Carter en Cuba: Misión en veremos
LA HABANA, 11 de abril (apro).- “Espero que podamos contribuir a mejorar las relaciones entre los dos países” dijo Jimmy Carter al definir su misión en Cuba a fines de marzo. Durante un excepcional viaje de tres días, el presidente número 39 de Estados Unidos asumió el rol multifacético de intermediario, diplomático, conciliador y promotor de altísimo perfil de un futuro más positivo en la postura de Washington hacia La Habana.
Desde que hizo historia al visitar Cuba nueve años atrás, Carter sigue siendo el único expresidente estadunidense en viajar a La Habana desde la revolución de 1959. Su segunda visita fue meticulosamente organizada. Las prioridades de su agenda fueron: establecer una relación de confianza con el presidente cubano Raúl Castro; escuchar con atención los reclamos de Cuba hacia Estados Unidos; transmitir el interés de Washington en el avance de los derechos humanos y la democracia, y presionar para la liberación del encarcelado subcontratista de la Agencia Internacional de Desarrollo (AID), Alan Gross, cuyo caso se ha convertido en un impedimento mayor para mejorar las relaciones.
En menos de 72 horas, el expresidente se las arregló para encontrarse con prácticamente todos y cada uno de los actores políticos clave que pudieran aportar información, credibilidad y cobertura política para respaldar su esfuerzo por cambiar la postura oficial estadunidense: prisioneros políticos recientemente liberados; el jefe de la Iglesia católica de Cuba; los principales defensores de los derecho humanos y los disidentes cubanos; el equipo de la Sección de Intereses de Estados Unidos, así como embajadores europeos y latinoamericanos cuyos países tienen relaciones plenas con Cuba; y altos funcionarios cubanos de las áreas de economía, política y relaciones exteriores. Carter también visitó a Gross, quien el mes pasado fue declarado culpable y sentenciado a 15 años de prisión, por cometer crímenes contra el Estado cubano al distribuir subrepticiamente a grupos religiosos consolas de comunicación satelital, bajo el programa de promoción de la “democracia” de la AID. Y, como un gesto significativo hacia los esfuerzos del gobierno de Castro por obtener la libertad de cinco agentes antiterroristas cubanos, que han estado encarcelados por más de doce años en Estados Unidos por el delito de conspiración para espiar a los grupos violentos del exilio cubano, Carter se reunió con sus madres y esposas durante su breve estancia en La Habana.
Carter describió su visita al retirado comandante en jefe, Fidel Castro, como un encuentro entre “viejos amigos”. Pero su reunión de seis horas con el presidente Raúl Castro, el 29 de marzo –que incluyó una relajada cena en uno de los principales restaurantes de La Habana–, era el foco central de su viaje. Raúl le ofreció a Carter “una panorámica de la Revolución Cubana”, que incluyó la invasión de abril de 1961 a Bahía de Cochinos, la nada fácil relación de Cuba con la Unión Soviética, el involucramiento en Angola, su relación con Fidel; y, además, le hizo un breve resumen del discurso que el presidente cubano planea pronunciar en el Congreso del Partido Comunista para el 50 aniversario de la invasión de Estados Unidos y del anuncio de Fidel, el 16 de abril de 1961, de que Cuba era un Estado socialista. Antes de retornar a Estados Unidos, Carter dijo a la prensa que también tocaron “asuntos confidenciales”, que compartiría en privado con el presidente Barack Obama.
Pese a que la conferencia de Carter previa a su partida tuvo muy poca cobertura en los medios internacionales, constituyó un tour de force – la más cándida, vigorosa y honesta serie de declaraciones sobre la política entre Estados Unidos y Cuba jamás hecha por un expresidente o cualquier dignatario estadunidense. En su declaración inicial, Carter calificó al embargo comercial de Estados Unidos sobre Cuba como “un serio error que mi gobierno continúa cometiendo” y llamó a levantar las sanciones “inmediatamente”. Aunque presionó para que el pueblo cubano obtuviera mayores libertades, también hizo notar que, con algunas excepciones, a los ciudadanos estadunidenses se les negaba la libertad de visitar Cuba. Calificó como “contraproducente” la ley Helms-Burton de 1996, que estrechó la presión económica sobre Cuba, al igual que a miembros cubano-americanos del Congreso, no mencionados por su nombre, “por castigar al pueblo cubano” con restricciones en ayuda, comercio y viajes a la isla.
