Occupy Wall Street: Un movimiento sin color y sin partido
MÉXICO, 14 de octubre (apro).- Leonardo López es mexicano por ascendencia, pero nació en Estados Unidos. Decidió participar en la protesta de los indignados en San Francisco y en Oakland, a raíz del arresto de 700 indignados durante la marcha del 1 de octubre en el puente de Brooklyn.
Leonardo ofreció a Occupy San Francisco imprimir 24 mil volantes. Como no podía asumir el gasto personalmente, se arriesgó a recaudar fondos en su trabajo, donde laboran personas angloestadunidenses, afroamericanas, asiáticas y latinas, gente cuya edad oscila entre los 35 y los 50 años de edad.
“Me quedé sorprendido de la respuesta que obtuve y pude cubrir los gastos”, dice Leonardo.
Esto le comprobó el apoyo de la gente, pero también el hartazgo general y el agotamiento de los medios convencionales.
“Yo creo que este es el comienzo de un movimiento nunca antes visto en Estados Unidos, un movimiento sin color ni partido. Un movimiento del pueblo contra la estructura del poder, los bancos y grandes corporaciones que la controlan. Es un movimiento que se está dando en el corazón del imperio y que resonará a nivel mundial”, sostiene.
Y añade:
“Las minorías se están uniendo, se está corriendo la voz. Lo malo es que existe una campaña para restarle importancia por parte de los medios informativos”.
Entrevistado por Apro, Kalle Lasn, editor y fundador de Adbusters.org, revista y proyecto cultural que apoyaron la gestación de Ocuppy Wall Street, cree que el movimiento surge en un contexto grave para los jóvenes: la crisis financiera, política y ecológica, y alimentada por el sentimiento de injusticia.
“En Seattle (las protestas antiglobalización de 1999) el ánimo era totalmente diferente –dice--. Hoy los jóvenes ven su futuro como un gran hoyo negro (…) Cuando ven a sus líderes políticos, a los empresarios, se dan cuenta de que el sistema político está corrompido por el dinero de las corporaciones que entra al Congreso”.
Si bien ya existía un antecedente en las protestas altermundistas de Seattle en contra de la Organización Mundial de Comercio, el movimiento de los indignados de Wall Street se ha extendido una década después, llevando su denuncia hasta el centro del poder corporativo.
El polémico documental La Corporación, difundido en 2003, explica cómo las compañías dejaron de ser entidades económicas con un fin específico y adoptaron la figura de “persona moral” en 1886, aprovechando la Decimocuarta Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que permitía darle voz y voto a los afroamericanos.
A partir de entonces, dice el documental, las corporaciones, legalmente constituidas como sujetos se sienten obligadas a poner las ganancias encima de cualquier cosa, incluso encima de la responsabilidad social, de las leyes, de la vida…
El 1%
El discurso de los indignados de Estados Unidos es parecido al del documental. En el cartel más clásico que se muestra en las fotografías de las marchas se lee: “Terminemos la avaricia corporativa”.
“Toda buena idea se evapora cada que hay resistencia del gran capital”, dice a Apro Dan Marks, de Hard Truth, una organización que realiza labores de cabildeo con el propósito de resolver problemas de la población media de Estados Unidos.
“Ideas simples que tienen 80% de apoyo se vienen abajo porque los políticos tienen miedo de perder el apoyo de sus patrocinadores y no les importa la voluntad popular”, sostiene.
“Es el 1% de la población. Se trata de las personas que están en los grandes edificios de Wall Street jugando a los juegos del dinero, las que hace dos años, en 2008, crearon este desastre económico”, señala Kalle Lasn.
Agrega:
“Ni uno solo de estos especuladores ha sido llamado ante la justicia. Nadie ha dicho: ‘lamento lo que hice’”.
Uno de los principales puntos característicos del movimiento es evaluar quiénes son los verdaderos beneficiarios del American Dream.
“La gente lentamente se ha hecho a sí misma esclava del sueño americano, el cual requiere mucho trabajo”, dice a Apro Giovanna Trimble, integrante del equipo de medios del movimiento Ocuppy en Los Angeles, California.
“Estas grandes corporaciones son alimentadas por nosotros en nuestro deseo de alcanzar lo que es la meta ideal. Creo que lentamente la sociedad estadunidense comenzará a ver que todas estas posesiones materiales por las que trabajaron tan duro y que ahora han perdido, no lo valían”, denuncia.
El pequeño documental El uno por ciento, transmitido por la cadena de televisión Al Jazeera el pasado 12 de octubre, dice: “En Estados Unidos, un lugar donde se supone que todos tienen una oportunidad de llegar a la cima, la riqueza está sumamente concentrada y la sociedad es inequitativa”.
