Mexicanos y estadunidenses participan en el "contrabando hormiga" de armas
SAN DIEGO, 31 de diciembre (apro).- Pistolas, rifles de asalto, metralletas, lanzagranadas y hasta sofisticado equipo militar forman parte de un “contrabando hormiga” que cruza la frontera entre México y Estados Unidos, y en el que participan ciudadanos estadounidenses y mexicanos, así como policías y exmiembros de las fuerzas armadas.
Motivados por las ganancias que genera un creciente mercado negro que demanda armas cada vez más poderosas, los traficantes han encontrado numerosas formas de eludir las leyes estadounidenses para la adquisición de armas, que en algunos estados, por cierto, son sumamente laxas.
Es el caso de Texas, donde, de acuerdo con un artículo del Washington Post del pasado lunes 13, se encuentran cuatro de las armerías preferidas por los cárteles de drogas mexicanos.
El Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos del Departamento de Justicia (ATF por sus siglas en inglés) asegura que más de 90% de las 60 mil armas decomisadas en México desde el 2006 se vendieron originalmente en Estados Unidos, dos terceras partes de ellas en los estados de Texas, Arizona y California.
Si bien el asunto figura desde hace décadas en la agenda bilateral, hasta agosto de 2008 la ATF lanzó un operativo especial, llamado Gunrunner, cuyo objetivo es detener el flujo de armas a México. Como parte de esta nueva estrategia se estableció el programa “eTrace” en los nueve consulados fronterizos con ese país.
En su análisis de los decomisos de armas en México desde el 2005, la ATF encontró que las armas preferidas por los traficantes de drogas son las pistolas Súper calibre .9 mm, 5.7 mm y .45. En la categoría de rifles semiautomáticos los preferidos son el AR15 y el AK47.
Durante la reunión de gobernadores fronterizos celebrada en Monterrey del 2 al 4 de septiembre de 2009, los gobiernos de los dos países anunciaron la instrumentación de un proyecto conjunto para tratar de detener el flujo de armas en la frontera, utilizando para ello los programas "Gunrunner" y "eTrace", este último sirve para seguir el rastro de las armas desde la comisión de un delito hasta su adquisición.
Jesse Navarro, de la Fiscalía de San Diego, dijo a Proceso que el operativo ha empezado a arrojar buenos resultados, debido a que se ha fomentado la colaboración entre agencias de ambos lados de la frontera dedicadas a luchar contra el tráfico de armas.
En un comunicado de prensa emitido el 3 de noviembre de 2009, la ATF informó que entre julio y septiembre de ese año el decomiso de armas había aumentado en 65%, comparado con los tres meses previos.
También la Agencia de Protección Fronteriza e Inmigración y Aduanas reportaron un incremento en la cantidad de armas decomisadas, con un total de 600, lo cual significó un aumento de 50% con relación al año fiscal 2008. Una cantidad muy pequeña si se toma en cuenta que de acuerdo con cálculos del Brooking Institution, un centro de investigación con sede en Washington, al menos 2000 armas cruzan diariamente de manera ilegal la frontera entre Estados Unidos y México.
Al justificar las acciones emprendidas, en septiembre de 2009, Kenneth Nelson, director de ATF, aseguró durante una reunión de coordinación de agencias federales contra el tráfico de armas, en San Diego, California, que los crímenes violentos a lo largo de la frontera con México ya han tenido implicaciones en Estados Unidos.
"Informes de inteligencia indican que la actividad de los cárteles mexicanos, ya sea por el tráfico de drogas o de armas, ha afectado a al menos 200 ciudades de Estados Unidos", apuntó.
Muy fácil
Comprar armas en Estados Unidos no parece ser un proceso muy complicado. Aunque las leyes federales establecen que debe haber un registro de las personas que las adquieren, la revisión no es muy meticulosa y existen formas de que alguien que no tiene antecedentes penales las compre y entregue a otra persona.
Por todo el país hay cientos de miles de armerías dedicadas a vender todo tipo de armamento: desde las pistolas más simples hasta poderosos rifles de asalto. Un buen ejemplo de la oferta de armas es la armería Atlantic Firearms, ubicada en el estado de Maryland. En su página de internet ofrecen de todo.
El catálogo muestra rifles AR15, AK47, metralletas UZI, rifles calibre .308 y .50, cargadores, balas y accesorios de todo tipo, como artefectos de visión nocturna, mirillas telescópicas, silenciadores, gatillos, etcétera.
La armería especifica que ningún pedido puede recogerse personalmente, ya que todas las órdenes son enviadas por servicio de mensajería, pero sugieren a los compradores que antes de elegir el arma que desean adquirir, deben verificar que sea legal en su estado. Además, indican que no envían armas fuera de los 50 estados de la Unión.
Advierten también que es ilegal comprar un arma para otra persona, y antes de procesar la orden piden que les envíen por fax el nombre y la dirección de la armería donde se recogerá el arma. En el caso de rifles de asalto, exigen que el comprador coloque también su dirección. Todos estos documentos se envían por fax y ya está.
Lo que sigue es elegir, como en un supermercado. Dependiendo de las necesidades, se puede comprar el rifle AK47 por 429 dólares, que incluye culata de madera, dos cargadores de 30 balas cada uno, bayoneta y estuche. Este rifle es importado de Rumania y cuenta con un año de garantía.
