Kirguistán: entre la etnicidad y las mafias
MÉXICO, 16 de julio (apro).- El temor de un nuevo genocidio como el de los Balcanes o el de Ruanda cimbró al mundo el pasado 10 de junio, por las matanzas registradas en la ciudad de Osh, en Kirguistán.
Inmediatamente se comenzó a especular acerca del carácter étnico de los enfrenamientos (kirguisos contra uzbecos) y se trivializó el origen de problema que es más complejo: el narcotráfico, la corrupción y la pobreza en el país del Asia Central.
“Lo étnico fue importante en lo que pasó, pero hay mucho más en la historia”, dice Bruce Pannier, periodista experto en la región.
En entrevista con Apro, explica la génesis de la convivencia entre los dos pueblos: “kirguís y uzbecos han vivido juntos por cientos de años en janatos –imperios asiáticos-- donde los uzbecos eran el grupo dominante, una posición que creo siguen ocupando en Asia Central.
“Socialmente, los dos pueblos son diferentes. Los uzbecos son gente sedentaria que tiende a ser comerciante, mientras los kirguises son gente nómada de las montañas y todavía tiende a vivir en áreas rurales donde son pastores. Obviamente esta es una visión muy general, porque muchos kirguís son hombres de negocios”, explica.
De los 5.5 millones de habitantes de Kirguistán, el 15% ciento son uzbecos, pero en las ciudades sureñas de Osh y Jalal-Abad la población se compone por partes iguales.
De acuerdo con el periodista, las diferencias han existido desde siempre. Pero mientras los dos pueblos vivieron juntos en el Janato de Kokand y después en la Unión Soviética, el carácter étnico era menos importantes que, por ejemplo, las diferencias entre la vida nómada de los grupos montañeses y la vida sedentaria de la gente de los valles.
Durante la época de dominio soviético se redibujó el mapa del Asia Central en cinco repúblicas que tienen el nombre de los cinco grupos étnicos más grandes de la región: Kazajstán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán. Algunos pueblos de estos países quedaron compuestos por poblaciones multiculturales.
“Ahora que existe Kirguistán y Uzbekistán, esta cuestión étnica ha tenido un nuevo significado…y ha llegado a ser manipulada para causar problemas. Eso fue lo que parece que pasó en Osh recientemente”, explica Pannier.
La violencia en Osh causó, según datos de Amnistía Internacional, el desplazamiento de unos 400 mil kirguises y uzbecos; de estos, 100 mil, especialmente niños, mujeres y ancianos, buscaron refugio en Uzbekistán, aunque ya han regresado a su país. Todavía unas 375 mil personas permanecen desplazadas dentro del propio Kirguistán.
Rupert Colville, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, dijo el pasado 16 de junio que la violencia no fue espontánea sino “planificada y dirigida mediante cinco ataques simultáneos realizados por hombres armados y con pasamontañas. Parecía que estaban buscando provocar una reacción”.
El portavoz señaló que era peligroso denominar al problema como un enfrentamiento étnico, ya que una vez que toma carácter nacionalista puede derivar en un enfrentamiento a mayor escala y en sed de venganza.
Pero el hecho de que dos grupos étnicos convivan en un lugar no significa que deban existir enfrentamientos.
El sociólogo social Boris Petric, del Centro Nacional de Investigación Científica de París, menciona que los intercambios sociales entre los kirguises y los uzbecos son múltiples y los dos grupos están muy relacionados por lazos económicos, matrimoniales, culturales y religiosos.
En un artículo titulado “Kirguiz y uzbecos en Osh, ¿sólo otro conflicto interétnico?”, publicado en el medio ruso Ferghana.Ru el 20 de junio, Petric explica lo que a su juicio es la causa del problema: “Las diferencias no son por sí mismas una fuente de problemas, y no siempre causan conflictos y violencia. Los problemas surgen cuando los sistemas políticos usan estas diferencias para establecer legitimidad del poder político. El conflicto emerge cuando hay una instrumentalización política de lo étnico”.
Continua: “Esto puede generar un tipo de jerarquía y una distribución desigual del bienestar político y económico entre los ciudadanos de los grupos étnicos. Este tipo de percepción de legitimidad política ya causó problemas entre uzbecos y kirguises al final de la época soviética”
Y aclara: “No es un nuevo conflicto interétnico enraizado en un exótico y tradicional sistema político tribalista y etnicista. No se trata de un odio ancestral que comparten dos poblaciones forzadas a vivir en proximidad”.
