80% desde 2005) y sólo 40% de los niños tenía acceso a agua limpia.

Además, durante la administración del presidente George W. Bush, el Ejército de ocupación estadunidense trató a los niños de Irak como “enemigos de combate”. Según el Reporte de la Coalición para detener el uso de niños soldado, cientos de los menores son acusados por atentar contra la seguridad en Irak.

Ya en el 2007, alrededor de 800 niños de entre 10 y 17 años estaban en la base estadunidense MNF-I, acusados de plantar bombas para grupos armados, ser supuestos espías o por llevar armas.

Sin embargo, para los países ocupantes como Israel o Estados Unidos es común tratar a la infancia como un potencial peligro. El caso más extremo es el de Omar Khadr, capturado en Afganistán cuando tenía 15 años y preso en la Base Militar de Guantánamo en Cuba. Omar ha dicho que se involucró con Al-Qaeda cuando tenía apenas 10 años.

Aún así, los niños iraquíes resisten, de acuerdo con Deborah Barry de Save The Children, y ellos han aprendido a trabajar con distintos grupos étnicos.

“Si los adultos pudieran aprender las lecciones que los niños han captado, habría más oportunidades para la paz”, dijo Barry y agregó que ellos “ven las cosas de un modo más simple y no ven el lado político de tomar ciertas decisiones, ellos genuinamente se preocupan por realizar cambios para su futuro y por las generaciones que vendrán”.

En la película Las tortugas pueden volar, del director iraní Bahman Ghobadi, se ilustra cómo a pesar del abandono al que se someten los niños iraquíes por las guerras, mantienen la ilusión de comprar una antena parabólica para enterarse de las noticias sobre la inminente invasión a su país por Estados Unidos en 2003.

De forma terriblemente irónica, las “tortugas” son las minas antipersonales que los pequeños niños recogen para vender en el mercado negro. El director Ghobadi dijo a La Jornada en 2005 que la película es interpretada por niños refugiados que verdaderamente vivieron la guerra.

 

Construyendo el futuro

 

Muchos de estos conflictos han durado durante décadas. Cuando termina la guerra, las economías nacionales están devastadas, las culturas tradicionales casi perdidas y los jóvenes se enfrentan a problemas de pobreza, violencia o falta de oportunidades.

De acuerdo con Linda Dale, generalmente se piensa que la situación es irremediable y que los niños de estos países no pueden superar su situación, pero su experiencia indica lo contrario.

“He trabajado con gente que eran niños-soldado, los niños hacen todo para colaborar y pueden recuperar sus vidas”, confiesa.

Cuando se construye la paz, dice, es necesario que los jóvenes se vean realmente integrados e involucrados. En Camboya, relata, lo primero que los niños decidieron hacer fue reconstruir una pagoda (templo budista) para sentirse seguros.

Si la cultura local ha sido destruida, explica, los jóvenes pueden jugar un papel importante en la restauración de sus tradiciones culturales y su medio ambiente. Actividades como plantar árboles, flores o crear jardines colectivos, llamados jardines de la paz y que organiza CAP, harán que contribuyan a sus comunidades mientras restablecen su sentido de pertenencia, su conexión con el mundo.

A pesar de que los niños y las mujeres son los principales afectados por las guerras, no son involucrados en las conversaciones de paz. Para Dale, estas personas necesitan reconocimiento y entender la forma en la qué pueden contribuir.

“La gente de las nuevas generaciones tiene que recrear su mundo, y la gente joven que ha trabajado en el horror de la guerra no quieren esto para su futuro”.

Y concluye: “Dar a los niños el uso y el desarrollo de sus habilidades en un modo productivo, es tratar de desarrollar su capacidad de entendimiento de lo que el mundo puede ser, no de lo que es”.

 

mav

-fin de texto-

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