Libia: En las elecciones, triunfó el pragmatismo
MÉXICO, D.F. (apro).- De las elecciones legislativas en Libia, que se celebraron el sábado 7, se había predicho lo peor: que arrasarían los partidos islamistas, que las milicias armadas sabotearían el proceso e incluso que el este del país, la provincia de Cirenaica, origen de la revolución del 17 de febrero de 2011, optaría por escindirse de facto.
El resultado fue sorprendente para muchos: aunque la Comisión de Elecciones no ha publicado aún datos consolidados, se estima que la participación llegó al 62% de los 2 millones 800 mil electores. Los comicios se celebraron en paz --salvo incidentes aislados--, y tanto en Cirenaica como en Tripolitania, en el oeste, donde se encuentra la capital, Trípoli, las preferencias de los votantes aparentemente coinciden: favorecieron a la Alianza de Fuerzas Nacionales (AFN).
La AFN --que agrupa a más de 60 partidos y es liderada por el exprimer ministro interino, de tendencia liberal y laica, Majmud Yibril-- arrasó con más de la mitad de los votos, imponiéndose así a las formaciones prominentemente religiosas.
“Entre esta generación de libios, la democracia es verdaderamente popular”, dice a Apro Juan Cole, académico de la Universidad de Michigan y autor de varios libros sobre Medio Oriente como Engaging the Muslim World.
País de milicias
El contexto era ominoso: la llamada Primavera Árabe pasa por momentos muy duros en Egipto, donde la Junta Militar cerró el Parlamento y le impone graves limitaciones al presidente apenas electo, Mohamed Morsi. Siria por su parte se encuentra hundida en una guerra civil sangrienta y sin salida a la vista.
En los países donde ha habido elecciones, no se han alzado con la victoria los jóvenes liberales y secularistas que sacudieron sus regímenes dictatoriales, sino organizaciones de corte islamista moderado (como los partidos vinculados al poderoso grupo egipcio Hermanos Musulmanes, HM) y radical (grupos de la secta salafista): en Egipto, los HM son mayoría en el disuelto parlamento y colocaron a uno de los suyos en la Presidencia; y en Túnez y en Marruecos ganaron la mitad de los escaños legislativos y nombraron al primer ministro.
En particular, la situación en Libia no parecía alentadora: es cierto que el país ha mantenido la unidad política a través del Consejo Nacional de Transición (CNT), el organismo que se formó originalmente en Bengasi (capital de Cirenaica) para conducir la guerra revolucionaria, integrando a dirigentes de las distintas ciudades y regiones.
En los hechos, sin embargo, cada urbe manejó sus esfuerzos militares de manera autónoma, creando milicias con mandos que siguen actuando a su gusto y que con frecuencia han enfrentado al CNT, con acciones que van desde el cierre de carreteras hasta la toma de campos petroleros e incluso del aeropuerto internacional de Trípoli. Es común que se produzcan enfrentamientos entre ellas, con saldos de decenas de muertos, y además mantienen agendas propias: muchas de ellas, financiadas de manera encubierta por Arabia Saudita, Catar y otros países musulmanes, son de corte islamista y aspiran a crear un Estado regido por la Sharía, o ley islámica.
En su informe Libia, ¿imperio de la ley o imperio de milicias?, difundido el jueves 5, Amnistía Internacional describió un panorama de grupos armados que hostigan a poblaciones consideradas pro-Gadafi y que mantienen ilegalmente presas a 4 mil personas acusadas de tener vínculo con el antiguo régimen.
Una de las milicias importantes es la del islamista Abdelhakim Beljaj, quien formó uno de los partidos que parecían más fuertes en la competencia electoral: Al Watan. Los Hermanos Musulmanes, por su parte, crearon el Partido de la Justicia y la Construcción (PJC).
Cirenaica vs Tripolitania
Otra amenaza era la de la división nacional: Libia no existía hasta que los italianos conquistaron el territorio y formaron una colonia. En Bengasi, segunda ciudad en importancia, suele destacarse que la resistencia fue encarnada durante dos décadas por el guerrillero cirenaico Omar al Mukhtar, en tanto que Trípoli “se rindió en tres días”.
Cuando la revolución inició en Bengasi, el entonces dictador Muamar El Gadafi aseguró que esa ciudad quería fragmentar al país y separarse, llevándose la mayor parte de los campos petrolíferos, que se encuentran en su territorio.
La respuesta de Bengasi fue lanzar la consigna “una nación, una capital” y reivindicar a Trípoli como centro político del país. Después de que esa ciudad fue liberada y Gadafi, expulsado al desierto, el CNT se trasladó allí.