También tiene la opción del rifle AES10B, semiautomático, calibre 7.62. Una versión del rifle rumano RPK, hecho para las tropas elite durante el régimen de Ceausesscu. No se vende en los estados de Nueva York, New Jersey, Massachussetts, California, Connectituc, Hawai o donde lo prohíba la ley. El costo es de 679 dólares.
Existe también un amplio inventario de metralletas UZI por 729 dólares. El precio incluye seis cargadores de 32 balas calibre .9 mm. El UZI es uno de los rifles semiautomáticos fabricados en Israel.
Para que no se vaya a quedar sin municiones en medio de la refriega, esta armería tiene en oferta la caja de 1000 balas para el AK47. Estos proyectiles están hechos en Rusia con material no corrosivo. El precio es de 209 dólares. La especificación técnica describe estas balas como "muy efectivas para lograr máxima estabilidad durante el combate y con gran fuerza de penetración".
Y si lo que requiere es un transporte militar, también lo tienen a la venta. Por 11,950 dólares ofrecen un Camión militar M35A3 modelo 1990, Turbo Diesel. Dice la publicidad: “No se compre un Corvette, este camión sí atrae a las chicas".
La armería informa a sus clientes que prácticamente cualquier persona puede comprar metralletas y silenciadores. "Sí, las metralletas y los silenciadores son legales. Si eres ciudadano americano y calificas para tener una pistola, entonces también calificas para tener una metralleta o un silenciador", dice la publicidad de la armería.
La única diferencia es que al comprar un arma de ese tipo hay un impuesto federal. "El impuesto para metralletas y silenciadores es de 200 dólares y debe pagarse al momento de la compra. El cliente no puede tomar posesión del arma hasta que el gobierno le envíe el recibo de pagado. Mientras tanto, el cliente puede ir a practicar en el campo de tiro de la tienda.
Operación hormiga
Los traficantes de armas se encuentran en todos lados y son como sus armas: de todos los calibres. Algunos entran en el negocio de manera eventual para ganar dinero rápido y fácil. Otros, en cambio, participan en operaciones mucho más complejas que forman parte de una estructura fundamental para la operación de los cárteles de las drogas.
"Actualmente el tráfico de armas es una de las fuentes de dinero más importantes del crimen organizado, después del tráfico de drogas, secuestros/extorsiones y tráfico humano", dice a Proceso el profesor Santiago González, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Estatal de California en San Diego.
"La forma más común del contrabando de armas es la operación hormiga, es decir viajes continuos a través de la frontera con una o varias armas pequeñas", agrega.
Generalmente se adquiere el arma en alguna de las armerías cercanas a la frontera a través de otra persona y ésta, a su vez, la revende al traficante, el cual busca la forma de transportarla a través de la frontera, lo que hace a pie, en pequeñas mochilas o portafolios o en compartimientos ocultos en los autos.
"Un traficante de armas puede repetir el procedimiento cientos de veces a lo largo de un año", dice González.
Una vez que el arma es adquirida en Estados Unidos, es muy poco lo que las autoridades pueden hacer para evitar que pasen a lo largo de los 3000 kilómetros de frontera. Además, las autoridades mexicanas no tienen como política general revisar los autos y a peatones que cruzan la frontera desde Estados Unidos.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades de ambos países por detener el flujo, al parecer hay mucha gente dispuesta a enfrentar el riesgo a cambio de las jugosas ganancias que representa este mercado ilícito. Uno de los factores es que, a pesar de la gravedad del delito, los jueces son relativamente suaves.
Nicholas Bickle, exMarine y exmiembro de las fuerzas de elite SEALS, fue arrestado el 4 de noviembre en San Diego, luego de una investigación de cinco meses hecha por agentes federales.
En el juicio que se le sigue en la Corte de Distrito de Las Vegas se indica que Bickle y sus cómplices vendieron metralletas que trajeron de Irak o Afganistán, algunas de ellas marcadas con el símbolo del ejército iraquí.
Junto con Bickle fueron detenidos Richard Paul, de Durango, Colorado, y Andrew Kaufman, de Las Vegas. El cuarto implicado fue el que colaboró con los agentes federales.
De acuerdo con los documentos de la Corte, Bickle aseguró que pudo traer a Estados Unidos las armas, gracias a que el equipaje de los SEALS no es revisado cuando vienen de los frentes de guerra.
Bickle se enlistó en la Navy en Corpus Christi, Texas, en enero de 2004, e ingresó al cuerpo de elite en agosto del 2005. Fue enviado a Irak dos veces.
La operación en la que se le arrestó involucró a un agente encubierto de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos, quien compró 18 metralletas y otras 14 armas de fuego del acusado en Las Vegas, Nevada, y en Durango y Bayfield, Colorado,
Las metralletas AK-47 las vendieron a un promedio de 1,300 dólares y las pistolas a 300 dólares. Los documentos de la corte indican que el dinero fue transferido a una cuenta de Bickle después de las ventas.
En total vendieron aproximadamente 80 AK-47. Las armas fueron hechas en fábricas de Rusia, Rumania, Bulgaria e Irak.
Drew Smith, fiscal federal en Nevada, aseguró a Proceso que a Bickle y a sus cómplices "no les interesaba si las armas terminaban en las calles de Las Vegas o en México, siempre y cuando se las pagaran".
Si Bickle es encontrado culpable podría recibir una sentencia máxima de cinco años de cárcel y una multa de 250,000 dólares.