Islamofobia

Después de los ataques terroristas a Estados Unidos, Gran Bretaña y España, las manifestaciones de rechazo hacia los musulmanes y su cultura se arraigaron en la mayoría de los países europeos. Partidos y organizaciones de ultraderecha aprovecharon el temor al islamismo radical para fomentar campañas de odio hacia las comunidades de origen árabe. Su propósito nunca fue oculto: ganar presencia social y poder político. LONDRES/BERLÍN/MADRID (Proceso).- Leyes que endurecen la inmigración de árabes, disposiciones para impedir la construcción de mezquitas, campañas contra el Islam y sus seguidores, redadas en barrios musulmanes, asesinatos y palizas… Tras los ataques terroristas a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 y de los cometidos en España el 11 de marzo de 2004 y en Gran Bretaña el 7 de julio de 2005, en Europa la “islamofobia” se convirtió en un fenómeno que permeó gobiernos y sociedades. Sin embargo, son los partidos y las organizaciones de derecha los que más han aprovechado la situación. Sus campañas antimusulmanas –alimentadas por la desinformación y el miedo– les han permitido ganar simpatías, votos y posiciones en gobiernos y parlamentos. Los casos de tres países europeos con creciente población de origen musulmán –Gran Bretaña, Alemania y España– arrojan luz sobre los mecanismos –oficiales e informales, abiertos y sutiles– de la islamofobia. La Guerra Fría Los incidentes de violencia ocurridos el pasado sábado 3 en el barrio londinense de Aldgate entre simpatizantes de la ultraderechista Liga por la Defensa Inglesa (EDL) y policías fueron señal de una amenaza latente en Gran Bretaña: el crecimiento de la islamofobia desde los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y sobre todo desde los ataques del 7 de julio de 2005 en la capital británica, perpetrados por cuatro musulmanes ingleses. La EDL fue creada en 2009 en respuesta a las protestas musulmanas por los desfiles en homenaje a las tropas que lucharon en Irak y Afganistán. Su objetivo: “Limpiar” Gran Bretaña de toda la población árabe. Sus miembros sostienen que el Reino Unido –que según el censo de 2011 tiene 5% de población musulmana (unos 2.86 millones)– se está transformando en una nación árabe “repleta de extremistas” y amenazada por la ley islámica, como manifestó su líder, Stephen Yaxley-Lennon. Según un sondeo publicado el 22 de julio por la consultora ComRes, el problema lo generan los medios, no los grupos de ultraderecha. La mayoría de los británicos consideró que la prensa es la principal responsable del crecimiento de la islamofobia en Gran Bretaña, en lugar de los grupos de ultraderecha como el EDL o el Partido Nacional Británico. El grupo SpinWatch publicó el 2 de agosto el reporte La Guerra Fría contra los musulmanes británicos, que concluye que los principales periódicos de derecha del país “buscan revivir desacreditadas políticas de la Guerra Fría para manchar a musulmanes políticamente activos y pacíficos y desestimar el aumento cataclísmico de la islamofobia y del odio antimusulmán en Gran Bretaña”. Ghaffar Hussain, de la Fundación Quilliam, cree que mientras el terrorismo y el extremismo islámicos representan una amenaza clara a la sociedad, “esto no puede justificar la demonización de los musulmanes. (...) Los musulmanes británicos tienen derecho a vivir su vida sin temor a ser atacados o discriminados por su religión”, sostuvo en una entrevista a la cadena NDTV el pasado 22 de enero. Lo cierto es que el Consejo Musulmán de Gran Bretaña (MCB) exhortó al gobierno del conservador David Cameron a tomar “acciones robustas” para combatir los ataques islamofóbicos, que considera que van en aumento. Indicó además que los musulmanes británicos tienen 42 veces más riesgo de ser blanco de la Ley Antiterrorista local, por la que pueden ser revisados, detenidos y mantenidos bajo custodia policial sin juicio previo “si presentan alguna sospecha de vínculo con actos de terrorismo”. El secretario general de ese organismo, Farooq Murad, admitió el pasado 11 de junio que uno de los problemas más graves que enfrenta su comunidad en Gran Bretaña es la falta de un monitoreo por el número de delitos y ataques contra musulmanes, incluidas golpizas, amenazas de muerte y destrucción de tumbas. Según Scotland Yard, desde 2009 se reportaron en Londres 762 ataques islamofóbicos, incluidos 333 entre 2010 y 2011. Para el MCB al menos mil 200 abusos o ataques de violencia contra musulmanes ocurrieron sólo en 2010, incluidos vandalismo y agresiones, como arrojar cabezas de cerdo dentro de las mezquitas. Hussain cree que el racismo “antimusulmán es muy real y existe”, y