Argentina: Polarizados por Cristina

viernes, 5 de octubre de 2012 · 22:12
BUENOS AIRES (apro).- “Mucha gente dice que los que estamos acá somos golpistas, y muchos tratan de defenderse diciendo ¡no, por Dios! Yo creo que los que estamos acá sí somos golpistas, golpistas en favor de la democracia”, dice frente al micrófono un hombre de unos 40 años, de aspecto atildado y lentes color ámbar, entre medio de pancartas, alusivas a la presidenta Cristina Fernández de Kichner, que rezan “Chorra” (ladrona) y “No a la reforma de la Constitución”. “Habría que decirle a esta señora –continúa el manifestante–, que además de tomar sus remedios, en la Argentina la libertad debe ser para siempre. Eso es democracia: democracia con c y no con k.” El testimonio fue recogido por la televisión pública durante la manifestación opositora que se llevó a cabo en Buenos Aires el pasado 13 de septiembre. Los 20 mil asistentes a la convocatoria, batiendo sus cacerolas, marcharon contra una eventual “re-reelección” de la primera mandataria en 2015 y en reclamo de medidas “contra la corrupción”, “la inseguridad”, “la inflación”, “el cepo cambiario”, “el uso de la cadena nacional”, entre otras consignas. Ningún referente de la oposición pudo ponerse al frente de la protesta. La letra “K” (de Kirchner, kirchnerismo, kirchnerista) simboliza para los opositores al gobierno todo lo que es indeseable. El manifestante entrevistado sugirió que la presidenta obra bajo los efectos de algún tipo de medicación. Una injuria menor en comparación con las que inflamaban los cánticos, los textos de las pancartas y las declaraciones a la prensa. La profesión de odio hacia Cristina fue explícita a lo largo de la protesta. “Que se vaya”, exigían los presentes, dando muestras de desprecio por la decisión de la ciudadanía, que reeligió a la mandataria hace apenas 11 meses, con del 54% de los votos, 36% más que el oponente más cercano. “¿Por qué es tan difícil tolerar a Cristina Fernández?”, se preguntó el filósofo José Pablo Feinmann en entrevista con Radio 10, el 1 de octubre.; y se contestó que muchas mujeres odian a Cristina Kirchner porque envidian su inteligencia, el lugar al que llegó, y porque la mera existencia de la presidenta les enrostra su mediocridad. Dijo también que muchos hombres la odian por el hecho de ser “una mujer atractiva” y para ellos “imposible”, “inalcanzable”, “sustantiva en si misma” y con una “carrera política brillante”. El artículo del diario La Nación que transcribía estas reflexiones recibió más de seis mil comentarios. La presidenta argentina desata sentimientos encendidos, encontrados. La polarización en torno a su figura resume el apoyo y el rechazo a su gobierno. Sus detractores sostienen que se sirve del discurso progresista para engordar el patrimonio. Quienes la defienden sienten que Cristina encarna un proyecto “nacional y popular” en línea con el primer peronismo y con otros gobiernos de centro-izquierda en la región. Hay también un gran sector que ve en la presidenta aciertos y errores; y en la oposición, carencia de figuras con capacidad y liderazgo. El filósofo Ernesto Laclau no cree que las identidades políticas hegemónicas en Argentina hayan llegado a constituirse en torno del eje kirchnerismo-antikirchnerismo. “El kirchnerismo todavía no ha logrado crear una frontera interna en la sociedad argentina que divida al campo popular del otro campo”, dijo al diario Página 12 el 17 de mayo de 2010. “El peronismo clásico dividía a la sociedad en esos términos, el chavismo en Venezuela y Evo en Bolivia dividen a la gente en esos términos –sostiene–. El kirchnerismo no ha llegado al punto de cristalización de una identidad popular que divida a la sociedad de esa manera, aunque hay indicios de que el proceso está avanzando en ese sentido.” El repudio a las recetas neoliberales es un signo distintivo del discurso de legitimación con que nació el kirchnerismo. El filósofo Laclau cree que todo régimen