Este 1% tiene una cuarta parte de los ingresos del país y 40% de los bienes. Los impuestos a los ricos suman 35% del total, el más bajo desde 1960, década en la que se mantuvo cerca del 91%.
Kalle Lasn explica: “Antes Estados Unidos era un país de manufactura, de gente que trabajaba. Ahora ya nadie quiere estar en las fábricas. Los estadunidenses son felices estando en restaurantes y la economía se ha concentrado en los servicios. En los últimos 20 años la gente no ha trabajado más que especulando con el dinero, en la banca o en el casino. Ya no es cool vivir en la forma de vida americana”, remata.
El 99%
“No sólo es Estados Unidos. No es tan bueno ser europeo. Hay un sentimiento de declive de la civilización occidental”, continúa Lasn.
Según el editor de adbusters.org, es hora de comenzar la búsqueda de modelos sociales más inclusivos, más equitativos:
“Nuevos valores deben reemplazar los valores consumistas, agresivos, tan opulentos. Creo que la nueva generación comenzará con este movimiento”, afirma.
Pero esta no es la percepción de todos.
Ann Coulter, comentarista de Fox Business, ya tildó de totalitarios a los integrantes de Occupy Wall Street. Además, comparó su razonamiento con el de los nazis o el de los bolcheviques cuando estaban a punto de llegar al poder. Incluso Fox News llegó a tildarlos de “jóvenes jipis” que no representan a nadie.
“Cualquiera que ha participado en una asamblea general sabe que no es el caso (…) Como experiencia personal, puedo decirte que incluso tenemos banqueros aquí”, comenta Giovanna Trimble, quien explica que los medios tradicionales prefieren ver las carencias del movimiento que mostrar las imágenes en las que maestros, policías, rabinos, cristianos e incluso algunos exmarines muestran su apoyo a las marchas.
Estos aparecen en fotografías que difunden medios independientes como occupywallst.org, MoveOn.org, 350.org y democracynow.org
“Esa es nuestra demografía: somos el 99% de la humanidad”, dice la activista de Occupy Los Angeles.
“La realidad es que la gente de Estados Unidos no está acostumbrada a levantar su voz y a tomar acción. Han vivido con la creencia de que el sistema funciona para ellos y que los políticos que los representan hacen el trabajo para el cual fueron elegidos”, dice Leonardo.
“Esto está cambiando. Se está hablando muchísimo del movimiento, aunque aún no veas mucha gente en las calles y a pesar de los esfuerzos por opacarlo”, explica.
Dan Marks dice que Occupy Wall Street es un movimiento único y democrático, pero no es tan visible, pues no tiene líder ni persona que lo conduzca.
“No podemos depender de nuestros líderes para tener mayores cambios, especialmente cuando están comprados por las corporaciones”, dice Marks. “La gente camina en la calle por su propia cuenta. No necesitaron que alguien se los dijera, sólo actuaron”, añade.
La característica de la ausencia de líderes se explica por el uso de redes sociales. Adbusters.org dice que el movimiento está inspirado en el éxito de la plaza Tahrir en Egipto y las acampadas españolas, dos movimientos también horizontales, sin líderes.
“Creo que por ahora esta loca demanda sin liderazgo, que está empujando soluciones exponencialmente, ocurre en cientos de ciudades estadunidenses”, dice Lasn.
“Por el momento se trata de eso: de tener un horizonte, de empoderar a la gente. El que no sea claro el propósito da más poder, pues habrá una gran conversación nacional, en todo el mundo”, menciona el editor de adbusters.org.
Según el también documentalista y activista, en los próximos meses habrá demandas más claras. En el invierno se pedirán cosas como el Robin Hood tax (impuesto a los ricos), se verá la forma de detener la especulación con el dinero, una reforma bancaria y el modo de evitar la entrada de dinero de las corporaciones a Washington.
Al hablar sobre los intereses corporativos y de consumo que la guerra contra el narcotráfico ha traído en México, Lasn explica que este cambio de valores implica una revisión de la forma en la que se vende y en la que se consume, incluidas las drogas y las armas.
“Al final cada revolución es cultural. Qué comprar, qué hacer. Cada revolución es una revolución de la vida diaria y de la participación en la vida pública”, afirma.
Y considera que “el 15 y especialmente el 29 de octubre serán muy importantes. En éste último día se reunirán jefes de Estado en Francia. Creo que habrá marchas de millones en todo el mundo, similares a las de la guerra en Irak”.