La lejana paz
HEBRÓN, CISJORDANIA, 5 de enero (Proceso).- El tema de los asentamientos israelíes en Cisjordania es el principal obstáculo inmediato para las pláticas de paz en Medio Oriente. Han sido 20 años de conversaciones y según Saeb Erakat, uno de los negociadores palestinos, “hoy estamos entrampados en un proceso que no ha cambiado en nada la ocupación”.
El proceso de paz fue amenazado el 9 de noviembre, cuando el primer ministro de Israel reviró a Obama en un comunicado: “Jerusalén no es un asentamiento. Jerusalén es la capital de Israel”.
“Israel no ve ninguna relación entre el proceso de paz y las políticas de planificación y construcción en Jerusalén, que no han cambiado en los últimos 40 años”, agrega el texto.
El 23 de marzo ya había dicho lo mismo ante cerca de 7 mil 500 delegados participantes en la reunión anual en Washington del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos, el principal lobby projudío en Estados Unidos.
Por su parte, el gobierno palestino se encargó de poner en coma las esperanzas de alcanzar la paz. “Este proceso ya no tiene la menor credibilidad”, declaró el pasado 19 de diciembre el negociador palestino, Nabil Chaath, que lo calificó de “ejercicio fútil y ridículo” y aludió incluso a la “náusea” que produce este callejón sin salida provocado, según él, por la intransigencia del gobierno de Benjamin Netanyahu y la impotencia de Washington.
Según el presidente palestino Mahmud Abbas, Netanyahu “eligió las colonias en vez de la paz”.
Justo en esos días el conservador Tea Party retrató a Obama como un “musulmán encubierto, un comunista radical que intenta socavar el orden social y destruir la fibra moral de Estados Unidos, que quiere darle el país a los extranjeros”.
“El ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, dice que Obama hará todo lo posible para que en el verano siguiente se establezca un Estado Palestino”, resalta una nota del 5 de noviembre en el diario Jerusalem Post. Según el ministro, Obama impulsará la creación de Palestina ignorando las consecuencias políticas en Israel. Y Ehud lo ha definido con una paradoja: si no hay dos Estados, entonces habrá uno solo, israelí pero con apartheid.
Durante 22 meses, los negociadores estadunidenses habían preparado los diálogos directos que debían conducir a la paz y a la creación del Estado palestino. Obama nombró a George Mitchell enviado especial para sentar a los israelíes y a los palestinos frente a frente. Activó la idea, también impulsada por Bush, de los dos Estados viviendo en paz y seguridad uno al lado del otro y obligó a adoptarla a Netanyahu.
Mitchell puso en marcha las negociaciones. Finalmente todo se averió cuando Estados Unidos le exigió a Israel que congelara la construcción de asentamientos en Cisjordania. Netanyahu aceptó la congelación 10 meses excepto en Jerusalén oriental y en construcciones en marcha.
Netanyahu no aceptó la última oferta estadunidense que pretendía comprar 90 días más de congelación en la construcción de colonias, a cambio de una flotilla de bombarderos invisibles y garantías de apoyo entre los organismos internacionales para evitar el reconocimiento del Estado palestino.
Según un análisis de Haaretz fechado el 5 de noviembre, si Netanyahu –representante de la extrema derecha israelí– rechaza los regalos de su aliado y amigo estadunidense y no puede ceder su impulso expansivo, es muy difícil que acepte negociar cuestiones sustanciales, como las fronteras, los refugiados y las violaciones a los derechos humanos.
La agenda se quedó vacía, según Haaretz, y Netanyahu permanecerá estancado en su posición hasta la campaña presidencial de 2012 en Estados Unidos. Mientras tanto los palestinos buscarán el reconocimiento de “Estado soberano y viable” en las Naciones Unidas.