político enfrenta una polarización intrínseca entre dos extremos: el institucionalismo y el populismo. “El institucionalismo consiste, en sus formas más extremas, en la sustitución de la política por la administración”, sostiene en la entrevista citada. “Un institucionalismo extremo trata de crear un régimen tecnocrático, en el que la actuación de las masas sea reducida a un mínimo y en el cual los expertos tomen todas las decisiones claves”, explica Laclau; y agrega que “un populismo extremo sería una forma de movilización radical en la cual el momento institucional desaparece”. Combate en la red La enconada polémica en torno a Cristina se prolonga en internet y en las redes sociales. En los foros virtuales el insulto visceral suele privar ante el respeto a la investidura o el disenso constructivo. “Espero que nadie la vote no la quiero ver mas a la h.. d.. p…!!!!”, escribe, con todas las letras, un participante del foro Cómo te odio Cristina Kirchner. “El problema es que no es ella sola, es toda su banda más los ‘millones’ de cerebros lavados que la apoyan!!!”, agrega otro participante. “Que grande la presidenta coraje!!!!!!!!! hoy dio cátedra!!!!!  Avanti morocha!!!!!!!!!”, alienta un participante de la página web sumateacristina.net. “¿Quién alguna vez se animó a rechazar los conceptos de los capos del FMI?”, se pregunta retóricamente otro participante del mismo foro: “¿quién se dio el lujo de pasearlos por el campo de sus propias contradicciones económicas endilgándoles en la cara a los viejos carcamanes del ‘primer mundo’ las culpas de su propio fracaso e incapacidad de administrar los recursos de sus países, entregados sumisamente a las maniobras del mercado y los especuladores financieros?” “Vieja forra (despreciable), pone un montón de trabas para salir del país y comprar moneda extranjera, la odio!!!!”, dice un participante del foro de Facebook Odio a Cristina Kirchner, que gusta a 11 mil 411 personas. “Cuándo mierda se va a ocupar de la delincuencia???? hdp”, exige con letras mayúsculas otro participante de esta página, en la que casi no hay comentarios que no contengan alguna descalificación o un insulto. “Vamos morocha que usted es mujer con ovarios grandes como los de mi madre”, alienta una participante de otra página de facebook, Fuerza Cristina Fernández de Kirchner, a la que 257 personas le suben el pulgar. “Porque creemos que un mundo mejor es posible, y porque estamos convencidos que el camino emprendido es el correcto. Ni un paso atrás, ni un paso al costado, siempre hacia adelante. Fuerza Presidenta“, se lee en Aguantekristina.blogspot.com.ar. Magdalena Wojcieszak, directora académica de la maestría de Comunicación Política en la universidad privada madrileña IE University, analiza este tipo de público virtual, “distinto al que resulta de las interacciones interpersonales, y de los públicos masivos que definen los medios tradicionales”, ya que se ha “formado en las redes sociales como Twitter o Facebook.” (www.americaeconomia.com 07.02.2012) Wojcieszak no cree que hacer un comentario político en el estado de Facebook provoque cambio alguno en las políticas o legislaciones, ni que dar un click en “me gusta” configure una manifestación ni una acción política. “Estos públicos que se contentan con esta ilusión de participación –dice– no van a la calle a protestar o tomar parte en acciones concretas. Se escudan en que están participando online, lo cual no genera diferencias.” La investigadora sostiene, sin embargo, que la polarización política se ha profundizado con la expansión de este nuevo tipo de medios y usuarios. “A mayor cantidad de canales de información, es más probable que la persona elija aquellos con cuyo contenido concuerda –dice–: “Con esto, sus ideas preconcebidas se refuerzan. Sucede que el consumo exclusivo de opciones mediáticas ‘agradables’ estimula la creciente polarización.” En el encuentro cotidiano, la inquina latente entre simpatizantes y detractores de