Brasil: Los retos de Dilma
SAO PAULO, 5 de noviembre (apro).- Dilma Rousseff, la primera mujer electa presidente en la historia de Brasil, se fijó como primera meta de su gobierno, que sucederá al de su mentor político, Luiz Inacio Lula da Silva, erradicar la miseria o pobreza extrema, situación en la que se encuentran alrededor de 21 millones de brasileños.
Y esa meta de alto impacto, para "evitar el abismo que nos separa de una verdadera nación desarrollada", estuvo acompañada por la decisión de Lula de anunciar que "sería temerario" decir que él podría volver al poder en 2014.
Luego de su histórico triunfo de 56% contra 44% del opositor José Serra, Rousseff, de 62 años de edad, ha puesto en marcha la transición para suceder a Lula a partir del 1 de enero próximo.
Después de los extensos festejos por la victoria de la exguerrillera, presa política por casi tres años y torturada durante 22 días seguidos por la dictadura (1964-1985), el país se relajó tras siete meses de una campaña electoral marcada por los golpes bajos y las posiciones religiosas que le provocaron algún rédito en el voto conservador al socialdemócrata Serra.
Pero también, como dijo Rousseff la noche del 31 de octubre en Brasilia, “la alegría de la victoria se mezcla con la tristeza de saber que Lula dejará la presidencia”. Esta economista que nunca fue candidata a ningún cargo electivo y que se destacó como jefa de ministros de Lula desde 2005, asumiendo la "gerencia general" del gobierno y siendo la "madre" del modelo, teniendo a Lula como "padre", lloró en público por primera vez desde que emergió a la vida pública.
"Voy a golpear, cuando lo necesite, la puerta de Lula, porque sé que estará siempre abierta", agregó.
Pocas horas después de la victoria, la prensa presionó para saber la lista de nombres que podrían incluirse en el gabinete de Rousseff. Una de las versiones publicadas por el diario Folha de Sao Paulo indica que Lula sugirió mantener al ministro de Economía, Guido Mantega, y al presidente del Banco Central, Henrique Meirelles.
El miércoles, Rousseff se reunió durante dos horas con Lula en el Palacio de Planalto y juntos convocaron a una conferencia de prensa que duró dos horas. Ahí, el manadatario brasileño se desligó de ser una suerte de poder paralelo del futuro gobierno, y ella mostró capacidad de mando intentando demostrar autonomía.
"A rey muerto, rey puesto", dijo Lula al desmentir que esté armando el gabinete de Rousseff. “Yo estaré en la tribuna, aplaudiendo, nunca insultando, y sin corneta", agregó el presidente saliente. "Sería temerario, con la gran popularidad que tiene el gobierno y yo personalmente, hablar de 2014 en este momento. Si Dilma hace un gran gobierno como yo creo, tendrá derecho a la reelección", afirmó.
En medio de estas declaraciones de Lula, dándole vuelo a Rousseff, se abrió un verdadero juego de la silla para ocupar cargos en los ministerios, presidencias de empresas públicas y agencias reguladoras. El Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB, de centroderecha), del vicepresidente electo Michel Temer, es el mayor del país y el que controló el Congreso en el gobierno de Lula.
Tiene seis ministerios a cargo y con Rousseff esperan el mismo reparto, aunque la presidenta electa fue tajante: "Voy a elegir personas con perfil técnico y con compromiso político por el proyecto".
Rousseff quiere evitar la hecatombe ocurrida en la campaña electoral, en septiembre pasado, cuando renunció su número 2 en la jefatura de la Casa Civil (Ministerio Coordinador), Erenice Guerra, acusada de nepotismo y tráfico de influencias.
El coordinador de la transición es Antonio Palocci, el hombre que condujo el ministerio de Economía de Lula entre 2002 y 2007 y que fue la cara mansa del PT hacia los mercados financieros, que antes de la asunción del exsindicalista preveían inflación, devaluación y éxodo de inversiones extranjeras. Todo lo contrario. Y Palocci fue el encargado de realizar un severo ajuste fiscal en los primeros años de gobierno. Su presencia en el comando de la transición podría significar algún puesto clave en el gobierno.
Aprovechando la "luna de miel" lograda por una victoria, con una diferencia de 12 millones de votos, Rousseff apretó el acelerador y anunció que quiere aumentar el piso del salario mínimo (actualmente es de 310 dólares) y discutir el aumento cuantitativo de la financiación del sistema sanitario, que camina manco desde que la oposición logró, en 2007, eliminar en el Senado el impuesto al cheque, que le otorgaba 20 mil millones de dólares anuales a la salud pública.
Ahora Rousseff tiene por delante un gobierno que puede acelerar su marcha, ya que después de las elecciones generales, el Senado y la Cámara de Diputados tendrán mayoría oficialista.
Rousseff, nacida en el estado mediterráneo de Minas Gerais, dejó a su equipo trabajando el miércoles 3 para descansar en una playa del noreste del país no revelada por sus asesores, y también para viajar a Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul, adonde fue a vivir en 1973, tras dejar la prisión política en Sao Paulo, y donde se casó por segunda vez y tuvo a su única hija, que en septiembre le dio su primer nieto.
Tras ser colocada, el jueves 4, como el personaje latinoamericano más poderoso y la decimosexta del mundo en el ranking de la lista Forbes, Rousseff debutará en la arena internacional el 11 y 12 de noviembre en la cumbre de Seúl, Corea del Sur, en el Grupo de los 20 (G-20). Allí pretende retribuir los mensajes de felicitaciones hechos por varios líderes mundiales, como Barack Obama, Nicolás Sarkozy, Angela Merkel y Felipe Calderón.
Brasil protestará, según lo anunciado por Lula, por la llamada "guerra de monedas" lanzada por las potencias para devaluar sus divisas y ganar. "Voy a ir al G20 para pelear, o sea, si ellos ya tenían antes un problema para enfrentar a Lula, ahora van a tener que enfrentar a Lula y a Dilma”, dijo.
A su lado, Rousseff apostó por el multilateralismo comercial. "Todos los países, menos China y Estados Unidos, perciben que hay una guerra cambiaria" mundial, y ese tipo de conflicto no tiene "solución individual, nunca la hubo en la historia". Y recordó el "riesgo" de una devaluación competitiva de monedas, dejando de lado el cambio flotante. "La última vez, una situación así llevó a la Segunda Guerra Mundial", advirtió la presidenta electa.