El Salvador: La desigualdad alimenta la violencia y la migración
SAN SALVADOR (apro).- La brecha entre ricos y pobres en El Salvador es tan grande y tan profunda que ha provocado una incontenible violencia y una imparable migración, afirma un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El director del organismo en El Salvador, Robert Valent, resalta el problema del pandillerismo como ejemplo de esa incontenible violencia.
No obstante, añade: “Aquí donde estamos instalados, en nuestras oficinas del PNUD, en Santa Elena, no hay maras. No residen (aquí) los miembros de las pandillas en estas colonia de lujo”.
Sobre la migración, el funcionario asegura que más de 100 salvadoreños salen de su país “buscando nuevos derroteros para mejorar su vida, para conseguir un trabajo que le permita ayudar a la familia que dejó, pero también por seguridad”.
En el populoso barrio llamado Mejicanos, periférico a esta capital, hay zonas en las que los extraños no pueden caminar, so pena de ser asesinados, o por lo menos las pandillas roban sus pertenencias.
Mejicanos tiene tatuado en su mapa histórico un espeluznante hecho: el incendio de un microbús atestado de pasajeros la noche del 20 de junio de 2010, en el que murieron calcinadas 11 personas y 13 más quedaron con graves quemaduras. El motivo fue la rivalidad entre pandillas.
Ese es territorio de la pandilla Barrio 18 y, al parecer, el chofer y cobrador del microbús incendiado eran de la Mara Salvatrucha.
Las calles de los barrios de esa localidad son estrechísimas. Las casitas, pegadas una tras otra, conforman una especie de laberinto. Ahí domina la ley del más fuerte, es decir, los líderes de las pandillas. No hay vigilancia estatal ni servicios básicos, y mucho menos escuelas o clínicas. La electricidad es robada y el agua no puede ser sustraída porque no existen tuberías.
“¿Cómo puede desarrollarse así la vida normal de una familia, que por lo general son disfuncionales? No existe la figura del padre y en ocasiones ni la de la madre. Los hijos se crían con los abuelos o los tíos, son maltratados y padecen calamidades”, dice a APRO Robert Valent.
Modelos
El Informe del PNUD analiza los modelos de crecimiento económico implementados en El Salvador a lo largo de prácticamente todo el siglo XX y lo que va del XXI.
De acuerdo con Valent, el estudio señala la ausencia total de políticas de inversión en la gente. Es decir que nunca en El Salvador hubo un modelo de desarrollo humano que tuviera como fin las personas y la sociedad, de ahí las brechas existentes.
El representante de la ONU identifica cuatro etapas históricas en el país, desde 1906 hasta 1950, período que se caracterizó por un modelo agro-exportador con el que se beneficiaba a las élites económicas vinculadas con el cultivo del café, caña de azúcar y algodón, aunque predominaba el sector cafetalero.
Comenzando la década de 1950 y hasta 1979 se identifica otro modelo basado en la industrialización, que buscaba la sustitución de exportaciones de productos otrora tradicionales, como el café y el algodón.
Según Valent, la instrumentación del modelo fue para promover el surgimiento de una nueva clase obrera que estuviera ligada a una industria fuerte. A su juicio, dicha utopía nunca se concretó.
Durante la década de los ochenta y hasta principios de los noventa se potenció el gasto público para beneficio del aparato militar, como consecuencia del conflicto armado que se libraba con la insurgencia.
Esto, según el delegado de ONU en El Salvador, debilitó la inversión social, que entre 1940 y 1980 alcanzó sus mejores niveles.
Citando cifras de la época, Valent señala que la inversión en educación fue de 24%, mientras que a salud se destinó 10% del gasto público total. En su apreciación, dichos números nunca fueron importantes para potenciar las capacidades de las personas.
Pasando a la década de 1990 hasta la fecha, se reconoce un modelo de “promoción de las exportaciones”. Este ideal, apunta Valent, jamás se aplicó y lo único que privilegió fue la exportación de mano de obra, sin tomar en cuenta la expansión de las capacidades de ésta.
Observa con agrado la inversión en programas sociales que el gobierno de Mauricio Funes ha ejecutado durante su período. Sin embargo, considera que no son políticas debidamente integradas, sino programas o iniciativas aisladas.
El presidente salvadoreño defendió sus programas y apuntó que nunca otro gobierno ha invertido tanto en iniciativas sociales como el actual, que comenzó en 2009. Funes envió una iniciativa de ley al Parlamento para que los programas sociales --como el vaso de leche a los estudiantes, la entrega de zapatos y de uniformes, la pensión universal a los adultos mayores de las zonas pobres y la ayuda a las madres solteras, entre otros-- se conviertan en acciones permanentes de los gobiernos venideros.
“Más que hablar de iniciativas, se trata de una estrategia en conjunto”, asevera Valent, quien aboga también por asegurar una mayor inversión en educación, salud, vivienda, así como en la atención a la juventud y al adulto mayor, además de empleos de calidad, la formalización del sector informal de la economía y poner un freno a la ola migratoria.
Cambio cultural
Con un nivel de escolaridad promedio de 6.4 años (10 es el mínimo para garantizarle a una persona que no será pobre en su vida) y grandes rezagos en educación y vivienda, por señalar algunos aspectos, el encargado del PNUD en El Salvador ve necesario el salto a un modelo de desarrollo humano.
“Para imaginar un nuevo país y hacerlo posible hay que invertir en educación y cultura”, considera Valent.
Ello es parte de las recomendaciones que el informe establece y donde se resalta la necesidad de incluir a las disidencias.
El PNUD plantea que los modelos de desarrollo humano que se tomen a partir del análisis de la realidad, deben estar afincados en tres elementos indisolubles: político, social y económico.
“No hay contexto social y económico afuera del político, no hay contexto político y social afuera del económico y no hay contexto político y económico afuera del social”, plantea Valent.
Por ello, el funcionario nacido en Italia sostiene que una buena forma de transformar estos tres aspectos indisolubles es promoviendo una “cultura transformadora” que capitalice en las diferencias, como las ideológicas y de género.
“Esto es lo más difícil, pero es lo más fundamental. Tenemos aproximadamente 60 mil pandilleros, con una base social de entre 300 y 500 mil personas, y una cultura de la violencia que predomina entre los jóvenes ¿No podrá acaso la sociedad salvadoreña contraponer a esta cultura violenta y negativa, una cultura positiva?”, cuestiona.
Valent también exhorta a ampliar la base tributaria de El Salvador y no acudir a los impuestos regresivos que afectan a los que están excluidos. Llama a suprimir la evasión fiscal y a formalizar al sector informal de la economía.
“Si se formalizara, por ejemplo, un 15% de esa masa informal de la economía, se tendría un marco fiscal que doblaría el actual. Eso requiere que el presupuesto anual se duplique de 4 mil millones 600 mil dólares a unos 9 mil millones", apunta.
Por otra parte, subraya que el desarrollo humano debe transitar por un Estado que enfoque su inversión en jóvenes y cree fuentes de trabajo decente, así como hogares dignos. También, que plantee el desarrollo de género y el ejercicio pleno de la ciudadanía, y ofrezca servicios públicos de excelencia.
Y aun cuando el informe de la ONU presenta un panorama desalentador para El Salvador, Valent se muestra optimista ante el futuro, y sostiene que dicho instrumento de estudio es una propuesta de mejoras para el país y que sus conceptos pueden y deben instrumentarse.