Nuevo Oriente, al borde de un nuevo estallido

viernes, 9 de marzo de 2012 · 23:04
WASHINGTON, 9 de marzo (apro).- Iraníes e israelíes parecen buscar la forma de sacar el pie del acelerador en la carrera hacia un conflicto bélico a causa del programa nuclear de Teherán, pero la intensa retórica militar, en parte fogoneada por “halcones” de esos países y también estadunidenses, “está en el aire” y podría ser demasiado tarde para evitar un nuevo estallido en el Medio Oriente. Al estilo de la región, donde la flexión de los músculos cuenta tanto como el regateo, los gobiernos del premier israelí Benyamin Netanyahu y del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad se siguen mostrando agresivos, aunque también apuestan a una solución diplomática por los planes atómicos de Teherán, que según las potencias occidentales apunta a la construcción de bombas nucleares. Pero, por supuesto, cada bando espera encontrarse con un escenario distinto al final de este oscuro túnel: los israelíes querrían que las sanciones económicas internacionales funcionen y evitar así tener que enviar sus aviones a bombardear las instalaciones atómicas iraníes, una medida que podría resultar en incontables riesgos y pérdidas para el ya bastante aislado estado judío. Por su lado, los iraníes se esperanzan con convertirse en efecto en una nueva fuerza nuclear, para poder así blindarse de las presiones externas y disfrutar los “beneficios” de una situación similar, por ejemplo, a la que viven desde hace décadas India y Pakistán, enemigos atómicos jurados que, sin embargo, no se atreven a apretar el botón rojo, porque eso significaría también su propia destrucción. En Israel, la “cuestión” iraní acapara gran parte de la atención de los medios de información y de las televisoras, pero los habitantes del país siguen adelante con su vida diaria prácticamente sin sobresaltos. No hay preparativos militares o de defensa civil a la vista, ni siquiera una sombra de los fuertes temores que se activaron, por ejemplo, en vísperas de las invasiones de Irak de principios de los noventa o en el 2003. Tel Aviv, el faro cosmopolita del país, mantiene sus apurados ritmos occidentales, y los eventuales peligros de un enfrentamiento con Irán comparten espacio en los titulares de los diarios con la polémica sobre una posible autorización municipal para que los autobuses circulen los sábados durante las horas del shabbat. “En Israel, los preparativos y los miedos no son tan fuertes ni obvios como antes de la guerra en Irak”, explica a Apro el profesor Uzi Rabi, director del Moshe Dayan Center de la Universidad de Tel Aviv y un experto en Iran. “Pero hay algo en el aire, la gente se pregunta qué puede llegar a pasar”, agrega. En ese sentido, Rabi destaca las constantes declaraciones de Netanyahu y de su ministro de Defensa, Ehud Barak, quienes reiteran que Israel “mantiene la opción militar sobre la mesa” en el frente del plan nuclear iraní, “y eso naturalmente preocupa a la población”, indica, al igual que la “retórica que llega desde Teherán, adonde el ayatollah Ali Khamenei llama regularmente a destruir nuestro país”. “No hay pánico y no se puede decir que haya preparativos para una guerra”, dice por su lado el brigadier retirado Uzi Eilam, uno de los expertos del Instituto para los Estudios sobre la Seguridad Nacional, también de la Universidad de Tel Aviv. En declaraciones a esta agencia, el exmilitar buscó globalizar el conflicto afirmando que, de todas maneras, “la tensión es real y el programa nuclear iraní preocupa a muchos países, no solamente a Israel y a Estados Unidos”. Eilam reconoció, además, que la “retórica” militar no proviene solamente desde Teherán, sino que “mucho de eso” surge también desde Jerusalén y Washington. Aun después de relativizar los niveles de alerta perceptibles aquí, Rabi aseguró que “los israelíes se sienten definitivamente amenazados, y creen que este año es crucial en lo que se refiere a Irán” y sus presuntos planes por desarrollar una bomba nuclear. Precisamente con el reloj corriendo en contra de una solución sin sangre, el 19 de febrero partió hacia Teherán una delegación de cinco expertos de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), con el objetivo de mantener durante dos días una nueva tanda de negociaciones con los jefes del programa nuclear iraní. “Este es, por supuesto, un asunto complejo que puede tomar un tiempo” destrabar, “pero esperamos que la visita sea constructiva”, dijo el líder de la delegación, Herman Nackaerts. El pasado martes 6, los reportes desde la capital iraní indicaron que las conversaciones estaban, en efecto, en marcha, pero que los expertos tuvieron  acceso limitado a las facilidades nucleares.  