Rajoy: el hombre del "depende..."

lunes, 28 de noviembre de 2011 · 22:34
El domingo 20 España votó por Mariano Rajoy, quien el próximo mes sustituirá a José Luis Rodríguez Zapatero en la presidencia. Militante del derechista Partido Popular, Rajoy ocupó diversos cargos públicos, sobre todo al amparo del gobierno de José María Aznar, y escaló puestos prácticamente por escalafón. Calificado unánimemente como un personaje indeciso, ambiguo, soporífero, tibio y dado a escurrir el bulto ante preguntas comprometedoras con el estribillo de “depende...”, el próximo mandatario ha mantenido en secreto el tema de mayor importancia ante la actual crisis económica: cuál será su plan de choque. MADRID (Proceso).- Mariano Rajoy Brey salió sonriente al balcón del edificio del Partido Popular (PP), en la calle Génova, para ser vitoreado por sus seguidores que la noche del domingo 20 aseguraron su llegada al palacio de La Moncloa, centro neurálgico del poder en España. Derrotado electoralmente en 2004 y 2008, su tercer intento fue el exitoso. Le benefició esperar pacientemente el hundimiento y el duro castigo que las urnas dieron al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y su partido, por su gestión de la crisis económica y las medidas de choque aplicadas. Pero Rajoy no se mostró eufórico en su festejo. Incluso fue mesurado. Sabe lo que sufren más de 5 millones de españoles por esa crisis. El periódico británico The Guardian lo describió como “el maestro de la ambigüedad”. Es un político “con nervios de acero”, que con el propósito de no “asustar” a los votantes se abstuvo de dar a conocer su verdadero plan de recortes para sacar a España de la peor crisis de su historia. Y aunque ni en la campaña develó cuál era su plan concreto, los electores le dieron amplias posibilidades de maniobra al conseguir 186 escaños, una holgada mayoría en el Congreso de los Diputados, frente a los 110 del Partido Socialista Obrero Español, que perdió 4.5 millones de votos. Pero quién es Mariano Rajoy, el que ha colocado en esta extraordinaria posición al PP. Él mismo se presenta en la introducción de su libro En confianza (Planeta, 2011): “Soy Mariano Rajoy, español y gallego nacido en Santiago de Compostela hace cincuenta y seis años. Estudié en un colegio público y en otro privado, en pueblos de Galicia y en León, aunque mi pequeña patria y la de mi mujer, Elvira –Viri–, está en Pontevedra y la zona de Sanxenxo”. Además dice: “Mi filosofía personal se resume en tener sensatez, razonar, pensar las cosas con calma e intentar entender al otro, hablaré de lo que nos una más, más que de lo que nos separa. He gestionado y resuelto crisis y dificultades de todo tipo, y me gustaría que todo este bagaje pudiera ser útil a mi país, en este momento tan crítico y tan preocupante en la historia de España”. Acusado de ser muy pasivo, él mismo hablaba de ello en una entrevista con el dominical XL Semanal, del diario ABC en agosto pasado: “Hay veces que las cosas hay que resolverlas en un segundo, que a veces hay que esperar un mes y que otras, la mejor decisión es no tomar ninguna decisión”. –Los tiempos del señor Rajoy a veces desesperan, ¿tiene la tensión tan baja como los buenos ciclistas? –replicó el reportero. –Le diré que a veces cuando muchos piensan que me he tomado demasiado tiempo, yo he pensado que me he tomado muy poco tiempo. Hombre del aparato del PP y alfil del expresidente conservador José María Aznar (1996-2004), en cuyos gobiernos ocupó diversos ministerios y la vicepresidencia de España, Rajoy no tuvo una presencia destacada; su actuación fue de bajo perfil. Con Aznar compartió desde Alianza Popular, el partido precursor del PP en los ochenta, y fue miembro de la entonces nueva generación de la derecha española.   