Chile: El ocaso de Piñera

viernes, 9 de noviembre de 2012 · 21:50
VALPARAÍSO (apro).- Acosado por denuncias de corrupción, derrotado en las urnas, rechazado por la opinión pública y obligado a un cambio de gabinete que abre camino a la carrera presidencial, el presidente Sebastián Piñera vive adelantadamente el crepúsculo de su mandato. El pasado lunes 5, el mandatario chileno concretó la modificación ministerial, que como elemento más llamativo tiene el traslado del ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter, a la cartera de Defensa. En su lugar fue nombrado el “coronel” de la UDI Andrés Chadwick. El ajuste también contempló la salida de los presidenciables de la derechista Coalición por el Cambio de sus respectivas secretarías de Estado. El abanderado de Renovación Nacional (RN), Andrés Allamand, dejó el Ministerio de Defensa, y el precandidato de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Laurence Golborne, hizo lo propio en Obras Públicas. Con esto inició la carrera presidencial. La salida de Hinzpeter de Interior fue una demostración cabal de la derrota de la estrategia de Piñera, que básicamente consistía en concentrar el poder, con sus ministros como meros ejecutores de su voluntad. En ese diseño, Hinzpeter era su pieza principal, por ser su hombre de más confianza en la arena política. Maliciosamente sus detractores le decían “el yes man”. Elecciones desastrosas La salida de Hinzpeter y el cambio de gabinete se debieron a la derrota en las elecciones municipales del pasado 28 de octubre. Estas eran el primer examen electoral de Piñera, pero resultaron todo un desastre para la derechista Coalición por el Cambio, que perdió varias de las principales alcaldías del país. En la región metropolitana fue derrotada en las comunas de Santiago, Providencia, Ñuñoa, Recoleta e Independencia, entre otras, mientras que fuera de la capital perdió las capitales regionales, excepto Valparaíso, Temuco y Valdivia, es decir tres de 15. En la comuna de Santiago la derrota fue particularmente dolorosa, puesto que La Moneda había definido aquella disputa como “la madre de todas las batallas”, lo que implicó, por ejemplo, que el ministro Golborne se involucrara, sin tapujos, en la campaña en favor del alcalde Pablo Zalaquet (UDI), quien buscaba la reelección, pero fue derrotado por la expresidenta del socialdemócrata Partido por la Democracia (PPD), Carolina Tohá, hija del asesinado ministro de Interior del gobierno de Salvador Allende, José Tohá. Una nieta de Allende, la socialista Maya Fernández Allende, se impuso por un leve margen –que motivó una apelación– en la tradicional comuna de Ñuñoa al alcalde en ejercicio José Sabat. Tanto Zalaquet como Sabat se ha caracterizado por su proximidad con las ideas pinochetistas y por ordenar reprimir con una fuerza desmedida las protestas estudiantiles realizadas en los liceos de sus comunas. Otro filopinochetista, Cristián Labbé, de UDI, fue derrotado en la acomodada comuna de Providencia por la candidata independiente de centroizquierda Josefina Errázuriz. El resultado provocó un impacto nacional, dado que se produjo en un lugar en el que siempre había vencido la derecha. En entrevistada por Radio Cooperativa, el pasado 31 de octubre, la destacada politóloga y directora de la empresa encuestadora MORI-Chile, Marta Lagos, definió así los resultados de estas elecciones: "Esta es una estrepitosa derrota para el gobierno de Piñera. La derecha había llegado al poder después de 50 años y no resistió la primera elección". Las críticas a Piñera y a su gobierno no se hicieron esperar, y fueron particularmente duras con el jefe de gabinete. El influyente abogado y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, publicó el pasado domingo 4 una columna en el diario El Mercurio, que muestra el tono del debate: “El verdadero problema político del gobierno no es la salida de Allamand o de Golborne, sino la situación de quien, hasta ahora, ha sido un ministro inexistente: Hinzpeter. En un gobierno presidido por Piñera –una de las personalidades más centradas en sí mismas que conoce la política chilena–, carecer de ministro del Interior equivale a no contar con ninguna mediación entre la subjetividad del presidente y el resto del gabinete”, escribió. Escándalo por sobreprecios La elección municipal se verificó en un contexto de diversos escándalos de corrupción que afectaron directamente al exministro Hinzpeter. El 2 de octubre, en la página web del Centro de Investigación Periodística (Ciper), se denunció que el gobierno –a través del Ministerio de Interior– adquirió fibroscopios y densímetros para detectar drogas por un monto de 4 millones de dólares. Por cada densímetro –agregó– pagó casi 50 mil dólares a un intermediario, aunque su fabricante los vende en Estados Unidos en la quinta parte de ese valor. Los instrumentos fueron adquiridos como parte de la instrumentación del Plan Frontera Norte. Este fraude en el Ministerio de Interior se suma a otro dado a conocer en enero pasado –también por Ciper–, relacionado con el pago de sobreprecios en compras de hornos para incinerar drogas y furgones equipados con escáner. Aunque numerosos parlamentarios de oposición pidieron la renuncia de Hinzpeter, Piñera lo mantuvo –hasta que pudo– en funciones. Sin embargo, la suerte de Hinzpeter comenzó a sellarse el 31 de octubre, cuando por 50 votos a favor y tres en contra, la Cámara de Diputados acogió la solicitud –presentada por parlamentarios de la opositora Concertación por la Democracia– de interpelarlo en el marco del “caso de sobreprecios”. Los parlamentarios pedían también que el entonces jefe de gabinete explicara el extravío, en 2010, de más una tonelada de cocaína que había sido decomisada por las policías antinarcóticos y que desaparecieron antes de ser incineradas, según denunció