El Kremlin se endurece ante "las agresiones" de Occidente
MÉXICO, D.F. (apro).- El virus del ébola, Rusia y los terroristas del Estado Islámico (EI) son, para el presidente Barack Obama, las tres principales amenazas a la seguridad global, como lo afirmó el miércoles 24 de septiembre en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Días después, la canciller alemana Ángela Merkel dijo que las sanciones económicas impuestas a Rusia por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos no serán levantadas, a pesar del cese al fuego pactado en Ucrania entre las fuerzas separatistas y el gobierno de Kiev, y del principio de acuerdo para la provisión de gas a Ucrania logrado a fines de septiembre.
“La Unión Europea está muy lejos de considerar levantar las sanciones”, debido a que “es necesario mantener la presión para lograr un proceso político razonable”, señaló.
Frente a esta ubicación de Rusia como un enemigo al nivel del ébola y de los terroristas islámicos, y la continuidad de las sanciones económicas, el Kremlin ha adoptado una serie de medidas frente a lo que considera una agresión occidental que busca aislar al país y debilitar al gobierno de Vladimir Putin.
La Duma votó el 26 de septiembre una ley que prohíbe a los inversores extranjeros poseer más de 20% de los medios de comunicación rusos, reduciendo el porcentaje de 50% vigente hasta hoy. La ley se aplicará a partir de 2016. La Duma también aprobó una ley exigiendo que, a partir de enero de 2015, todas las compañías de Internet, como Google, Twitter, Amazon o Facebook, deberán archivar los datos de los usuarios en territorio ruso para proteger la privacidad de sus ciudadanos. Esta ley se suma a la adoptada en julio pasado, la cual establece el registro de los blogs que tengan más de 3 mil lectores diarios.
También se analiza el texto de una ley para compensar a los capitales rusos que sufran expropiaciones o perjuicios en el exterior por las sanciones económicas. Los damnificados podrán exigir una compensación del presupuesto estatal, que Rusia intentará recuperar exigiendo esas sumas a los estados extranjeros, confiscando propiedades de los que iniciaron las demandas o del propio Estado extranjero en Rusia. El documento fue presentado el 23 de septiembre, tras el secuestro en Italia de cuatro propiedades de Arkady Rotemberg, uno de los más cercanos amigos de Putin.
Ya en 2012 se había aprobado una ley exigiendo a las ONG que reciben dinero del exterior a registrarse como “agentes extranjeros”, con el fin de controlar el movimiento de fondos de éstas en Rusia.
Evgueni Nikolaevich Minchenko, integrante del centro Stratagema, dijo a Apro desde Moscú, que se trata de “minimizar los costos de la agresión externa. En cuanto a los medios de comunicación masiva, se trata de minimizar la intervención extranjera en la vida política rusa, para evitar lo que sucedió en Ucrania, donde crearon canales de televisión y medios masivos con préstamos de Estados Unidos para actuar contra el gobierno”.
El caso Evtuchenkov
El temor del Kremlin no se limita a las amenazas del exterior, sino que abarca a los dirigentes opositores y a los medios de negocios que apoyen las sanciones occidentales, con el fin de provocar un cambio de gobierno. Mijail Kasianov, exjefe de gobierno ruso, dijo en una entrevista a la revista alemana Focus que “si las sanciones continúan y los precios del petróleo siguen cayendo, las reservas de Rusia se terminarán en medio año”, y el gobierno tendrá que acudir en rescate de muchas empresas y emitir dinero, aumentando la inflación, acelerando la caída del rublo y del nivel de vida.
“El colapso sucederá en un año, y es posible que esto signifique el final del sistema de Putin”, pronostica Kasianov, para lo cual, “Occidente no debe debilitar las sanciones de ninguna manera”, porque “la situación económica va a ser tan mala, que la gente cambiará su relación con Putin”.
La detención del oligarca Vladimir Yevtuskenkov, con arresto domiciliario desde septiembre, ha alarmado a los medios de negocios, que lo ven como un intento del Estado de recuperar el control de los principales activos del país, o como una avanzada de Putin contra los oligarcas para impedir que éstos se conviertan en una “quinta columna” del régimen.
Yevtushenkov ocupa el lugar número 15 de la lista Forbes de los hombres más ricos de Rusia, con una fortuna estimada en 6 mil 800 millones de dólares. Es director de la compañía Sistema, cuyos principales activos son la petrolera Bashneft, de la cual posee 85% de las acciones; y MTS, la principal compañía de redes de telefonía celular en Rusia.
Bashneft nació de la privatización del complejo petroquímico de Bashkortostán, territorio en la región de los Urales que fue gobernado hasta hace poco por el clan de Murtazá Rajimov, cuyo hijo, Ural, es uno de los implicados en el caso. La justicia secuestró las acciones de Bashneft y se cree que la petrolera, privatizada en 2005, volvería al control del Estado.
El caso recuerda al de Mijail Jodorkovsky, propietario de Yukos, la mayor petrolera del país, acusado de evasión impositiva, que fue arrestado en 2003 y estuvo casi diez años en prisión, al tiempo que Yukos fue absorbida por Rosneft, la petrolera estatal.
