El derecho a la indignación

miércoles, 19 de octubre de 2011 · 12:14
A punto de cumplir 94 años, Stéphane Hessel encarna el espíritu de resistencia ante el totalitarismo del mercado. Su libro Indignez vous! ha inspirado a los miles de jóvenes que se movilizan en Europa y Estados Unidos contra un sistema económico y político global que les arrebata el futuro. Sobreviviente de los campos de concentración nazis, diplomático que participó en la elaboración de la Carta de los Derechos Humanos de la ONU, Hessel mantiene su activismo y defiende los principios humanistas que han guiado su vida. Uno de ellos: el derecho a la dignidad y a la indignación de los ciudadanos del mundo. PARÍS (Proceso).- Stéphane Hessel se sube al escenario. Es alto, elegante, distinguido. El público aplaude con entusiasmo. Hessel sonríe con cortesía y agradece. La admiración que suscita no marea en absoluto a este joven caballero a punto de cumplir 94 años, que vivió “lo peor y lo mejor del siglo XX”. Asume con serenidad y sin pretensión su papel de “símbolo”: desde hace siete décadas encarna en Francia el espíritu de resistencia ante lo inaceptable. Más que un sabio, Hessel es una conciencia ética. Su mensaje no siempre encontró eco durante las últimas décadas, pero desde la publicación, a finales de 2010, de Indignez- vous!, un librito de escasas 30 páginas, su llamado a la indignación y a la resistencia recorrió el mundo. Inspiró a la juventud de España, que retomó el título de su libro para nombrar a su movimiento de protesta: Los Indignados. También inspiró la creación del día Internacional de los Indignados que se celebró este sábado 15 y la organización de la Marcha de los Indignados hacia Bruselas. En la noche del 10 de octubre, Hessel es el invitado del realizador francés Jorge Amat que estrena su documental Espíritu de Resistencia en la sala cinematográfica parisina Majestic Passy. No cabe un alfiler en la sala. La película es apasionante: recoge los testimonios de cuatro personajes que resistieron al nazismo y que lograron sobrevivir en campos de concentración: el dramaturgo Armand Gatti (autor la famosa obra La pasión del general Franco), Pierre Daix (periodista, escritor y especialista de arte moderno), Serge Silberman (productor de tres películas de Luis Buñuel: El diario de una camarera, La vía láctea y El discreto encanto de la burguesía,) y Stéphane Hessel. En el documental, estos cuatro hombres explican cómo lograron preservar su “esencia humana” en medio del horror y cómo salieron de esa experiencia extrema armados con inquebrantables convicciones humanistas. Gatti también sube al escenario del cine Majestic Passy. Se ve un poco cansado y se pierde en recuerdos personales. Diplomáticamente Hessel retoma el hilo del debate. Al igual que en su librito, se dirige a los jóvenes. Les dice: “No deben ser indiferentes. No deben decir: ‘no puedo hacer nada, sólo voy a tratar de arreglármelas como pueda’. Al comportarse así ustedes pierden unas de las componentes esenciales de lo humano: la facultad de indignación y la del compromiso”. También enfatiza que pudo salvar su dignidad en los campos de concentración gracias a la solidaridad y a la poesía. Hessel se expresa en un francés refinado que salpica de vez en cuando con expresiones populares. Contesta con gran respeto y mucho humor a cada pregunta del público. Se burla de sí mismo cuando siente que su interlocutor tiende a idealizarlo. Al final del debate, se levanta y recita con fervor un largo poema de Arthur Rimbaud, Les Chercheuses de Poux. Luego se disculpa: “Ya son las diez y media de la noche. Mañana me toca viajar temprano a Nancy (Francia) y luego a Karlsruhe (Alemania)”. Antes de irse confirma a la reportera que también estará en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a principios de noviembre para participar en las labores del Tribunal Russell sobre Palestina. “Así es desde finales del año pasado”, confía con una sonrisa maliciosa. “Mi librito me exige viajar por todas partes y me importa obedecerle.” Y con cierta coquetería recuerda que acaba de regresar de Nueva York, donde presentó su “librito” traducido al inglés con el título Time for Outrage. Aventura literaria La aventura de Indignez-vous! empezó a mediados del año pasado durante una larga conversación