Vendettas en el Vaticano

viernes, 12 de febrero de 2010 · 01:00

ROMA, 12 de febrero (apro).- Envenenan el Vaticano las luchas internas de poder. El caso que provocó la renuncia de Dino Boffo a la dirección del  diario Avvenire –órgano oficial de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI)–, acusado de homosexualidad y acoso sexual, ha terminado por sacar a la luz un ajuste de cuentas en la Santa Sede.

En esta ocasión, el verdadero problema no son las pugnas que  cíclicamente se registran dentro de la Iglesia de Roma, sino el supuesto  artífice de este golpe bajo al director del diario de los obispos italianos: "Una alta autoridad vaticana" que bien podría ser el cardenal Tarciso Bertone, secretario de Estado del Vaticano.

Para gran parte de la prensa italiana, el "jefe de gobierno" de la Santa Sede actuó de esta manera  no sólo para reducir el poder de la CEI, el episcopado más numeroso e influyente en el mundo católico, sino para frenar los constantes ataques que el Avvenire lanzaba contra  la poco cristiana moral del jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi.   

"El exdirector de Avvenire es una óptima persona, y si me equivoqué al atacarlo fue porque confié en los documentos que me entregó una alta autoridad del Vaticano, de cuya seriedad yo no podía dudar", reveló el pasado lunes 1 Vittorio Feltri,  director de Il Giornale (propiedad de la familia Berlusconi), en el curso de una cena "reparadora" con el mismo Boffo.

Difundida por todos los diarios italianos, la noticia causó tanto clamor que hasta Benedicto XVI tomó cartas en el asunto.

"¿No son quizá una tentación la carrera y el poder? Una tentación de la que no están inmunes ni siquiera los que tienen un papel en el gobierno de la Iglesia", afirmó el Pontífice durante la audiencia del miércoles 3, aludiendo veladamente al "Caso Boffo".

Durante la misma audiendia, citando el ejemplo de San Domingo, Benedicto XVI añadió: ''Nosotros no debemos buscar poder, prestigio, estimación para nosotros mismos", pero "sabemos cómo las cosas en la sociedad civil, y no raramente en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos a los que se confiere una responsabilidad trabajan para sí mismos y no para la comunidad".

Al día siguiente, vistas las repercusiones que tuvo el encuentro Feltri-Boffo en la prensa y en el mismo Vaticano, el papa Ratzinger solicitó a sus más estrechos colaboradores un infome detallado sobre lo ocurrido.

Todo empezó a finales de abril del 2009, cuando en una carta dirigida al periódico La Repubblica, la esposa de Silvio Berluscioni, Veronica Lario, denunció la  vida licenciosa de su marido.

A partir de ese momento el Avvenire, dirigido por Dino Boffo, inició una sistemática crítica al poco cristiano comportamiento del jefe de gobierno.  En un editorial dedicado al caso Lario-Berlusconi, publicado el 5 de mayo del 2009, escribió: "Sabemos que un hombre de gobierno debe ser juzgado por lo que realiza (...) Pero el aspecto humano de un líder y los valores que lo guían no nos pueden ser indiferentes. Por esto pedimos un jefe de gobierno que sepa, con sobriedad, ser espejo del alma del país".

En el mismo editorial, refiriéndose a los festines de Berlusconi, el periódico de la CEI añadió: "La política y el espectáculo, en un abrazo mortífero, han dado en esta ocasión lo peor de sí mismos".

Con el pasar del tiempo el Avvenire no cambió su línea. El 28 de julio publicó la carta del sacerdote Angelo Gornati, quien luego de protestar por el silencio de la Iglesia ante este caso define el comportamiento de Berlusconi con estas palabras: "Qué basura, qué disgusto, qué miseria", agudizando aún más las tensiones entre la CEI y el gobierno italiano.

A finales del mes siguiente, el 28 de agosto, cuando el caso Berlusconi había superado las fronteras ítalo-vaticanas, estalló la  bomba anti-Boffo.

Conjuntamente con un artículo titulado "El súper moralista condenado por molestias", Vittorio Feltri publicó en Il Giornale una copia de una presunta denuncia en la que el todavía director del Avvenire era acusado, entre otras cosas, de “molestias” sexuales.

"Artículo 660 del Código penal, molestia a personas. Condena originada por comportamientos imputados a Dino Boffo de octubre del 2001 a enero del 2002, mes, este último, en el que la autoridad judicial realizó interceptaciones telefónicas que constataron el delito".

Así comienza la nota informativa del supuesto procedimiento penal en contra de Boffo, ordenado por el juez del Tribunal di Terni el 9 agosto del 2004.

La nota precisaba que "Boffo fue denunciado por una señora de Terni destinataria de llamadas obscenas y ofensivas, así como de persecuciones encaminadas a atemorilzarla, con el fin de que dejara a su marido con el cual Boffo, conocido homosexual (...), mantenía una relación. Autorizado el proceso, Boffo llegó a un acuerdo y, el 7 de septiembre del 2004, pagó la suma de 516 euros como alternativa a seis meses de reclusión. Antes ya había pagado un fuerte resarcimento financiero a la parte ofendida que, por este motivo, retiró la denuncia".

Partiendo de estos datos, Feltri, en su editorial, atacó despiadadamente a Boffo y a la CEI. Escribió que el Avvenire decidió lanzar una "campaña moralista contra Silvio Berlusconi" y de paso anunció que "ha llegado el momento de desenmascarar a moralistas privados de este título" para que "los ciudadanos sepan ¡de qué púlpito provienen algunas prédicas!", no sin antes subrayar que "si la CEI confió a Boffo la tarea de portavoz se equivocó (...), porque éste carece de los requisitos morales para recitar la parte del moralista".