Entre algunos de los primeros pasos que el presidente Obama podría dar para mejorar las relaciones, Carter dijo que estaba “sacar a Cuba de la lista de los países terroristas”. Opinó que la inclusión de Cuba en esa lista, que establece severas restricciones a los créditos financieros, era “completamente infundada”, ya que, según reveló, los servicios de inteligencia estadunidenses y cubanos estaban cooperando en los esfuerzos terroristas contra Al Qaeda.
En la que, quizás, fue su más audaz y riesgosa declaración, Carter hizo un exhorto al gobierno de Estados Unidos para que liberara a los llamados Cuban Five –un grupo de agentes antiterroristas arrestado en 1998 por el FBI en Florida; y, al mismo tiempo, solicitó al gobierno de la isla a liberar a Gross, “porque es inocente y no constituye ninguna amenaza seria para el pueblo cubano”. Bajo apelación, sugirió Carter, la sentencia de Gross podría ser revocada por la Suprema Corte de Cuba. Raúl Castro, dijo, debería perdonarlo o entregarlo a su familia por “motivos humanitarios”.
Cuando un reportero le preguntó a Carter si estaba dispuesto a actuar como mediador entre Washington y La Habana, contestó que “en el improbable caso” de que ambos países solicitaran su apoyo, “estaría muy contento de poder ayudar”. Los cubanos parecían ya dispuestos a utilizarlo en esta condición. Al despedir a Carter en el Aeropuerto Internacional José Martí, Raúl Castro dijo que con el expresidente estaba enviando un mensaje al actual mandatario estadunidense: Cuba estaba dispuesta a hablar con Estados Unidos sobre diferencias e intereses comunes, pero como iguales y sin condiciones.
Está por verse, aún cómo será recibido este mensaje y el informe que Carter rendirá al presidente Obama sobre su visita a Cuba. La negativa cubana a aprovechar la visita del expresidente para liberar a Alan Gross, debilita los argumentos de Carter frente al presidente, en el sentido de que es el momento adecuado para hacer reformas sustantivas a la política estadunidense hacia Cuba.
Aunque Obama relajó en diciembre pasado las restricciones para que los ciudadanos estadunidenses puedan viajar a Cuba –devolviendo en los hechos la política de viajes a la era más liberal de Bill Clinton–, el gobierno no ha dado otros pasos para mejorar las relaciones. En un largo discurso pronunciado en Santiago de Chile, durante su viaje a América Latina el mes pasado, Obama se comprometió a “tratar de romper este capítulo de la historia que ha durado más de lo que yo tengo de vida”. Pero pareció poner una condición para cualquier cambio en la postura de Estados Unidos: el gobierno de Castro “debe tomar algunas medidas significativas para respetar los derechos básicos de su propio pueblo”. Estados Unidos, afirmó, “continuará buscando fórmulas para incrementar la independencia del pueblo cubano”. En efecto, mientras Carter estaba en la isla, el Departamento de Estado sometió al Congreso el programa de 20 millones de dólares de la AID para “la democracia” en Cuba – el mismo que financió la fallida operación semiencubierta de Alan Gross, para distribuir aparatos de comunicación satelital en Cuba.
“Obama no tiene una política exterior hacia Cuba”, sostiene Julia Sweig, quien encabeza el programa de estudios de América Latina en el Consejo de Relaciones Exteriores. “En cambio, el equipo de su gobierno para asuntos latinoamericanos juega a la defensiva, protegiendo su posición frente al Congreso y valorando que tomar las decisiones correctas sobre Cuba nunca ha hecho avanzar una carrera gubernamental”.
No obstante, a sus 86 años, Carter sigue comprometido en utilizar su estatura única y su voz de alto perfil, para perseguir una meta política que se remonta al inicio de su presidencia. Poco después de su toma de posesión en 1977, Carter elaboró un memorandum presidencial secreto sobre su decisión de cambiar la política hacia Cuba. “He decidido que deberíamos intentar normalizar nuestras relaciones con Cuba”, afirmaba. Aunque su gobierno abrió los canales de la diplomacia y de la libertad de viaje, nunca logró el pleno acercamiento que Carter visualizó. “Mi sueño es ver resuelto este asunto antes de morir”, confió Carter a sus anfitriones durante un encuentro privado en La Habana, “pero no sé si esto vaya a ocurrir”. (Traducción Lucia Luna)
*Peter Kornbluh es el director del Proyecto sobre Documentos de Cuba de la organización Archivo de Seguridad Nacional, con sede en Washington.