El desplome de "Il Cavaliere"

lunes, 14 de noviembre de 2011 · 09:48
Finalmente se le cayó el rating a Silvio Berlusconi... El magnate de los medios que durante 17 años gobernó Italia fue alcanzado por la crisis financiera europea, que logró lo que sus detractores no habían podido: ponerlo contra la pared y aplastarlo en sólo 17 días. Il Cavaliere se va acusando de “traidores” a sus antiguos aliados. Sin embargo, la crisis en Italia no terminará con su renuncia... el próximo primer ministro deberá sacar a esa nación de un profundo pozo. MILÁN, ITALIA (Proceso).- Antes de las 17:00 horas del martes 8 el futuro político del primer ministro italiano Silvio Berlusconi ya estaba marcado. No logró la mayoría en la Cámara de Diputados. Necesitaba al menos 316 votos para demostrar su fuerza en la aprobación de la Ley de Cuentas 2010 y sólo obtuvo 308. Ocho diputados que eran sus aliados lo abandonaron: no votaron en contra pero se abstuvieron e hicieron ganar a sus opositores. Berlusconi hizo una mueca de resignación al ver que los números no lo favorecían. Al frente tenía una hoja donde escribía los nombres de los “traidores” y anotaba sus opciones: “nuevas elecciones”, “presidente de la república” y “dimisión”. Por primera vez desde 1994, cuando llegó al poder, barajó la renuncia como una posibilidad. Apenas 17 días antes, el 23 de octubre, en una conferencia de prensa en Bruselas una periodista le preguntó a la canciller alemana Angela Merkel y al presidente francés Nicolas Sarkozy si tras conversar con Berlusconi y escuchar las reformas que pensaba emprender en su país, estaban más tranquilos. Ambos se voltearon a ver y exhibieron una sonrisa cómplice. Fue un signo de su desconfianza hacia el gobernante italiano. En días posteriores esa desconfianza hizo mella en los miembros del partido Liga del Norte –su principal aliado en la coalición gobernante italiana– y hasta en su propio partido, el Pueblo de la Libertad (PDL). La Liga del Norte y diputados del PDL se opusieron a la reforma que Berlusconi impulsaba para extender la edad de jubilación de 60 a 67 años, medida exigida por la Unión Europea (UE). A pesar de representar a la tercera economía más fuerte de Europa, Berlusconi llegó el pasado jueves 3 a la reunión del G-20 en Cannes con puras deudas bajo el brazo y sin acuerdos con los partidos italianos. El trato que le dispensaron los líderes europeos ya no fue el mismo. Noviembre empezó con pésimos signos para Piazza Affari, la bolsa italiana que se desplomó (el jueves 10 cayó siete puntos) arrastrando a las demás de Europa. De hecho la deuda del país tiene preocupada a la UE: es de 1.9 billones de euros, equivalente a 120% de su Producto Interno Bruto. A su regreso de Cannes, Berlusconi seguía blofeando: “Nosotros somos una economía fuerte, la vida en Italia es la de un país rico, siempre se ha demostrado esto. El consumo no ha disminuido, los restaurantes están llenos, con trabajo y se logra hacer reservaciones (...) Los lugares en los aviones, en los destinos turísticos, están hiperllenos de italianos, así que no me parece que lo que pasa en Italia se pueda parecer a una fuerte crisis”, afirmó el viernes 4 en conferencia de prensa. Pero la noche del martes 8 la realidad lo alcanzó. “Tenemos un problema de números; ahora debemos reflexionar sobre lo que hay que hacer”, reconoció por fin durante un encuentro con su gabinete. A las 19:00 horas de ese mismo día se reunió con el presidente de la República, Giorgio Napolitano. Exhausto, confesó que había perdido su última jugada. “Le confieso, señor presidente, que no me lo esperaba (...) Ni por estos números ni por los nombres de quienes me han traicionado. Todos eran extremadamente leales, como Antonione”, dijo en referencia a Roberto Antonione, uno de sus compadres (literalmente, pues Berlusconi bautizó a su hija en 2002), quien fue coordinador de Forza Italia (2001-2003) y gobernador de la región Friuli-Venezia Giulia (1998-2001). Leyes “ad personam”   En sus cuatro mandatos Berlusconi mezcló todo: convirtió a sus compadres y amigos en funcionarios y a sus conquistas amorosas en candidatas a ocupar cargos de elección en alguna ciudad o en conductoras de televisión. Si los puestos en la administración pública no bastaban, podía echar mano de las plazas en las televisoras, las públicas y las privadas, pues es el dueño del Grupo Mediaset y como jefe de gobierno podía colocar a quien quisiera en la cadena pública de radio y televisión, la RAI. Además es propietario de la editorial Mondadori, de la sociedad financiera Fininvest y del equipo de futbol Milán. Su riqueza –calculada en 7 mil 800 millones de dólares– lo ha colocado como el tercer hombre más rico en Italia y según Forbes ocupa el puesto 118 en el mundo. Para ilustrar eso está el caso de Mara Carfagna, la guapa ministro de la Igualdad de Oportunidades, quien antes de entrar al gobierno de Berlusconi era más conocida como show-girl y modelo; o el de Patrizzia D’Addario, la prostituta de lujo que fue candidata a alcalde de Bari; o el de Nicole Minneti, quien de ser su dentista pasó a ser consejera en la región de Lombardía. Dos casos son significativos: Uno es el de Umberto Scapagnini, su médico personal. Gracias a su relación con el primer ministro ha ocupado varios cargos públicos: Fue dos veces alcalde de Catania, la segunda ciudad en importancia de la región de Sicilia. Durante su gestión la procuraduría local lo investigó por “abuso de oficio”. Al final de su gestión la ciudad se declaró en bancarrota. A pesar de ello logró una diputación por el PDL. Otro caso es el de Niccoló Ghedini, su abogado. En 2001 fue elegido diputado por Forza Italia, partido aliado del primer ministro. En 2006 fue senador por el PDL y en 2008 nuevamente diputado. Ghedini –quien reparte su tiempo entre los tribunales y el Parlamento– ha sido clave para Berlusconi: ha concebido algunas de las llamadas leyes ad personam para beneficiar al primer ministro en su doble papel de empresario y gobernante. De hecho, estas leyes han permitido la expansión de las empresas del magnate. Desde 2001 se han aprobado 17 leyes y decretos ad personam. La más reciente fue la Ley Alfano, propuesta por el PDL en julio de 2008, cuando Berlusconi estrenaba su cuarto mandato. Su objetivo: que las personas que ocupan los cuatro cargos más importantes del Estado –los presidentes de la República, del Senado, de la Cámara de Diputados y del Consejo de Ministros– pudieran evitar a la justicia en caso de ser objeto de investigación. Lo curioso es que, de los cuatro, sólo Berlusconi arrastra procesos judiciales. En toda su vida Berlusconi ha enfrentado 24 juicios, 18 de ellos como mandatario. De ese total ocho fueron archivados, siete prescribieron y en nueve fue absuelto. Las acusaciones son diversas: falsos balances en sus empresas, falsos testimonios, corrupción, cohecho, tráfico de drogas, concurso externo en asociación mafiosa, lavado de dinero, difamación agravada, favorecimiento de la prostitución de menores… Éste último es uno de los delitos que enfrenta en uno de los cinco casos que le quedan abiertos y en el cual está implicada la joven marroquí Ruby Robacorazones. Otros son el proceso Mills, llamado así por su exabogado David Mills, a quien presuntamente Berlusconi corrompió para falsear testimonios; y el Mediaset, donde se le acusó de fraude fiscal, falsos balances, apropiación indebida y creación de fondos negros para el manejo de derechos televisivos.   