que Hessel sostuvo con Sylvie Crossman y Jean Pierre Barou, quienes crearon en 1996 la editorial Indígena en la ciudad de Montepellier (sur de Francia). Su meta: “Dar visibilidad a una modernidad distinta de la que un Occidente a la vez asustado y arrogante concibió basándose en una noción de progreso mecanicista, cada vez más totalitario y dominado por la economía y las finanzas”, explica Crossman. La editorial Indígena cuenta con varias colecciones. Entre ellas destacan una llamada Los que caminan contra el viento, en la que Hessel publicó Indignez-vous!, otra –Indigène Art– que cuenta con una veintena de títulos, entre ellos Chiapas, México, California. Un mundo hecho de todos los mundos, coordinado por Yvon Le Bot y una tercera –Indigène Esprit– que incluye libros sobre los indios Navajo, los Inuit y el Tíbet. Grossman, Barou y Hessel coincidieron en la necesidad de lanzar un nuevo grito de alarma ante las crisis profundas y peligrosas que amenazan a Francia y al mundo en el alba de la segunda década del siglo XXI. Decidieron que convenía “interpelar” a los jóvenes. “Nos pareció importante recordar a las nuevas generaciones que sólo gracias a la fuerza de la indignacion y de la movilización de los ciudadanos lograremos que se escuche nuestro mensaje, un mensaje simple y claro: el mundo nos pertenece y no a los Estados, y menos aún a las fuerzas del mercado de las cuales los Estados se volvieron los títeres”, explica Hessel en su nuevo libro Tous comptes faits ou presque…, (A final de cuentas o casi…), publicado el pasado 6 de octubre. Así nació Indignez-vous!. Fue escrito de un solo jalón y publicado el 20 de octubre de 2010, día en que Hessel festejó sus 93 años. El autor y los editores optaron por ponerle un precio de venta módico: 3 euros. En dos meses, y sin campaña publicitaria alguna, se vendieron 450 mil ejemplares. Esa cifra subió a 900 mil ejemplares a finales de diciembre. Fue el libro que más se regalaron los franceses en Navidad. Hoy son más de 2 millones de libros vendidos sólo en Francia y 2 millones más en el mundo. Durante 2011, Indignez-vous! fue traducido a 34 idiomas. Barou y Crossman se mostraron exigentes para la selección de los editores extranjeros. Por lo general privilegiaron pequeñas editoriales militantes, como la suya. En el caso de España, en cambio, firmaron un contrato con Planeta para asegurar una traducción homogénea y una distribución más fluida en toda América Latina, pero exigieron del grupo editorial que comprara los derechos de todos los demás libros de Hessel para distribuirlos ampliamente en los países hispanohablantes. Crosmman y Barou cuentan que en Albania y Macedonia militantes crearon editoriales para poder publicar Indignez-Vous!. Aluden a los problemas que tienen con la traducción china. Está hecha. No sufrió censura alguna, pero la distribución del libro se suspendió porque Hessel se entrevistó largamente con el Dalai Lama en Francia en agosto pasado. En cambio, Indignez-Vous! se vende muy bien en Japón y en Corea del Sur, aseguran. Desde el principio de esta aventura, Hessel precisó que no cobraría derechos de autor. Estos se entregan a fundaciones y ONG que el autor apoya. Entre ellas destacan el Tribunal Russell para Palestina creado en 2009 y el Colegio Internacional Ético, Científico y Político fundado en 2002 por Milan Kucan, expresidente de Eslovenia, y Michel Rocard, exprimer ministro socialista francés. Resistir ¿Qué aporta Hessel en esas 30 páginas que se convirtieron en un fenómeno editorial internacional? Nada nuevo, dicen sus detractores, inquietos ante su éxito planetario o enfurecidos por su apoyo indefectible a la causa palestina. Un mensaje de esperanza y un formidable ánimo de lucha, replican sus lectores. “Estos principios y valores fueron la base de la democracia moderna de nuestro país, una verdadera democracia económica y social que implicaba la pérdida de poder de los grandes feudos económicos y financieros (…) La resistencia proponía un uso racional de la economía que aseguraba la subordinación de los intereses particulares al interés general (…) También defendía la libertad de prensa, el honor y la independencia de los periodistas con relación al Estado, a los poderes económicos y a las influencias extranjeras”. Indignez-vous! cuenta