recientemente la Subsecretaría de Prevención del Delito. El escarmiento público que implicaría la interpelación obligó a Piñera a trasladar a Hinzpeter. El diputado demócrata cristiano Ricardo Rincón aseguró que la salida de Hinzpeter del ministerio del Interior fue una maniobra del presidente Sebastián Piñera para librarlo de la interpelación. Sistema cuestionado Aunque el daño fue mayor en la derecha, todo el sistema político fue puesto en tela de juicio tras la elección. Ello debido a la altísima abstención que se empinó sobre 60%, cifra que no tiene parangón en la historia de Chile. De 13 millones de inscritos en el padrón electoral, sólo acudieron a las urnas 5.5 millones. Y en todo Chile hubo varias urnas –de nuevos inscritos– en las que ni un solo votante se apareció. Esto ocurrió cuando en las elecciones municipales operó por primera vez el sistema de inscripción automática y voto voluntario aprobado en el Congreso Nacional en diciembre pasado. Mediante esta modificación legislativa se pretendió, sin éxito, incentivar la participación de los jóvenes, quienes se habían mantenido al margen de las elecciones: sólo 5% de los jóvenes de entre 18 y 24 años estaba inscrito en los registros electorales antes de que se concretara la inscripción automática. Además, las elecciones municipales estuvieron marcadas por el engorroso y lento conteo de los votos, que en el caso de los concejales duró casi una semana, algo inédito en Chile. El director del Servicio Electoral, Juan Ignacio García, responsabilizó directamente al Ministerio del Interior por la demora, aduciendo el uso de un sistema computacional de ingreso de datos que no funcionó adecuadamente. Por si fuera poco, el fallecido mandatario Salvador Allende, así como más de mil detenidos-desaparecidos, aparecieron en las listas de habilitados para votar, lo que aumentó el descrédito de las elecciones y del sistema que las sustenta. En entrevista con Apro, Gabriel Salazar (Premio Nacional de Historia 2006) analizó el escenario postelectoral. Sostuvo que “el resultado de las últimas elecciones viene a corroborar y ratificar una vez más la profunda crisis de representatividad que está viviendo el país y la pérdida de confianza de la ciudadanía en las instituciones políticas del Estado y en la clase política”. Complementó: “Creo que el índice altísimo de abstención en las últimas votaciones revela esa crítica, esa desconfianza y esa falta de credibilidad”. En este sentido, las más importantes empresas encuestadoras coincidieron en señalar que la aprobación del Congreso Nacional, de las coaliciones de gobierno y oposición, y del Poder Judicial, es inferior a 20%. Y con un apoyo que oscila entre 22% y 34%, dependiendo de la consultora, Piñera se ha convertido en el mandatario que más bajos índices ha marcado desde que se hacen encuestas políticas. Salazar afirmó que “la derrota de los candidatos de la coalición de gobierno –que estaban muy seguros que iban a ganar estas elecciones, a tal punto que tenían preparado un coctel en La Moneda para celebrar el triunfo– revela que al mismo tiempo hay un rechazo a la clase política y al modelo que ésta sustenta, pero también muestra que hay un rechazo en específico a este gobierno”. Agregó: “Es evidente que estamos en un periodo de existencia de desajuste entre la ciudadanía y el sistema político, lo que crea un espacio grande para que los movimientos sociales puedan continuar desarrollándose, que es lo que está ocurriendo a lo largo de todo el país. Entonces, ante esta situación, es obvio que la clase política, tanto de la Concertación como de la coalición de gobierno, ve que el terreno se le mueve. Están sintiendo un vacío bajo sus pies. “Y, por lo mismo, están lanzando algunas bengalas de carácter populista, como anunciar reformas constitucionales y cambios al sistema electoral binominal, y así ganar algún tipo de prestigio, a esta hora, entre la ciudadanía”. El pasado 18 de enero, los presidentes de Democracia Cristiana y de la derechista Renovación Nacional, Ignacio Walker y Carlos Larraín, respectivamente, sorprendieron al país al dar a conocer el documento “Un nuevo régimen político para Chile”, en el que proponen democratizar el sistema electoral vigente (binominal) e implementar la elección popular de intendentes (gobernadores), entre otras medidas. Y este viernes 9 el periódico El Mercurio editorializó que era necesario hacer cambios al sistema electoral y “eventualmente permitir la elección democrática de intendentes”. En relación con eso, Gabriel Salazar opinó que la clase política “va a tratar de flotar encima de esta transición ciudadana que por abajo sigue su desarrollo, y va a lanzar una serie de propuestas de carácter populistas para tratar de salvarse. Pero yo creo que sus años de poder, a esta altura, están relativamente contados”. Consultado respecto del futuro político, tomando en cuenta que en diciembre de 2013 se deberá elegir un nuevo presidente (o presidenta), el autor de Labradores, peones y proletarios señaló que “si Michelle Bachelet retorna a Chile para disputar la presidencia (dejando su cargo de directora de ONU Mujeres), va a ser un fracaso si lo hace en la lógica de ser el gobierno número cinco de la Concertación”. Subrayó: “Pero si, inteligentemente, se sumerge en los movimientos sociales, y no los lidera, sino viene a ser una especie de referente para que estos puedan avanzar en una cierta dirección apoyándose en ella, ¡ok! Pero no creo que ella tenga ni las condiciones ni la disposición a hacer eso. Ella es una mujer de sistema. Entonces no creo que haya posibilidad de eso”. En opinión de Salazar, “un candidato de otro tipo, alternativo, como Marcel Claude (economista de izquierda radical), sería un volador de luces que se quemaría rápidamente”.

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