Libia y Gran Bretaña: ¿Una segunda Irak?

viernes, 2 de septiembre de 2011 · 22:32
LONDRES (apro).- La intervención militar británica en Libia, que se intensificó a finales de agosto con el ataque aéreo de jets Tornado en Sirte y en Al-Watiyah, despertó, nuevamente, los fantasmas de una cruzada similar a la que Londres lanzó en 2003 en Irak. Organismos antibélicos consideran que ambos casos, el de Sirte y el de Al Watiya, están mediados por fuertes intereses económicos y comerciales, principalmente por los recursos del petróleo. El primer ministro David Cameron y el Ministerio de Defensa británico han caído en contradicciones respecto al tema, mientras que el premier inglés ha dicho que está en contra de una intervención bélica unilateral, el pasado 26 de agosto el Ministerio anunció que aviones GR4 de la Royal Air Force (RAF) lanzaron misiles Storm Shadow contra un búnker de Muammar el Kadafi en Sirte; atacaron vehículos armados en esa región y un sistema de defensa antiaéreo en la fronteriza Al-Watiyah. "La misión de la OTAN sigue siendo proteger a la población civil", sostuvo ese día a la radio 4 de la BBC el ministro de Defensa británico, el conservador Liam Fox, quien afirmó que "no se trata de hallar a Kadafi, sino de que su régimen carezca de la capacidad de lanzar una guerra contra su propia población". Sin embargo, grupos antibélicos, como Stop the War Coalition, la principal organización civil que se opuso en Gran Bretaña a la invasión de Irak, indicaron que detrás de la campaña actual de Londres en Libia, "se esconden los mismos intereses comerciales y económicos: el petróleo". Lindsay German, presidenta de dicha coalición anti-guerra, declaró a la agencia Apro que la "hipocresía" de Cameron "es increíble". "Los hechos demuestran que el objetivo real de esta intervención no es proteger a la población civil, sino que la OTAN, Gran Bretaña y Francia logren el control de Libia y de sus riquezas. No se trata de un cambio de régimen, sino de una campaña imperialista en la región, que África no debería tolerar", agregó la activista. Según German, "el petróleo es la principal razón por la intervención". "Todos los gobiernos occidentales involucrados en esta cruzada quieren quedarse con una porción de las riquezas de Libia. Esto nos huele demasiado similar a Irak y Afganistán", agregó. "Aquí no habrá un final de la historia. La experiencia de Irak nos enseña que derrocar a un régimen bajo semejantes circunstancias de ninguna manera significa el final de la guerra", continuó German. Las advertencias del grupo ocurren semanas después que el dominical inglés The Observer denunció, a partir de documentos secretos, que el gobierno británico posee intereses económicos en Libia por cientos de millones de dólares, no sólo en el sector del petróleo, sino también de otros recursos naturales y comerciales. De acuerdo con esos informes, el gobierno de Londres ha sostenido desde hace meses una veintena de reuniones con el gigante petrolero anglo-holandés Shell sobre los intereses petrolíferos y de gas en Libia. "Estos documentos revelan el apoyo profundo del gobierno británico a Shell para intervenir en Libia. Los empresarios corporativos tienen acceso fácil a Whitehall, mientras que los activistas democráticos y por los movimientos sociales estamos excluidos", declaró Mika Minio-Paluello, activista del grupo a favor de los derechos civiles Platform. "Otra vez más, Londres prioriza obtener reservas de petróleo para corporaciones privadas, en lugar de luchar por los derechos humanos o la democracia en Libia. Es vergonzoso", continuó. En marzo de 2004, Shell firmó un acuerdo multimillonario para explotar reservas petroleras y de gas en las costas de Libia, luego de una polémica visita del entonces premier británico Tony Blair a ese país, donde fue fotografiado dando un apretón de manos a Kadafi. "Las razones económicas de esta intervención están a la vista, el peligro de que Libia se transforme en una segunda Irak ya parece una realidad. Lo terrible es que la historia vuelve a repetirse", concluyó German. La intervención militar no sólo tendría fines comerciales y de negocios, sino también de seguridad y políticos. Ello quedó evidenciado luego de que el pasado 31 de agosto al menos seis soldados de las fuerzas especiales británicas (SAS) y un espía de los servicios de Inteligencia MI6 fueron enviados a Libia en una misión secreta para atrapar al asesino de la agente de la policía inglesa Ivonne Fletcher, muerta a balazos en un confuso