con siete capítulos. En el primero Hessel recuerda a la juventud francesa y explica a sus lectores extranjeros la importancia de los principios y los valores que defendió el Consejo Nacional de la Resistencia creado clandestinamente en Francia en 1943 para luchar contra la ocupación nazi. Enfatiza Hessel: “Es toda esa base de conquistas sociales de la resistencia que se cuestiona y se ataca hoy día. Urge defenderla”. El motivo de la resistencia es la indignación, tal es el título del segundo capítulo en el que el autor insta a los jóvenes a indignarse y luego a comprometerse a luchar contra las desigualdades cada vez más abismales que existen entre los más ricos y los más pobres, contra el poder sin igual, insolente, egoísta del dinero, a favor de los destechados, los indocumentados, los migrantes perseguidos, discriminados, encerrados en centros de retención… “Lo que nos motivó en la resistencia fue la indignación. Nosotros, los veteranos de la resistencia, llamamos a las nuevas generaciones a hacer vivir y a transmitir nuestra herencia y nuestros ideales. A los jóvenes les decimos: ‘¡Tomen el relevo e indígnense! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no deben renunciar ni dejarse impresionar por la dictadura internacional de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia.” El quinto capítulo está totalmente dedicado a la causa palestina que el autor, judío que no cree en el monoteísmo y se interesa en la filosofía budista, defiende desde hace décadas. En ese capítulo escribe: “El hecho de que judíos perpetren crímenes de guerra, es insoportable. Desafortunadamente en la historia hay pocos ejemplos de pueblos capaces de sacar lecciones de su propia historia”. Estas dos frases provocaron un escándalo en círculos intelectuales y políticos franceses que calificaron a Hessel de antisemita. También bloquearon la distribución del libro en Israel. Los dos últimos capítulos son un alegato a favor de la no violencia y de la insurrección pacífica. Explica Hessel: “Estoy cada vez más convencido de que el porvenir pertenece a la no violencia, a la conciliación de culturas diferentes. Será la vía que permitirá que la humanidad pase a otra etapa”. Precisa: “La violencia no es eficiente. El terrorismo no es eficiente. Hay que entender que la violencia da la espalda a la esperanza. Siempre hay que privilegiar la esperanza, la esperanza de la no violencia. Tanto por parte de los opresores como por parte de los oprimidos hay que aceptar la perspectiva de llegar a una negociación para hacer desaparecer la opresión. Es lo que permitirá acabar con la violencia terrorista. No hay que dejar que se acumule el odio. “El mensaje de Mandela o de Martin Luther King es sumamente pertinente en un mundo que ya rebasó el enfrentamiento de las ideologías y el totalitarismo conquistador. Es un mensaje de esperanza en la capacidad de las sociedades modernas para resolver los conflictos gracias a una comprensión mutua y una paciencia vigilante. Para lograr esa meta es preciso apoyarse en el derecho cuya violación, cualquiera que sea el autor de esa violacion, debe indignarnos.” Al final de su librito, Hessel recuerda que si bien la resistencia venció el nazismo, siguen subsistiendo amenazas fascistas. Y lanza una última exhortación: “Llamamos a una verdadera insurrección pacífica contra los medios masivos de comunicación que proponen como único horizonte para nuestra juventud el consumo desaforado, el desprecio a los más débiles y a la cultura, la amnesia generalizada y la competencia a ultranza de todos contra todos. “A los que construirán este siglo XXI les decimos con todo nuestro afecto: Crear es resistir, resistir es crear.” Humanismo A lo largo de esas 30 páginas, Hessel defiende su optimismo inquebrantable. No cree ciegamente en el ser humano. Su paso por los campos de concentración lo enfrentó con el rostro más oscuro del hombre. Está consciente de la complejidad humana, pero sigue creyendo en “el progreso de la humanidad por contradictorias que sean las etapas de su evolución con sus pasos adelante y sus pasos atrás, con sus impulsos colectivos y sus logros individuales”. Cada vez que se le reprocha ser “utopista” o “ingenuo” contesta: “El verdadero realismo es tomar la medida del potencial humano y no dejarse