estimó que entre 40% y 60% de las mezquitas, centros islámicos y organizaciones musulmanas de Gran Bretaña han sufrido al menos un ataque desde el 11 de septiembre de 2001. Un caso extremo ocurrió el pasado 10 de agosto en Birmingham cuando Haroon Jahan y los hermanos Shazad Alí y Abdul Musavir fueron atropellados por un automóvil y murieron mientras defendían sus negocios en medio de los incidentes de violencia y saqueos que azotaron Inglaterra del 6 al 10 de ese mes. La vieja ira En Alemania el mayor éxito de ventas de la industria editorial en muchos años se llama Deutschland schafft sich ab (Alemania se autodestruye), libro del socialdemócrata Thilo Sarrazin, exmiembro del directorio del Banco Central de Alemania, que analiza las consecuencias que a su juicio tienen en el país la baja tasa de natalidad y el crecimiento de la inmigración musulmana y de las clases bajas. Sostiene que los descendientes de turcos o árabes reciben más prestaciones que el resto de la sociedad, que en este sector la tasa de natalidad duplica la media alemana y que en tres generaciones serán mayoría. Y que el coeficiente intelectual en Alemania está bajando debido a la mayor tasa de natalidad en sectores con bajo nivel educativo. Sarrazin ya se había encargado, en diferentes entrevistas, de expresar sus puntos de vista. Gran controversia causaron dichos tales como “Alemania se vuelve más estúpida” o “no tengo por qué reconocer a quien vive del Estado, rechaza al Estado, no se preocupa debidamente de la educación de sus hijos y produce constantemente nuevas niñas con pañuelo en la cabeza”. El libro, que desde su aparición en agosto de 2010 ha vendido 1 millón 300 mil copias, generó una gran repercusión en el ámbito de los medios, la investigación social y los lectores. ¿Dice Sarrazin lo que muchos piensan?, titulaba una reseña el periódico español El Mundo. “La furia de los enemigos del islam se parece a la vieja ira de los antisemitas contra los judíos”, dijo Wolfgang Benz, director del Centro para la Investigación del Antisemitismo de la Universidad Tecnológica de Berlín. Investigadores coinciden en que ciertos tópicos que antes se usaban contra los judíos hoy se usan contra los musulmanes. Según un estudio de la Universidad de Münster, publicado en diciembre de 2010, 58% de los alemanes en el oeste y 62% en el este tiene una actitud negativa frente a los musulmanes. Los postulados de Sarrazin plasman el capítulo alemán de la creciente islamofobia que hoy se expande por Europa. La declarada lucha contra el terrorismo islámico, que el Estado alemán lleva adelante desde el 11 de septiembre de 2001, genera una atmósfera propicia. Antes de ese día la publicación de un libro así hubiera implicado muy probablemente el fin de la carrera política de Sarrazin y su exclusión de las filas socialdemócratas. Para Aiman Mazyek, secretario general del Consejo Central de los Musulmanes en Alemania, la islamofobia no nació en 11 de septiembre de 2001 sino con la revolución iraní de 1979. “Desde entonces se asocia al islam con el miedo”, dijo en una entrevista publicada el 9 de agosto de 2009 en el sitio News.de. “En los primeros dos años después del 11 de septiembre se oían tonos conciliadores: que no había que poner a todos los musulmanes bajo sospecha”, señala. “Pero luego esas voces fueron perdiendo peso en favor de una sospecha difusa contra el islamismo, que cree ver un peligro en cada musulmán. Este fomento del miedo persigue una estrategia fría, clara y reconocible. El miedo provoca ceguera y carcome la tolerancia”. La “lucha contra el terrorismo” islámico es apoyada desde entonces por todos los partidos que han formado parte de las coaliciones de gobierno en Alemania. En política exterior en los últimos 10 años el ejército alemán ha sido reformado para adaptarlo a las intervenciones en el extranjero, dejando de lado el pacifismo que siguió a la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo se ha endurecido toda la arquitectura de la seguridad interior: controles en aeropuertos, leyes de migración y visas. Se ha flexibilizado el acceso de las fuerzas de seguridad a las cuentas bancarias y las telecomunicaciones de los ciudadanos. Se incrementaron las facultades de los servicios secretos y la policía de investigaciones. Se habilitó un banco central de datos de sospechosos de actividades terroristas. El Tribunal Federal declaró anticonstitucionales algunas de estas medidas, como el análisis computarizado y sistemático de datos con fines persecutorios, que se aplicó contra gran número de estudiantes que venían de países árabes, lo que redundó en detenciones indiscriminadas. También