Alemania: un thriller neonazi

viernes, 25 de noviembre de 2011 · 19:30
BERLÍN (apro).- Durante una década, 10 alemanes --nueve de ellos de origen extranjero y una agente de policía--fueron asesinados. La policía nunca vinculó los crímenes entre sí. Paralelamente a éstos, tuvieron lugar una serie de robos a bancos y atentados con explosivos, sin que tampoco nadie los vinculara. Un día, por pura casualidad, las autoridades descubrieron que tales eventos no sólo tenían relación sino que todos habían sido cometidos por un trío de neonazis, radicado en el pueblo de Zwickau, en el deprimido este alemán. Tal descubrimiento llegó sólo después de que dos de ellos aparentemente se suicidaron dentro de una casa rodante y una tercera cómplice prendiera fuego al apartamento que los tres compartían, a fin de destruir las pruebas de sus crímenes, y acto seguido se entregara a la policía. Ésta bien podría ser la trama de una típica serie criminal en la que las piezas del rompecabezas vuelven locos a los investigadores y la sospecha sobre la existencia de una enorme y muy peligrosa banda terrorista no logra ser confirmada. Sin embargo, no se trata del libreto de un guión de televisión, sino del mayor escándalo sobre crímenes de raza en Alemania luego del Holocausto nazi. El pasado viernes 11 la historia saltó a los titulares de todos los diarios y noticieros de radio y televisión de Alemania. Dos semanas después, el asunto sigue siendo tema de los principales programa de debate y pareciera que irá in crecendo. No es para menos: Jörg Geibert, ministro del Interior de Turingia --estado federado del este alemán de donde son originarios los miembros de la célula terrorista autodenominada Clandestinidad Nacionalsocialista-- fue claro: "Las conclusiones a las que podemos llegar por el momento apuntan a que efectivamente estamos ante una nueva forma de terrorismo de extrema derecha", dijo. Por su parte, el ministro alemán del Interior, Hans-Peter Friedrich, no sólo reconoció el fracaso de la policía en su labor de inteligencia y vigilancia de los grupos de extrema derecha en Alemania, sino también aceptó la posibilidad de que el caso de la "célula terrorista de Zwickau" sea sólo la punta del iceberg: "Al parecer las estructuras son más grandes de los que imaginábamos y, por tanto, más peligrosas porque no logramos tener más informaciones y eso es preocupante", señaló. El trio de Turingia La historia comenzó hace cerca de 13 años, el 26 de enero de 1998, cuando la policía realizó un registro domiciliario en la ciudad de Jena, también ubicada en el este alemán. El trío conformado por Uwe Böhnhardt, Uwe Mundlos y Beate Zschäpe ya estaba bajo la mira policial. Se sabía, cuando menos, que los jóvenes frecuentaban al grupo neonazi de Jena, el cual era calificado como "brutal" en la caza que realizaba de gente de izquierda y extranjeros. La relación con ellos era de camaradería, casi rozando con lo familiar. |El registro realizado entonces por la policía fue contundente: en el departamento que ocupaba el trío no sólo fue encontrado material propagandístico de extrema derecha y armas que simulaban catapultas, sino también bombas de fabricación casera y cerca de un kilo de dinamita. No fue sino hasta dos días después del hallazgo cuando la orden de aprehensión llegó, pero para ese entonces el trío ya había desaparecido. Se sumergió en la clandestinidad absoluta. Lo anterior fue el primero de una serie de errores cometidos por las autoridades y los cuales parecen incomprensibles ante los ojos críticos que hoy exigen una explicación sobre el asunto. Una vez conformada la célula terrorista, ésta comenzaría a actuar. En 1999, cometieron robos a bancos en los estados de Turingia y Pomerania. Se estima que el botín de los hurtos es lo que dio solvencia económica al grupo durante más de una década. El 9 de septiembre de 2001 comenzó la serie de asesinatos que sumarían hasta la fecha 10. El vendedor de frutas de origen turco Enver S., de 38 años, fue la primera víctima. Hasta su pequeño local --ubicado en la afueras de la ciudad de Nuremberg-- llegó el grupo armado y sin más dispararon sobre él con una pistola Ceska, tipo 83, calibre 7,65, con silenciador. A partir de entonces el trío se desplazaría por todo el país para cometer sus crímenes: de Rostock a Munich, de Dortmund a Heilbronn… Y lo peor de todo: la policía encontró a cada una de las víctimas, pero nunca logró determinar ni los motivos, ni a los culpables. Fueron, todos, asesinatos sin explicación. Nueve meses después de la primera ejecución, vino otra en la misma ciudad. Después se sumaron otras en las ciudades de Hamburgo, Munich, Rostock, Dortmund y Kassel. En dos de los casos, las víctimas eran propietarios de establecimientos que vendían comida rápida turca, los famosos Döner, por lo que incluso los casos llegaron a ser conocidos como los "homicidios döner". Si bien todas las víctimas eran de nacionalidad alemana, ocho de ellos eran de origen turco y uno griego. Paralelo a los crímenes, el trío neonazi siguió con el atraco a bancos y en 2004 fueron los autores de un atentado en el que explotó una bomba en una céntrica calle de la ciudad de Colonia, habitada principalmente por inmigrantes turcos y en donde resultaron heridas 22 personas. El décimo crimen llegó en el 2007 en la ciudad de Heilbronn. A plena luz del día, una pareja de agentes de la policía fue atacada. La agente Michele K. resultó muerta. En esta ocasión, nuevamente la autoridad no fue capaz de relacionar ni descubrir que los autores de todos estos crímenes eran las mismas tres personas. Interrogantes El rompecabezas comenzó a armarse apenas este noviembre. Luego de cometer su último asalto bancario y cuando ya la policía les pisaba los talones --según reveló el semanario Der Spiegel--, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhart, de 38 y 34 años respectivamente, prendieron fuego a su casa rodante, instantes antes de dispararse con un revólver. Fue entonces, que la policía descubrió dentro de los restos del automóvil el arma reglamentaria de la agente asesinada. Unos cuantos días después, una integrante de la célula terrorista, Beate Zschäpes, de 36 años, se entregó a la policía. Horas antes, se encargó de prender fuego al departamento que compartía con sus cómplices en el pequeño poblado de Zwickau. Sólo entonces se desveló ante la autoridad lo que durante más de una década no habían podido descubrir ni investigadores ni agentes secretos. En los restos del departamento quemado se encontró el arma con el que fueron asesinados los nueve inmigrantes y un perverso y grotesco video de 15 minutos en el que el grupo reivindicaba los crímenes, los robos bancarios y los atentados con explosivos. A partir de ese momento han sido más las interrogantes que las respuestas claras en torno al caso. ¿El trío actuó solo o forma parte de una amplia y peligrosa red de terroristas de extrema derecha? ¿Qué papel jugaron dentro de toda esta trama los informantes de la policía? ¿Por qué las instituciones no fueron capaces de seguir toda esta red de pistas que hubieran permitido dar con el grupo antes? La información fluye a cuenta gotas. Y lo único que queda claro, según las voces más críticas, es la inconsistencia de la lucha contra la violencia racista y xenófoba practicada permanentemente por la ultraderecha en Alemania, la cual contraría con un universo --según las cifras oficiales-- de aproximadamente 10 mil personas.

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