El impasible   “Es ante todo un señor de Pontevedra”, dice el periódico de El País, que lo describe como una persona que se formó en su juventud en el seno de una “burguesía de altos funcionarios que llevaba una vida apacible de tertulias, bailes de sociedad y veraneos en la costa”. Lo dibuja como un hombre “familiar, educado, estudioso, fiel a las tradiciones… un hombre de orden”. Manuel, un empresario inmobiliario que fue su compañero en la universidad dice a Proceso: “Era un chapón (destacado por su tenacidad). Siempre estaba entre los cuatro mejores (de la clase) pero no era ni es brillante. Es un tipo tenaz, muy constante, con una voluntad de hierro, pero no propiamente inteligente; pero, eso sí, siempre fue y ha sido un tipo reservado; socializaba poco, sólo con dos o tres compañeros”. Recuerda que llegó a vencer al político en algunas partidas de cartas, y lo reconoce como un hombre de memoria fotográfica: “Es de los que memorizan todo”. Amante de los deportes, en especial del futbol, el político gallego es socio del equipo Real Celta de Vigo, que preside Carlos Mouriño Atanes, padre del extinto secretario mexicano de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. Aunque también simpatiza con el Deportivo La Coruña. A los 23 años, casi al final de su carrera de derecho en la Universidad de Santiago, Rajoy hizo los exámenes de oposición y consiguió una plaza de registrador de la propiedad; le otorgaron la titularidad del registro en Santa Pola (Alicante). Poco después descubrió la política. Empezó pegando carteles de Alianza Popular y desde entonces tuvo una fulgurante carrera cobijado por el dirigente Manuel Fraga, ministro de Información y de Turismo (1962-1969) en el régimen del dictador Francisco Franco, y también ministro de Gobernación y vicepresidente en el gobierno de Carlos Arias Navarro. En Galicia logró ser diputado regional, concejal, presidente de la diputación de Pontevedra, diputado nacional y vicepresidente. Acompañó el triunfo de Aznar en las elecciones de 1996 ya con las siglas del PP, como responsable de la campaña electoral. Una vez ungido el gobierno, relata Rajoy en su libro, Aznar “me nombró ministro de Administraciones Públicas”, responsabilidad en la que desarrolló una intensa labor con las comunidades autónomas, cuyo funcionamiento conocía ampliamente. Debido al riesgo de que se difiriera la entrada de España a la Unión Europea y ante las condiciones que ésta le impuso para que aplicara medidas que mejoraran su economía, a Rajoy le correspondió “aplicar medidas duras, difíciles, pero necesarias”, dice. Entre ellas la congelación de sueldos de los funcionarios, que derivó en una huelga general y en intensas protestas frente a su ministerio. A principios de 1999, Rajoy fue nombrado ministro de Educación y Cultura. Tras ocuparse de la campaña electoral de 2000, la que le permitió a Aznar reelegirse, Rajoy ocupó la vicepresidencia primera del gobierno y fue ministro de la Presidencia. Y en febrero de 2001 el presidente le añadió a sus responsabilidades la de ministro del Interior, donde uno de los temas prioritarios eran las investigaciones y la ofensiva contra la ETA. Tras el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, relata en su libro, “fui el primer ministro europeo que tuvo un encuentro con los responsables de la administración estadunidense” para contribuir con “información sensible” en las investigaciones. Rajoy justifica la intervención de España en la guerra de Irak, aunque acepta que “en aquellos momentos había dudas sobre lo que estaba pasando” en ese país. No obstante resalta que entonces conocían la “información pormenorizada” que presentó el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, y existía la influencia de Estados Unidos y Gran Bretaña para liberar a esa nación de “un dictador sanguinario como Saddam (Hussein), como un permanente obstáculo para la estabilidad de la región”. Otro problema que le tocó atender, y que a la fecha es un tema duramente criticado en España al gobierno de Aznar por su mala gestión, fue el hundimiento del petrolero Prestige frente a la costa gallega, que generó una catástrofe ambiental. El periódico Público ironizó con una declaración de Rajoy en medio de esa crisis, cuando declaró: “Del Prestige salen unos hilitos… con aspecto de plastilina”, cuando daba una explicación del derrame. Designado por Aznar, Mariano Rajoy se convirtió en el candidato en las elecciones de 2004, cuando el Partido Socialista Obrero Español le arrebató