Genio y figura   El 2 de febrero de 2004 Umberto Scapagnini declaró: “Berlusconi tiene un sistema de tipo inmunitario verdaderamente extraordinario el cual hace que nada mine su salud y que lo hace técnicamente inmortal”. Así nació el mito de que Il Cavaliere,­ como le apodan, poseía el “elíxir de la eterna juventud”. Y al parecer Berlusconi se lo creyó. A medida que su edad avanza (tiene 75 años) sus conquistas se han enfocado en mujeres cada vez más jóvenes. Veronica Lario, su última esposa y madre de tres de sus cinco hijos, lo advirtió en abril de 2009, justo antes de separarse de él. “Mi marido está enfermo, no es normal”, dijo. Lario se acaba de enterar de que Berlusconi había asistido a la fiesta de cumpleaños de la joven napolitana Noemí Letizia, quien entonces tenía 18 años y lo llamaba Papi. “Desde que Playboy declaró que soy el político más sexy, ya no tengo tregua. Ayer, por ejemplo, había afuera de mi recámara 11 chicas formadas, pero al final sólo pude con ocho... porque finalmente no se puede llegar a tanto”, decía Berlusconi entre risas a Gianpaolo Tarantini, su principal “buscador” de chicas, al comentar los hechos de una de sus fiestas en su residencia de Cerdeña, revelados gracias a las intervenciones telefónicas de la policía (Proceso 1823). Hasta el jueves 10 Berlusconi prometía que no será de nuevo candidato a primer ministro. Incluso ya nombró a su sucesor: Angelino Alfano, su ministro de Justicia. Pero la prensa italiana mencionaba a Mario Monti, de 68 años, excomisionado de la UE, como “el más adecuado” para liderar un gobierno de unidad nacional que impulse de forma inmediata las dolorosas medidas de austeridad económica que exige la UE. Berlusconi dice que piensa apoyar a su partido en las próximas campañas electorales: “Total, es algo que siempre me ha salido bien”, comentó. Y añadió que quizá vuelva a ser presidente… pero del equipo de futbol Milán. Muchos italianos aún dudan de su retiro político. El columnista Filippo Ceccarelli reflejó ese escepticismo en un artículo que publicó el miércoles 9 en el diario La Repubblica: “Existen innumerables hechos, testimonios y documentos donde la palabra de Berlusconi no es para considerarse como la más sincera, ni la más clara, ni la más confiable”.   Herencia maldita   Cuando Berlusconi llegó al poder, Italia acababa de superar un periodo difícil. Dos años antes, en 1992, precisamente en Milán, cuna del mandatario, se descubría una importante red de funcionarios corruptos. Un escándalo que se conoció como Tangentópoli. Berlusconi, que llegaba de la iniciativa privada, entraba con nuevos bríos, imponía su frescura. Incluso convocó a dos de los jueces que siguieron el caso Tangentópoli (Pier Camilo Davigo y Antonio di Pietro, actual diputado y líder del partido Italia de los Valores) para que se integraran a su gabinete. Ambos declinaron pero quedaba claro que sus intenciones eran combatir la corrupción. Alberto Vannucci, catedrático de la Universidad de Pisa y uno de los investigadores más importantes en Italia y Europa sobre temas de corrupción, explicó en entrevista con Proceso que con la llegada de Berlusconi al poder, la percepción de la población cambió positivamente. Los italianos mantuvieron su confianza en el primer ministro como adalid contra la corrupción... aunque él mismo no tuviera intención de serlo. “De esta manera también ha logrado hacerse un escudo de su poder adquirido porque a la par de que se han creado leyes pensadas para él, los tiempos de prescripción se han reducido, lo que ha dado pie a mayor impunidad”, dice Vannucci. “Es significativo”, explica Vannucci, “que de 2001 a 2010, según Transparencia Internacional, la percepción de la corrupción ha aumentado año con año. Al mismo tiempo las estadísticas judiciales sobre combate a la corrupción son estables, pero si se cruzan ambos datos parece que la corrupción aumenta porque las expectativas de que no pase nada son muy altas. “Esa es precisamente la herencia que deja Berlusconi. Además de las malas cuentas, una cultura de la impunidad, de la evasión fiscal, de la corrupción ventajosa”, remata Vannucci.

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