“El concepto de propiedad en Rusia es condicional. En el caso Bashneft, es un ajuste de cuentas entre los propietarios condicionales de activos y el posible traspaso de la empresa petrolera al control del Estado como propietario supremo”, escribió Maxim Trudoliubov en Vedomosti el 19 de septiembre.
Para Mark Galeotti, profesor de la Universidad de Nueva York, “Putin está cada vez más alejado de la elite de negocios, tal vez con razón, dado que sus políticas neoimperialistas colocan los intereses geopolíticos por sobre los comerciales”, escribió el 23 de septiembre en The Moscow Times.
El analista Minchenko no cree en este alejamiento: “Los oligarcas son parte del sistema de poder. La mayoría de ellos está en bancarrota y depende de los créditos de los bancos estatales. Por eso, las esperanzas ingenuas de que los oligarcas hagan un golpe contra Putin no corresponden a la realidad. Dependen del Estado como para intentar jugar un papel independiente”.
Nueva doctrina militar
En respuesta a las nuevas medidas adoptadas por la OTAN, que colocará fuerzas de despliegue rápido en los países del Este europeo vecinos de Rusia, el presidente Putin decidió encabezar personalmente la Comisión Militar Industrial y dio órdenes para preparar una nueva doctrina que será la base del programa de rearme hasta 2025.
La concepción vigente, adoptada en 2008, formulaba como principales amenazas de seguridad “el terrorismo internacional, el narcotráfico, el crimen organizado, la proliferación de armas de destrucción masiva, los conflictos regionales, los problemas demográficos, el hambre, la inmigración ilegal, los cambios climáticos”.
Para el analista Alexandr Konovalov, en un artículo publicado por la revista Ogoniok el lunes 22 de septiembre, esta enumeración tenía una conclusión lógica: en la lucha contra estos peligros, “Occidente era nuestro aliado fundamental y estratégico”, y “ninguna de las partes podía permitirse el lujo de una confrontación entre ellas”.
Según el documento oficial de 2008, “Rusia no permitirá ser arrastrada a una confrontación ni a una nueva carrera armamentista que destruya la economía y el desarrollo interno del país”, ya que su objetivo principal era la creación de un “sistema de seguridad colectivo que garantice la unidad de la región Euro-atlántica, desde Vancouver hasta Vladivostok, que no permita nuevas fragmentaciones ni la reaparición de los anteriores bloques”.
En relación con Estados Unidos, el documento decía que era necesario “considerarlo un socio estratégico, romper las barreras de los principios del pasado y concentrarse en las amenazas reales”, tratando de regular las diferencias “en un marco de entendimiento mutuo”.
En menos de seis años, esa concepción se hizo añicos. El programa de rearme encarado por el Kremlin, y la revisión de su doctrina militar reflejarán el retorno a una era de conflictos entre potencias nucleares que se creía superada.
Para Konovalov, es posible que se revise la concepción según la cual las armas nucleares “sólo se usarían como respuesta a un ataque nuclear o ante un peligro para la existencia del Estado”, y es probable que se vuelva a colocar a la OTAN como el mayor enemigo.
El analista Nikolai Petrov, escribió en la revista Pro et Contra de agosto-septiembre de 2014 que Rusia empezó una transición al autoaislamiento con una retórica de “fortaleza sitiada”, aplicando un modelo de “desmodernización cuya velocidad hacia atrás supera la velocidad con la cual avanzaban hasta hace poco los procesos modernizadores: se destruyó lo que tardó tantos años construir y en lugar de ir hacia arriba lentamente se va hacia abajo con rapidez. El país ha sido arrojado tres décadas hacia atrás, o más”.
Para Minchenko, este pronóstico es equivocado y peligroso. "Rusia quiere reducir las amenazas externas y encontrar nuevos aliados. Se desarrollan activamente las relaciones con Brasil, Argentina, China, India. Es una reorientación. Putin, en sus comienzos, fue pro-occidental, apoyó la asociación con la OTAN y las operaciones en Afganistán después del 11 de septiembre de 2001, pero como respuesta recibió la ampliación de la OTAN", dice.
“Occidente se comporta de manera poco inteligente. Con Putin hay que hablar no con el lenguaje de las amenazas sino del estímulo y propuestas, porque cuando equiparan a Rusia con los terroristas del Estado Islámico, no pueden esperar más que una respuesta negativa. Creen que pueden intentar sacar a Putin, pero no piensan lo que sucedería si cae Putin, en manos de quién quedarán las armas nucleares, en cuántas partes se dividiría Rusia, el aumento del radicalismo islámico”.
Eugene Rumer, director del programa Rusia y Eurasia del Centro Carnegie, se pregunta en un artículo publicado en Político el 11 de septiembre: “¿Occidente quiere debilitar a Rusia hasta el punto de romperla? ¿Quiere varias Rusias? ¿Cuáles se quedarán con los tratados nucleares y cuáles no? El comercio de Europa con Rusia es de 400 mil millones de dólares por año. ¿Cuánto está Europa dispuesta a perder?”.
Si Putin saliera del poder, se pregunta Rumer, “¿Cómo será su sucesor?”. Si las hostilidades continúan y las sanciones se vuelven más dolorosas, “es posible que el nuevo líder ruso sea más anti occidental y recalcitrante que Putin", dice el analista.