episodio en 1984 en Londres. El libio Abdulmagid Salah Ameri fue declarado el pasado 25 de agosto por la Fiscalía británica como el principal sospechoso de la muerte de Yvonne, quien tenía 25 años cuando fue baleada mientras vigilaba una protesta contra el gobierno de Kadafi fuera de la embajada libia en la capital británica. Ameri, que en su momento se desempeñaba como un diplomático de bajo rango en la dependencia consular, es uno de tres sospechosos que buscan las SAS y el MI6, de acuerdo con un reporte citado por el periódico inglés The Sun. Por su parte, primer ministro Cameron expresó su confianza en que el nuevo gobierno interino libio "coopere" en el caso de Fletcher. "Hay una investigación policial en curso y estoy seguro que las nuevas autoridades en Libia cooperarán en esta investigación. Tenemos que permitir al nuevo gobierno encontrar su sitio", dijo Cameron a la prensa, al indicar que el asesino de Fletcher "nos hace recordar los horrores del régimen de Kadafi". "Deberíamos saludar hoy que ese régimen esté llegando a su fin y que el Reino Unido, de manera orgullosa, haya tomado parte en ello", agregó el mandatario en rueda de prensa el mismo 31. Un día antes, una portavoz de Downing Street, residencia oficial de Cameron en Londres, informó que Gran Bretaña quiere que los rebeldes libios permitan que la Policía británica investigue en territorio libio el caso de Fletcher. Ese mismo día también se informó que el funcionario libio que habría ordenado la muerte de Fletcher fue hallado muerto en Libia. El cuerpo de Abdulqadir al-Baghdadi fue descubierto a finales de agosto en Tajoura, un suburbio de Trípoli, de acuerdo con informes del Consejo Nacional de Transición libio (CNT). Al-Baghdadi, que logró regresar a Libia protegido por inmunidad diplomática y que se convirtió en uno de los principales consejeros de Kadafi, habría sido uno de los dos oficiales que ordenó a Ameri disparar desde una ventana de la embajada libia en Londres contra Fletcher en 1984. El ministro del CNT, Farage Sayeh, afirmó desde Trípoli que les dará la bienvenida a los detectives de Scotland Yard que viajen al país para investigar la muerte de Yvonne. "Comenzamos esta revolución para que la justicia sea una realidad en Libia", sostuvo. El pedido se hizo cuando Gran Bretaña fue autorizada por Naciones Unidas para liberar 1,550 millones de dólares en dinero libio, con el fin de ayudar "en la reconstrucción" de ese país del norte de África. Ese dinero permanecía bloqueado como parte de la orden de congelar los activos del gobierno del coronel Kadafi. Además de Fletcher, a Gran Bretaña también le interesa avanzar en el caso por el atentado aéreo de Lockerbie (1988), cuyo único sentenciado, el libio Abdelbaset al Megrahi, sigue vivo en Trípoli, a pesar de padecer de un cáncer en su fase terminal. Al Megrahi fue liberado por Escocia hace dos años por su presunto estado terminal de salud, pero ahora el corresponsal de guerra de la cadena CNN en la capital libia, Nic Robertson, descubrió su paradero en Trípoli y emitió imágenes que muestran al libio supuestamente agonizando y a días de su muerte. Al-Megrahi se encuentra en su casa palaciega, que le regaló en su momento el coronel Kadafi, sobreviviendo con oxígeno y drenaje intravenoso y está al cuidado de su familia. Robertson sacó una fotografía que muestra a un paciente anciano y en coma. Días pasados había circulado la versión de la presunta fuga de al-Megrahi junto con Kadafi. Lo cierto es que tras ser liberado y recibido en Libia como un héroe, Megrahi fue ubicado por el régimen en una casa en la capital del país. En Gran Bretaña, el vicepremier Nick Glegg se sumó a la Casa Blanca y a los familiares de las víctimas para pedir que Al Megrahi vuelva a prisión. Estados Unidos quiere procesarlo por el atentado, y en ese caso el hombre de Lockerbie difícilmente escape a la pena de muerte. Al Megrahi fue condenado en Escocia a cadena perpetua por el atentado del 21 de diciembre de 1988, cuando en la explosión de un jumbo de PanAm en vuelo de Londres a Nueva York murieron 270 personas. Los rebeldes libios rechazaron los pedidos llegados de Gran Bretaña y Estados Unidos, y de los parientes de las víctimas de la tragedia aérea. “Al Megrahi ya fue condenado una vez; no lo será otra. No entregamos ciudadanos libios. Esto lo hacía Kadafi", dijo el ministro de Justicia del Consejo Nacional de Transición (CNT), Muhammed al Alagi, en tono desafiante.

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