La composición del Parlamento elegido en los comicios del sábado 7, sin embargo, motivó gran inconformidad en Bengasi: de 200 diputados, 100 corresponderán a Tripolitania y sólo 60 a Cirenaica (más 40 a Fezzán, una zona poco poblada en el sur). El este se sintió avasallado por la capital nacional y un movimiento “federalista” surgió en Bengasi, dando lugar a manifestaciones en las que sus participantes amenazaron con crear un gobierno regional con un diseño de competencias semi-separatista.
Este peligro se agudizó en los primeros días de julio, cuando ocurrieron ataques armados contra centros administrativos que guardaban papelería electoral.
“En los hechos, la elección fue muy, muy bien”, asegura Juan Cole. “La alta participación fue impresionante, hubo relativamente poca violencia, de mil 554 centros de votación, sólo 24 no pudieron operar. Incluso, los remanentes de quienes simpatizaban con Gadafi no dieron problemas y muchos fueron a votar. Te digo algo más: Las mujeres se registraron para votar, se presentaron como candidatas y acudieron a los centros de votación en número sorprendentemente alto”.
Desde los partidos islamistas, a quienes se creía en camino a la victoria, hubo muestras de decepción: “Teníamos ciertas expectativas antes de los comicios, y no las hemos alcanzado”, dijo al diario The Guardian Alamin Belhaj, coordinador de campaña del PJC.
Desde el punto de vista de Belhaj, la AFN incurrió en una irregularidad al difundir imágenes de su líder, Majmud Yibril, quien “no se presentó como candidato, pero sus fotos están por todo el país. Es una forma de engañar a la gente”, señaló.
Camino difícil
Ante la lentitud del conteo, la Comisión Electoral difundió algunos resultados parciales: la AFN obtuvo 6 mil 798 votos en Manzur, un distrito de Trípoli, frente a 2 mil 424 del PJC. En la cercana ciudad de Zlitan, el resultado fue de 19 mil 220 contra 5 mil 626, respectivamente. En Bengasi, datos no oficiales, citados por el diario Libya Herald, coincidían en darle una amplia victoria a Yibril hasta con un 80%.
Luke Harding, reportero de The Guardian destacado en Trípoli, explica a Apro que, a diferencia de Irak o Siria, “Libia es una sociedad homogénea donde además hay pragmatismo. Yibril entiende el comercio, es bueno para los negocios, y la gente se da cuenta de que si va a funcionar como un Estado unificado necesita inversiones. Ellos han decidido que Yibril es el hombre para eso”.
Harding admite que el islamismo es una fuerza viva, “pero lo interesante es que su pragmatismo haya triunfado sobre preocupaciones más ideológicas”.
Al triunfalismo de quienes apoyan a los liberales, sin embargo, hay que ponerle una importante acotación: “El islam siempre ha sido la fuerza dominante en el país”, afirma el periodista Shashank Joshi en un texto publicado por el diario británico The Telegraph. De hecho, en la coalición liderada por Yibril hay varias formaciones islamistas que conviven con fuerzas de corte laico. La diferencia está en que su objetivo no es imponer un régimen islámico, sino promover el desarrollo económico.
Sobre Yibril, no obstante, pesa que era el jefe del cuerpo de asesores económicos del gobierno de Gadafi. En Misrata, una de las ciudades que más sufrió los embates de la guerra, los dirigentes locales han dicho que no cooperarán jamás con un exmiembro de la dictadura.
Yibril, sin embargo, se pasó a la oposición apenas cinco días después del estallido de la rebelión, y después, como figura del Consejo Nacional de Transición, jugó un papel clave para asegurar la victoria al viajar constantemente entre capitales de Medio Oriente, Europa y Estados Unidos ganando apoyos políticos, financieros y militares para los revolucionarios.
Para un gobierno dirigido por él o por cualquier otro político (no es claro que Yibril lo quiera encabezar justo ahora), afirma Harding, los retos inmediatos serán desarmar a las milicias o integrarlas al Ejército, garantizarle a Cirenaica una posición justa dentro del país, y reformar el sector petrolero –caracterizado por su corrupción—para darle transparencia.
Además, con el fin de apaciguar los ánimos de los federalistas en Bengasi, el Consejo Nacional de Transición declaró que el nuevo Parlamento, donde Trípoli tiene la mitad de los legisladores, no será el encargado de redactar una nueva Constitución.
La coalición de Yibril, sin embargo, tiene intenciones de recuperar esa tarea y ponerla bajo su control, lo que anticipa nuevas disputas, según escribió el periodista George Grant en el Libya Herald.
“Libia ha entrado en una nueva era”, dice Harding, “pero nadie subestima la escala de los problemas que enfrenta. Será un camino largo y difícil”.