la presidenta y su gobierno –“los k” y los “anti-k”– suele escalar hacia un estado de crispación. Los argumentos se vuelcan de manera visceral, sin dar lugar a formas de consenso. En muchos hogares y grupos de amigos se evita hablar de política para no dar pie al enfrentamiento. Así lo refleja la página de Facebook del diario La Nación, que recoge testimonios de peleas entre amigos o familiares por temas políticos. “Mis hermanas y cuñados ya no me tratan por ser ‘anti-k’”, escribe una lectora, que firma como Moni, al responder a la convocatoria del periódico. “Sí, lamentablemente con algunos amigos cuando aparece alguna cuestión política alguien enseguida cambia el tema, si no, termina mal. ‘Los K’ son muy cerrados y no admiten grises, no se puede ni dialogar”, comenta Manuel en el mismo foro. Adolfo, otro participante, expone la divergencia desde la mirada opuesta: “Me pasó”, escribe, “pero ¿qué extrañan? ¿Gobiernos como los de Menem, De la Rúa o Alfonsín, o quizás Onganía o Videla, o lo que hay en España o en Grecia?” Nueva Evita La cubierta de la revista Noticias del 7 de septiembre último causó revuelo e indignación. En ella se veía una ilustración de Cristina, en el éxtasis de la masturbación, junto al título: El goce de Cristina. “Temida y adulada. Poderosa como nunca. Atractiva en su edad. Sola en su vida privada. Desinhibida y chispeante. La nueva imagen de Cristina remite a lo que no se nombra: la sexualidad de los poderosos”, se leía en el copete introductorio. Noticias es el semanario político de la editorial Perfil. La cubierta fue tildada de misógina y machista, incluso por intelectuales opuestos al oficialismo. A algunos medios les cuesta aceptar que el país sea gobernado por una mujer. En 2007, al comienzo del mandato de Cristina, decían que era su marido, el presidente saliente, Néstor Kirchner, quien realmente mandaba. Más tarde se habló de un doble comando. El argumento dejó de oírse cuando Kirchner falleció y Cristina ganó su reelección con más votos que los que él había cosechado en vida. Cristina heredó –eso sí– la virulencia que antes se le dedicaba a Kirchner. La polarización que rodea la figura de Cristina Fernández ha sido comparada con el amor incondicional y el odio ciego que en su momento se le dispensara a Eva Perón en Argentina. “Viva el cáncer”, llegó a leerse tras su muerte en algunas paredes de la ciudad de Buenos Aires. Un espíritu similar reina hoy –con Cristina como blanco– en los foros virtuales de los grandes medios. El filósofo León Rozichner, fallecido en 2011, sostenía que Cristina Fernández “ocupa un rango superior a Evita en la escala de Richter de la evolución femenina”, ya que es “un animal político femenino en pie de igualdad con el animal político masculino de su marido Néstor, cosa que no pasaba con Perón y Evita”, según escribió en el diario Página 12 el 10 de noviembre de 2010. “Evita era sólo el complemento sumiso: hacía por caridad cristiana, para ayudarlo, lo que Perón hacía por ley del Estado.” También Rozichner explicaba el odio a Cristina a través de la envidia, sobre todo en mujeres de las clases alta y media, “esclavas del hombre que las ha adquirido –o ellas lo hicieron– y al que se han unido en turbias transacciones, donde el tanto por ciento y las glándulas se han fusionado en una extraña alquimia convertida en empuje que llaman ‘amoroso’ ”, escribió el filósofo. Precisaba que ellas odian a Cristina como a una traidora de clase de este tipo de mujeres: “Esto también constituye el suelo denso y material de la política, tan unido a la lucha de clases entre ricos y pobres –sostenía Rozichner–. Ellas también son el resultado de la producción capitalista de sujetos en serie: mercancías femeninas con formas humanas, con su valor de uso y su valor de cambio.” En los editoriales de los periódicos opositores se suele calificar a la presidenta como omnipotente, autoritaria, pedante, soberbia. El insulto de sus detractores recoge epítetos