En su más reciente reporte público en este terreno (de noviembre del año pasado), la AIEA dijo que Irán desoyó hasta ahora las recomendaciones del organismo y “no suspendió sus actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio” en varias plantas, entre ellas las de Natanz, uno de los blancos de un eventual ataque israelí. Además, en el informe la AIEA dijo estar “cada vez más preocupada por la posible existencia” de “actividades no reveladas relacionadas con la energía nuclear en las que participan organizaciones del ámbito militar”, incluyendo planes para el “desarrollo de una carga útil nuclear para un misil”. Durante los mismos días en que los expertos de la AIEA visitaban Irán, el gobierno de Teherán siguió adelante con su compleja estrategia –a veces agresiva y a veces conciliadora– frente a las presiones de Estados Unidos y las potencias occidentales. Por un lado, el vicejefe del ejército, Mohammad Hejazi, advirtió que su país no dudará en disparar un ataque preventivo si se siente “amenazado”. Citado el martes por la agencia Fars, Hejazi dijo: “Nuestra estrategia ahora es que si nosotros sentimos que nuestros enemigos quieren poner en peligro los intereses nacionales de Irán, nosotros actuaremos sin esperar por sus acciones”. Ese mismo día, el ministro de Petróleo, Rostam Ghasemi, aseveró que su país no dudará en cortar el suministro de crudo a otros compradores, después de haberlo hecho, en represalia por las sanciones a Gran Bretaña y Francia. En declaraciones a la agencia estatal Irna, Ghasemi dijo que Teherán “no tiene problemas con sus exportaciones, porque muchos países quieren adquirir nuestro crudo”. Hejazi y Ghasemi pusieron al mundo en guardia, pero al mismo tiempo voceros del gobierno de Ahmadinejad remarcaban su disponibilidad e interés en relanzar las negociaciones con el grupo de seis países (G5+1: Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, los dueños de las bancas permanentes en el consejo de seguridad de la ONU, más Alemania), posiblemente en Turquía, para discutir el asunto nuclear. Uno de esos voceros fue el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Ali Akbar Salehi, quien habló el martes en Teherán junto a su colega de Omán, Yusef ben Alabi. Salehi destacó los “avances nucleares” de Irán y atacó una vez más al “régimen sionista” (como se refieren los iraníes a Israel), mientras que ben Alabi tuvo que rechazar las versiones que indicaban que la reunión con su par de Irán tenía por objetivo utilizar los buenos oficios de su país para un “acercamiento” a Washington. Enviados de la capital estadunidense, en cambio, siguen llegando a Israel, como parte de las nerviosas conversaciones de la administración de Barack Obama para convencer a Netanyahu de no bombardear Irán. En estos días pasó por ahí, por ejemplo, Tom Donilon, consejero para la Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien anunció una posible entrevista de Obama con Netanyahu el 5 de marzo en Washington. Los analistas en la capital de EU coinciden en afirmar que el gobierno de Obama está cada vez más preocupado por la posibilidad de un ataque israelí sobre Irán, lo que podría empujar a las fuerzas estadunidenses sobre un nuevo frente de guerra en el Medio Oriente, justamente mientras la Casa Blanca termina de salir de Irak y busca escapar de Afganistán. Sin embargo, otros sectores, que analistas señalan como pertenecientes a las filas republicanas y del sector de la industria bélica, parecen estar empujando desde las sombras la sensación de inevitabilidad de la guerra. Sugestivamente, en los últimos días parte de la prensa estadunidense difundió con entusiasmo “reportes de inteligencia” sobre los presuntos preparativos israelíes para el bombardeo. Esos informes estarían supuestamente basados en reportes de inteligencia israelí, pero no faltaron los comentaristas que “olieron” la mano de los servicios de espionaje norteamericano detrás de esas “revelaciones” Uno de los más llamativos de esos reportes fue un servicio de la NBC que, con base en fuentes militares anónimas, estimó en 50/50 las chances de un ataque israelí sobre