echó por tierra la Ley de Seguridad Aérea, que autorizaba el derribo de una aeronave sospechosa de haber caído en manos terroristas, y el almacenamiento prolongado de los datos vinculados con las telecomunicaciones y el uso de virus troyanos para espiar las computadoras de los sospechosos. Políticos de partidos tradicionales han abogado sin éxito por prohibir a las musulmanas el uso de pañuelos en la cabeza en las escuelas. La construcción de mezquitas ha generado protestas en diferentes ciudades y ha habido atentados incendiarios, como el que afecto siete mezquitas de Berlín a finales de 2010. El hecho más grave ocurrió el 1 de julio de 2009 cuando el alemán de origen ruso Alexander Wiens asesinó a puñaladas a la farmacéutica egipcia Marwa El Sherbini, por ser musulmana, dentro de la Corte de Justicia en Dresden. El primer policía que entró en la sala, al oír la alarma accionada por el juez, decidió inmovilizar al atacante con un disparo en la pierna. Sólo que tomó por agresor al marido de la víctima, el egipcio Elwi Ali Okaz, quien al defender a su mujer había recibido ya también algunas puñaladas y tras el ataque estuvo varios días en coma. Presencia indeseada En España también cunde la islamofobia. Incluso desde las instituciones de gobierno hay decisiones influidas por ese rechazo. Quizá el caso más reciente: Para Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña, no fue suficiente que la construcción de nuevas mezquitas respetara las normas urbanísticas; decidió imponer como nuevo criterio para tener en cuenta “la tradición y la historia” de las poblaciones donde se pretenda la construcción. La decisión, anunciada el pasado 30 de agosto, cayó como agua fría entre la comunidad musulmana, a la par que se veían sus primeros efectos, cuando el ayuntamientos de Torroella de Montgri, Girona, apeló a ese precepto para vetar definitivamente un permiso de construcción autorizado previamente, porque los arcos y minaretes de la mezquita “rompen con la tradición” del pueblo, según el acuerdo de cabildo. A finales de 2010 el Observatorio Andalusí, institución para la observación del ciudadano musulmán y la islamofobia en España, presentó su Informe anual 2009, que ya advertía que pese a cumplir con todos los requisitos legales la apertura de mezquitas “no logra sustraerse de las presiones de grupos, de vecinos o empresarios, también votantes” y del “activismo y la oposición” de los ayuntamientos. “La islamofobia avanza en Europa como lluvia fina que no se detiene. España, por desgracia, es un territorio fértil para ese sentimiento de odio e intolerancia”, acusa Esteban Ibarra, presidente del Movimiento Contra la Intolerancia (MCI), quien apunta que uno de esos rasgos es la obstaculización a la construcción de sus oratorios. En la última década, España ha sido el país europeo con más rápido crecimiento de población musulmana. Actualmente son millón y medio de individuos, lo que coloca al país entre los cinco primeros junto a Francia, el Reino Unido, Alemania e Italia. Aquí 30% de los musulmanes son de origen español, mientras que el resto es inmigrante. El colectivo más numeroso es el marroquí, con 750 mil individuos, que representan 50% del total. La mayoría se concentra en las comunidades autónomas de Cataluña, con casi 390 mil individuos; más de 240 mil en Madrid; en Andalucía 235 mil y casi 160 mil en Valencia, según el Estudio demográfico de la población musulmana elaborado por la Unión de Comunidades Islámicas de España. El registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia tiene censadas 785 mezquitas, donde los más extendidos son los ritos malekí y hanafi (sunitas), que son corrientes moderadas. En el informe Musulmanes en la Unión Europea: Discriminación e islamofobia, Gema Martín Muñoz, directora de la Casa Árabe en España, asegura que “los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, y los de Madrid y Londres que años después les siguieron, han elaborado una perversa alquimia” que generó el estereotipo de ver a los musulmanes como “un bloque monolítico y estático que se ha trasplantado al fenómeno terrorista” y a verlos como “una potencial arma oculta de Bin Laden”, recordándoles su “presencia indeseada en nuestro territorio y exigiéndoles justificar su lealtad y fiabilidad”. Apunta: “Lamentablemente en España las ideas de xenofobia aumentaron notablemente en el año 2000 y más concretamente la islamofobia contra la inmigración de musulmanes y árabes tras los ataques del 11 de septiembre de 2001”. Añade: “España se encontraba ya muy castigada por la lacra del terrorismo: Aun así los españoles e inmigrantes de todo credo sufrieron