Galicia: el mundo narco de Rivas

viernes, 29 de julio de 2011 · 21:30
MADRID (apro).- El escritor Manuel Rivas “fija las coordenadas” para hablar de su más reciente novela Todo es silencio (Alfaguara, 2010). “No pretendí hacer una radiografía de las redes del narcotráfico en Galicia”, región que del trasiego de mercancías dio el salto a la globalización del tráfico de drogas. El propósito del libro, dice en entrevista, es narrar sobre “la condición humana” y la “metamorfosis” de los habitantes de Brétema (bruma marina, en gallego), una imaginaria villa pesquera que ubica en la costa de Galicia, donde el poder del crimen organizado “lo abarca todo, el poder social y el institucional”. “De haber querido hacer un mapa de los clanes del narcotráfico, hubiera hecho otro tipo de libro, uno documental”, explica el escritor y periodista de origen gallego al corresponsal. Desde la segunda edición, Rivas cambió el nombre de este pueblo por Noitiá, palabra que en gallego describe el tránsito del crepúsculo en su momento de mayor oscuridad. “Por ficticio, el nombre resulta más real, porque haberla titulado con algún nombre existente hubiera hecho de la novela una historia documental y eso la delimitaría”. En Noitiá, aparte de que el mar es un protagonista central, porque “primero arrojó mercancías, luego drogas y después los muertos”, el autor narra las vivencias de tres amigos de la infancia —y su paso a la juventud— que exploran la costa a la búsqueda de lo que el mar arroja tras algún naufragio. Que viven en una trama de poder, de corrupción y crimen. Fins, Leda y Brinco, dos hombres y una mujer, son esos personajes que crecen en esta villa donde se vive a la sombra del poder absoluto de Mariscal, el contrabandista que usa unos impolutos guantes blancos. Estos jóvenes aprenden las reglas del juego: El “silencio mudo”. Tienen ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no oyen. La narración arranca con una sentencia de Mariscal, el patrón: “La boca no es para hablar. Es para callar”. “Esta novela está hecha con el principio de realidad”, dice Rivas, quien asegura que esta historia “se puede ubicar no sólo en Galicia, sino en México o en Colombia”, como se lo expresaron en su más reciente viaje al país sudamericano. “Me parece que tiene un carácter local universal. El que lea esta historia reconocerá lo que ha pasado en Colombia o en México. Aquí no con tantas armas de fuego, pero podría haberlas o llegó a haberlas. No como en México, que es tremendo, porque las armas una vez que están ahí, se usan. Y existe una responsabilidad fronteriza tremenda con Estados Unidos. “Entonces, los procesos son muy parecidos porque al final es el poder del capitalismo mágico, que así describo, esas áreas grises y ocultas del poder que se va apropiando, que va contaminando todo y va haciéndose con las zonas buenas”, explica. “Cualquiera que la lea reconoce la realidad a una escala metafórica, puede verlo como un microscopio, más que a las mafias es ver la historia a escala de un pueblo y los mecanismos que se dan ahí, como las complicidades, la indiferencia, los silencios”, dice. El mismo capo, explica, llega a ser un personaje de “caricatura”, encarna al cacique que primero se dedica al tráfico de migrantes, al trasiego de mercancías, “que pasa por el seminario porque toda familia de postín quería tener un clérigo entre sus filas, como símbolo de poder”. Ficción y realidad Cada libro de Manuel Rivas ha tenido contextos históricos distintos, según explica. El lápiz del carpintero, por ejemplo, es una novela ambientada en la guerra civil española, en 1936: Los libros arden mal, que él describió como “un viaje a las tripas del fascismo español y a la capacidad de resistencia del ser humano frente a los totalitarismos. “En este caso me interesaba el periodo de los años sesenta y setenta, cuando se produce la metamorfosis de una actividad delictiva, fundamentalmente el contrabando de tabaco, el güisqui de importación, los primeros videos y mercadería, y el inicio del proceso de una internacionalización delictiva, referenciado como parte de la memoria de los personajes, del hilado del tejido social de un pueblo”. En esta parte de la entrevista, Rivas salta a los hechos históricos: “Galicia goza de una ubicación geoestratégica, al sur Portugal y la mayor extensión de la costa atlántica de España, es