el triunfo al PP luego de los atentados terroristas del 11-M en los trenes de cercanías en Atocha y otros puntos. Sostiene que el resultado electoral significó “un cambio muy importante en las expectativas y que produjo una lógica conmoción dentro del partido. Vivimos unos momentos particularmente amargos en los que yo tuve la incertidumbre de si debía continuar como líder del partido o retirarme de la política”. Finalmente consideró que “no era momento de dar un paso atrás, sino darlo hacia delante”. Reconoce que cometieron errores: “Sin duda magnificados por la corriente emocional generada por la guerra de Irak y los horrorosos atentados de Atocha. Se trataba de aprender de todo ello y seguir adelante”. Al ser derrotado nuevamente en 2008 hizo la misma reflexión: Permanecer o irse. Pero igualmente, pese a la presión de un sector de su partido para que abandonara la dirección del PP, fue ratificado en un Congreso de su partido. Conocida su negativa permanente a cualquier acuerdo con el gobierno de Zapatero, Rajoy cuestionó toda acción de los socialistas. “Su estrategia siempre jugó al derribo del gobierno de Zapatero”, dice un periodista que lo cubre frecuentemente. La crisis económica en que se sumió España fue su principal argumento, como líder de la oposición, contra el gobierno. No obstante Rajoy fue criticado por los otros partidos representados en el Congreso por su silencio y su inacción política ante el mayor caso de corrupción política por el que investigaron a importantes miembros del PP, el llamado caso Gürtel. Durante el reciente proceso electoral, los reporteros que cubrían sus actividades se quejaron de que no había conferencias de prensa. Algunos encuentros con los medios eran sin preguntas. Sólo ofreció dos y todo estaba controlado, y en las pocas entrevistas o declaraciones eran frecuentes sus indefiniciones, con su clásico recurso dialéctico, “depende…”, con el que se ironizó ampliamente en los medios.   México: socio estratégico   En su libro En confianza, el futuro presidente español se refiere a la importancia estratégica que dice le dará a Iberoamérica, y de México asegura que “es un país al que he ido en repetidas ocasiones porque es un socio privilegiado para España”. Dice que lo ha visto crecer, pero reconoce que “también son complicados algunos de sus principales problemas, como el narcotráfico y las desigualdades sociales”. “He tenido una buena relación personal con varios presidentes de México, como Zedillo, Fox y Calderón. En los tres casos me ha parecido que había una decidida voluntad de tomar las medidas necesarias y hacer progresar a México en la buena dirección, aunque luego cada presidencia ha tenido lógicamente sus dificultades”, señala. Con Calderón al menos ha mantenido dos reuniones, una en enero de 2007 y la otra durante la visita de Estado que el mexicano hizo a España en junio de 2008. El pasado 19 de octubre, en un encuentro con corresponsales latinoamericanos, Rajoy dijo sobre la situación de la violencia derivada de la guerra contra el narcotráfico en México que “en ningún Estado democrático donde se defiendan los derechos de las personas se puede permitir que actúen unos señores que desprecian la vida de los demás”. “Eso es pura delincuencia”, dijo. Y agregó que “la obligación del Estado es atacar esas acciones (de la delincuencia organizada)” y que el gobierno de México cuenta con “la compañía, el apoyo y el ánimo de todos” para combatir a los delincuentes organizados, a los que llamó “pequeños dictadores”. Rajoy también aseguró que una de sus prioridades en política exterior será Latinoamérica, donde el enfoque de su gobierno será impulsar un “enfoque económico” de la política exterior, por la importancia que tienen los acuerdos comerciales y empresariales de España en los países de la región. Aseguró que España y sus empresas “apuestan” por Iberoamérica porque “no se trata de inversiones especulativas” sino que “fueron allá para quedarse”; son inversiones “estables” que dan puestos de trabajo y contribuyen al crecimiento económico de los países del entorno.

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