De acuerdo con Petric, la configuración de las nuevas naciones después del fin de la era soviética priorizó el carácter nacional en detrimento de otros grupos. El problema se agravó con el libre mercado, la privatización y la apertura de fronteras, lo cual causó el colapsó de la industria y el sector agrícola, creando inequidades sociales.
Después de que Askar Akayev, quien gobernó el país de 1991 a 2005, cayó del poder en peste el último año a causa de la llamada Revolución de los Tulipanes, el nuevo presidente, Kurmanbek Bakiyev, gobernó de forma corrupta y nepótica y fue derrocado también en abril de 2010.
Fhergana.Ru publicó el 5 de mayo el decreto del gobierno interino que se formó a la caída de Bakiyev. En él, la actual presidenta, Rosa Otunbayeva, acusa a Bakiyev por colocar ilegalmente a varios miembros de su familia en puestos clave del gobierno: su hermano Zhanishbek fue el jefe del Servicio de Seguridad del Estado; Marat Bakiev, embajador en Alemania; Adil, encargado comercial en China. El hijo mayor del presidente, Marat, fue segundo jefe de la seguridad del estado, y el menor, Maxim, director de la Agencia de Inversiones. Mediante estos puestos, la familia se enriqueció y ganó el control de la economía del país.
La ciudad de Osh es un punto clave en la ruta de la droga que va de Afganistán, el principal productor de amapola en el mundo, hacia Europa. De acuerdo con el artículo “Los disturbios étnicos en Kirguistán fueron provocados”, publicado en junio por el medio ruso RIA Novosti, varios grupos criminales uzbecos de Osh estaban relacionados con la familia del expresidente, por lo que la caída de Bakiyev causó un nuevo reparto de los territorios de las organizaciones criminales.
Según el gobierno provisional de Otunbayeva, los partidarios del expresidente Bakiyev y estos grupos de delincuencia organizada tienen la culpa de la violencia del 10 de junio en Osh. La presidenta afirmó que el objetivo era desestabilizar al país antes del referéndum que la confirmaría en su puesto.
El periodista Bruce Pannier opina que es imposible decir que el 100% de la culpa la tuvo Bakiyev, aunque ciertamente tiene muchos apoyos en Osh.
Frío y pobreza
Además de la sospecha de sus relaciones con la mafia y los grupos de negocios, Bakiyev decretó durante su mandato severas medidas que afectan a la población, como la privatización ilegal de las paraestatales Cristal, Kyrgyztelecom, Severelectro y Vostokelectro, que abastecían de luz y calefacción a todo el país.
Según la agencia de noticias 24 Press Club de Kirguistán, Severelectro fue vendida en 3 millones de dólares, a pesar de que a finales de 2008 la empresa valía 137 millones.
En la nota “Se nacionalizará todo lo vendido: Rosa Otunbayeva”, publicada el 9 de junio por 24 Press Club, la nueva presidenta denuncia que el beneficiario de la venta de Severelectro fue la Compañía Chakán, una empresa encubierta de la familia Bakiyev.
La situación de la población empeoró cuando Bakiyev anunció en enero pasado el incremento en los precios de la electricidad y la calefacción en 200%. La población gastaba hasta un 80% de sus ingresos en luz y calefacción, ya que las temperaturas son bajo cero al comenzar el año. Fueron estas medias las que provocaron el levantamiento popular de abril.
Tras la rebelión de abril y los enfrentamientos, la elección por referéndum de Rosa Otumbaieva como presidenta interina, el pasado 27 de junio, parece traer una débil calma, que se ve amenazada por el narcotráfico y por el islamismo radical, según declaró Otumbaieva en una entrevista publicada por el periódico El País, el mismo día de las votaciones.
También hay otro problema de fondo: la pobreza. De acuerdo con datos de UNICEF, del 6 de agosto de 2009, en Kirguistán aumentan cada día los casos de anemia infantil, tuberculosis y es preocupante la tasa de abuso doméstico y abandono infantil.
Según la fuente de datos CIA Worldfactbook, el desempleo es de 18% y el 40% de la población vive bajo pobreza. Además, de 2007 a 2009 aumentaron los precios de los alimentos en un 50%, lo cual ha provocado inseguridad alimentaria. Aunque la situación sería mucho peor si no fuera por las remesas.