decir, su frontera es el mar, y eso permitió históricamente el comercio ilegal, aceptado moralmente por la sociedad porque se consideraba un contrabando de subsistencia”. Rivas asegura que la novela describe hechos reales de estas villas gallegas, como a las mujeres que pasaban la frontera con Portugal “embarazadas”, llevando bajo sus ropas de maternidad, zapatos y ropa, y regresaban “cargadas” con otros productos, como café y hojas de bacalao, en lo que describe como “un intercambio de necesidades”. En esta internacionalización, explica, existe un antecedente anterior, la explotación de minas y el suministro del volframio, un elemento químico utilizado por los nazis para la producción bélica, que convirtió a Galicia y el norte de Portugal en una zona geoestratégica. “Aunque España fue oficialmente neutral, la simpatía del franquismo con los nazis permitió esa explotación de las minas en Galicia y en el norte de Portugal. A la par, los aliados saboteaban los barcos o descarrilaban los trenes, en colaboración con la resistencia antifranquista. “Ese mineral hizo ricos a algunas personas en Galicia, y parte de esa gente años después reaparece en la fase delictiva del contrabando, con nuevas experiencias y nuevos medios, por eso es interesante ver que de la internacionalización con el volframio en los años cuarenta, con el tabaco en los sesenta-setenta, se muta a la globalización del crimen organizado con el narcotráfico”. Dique al narco En medio de la promoción de su libro, Manuel Rivas recibió una invitación, de la directora de cine Isabel Coixet para participar como interlocutor del juez Baltasar Garzón, en una entrevista de seis horas, que tuvo lugar la fría mañana del 18 de diciembre de 2010. De ese encuentro resultó el libro Baltasar Garzón. La fuerza de la razón (Debate, 2011) y el documental Escuchando al juez Garzón, que se estrenó en la 61 muestra de cine Berlinale. Garzón repasa toda su historia judicial, pero sobre todo da sus puntos de vista sobre la ofensiva en su contra, con una batería de acusaciones, que pretenden anularlo de la carrera judicial para sentarlo en el banquillo y ser enjuiciado por intentar investigar los crímenes del franquismo y la corrupción política. Lo simbólico del encuentro fue que Garzón fue el juez que encabezó la operación Nécora, la mayor acción policial y judicial contra las mafias gallegas, que en buena medida Rivas describe en su novela. En la entrevista con Apro, Rivas advierte que justo su novela describe el desarrollo de los personajes hasta antes de esa operación. “En la novela me quedo hasta antes de Nécora”, comenta. “Yo describo esa parte de los personajes que se camuflan y crecen a la sombra del poder oculto del crimen organizado, del prototípico empleado de la sucursal bancaria, del policía corrupto, del narco-abogado que tuvieron un papel decisivo en Galicia, ocuparon áreas de la sociedad como patrocinar equipos de fútbol, ocuparon el poder real, dominando las cámaras de comercio y los negocios de la construcción, y el poder institucional como sucedió con su control en varios ayuntamientos”. Un caso concreto, recuerda, fue el ayuntamiento de O Grove, el primero en ser gobernado por comunistas en Galicia, en los ochenta. Sin embargo, acabó en manos de gente que fue procesada por narcotráfico, desplazaron al alcalde y toda la cultura cívica solidaria; lo intoxicaron todo. Es un momento histórico, cuando existe incertidumbre política en Galicia, y esos grupos ya tienen nexos con los colombianos, y tienen los medios, las redes, los barcos y, como diría Mariscal, “los huevos”. “Por eso insisto que los efectos pasan por como el factor humano se va envenenando, y entonces, claro, se pasa de una cultura del trabajo a esa cultura del capitalismo mágico, en el que en dos noches yo puedo tener lo que quiero”. Explica: “Ello llevó a un momento límite, muy delicado, que este poder es tan fuerte que pudieron llegar a ocupar todas las instituciones, pero la operación Nécora lo truncó, se logró actuar a tiempo para lograr neutralizar ese poder muy a la siciliana, que llegó al extremo que, en un proceso de limpieza de una de las formaciones políticas en Galicia, Alianza Popular (lo que hoy es el Partido Popular), se llegó a expulsar a 300 personas vinculadas con el narcotráfico.

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