como loca, bipolar, medicada, títere del marido y, poco después, viuda negra. La Monto, remeda su supuesta simpatía en los ’70 con los Montoneros. La Yegua es en la actualidad uno de los apodos preferidos por las redes sociales. León Rozichner cree que muchos hombres odian a Cristina porque “ven avanzar el peligro en la amenaza de un modelo femenino que termine con la sumisión de sus mujeres en las cuales ellos han invertido tanto: toda una vida de negocios turbios y de duro trabajo de oficinas, de atender la clientela, de contar ganado o hectáreas de soja, y de groups financieros para poder “mantenerlas”, –enumera en el artículo citado. “Sienten en la figura femenina desafiante de Cristina –aunque exageren– la revolución en marcha”, sostiene. Protestas La protesta salarial de los efectivos de la Prefectura Naval y la Gendarmería Nacional, debidas a un decreto que recortaba una parte de sus salarios, fue seguida con preocupación por las fuerzas políticas y la ciudadanía. El gobierno denunció actitudes destituyentes escondidas bajo el reclamo legítimo. El 3 de octubre, a través de una resolución firmada por todo el arco político, el Congreso pidió que se respete la democracia. La oposición culpó al gobierno por impericia en el manejo de la crisis. Organizaciones de derechos humanos expresaron que hay sectores que intentan generar un clima de inestabilidad. En las redes sociales y los foros virtuales de los medios opositores se pudieron leer insultos a la presidenta y mensajes abiertamente golpistas. La periodista Sylvina Walger se hizo conocida en la década del noventa por su libro Pizza con champán, una especie de radiografía del menemismo. En 2011 publicó su libro Cristina, toda la verdad sobre la presidenta (Ediciones B). Allí puede leerse una definición que una colaboradora hace de la mandataria: “Es una mujer educada. Jamás le oí un grito ni una palabra más alta. Eso sí, si me ve por la calle no sabe quién soy, porque no te mira, te ignora. Para ella, no eres nadie. “Tiene obsesión por la cadena nacional. La usa a todas horas para anunciar y decir pelotudeces, con ese verbo elocuente de retórica universitaria que la caracteriza. Al estilo de lo que hacía Franco en España o Perón en Argentina”, señala Walger en entrevista que el diario español El Mundo publicó el pasado 3 de julio. Y añade que “basa su gobierno en una cultura del miedo. Sus colaboradores deben temerle. En Argentina no hay democracia. Lo que hay es una autocracia populista y autoritaria”. La organización Reporteros sin Fronteras no parece estar de acuerdo en el último punto. En su Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2011-2012, Argentina comparte el puesto 47 con Estados Unidos y Rumania. “Continúan siendo tensas las relaciones entre una parte de la prensa privada y la presidenta Cristina Fernández –dice el resumen del informe-. Sin embargo, 2009 ha sido un año de progresos legislativos para los medios de comunicación argentinos. La nueva ley destinada a limitar la concentración de medios ha sustituido a la Ley de Radiodifusión, aprobada bajo el régimen militar, y la calumnia y la injuria han desaparecido del terreno penal.” El gobierno y el Grupo Clarín mantienen una dura disputa judicial en estos días. El 7 de diciembre es la fecha tope impuesta por el gobierno al grupo para que cumpla con la ley de medios, que lo obligaría a desinvertir en muchas áreas donde ejerce una posición monopolista o dominante. Los opositores que se dieron cita el 13 de septiembre han llamado a una movilización nacional para el 8 de noviembre. Pretenden juntar un millón de personas en el tradicional Obelisco de Buenos Aires. “La convocatoria central, más allá de las reivindicaciones individuales, sectoriales y secundarias, es rechazar a Cristina Fernández de Kirchner y el rumbo de su administración”, según declaran. Pueden contar, desde ya, con el apoyo de los grandes medios.

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