Irán, “aunque podrían ser mayores, hasta llegar a un 70%”, completó. El informe fue todavía más allá y arriesgó que el bombardeo podría ocurrir entre abril y junio próximo a través de aviones (F15-E Strike Eagle y aparatos no tripulados) y misiles del tipo Jericho, de medio alcance, cargados con pesados explosivos, pero no cabezas nucleares. También especuló con la posibilidad de que Arabia Saudita, un silencioso enemigo de Irán, permitiría a los aviones israelíes sobrevolar su territorio y hasta recargarse de combustible mientras pasen por su espacio aéreo. Frente a la amenaza, los iraníes reconocen que no están a la altura de la fuerza aérea israelí y no podrán responder de manera convencional a una agresión. Sin embargo, tal como se admite aquí en voz baja, Teherán cuenta con varios ases en las mangas, como posibles ataques terroristas alrededor del mundo y, más importante, sus aliados en los umbrales del estado judío: Hamas en la Franja de Gaza y Hezbollah en el sur del Líbano. “Nosotros no le tememos tanto a una eventual bomba atómica iraní como a la reacción de Hamas y Hezbollah –dijo a Apro un reservista israelí que pidió mantener el anonimato–. Si atacamos las plantas nucleares vamos a sufrir una lluvia de misiles convencionales tan grande que ni siquiera vamos a ser capaces de entender de dónde vienen”, completó. “El frente israelí no está preparado para la posibilidad de ser golpeado por miles de misiles y cohetes”, coincidió el analista Yagil Levy. “En un caso semejante –continuó Levy, actualmente profesor visitante en la Georgetown University, en Washington–, la respuesta iraní puede oscurecer el sentido de victoria israelí y el apoyo a las acciones de guerra del gobierno” de Netanyahu. En declaraciones a esta agencia a través de correos electrónicos, Levy –habitual columnista del diario israelí Haaretz– dijo que de registrarse el ataque sobre las plantas nucleares, “veo en el horizonte una larga y mortal guerra de desgaste” entre Irán e Israel. “Se puede asumir tranquilamente que un ataque exitoso crearía solamente una euforia pasajera y los israelíes no lo verían como un alivio verdadero frente a una amenaza real”, señaló. “Espero que no haya un enfrentamiento militar, pero si ocurre, seguramente será limitado y no una guerra completa”, agregó por su lado Rabi. Con los precarios gobiernos del Medio Oriente todavía lidiando con las consecuencias de la “primavera democrática”, se estima como muy improbable una guerra regional si Israel decidiera atacar Irán. De todos modos, ambos países cuentan con ingentes cantidades de materiales de guerra. Según diversos reportes, Irán dispone de unos 523 mil efectivos en actividad en sus fuerzas armadas, incontables misiles –entre ellos los Shahab 3 y los Ghadr 1, que pueden golpear objetivos a dos mil y mil 800 kilómetros de distancia, respectivamente, es decir capaces de alcanzar blancos en Israel y en bases estadunidenses en la región– y más de 300 aviones de guerra, aunque solamente 60% de ellos estarían en buenas condiciones. Israel, por su lado, tiene apenas unos 187 mil efectivos en actividad (a los que deben sumarse más de medio millón en reserva), pero cuenta con una modernísima fuerza aérea con más de mil 900 aviones, submarinos, el apoyo de Estados Unidos y, por supuesto, sus propias armas nucleares. Con este trasfondo, las chances de una guerra “no son muy altas”, en especial teniendo en cuenta que “Estados Unidos bloqueará” el eventual bombardeo “porque pone en peligro sus intereses, especialmente la retirada de Afganistán”, señaló Levy. Rabi, por su lado, piensa que “si bien no está en el interés de ninguna de las partes, las chances (de una guerra) están ahí”. Existe “una fuerte retórica bélica alrededor en este momento, algo que podría derivar fácilmente en un conflicto”, lamentó. Y, para colmo, varios de los aspirantes republicanos a enfrentar a Obama en las elecciones de noviembre próximo ya dieron a entender que están listos para “ir a la guerra con Irán” si llegan a la Casa Blanca, declaraciones que sonaron dulcemente en los oídos de los “halcones” israelíes y los representantes de la industria bélica en los alrededores de Washington. En este momento, y también a causa de su presunta “debilidad” frente a Irán, “es un deber patriótico derrotar a Obama”, dijo en estos días Newt Gingrich, uno de los precandidatos republicanos.

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