Siria: 10 años con Bashar

viernes, 3 de septiembre de 2010 · 01:00

DAMASCO, 3 de septiembre (apro).- --¡Llévelo, llévelo, a diez, a diez!

Camisetas, lapiceros, imanes, estampas, gorras, llaveros y toda clase de recuerdos con la efigie del presidente sirio Bashar Al Assad, ofrecen de viva voz los vendedores ambulantes apostados frente a las imponentes puertas de la ciudad antigua de Damasco.

Los desprevenidos transeúntes no dudan en pararse o al menos echar un vistazo a la mercancía, sino es que de antemano portan consigo algo de lo expuesto.

La misma escena se repite en otros puntos de la ciudad y del país. El retrato de Al Assad cuelga de la pared de todo comercio, escuela, oficina de gobierno, hotel e, incluso, casa particular, y en la calle uno de cada dos vehículos lleva como adorno una imagen del político vistiendo atuendo militar.

Diez años después de que ascendió al poder, tras la súbita muerte de su padre, Hafez Al Assad, por un infarto al corazón en 2000, Bashar Al Assad ha conseguido contravenir las especulaciones que surgieron al inicio de su mandato por su poca experiencia política y corta edad. Al heredar Al Assad las riendas del país de su padre, quien fue presidente durante 30 años, pocos analistas esperaban que la transición se diera con éxito.

Hoy, sin embargo, todos coinciden: si bien la mano dura y autoritaria del padre continúa marcando el estilo de gobernar del hijo, en detrimento de las libertades civiles de la población y de la apertura democrática del país, Bashar Al Assad ha consolidado su posición, llevando a Siria a un lento pero notable avance, aunque su camino siga repleto de desafíos.

De acuerdo con un informe reciente del Economist Intelligence Unit, “el presidente Bashar Al Assad seguirá ostentando el poder en Siria sin amenazas significativas a su gobierno, a pesar de algunas tensiones al interior del régimen”.

La publicación británica especializada en análisis político-económicos asegura que “las constantes visitas a Damasco de numerosos actores políticos regionales demuestran el peso de Al Assad en el futuro de la zona”.

Y es que si de algo puede jactarse Siria actualmente es de haber retomado gradualmente su lugar en la dinámica internacional en gran medida por las cartas jugadas por Al Assad después de un doloso periodo de ostracismo a causa del asesinato del exprimer ministro libanés Rafic Hariri en 2005, del que Occidente culpó a Damasco y el cual llevó a la retirada definitiva  de las tropas sirias del vecino país, apostadas ahí desde 1976.

Prueba clara de dicha reinserción es el establecimiento formal de relaciones diplomáticas entre Beirut y Damasco, a mediados de 2009, y las consiguientes visitas de cortesía que líderes de ambos países han realizado a sus contrapartes. Es una medida que tanto Europa como Estados Unidos han aplaudido; de ahí la normalización de intercambios entre Damasco y  París, y, aún más significativa, entre Damasco y Washington.

 

Siria, el reto a vencer

 

Tras el cambio de administración en la Casa Blanca, el presidente Barak Obama, como parte integral de su política exterior en Medio Oriente, se ha dado a la tarea de reestablecer vínculos con Siria, nombrando a un nuevo embajador para su representación diplomática en dicho país, acéfala desde 2005 y enviando varias delegaciones de alto nivel.

Al Assad ha correspondido elogiando la disposición de su homólogo estadunidense e, incluso, calificando la participación de Estados Unidos como “indispensable” en una eventual resolución del conflicto árabe-israelí.

Por otro lado, el fortalecimiento de las relaciones con sus vecinos incómodos del pasado --Turquía al norte, e Irak al este-- no sólo ha favorecido el estatus conciliador de Bashar Al Assad, sino que ha afianzado la posición estratégica de Siria, principalmente en lo que respecta al  necesitado mercado europeo de energéticos, cada vez más preocupado por las erráticas políticas de exportación de Moscú.

A pesar de que la relación con Irán --sin duda su aliado más cercano--, dista mucho de enfriarse a causa de las presiones occidentales a raíz de la insistencia iraní en su derecho a la energía atómica, Al Assad no está dispuesto a sacrificarse por su amigo, sobre todo si los intereses de Siria se ven directamente involucrados, como es el caso de un eventual acuerdo de paz con Israel. Sin embargo, para que ello ocurra tendría que existir una nueva administración en el estado hebreo que renuncie --como ha dejado claro Damasco--, a la ocupación del Golán.

“No descartamos que la paz pueda ocurrir en el mediano plazo, si las condiciones son propicias”, afirman fuentes diplomáticas europeas acreditadas en Siria.  

           A pesar de los aparentes avances en materia de política exterior experimentados por el país desde la llegada de Al Assad al poder, a nivel doméstico Siria presenta para el estadista el mayor reto a vencer. Siete años consecutivos de sequía han generado un aumento sostenido en los niveles de pobreza: existe un constante flujo de refugiados iraquíes desde el inicio de la guerra civil en dicho país; la falta de libertad de expresión es total; la corrupción es rampante y el espacio para la oposición política es limitado. Todos estos elementos resultan alarmantes para el régimen.

Las modestas reformas económicas que permitieron la entrada de la banca privada y fomentan la inversión extranjera son medidas paliativas que poco o nada han hecho por resolver las demandas sociales.

De acuerdo con un informe hecho público en julio pasado por la organización no gubernamental Human Rights Watch, titulado Una década desperdiciada: los derechos humanos en Siria durante los primeros diez años en el poder de Bashar Al Assad, el futuro en términos de libertades civiles en Siria es “muy sombrío”.

Si tales desafíos son bien librados por el líder sirio --como lo han sido durante la última década a través de la impenetrable jerarquía política con la que su familia ha conservado el poder por casi medio siglo--, lo más probable es que tengamos Bashar Al Assad para rato.

Como afirma el corresponsal en jefe de la BBC para Medio Oriente, Jim Muir: “Las probabilidades de que Al Assad celebre una segunda década en el poder son considerablemente mayores de lo que eran hace diez años”.

 

Mr

--fin de nota--

 

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