“El desempleo es un gran problema, pero sería mucho más alto sin los 600 mil u 800 mil ciudadanos que trabajan en Rusia y Kazajstán”, dice Pannier.
Aunque Kirguistán es muy pobre, la situación de los derechos humanos, comparada con la de sus vecinos de Asia Central o su vecino China, es muy buena.
“Hay medios de comunicación independientes. Los grupos de oposición siempre han sido permitidos. La sociedad civil de Kirguistán es, por mucho, la más fuerte en toda el Asia Central y sus grupos cívicos son activos en las elecciones y las protestas”, explica Pannier.
Tal es el motivo por el cual han logrado hacer el cambio político en su país, lo contrario del vecino Uzbekistán, cuyo presidente Islam Karimov ocupa el puesto desde 1991 y pretende seguir hasta el 2014, o de Nursultan Nazarbavey en Kazajstán, que lleva la misma cantidad de tiempo que Karimov.
Kirguistán es el único país del mundo en el que Estados Unidos y Rusia tienen bases militares. El primero usa el aeropuerto de Manas y el segundo la base de Kant.
La base de Estados Unidos es usada para transportar carga y personal desde y para Afganistán. La base rusa es parte del Tratado de Seguridad Colectiva que firmaron con Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Bielorrusia y Armenia.
“El gobierno kirguís bajo Akayev y bajo Bakiyev siempre han dicho que Estados Unidos puede usar la base mientras la necesiten para sus operaciones en Afganistán, pero que cuando éstas terminen tendrá que irse. La base de Rusia está ahí para operaciones contraterroristas, así que parece que se mantendrá después de que los estadounidenses se hayan ido”, explica Pannier.
Y hace una comparación de los intereses de cada país:
“Los intereses rusos en Asia Central tienen cerca de 200 años. Es natural que Rusia quiera mantener influencia en la región. Los intereses a largo plazo de los estadounidenses en Kirguistán son tratar de hacer del gobierno una democracia modelo para los Estados vecinos y estar seguro que los servicios de seguridad kirguís pueden prevenir que el radicalismo islámico encuentre un santuario en su país. De nuevo, el último asunto es realmente que Estados Unidos prefiere hacer estas operaciones que permitírselo a Rusia”.
La presidenta Otumbaieva parece saber los intereses que existen sobre su país, tanto internos como externos. Por ello, ante el conflicto en Osh pidió al presidente ruso Dmitri Medvedev que interviniera, pero éste pasó su petición al Tratado de Seguridad Colectiva.
“Las amenazas que pesan sobre Kirguizistán son internacionales y no puedo responsabilizarme de ellas sola", dijo Rosa Otunbayeva en la citada entrevista que publicó El País el 27 de junio.
Esperanza
El 3 de junio, día de su toma de protesta, Rosa Otunbayeva dijo que se había puesto fin a la época de los clanes familiares de Akáyev y Bakíyev.
“Vamos hacia la construcción de un Estado independiente, un sistema de gobierno parlamentario” dijo.
A pesar del optimismo, el sistema parlamentario que ahora busca el país en la nueva Constitución tiene muchos retos, cree Pannier. De acuerdo con él, uno de los grandes retos es que muchos grupos, principalmente los uzbecos, no sienten que sus intereses estén completamente considerados.
Comenta: “Mientras estuve en Jalal-Abad en abril escuché muchas veces que los uzbecos de Kirguistán sienten que no tienen voz en el manejo del país y que las decisiones tomadas para tomar en cuenta las necesidades de su población han fallado. Como cuando Bakiyev los usó para enriquecerse”.
Señala que las nuevas autoridades de Kirguistán deben tener en cuenta que la población uzbeca del país necesita una representación de alto nivel en el gobierno. Los mismo sucede con otras minorías, como los turcos del norte o los uigures y los dungans, a los que muchas veces se amedrenta o amenaza al igual que los uzbecos.
“Reconstruir la confianza entre las comunidades kirguís y uzbeca en el sur probablemente tardará”, advierte.
Dice que “el gobierno kirguís tiene recursos limitados, pero debería comenzar una política de tolerancia por todo el país. Un experimento interesante comenzará. Si funciona puede cambiar el curso de los eventos de Asia Central para bien”.
Y agrega: “Una cosa es segura, no será fácil y será un animado y vívido proceso”.
cvb
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