un muy duro golpe criminal el 11 de marzo de 2004. Tras esta trágica fecha se detectó el asentamiento de la islamofobia, con la clara significación de ciertas personalidades y medios declarando estar de acuerdo y alentando esta discriminación por religión y nacionalidad”. Ibarra no comparte la idea de que los atentados terroristas sean el detonante de la islamofobia, sino la ofensiva de “partidos y movimientos fundamentalistas y xenófobos que han contaminado a partidos convencionales e instituciones democráticas de toda Europa con un discurso de odio e intolerancia contra el crecimiento de la población árabe y la presencia del islam en Europa”. El director del MCI fue uno de los 50 intelectuales y activistas que en septiembre pasado firmaron la denominada Carta Abierta a Europa, dirigida a líderes europeos, donde les llamaban a atender con seriedad las expresiones de intolerancia porque “lo más alarmante es que esa demagogia está dando frutos” y “muchas personas en Europa están viendo a los extranjeros como un contaminante y una amenaza”. Uno de esos grupos y partidos xenófobos, afirma Ibarra, es Plataforma per Cataluña (PxC), que dirige Josep Anglada, que recibe apoyo de la ultraderecha europea, en especial por la fundación Continente Europa del neofascista Patrik Brinkmann. Con el argumento de la “seguridad ciudadana y el control de la inmigración”, Anglada ha encabezado campañas que generalmente provocan polarización. Es el caso Salt, una comunidad de Girona de 30 mil habitantes donde 42% son musulmanes, que está en la disyuntiva de convertirse en un laboratorio de convivencia o un eventual polvorín ante los continuos roces entre inmigrantes y nativos, alentados éstos por el discurso del ultraderechista. Un ingrediente más de la tensión es el propio alcalde Jaime Torramadé (del conservador Convergencia i Unió), que ha vetado la mezquita, quiere “repartir” inmigrantes a otros ayuntamientos porque Salt está “muy saturado” y que ha advertido que “mientras yo gobierne se van a prohibir los llamados al rezo musulmán”. Otro promotor de campañas de odio es el partido de extrema derecha Democracia Nacional, señalado por el Informe Raxen 2010 contra el racismo y la intolerancia, del MCI. Ha encabezado las campañas “Stop islamización”, “Mezquita no” y “Alto a la invasión” que engendran un “lenguaje de odio contra nacionalidad y religión, tipificado como violatorio de la constitución española”, dice Ibarra. El Partido Popular no ha estado ajeno, recuerda. Su dirigente en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, inició su campaña en 2009 con el lema “aquí no cabemos todos”. Y ha apoyado al ahora alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, quien en campaña propuso el “control de la inmigración”, su integración “adoptando las costumbres españolas” y su rechazo a que un deportivo fuese utilizado para el rezo del islam, menos aún a la construcción de una mezquita porque “únicamente contribuiría a la desvertebración de una zona ya muy degradada” de esa ciudad. Esos discursos ya han calado en la sociedad, si se toma como base el sondeo elaborado por el Instituto Noxa, en Barcelona, a finales de 2010, en relación con otro aspecto de la cultura árabe, el uso de la burka (vestimenta tradicional de las mujeres árabes que las cubre completamente) y el niqab (vestimenta tradicional que deja descubierta parte del rostro). Los resultados arrojaron que 83% de los catalanes prohibiría el uso de la burka y el niqab en los edificios públicos; 74% también lo prohibiría en el transporte y en recintos cerrados, y 64% lo vetaría incluso en la calle. La actitud prohibicionista –muy similar a la de Francia– no es exclusiva de los simpatizantes del PP y CiU, sino de organizaciones progresistas, como el Partido Socialista de Cataluña y Esquerra Republicana de Cataluña. Actualmente una decena de ayuntamientos catalanes, andaluces y madrileños han emitido normas prohibiendo el uso de la burka, pese a que en España es casi imperceptible. El ayuntamiento catalán de Cunit, gobernado por socialistas, lo prohibió argumentando que “limita los derechos de las mujeres”. El Vendrell y Lleida hicieron lo mismo, este último con sanciones de hasta 600 euros a las mujeres que la usen en instalaciones municipales. Se sumó Barcelona, una ciudad considerada cosmopolita, donde el alcalde Jordi Hereu (CiU) mostró una singular prisa por legislar al respecto. El 15 de mayo, un día después de la prohibición en Barcelona, el Ministro de Justicia, Francisco Caamaño, adelantó su intención de emitir una legislación similar en el país.

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