impresionar por las limitaciones que impone la resignación”. Lo dice y lo repite: ese optimismo se forjó en su familia, en la lucha para sobrevivir a la barbarie, y en su larga vida dedicada a grandes causas humanistas. Stephane Hessel nació en 1917 en Berlín, donde pasó los siete primeros años de su vida. Su padre, Franz Hessel, era un escritor judío que, junto con el filósofo Walter Benjamin, se lanzó en una formidable aventura literaria: traducir toda la obra de Marcel Proust al alemán. Helen Grund, su madre, tambien judía, era una hermosa intelectual berlinesa anticonformista cuya influencia fue capital en la vida de Stéphane. “Siempre que hablo de Helen, confieso lo mismo: ella fue lo más importante que me dio la vida. Un día me dijo: ‘Es preciso ser feliz y la felicidad que uno vive hay que difundirla alrededor’ (…) Aprendí a ser feliz para ser digno de ella; aprendí a ser feliz, es decir, a creer en mí como propagador de felicidad, para poder vencer cualquier obstáculo que se encuentre entre la meta perseguida y el esfuerzo que implica alcanzar esa meta.” Helen es la protagonista de la película Jules et Jim que Francois Truffaut realizó en 1962. El film cuenta su historia de amor con dos escritores: Franz Hessel, su esposo, y Henri-Pierre Roché, su amante. La película es una adaptación de la novela homónima escrita por Roché. Stéphane, sus padres y su hermano se mudaron a París en 1924 y vivieron la efervescencia artística de esa época. Alumno brillante, Stéphane Hessel obtuvo su bachillerato a los 15 años y emprendió sus estudios superiores con entusiasmo. Se casó con una joven rusa Vitia Mirkine Guetévitch en 1939. Un año más tarde fue detenido por los alemanes, pero logró escapar. Se fugó a Londres en 1941 y se incorporó a las Fuerzas Francesas Libres (FFL) que se organizaban alrededor del general De Gaulle. Muy pronto fue reclutado por los Servicios de Espionaje e Inteligencia de las FFL. Empezó a realizar misiones en Francia. En 1942 fue detenido en París por la Gestapo, la policía secreta alemana. Fue torturado y deportado al campo de concentración de Buchenwald, junto con otros 35 compañeros suyos. Según cuenta en Tous comptes faits, ou presque… fueron encarcelados en el Block 17, la antesala de la muerte. Se aterraron cuando vieron que 16 de sus compañeros habían sido colgados en ganchos de carnicero. Gracias a la complicidad de un preso, Eugen Kogon, quien trabajaba en la enfermería donde se mantenían aislados a los prisioneros que padecían tifus, el médico alemán que dirigía ese servicio aceptó cambiar las identidades de tres enfermos que acababan de morir con las de dos oficiales británicos y un francés. El francés era Stéphane Hessel, que tomó el nombre de Michel Boitel. Ese cambio de identidad que le salvó la vida se realizó el 20 de octubre de 1944, el día de su cumpleaños. Tenía 27 años. Los demás detenidos fueron ejecutados. El doctor Ding-Schuler había aceptado ese “intercambio” porque sabía que Alemania estaba perdiendo la guerra. Buscaba “colaborar” para protegerse de futuras represalias. Hessel fue trasladado al campo de concentración de Dora y en 1945 logró escapar del tren que lo llevaba a otro campo de concentración: el de Bergen-Belsen. Después de la guerra, Hessel tuvo la “tentación” de ser escritor, pero entendió que no “tenía vocación”. Se integró al servicio diplomático. Inacabable es la lista de las responsabilidades oficiales que asumió entre 1946 y 1983, muchas de ellas en altas esferas de las Naciones Unidas. Infinitos son sus compromisos en defensa de los derechos humanos y sus luchas políticas que sigue llevando hoy con más energía que nunca. Sin lugar a dudas, la misión oficial que más lo enorgullece es la primera que le fue confiada. Durante tres años, de 1945 a 1948, trabajó en la elaboración y la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que fue adoptada por la ONU el 10 de diciembre de 1948. Junto con lo que sufrió en los campos de concentración nazis, esa experiencia lo marco de por vida y determinó el eje de su vida personal, profesional y política: defender contra viento y marea el derecho a la dignidad de cada uno de los seres humanos que pueblan el planeta. Y hacerlo hasta el último soplo de vida.

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