El 3 de septiembre Boffo presentó su renuncia. En una carta dirigida al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la CEI, escribió: "No puedo aceptar que sobre mi nombre se siga desarrollando una guerra de palabras que consterna a mi familia y a muchos italianos".

La renuncia causó tal escándalo que en la edición online del New York Times, ese mismo día, apareció un artículo titulado "Un periodista italiano es la última víctima de Berlusconi", en el cual se lee: "En el último round de un feroz litigio (...) entre la Iglesia y el Estado,  Boffo renunció a su cargo".

Según el mismo diario, el ataque del Il Giornale contenía un claro mensaje: "Un periódico católico debe saber que la vida privada del premier no se puede criticar". Pero también advierte que "críticos y aliados afirman que Berlusconi está entrando en aguas peligrosas y creando un ambiente donde todo tipo de críticas son vistas como deslealtad".

Consciente de la gravedad de lo publicado, el mismo 3 de septiembre Berlusconi hizo saber que él nada tenía que ver con el artículo de Feltri y que éste, en su calidad de director de Il Giornale, era el único responsable del contenido del mismo.  

Tres meses después, el 4 de diciembre, respondiendo a la carta de una lectora, publicada en las últimas páginas de su periódico, Feltri hizo estallar otra bomba.

Titulando "Boffo, el caso está cerrado", el director del diario de la familia Berlusconi escribió un texto en el que admite haber publicado "una nota que resumía la condena de Dino Boffo" y que "la reconstrucción de los hechos descritos, hoy lo puedo decir, no corresponde al contenido de los actos procesales. Se trataba de una bagatela y no de un escándalo. En esas notas, Dino Boffo no resulta implicado en casos homosexuales".

En otras palabras, todo era falso.

Aun cuando la aclaración levanta polémicas (algunos piden la renuncia de Feltri, otros critican su carencia de ética profesional y otros más le reprochan el enorme espacio que dio a la noticia de la presunta denuncia de Boffo, contrariamente al dado a su retractación), el caso desaparece de todos los diarios luego de pocos días.

Cinco meses después de la renuncia de Boffo, la cena "reparadora", pero sobre todo la revelación de la fuente del devastante ataque ("una alta autoridad del Vaticano", palabras de Feltri), exhuma el "Caso Boffo".

Conocida genericamente la fuente de Feltri, la pregunta obligada no podía ser otra que: ¿quién o quiénes, dentro del Vaticano, podrían ser el cerebro y el actor material del feroz ataque al exdirector del Avvenire? Y, sobre todo, ¿por qué?

Según indiscreciones surgidas en el palacio apostólico, puntualmente reportadas en todos los periódicos italianos, la punta del iceberg podría ser el director del Osservatore Romano, órgano de información de la Santa Sede, y el mandante nada menos que el secretario de Estado Vaticano.

"Hay quien indica como hipótetico 'inspirador' de la iniciativa contra Boffo al director del Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, por instrucciones del secretario de Estado Tarcisio Bertone", escribieron el pasado viernes 5 los vaticanistas del periódico La Repubblica, Marco Ansaldo y Orazio La Roca.

Para ellos, como para muchos otros expertos en la materia, se trata de una maniobra totalmente eclesial-vaticana dirigida a golpear a Boffo e "indirectamente" a debilitar la alianza entre los cardenales Angelo Bagnasco y Camillo Ruini, presidente y expresidente de la Conferencia episcopal italiana.    

En su artículo "Berlusconi, el Vaticano y la conjura contra Boffo”, publicado en la Repubblica el miércoles 3, Giuseppe D'Avanzo da una intrepretación política y no interreligiosa de lo sucedido.

Vian, escribe, entregó a Feltri el dossier manipulado, "autenticándolo", diciéndole que la iniciativa era del cardenal Bertone quien, consumado el delito, llama a Feltri ("según una confidencia escapada a Boffo ante un colaborador") para agradecerle el servicio rendido a la Iglesia y al Papa.

El problema, como subraya D'Avanzo, es que Feltri no sirve a la Iglesia, sino a su editor (Berlusconi) y a su nueva estrategia político-periodística. Partiendo de esta premisa, el editorialista sostiene que el ataque a Boffo y la CEI no son sólo fruto de las pugnas vaticanas, sino de una intervención de Berlusconi, destinada a deshacerse de sus enemigos. 

Por su parte, el diario Il Foglio, del influyente periodista Giuliano Ferrara, reconstruyó el caso haciendo no sólo el esquema de los "equipos adversarios" dentro del Vaticano, sino exigiendo a Vian renunciar a su cargo, reforzando así la tesis del complot eclesiástico.

Ante la marea de interpretaciones surgidas sobre el "Caso Boffo", el Vaticano finalmente fijo su posicíón el martes 9. A través de un comunicado, la sala de prensa vaticana denunció la "campaña difamatoria contra la Santa Sede que involucra al mismo Pontífice Romano".

Afirma, asimismo, que las "noticias y reconcostrucciones" publicadas en la prensa acerca de la implicación del director del Osservatore Romano, en el Caso Boffo, "no tienen ningún fundamento" y que Benedicto XVI "deplora estos ataques injustos e injuriosos, renovando su confianza a sus colaboradores y rogando para que los que trabajan por el bien de la Iglesia actúen con todos los medios para reafirmar la verdad y la justicia".

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