Crimea: La OTAN cambia el juego
MÉXICO, D.F. (apro).- El tema de Crimea dominó la agenda de la cumbre de seguridad nuclear en La Haya y la cumbre Estados Unidos-Unión Europea en Bruselas. Ambas contaron con la presencia de Barack Obama, presidente de Estados Unidos.
“Todos juntos nos aseguraremos de que el aislamiento de Rusia se profundice”, dijo el mandatario estadunidense, marcando el tono de las duras declaraciones de los dirigentes políticos y militares contra Rusia.
La incorporación de Crimea a Rusia abrió un periodo de reevaluación de las políticas militares occidentales de los últimos 25 años. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, dijo el 21 de marzo pasado que la crisis en Ucrania “cambió el juego” y dejó en claro que “no podemos seguir trabajando con Rusia como antes”.
En Estados Unidos, demócratas y republicanos compiten por ver quién es más agresivo en sus declaraciones contra Rusia. Del lado demócrata, Zbignew Brzezinski, exsecretario de Estado del presidente James Carter, llamó a Putin “una imitación parcial y cómica de Mussolini y un más amenazador recuerdo de Hitler”.
La exsecretaria de Estado Hillary Clinton, posible candidata presidencial demócrata, dijo que la acción del mandatario ruso “es lo que Hitler hizo en los años treinta” cuando anexó la región de los Sudetes en Checoslovaquia. Madeleine Albright, secretaria de Estado durante el bombardeo de la OTAN a Yugoslavia en 1999, llamó a “poner el arma encima de la mesa”.
Del lado republicano, Marco Rubio, miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, propuso remover a Rusia “de todo foro internacional”, además de “no buscar la cooperación rusa en temas mundiales” y no considerar a Rusia “un socio responsable en ningún tema internacional”.
El diario The Washington Post, en su editorial del 27 de marzo, llamó a “reevaluar la estrategia de la OTAN en Europa, lo que significará más emplazamientos militares en los países que están en la línea de frente. El periódico The New York Times criticó el discurso de Obama como “anémico”.
A pesar de la retórica, las medidas militares de la OTAN han sido hasta ahora limitadas, como enviar aviones F15 y F16 a Lituania y Polonia y realizar vuelos de reconocimiento en Rumania.
Sin embargo, marcan una clara ruptura de los lazos con Rusia, lo que puede afectar otros escenarios mundiales, como por ejemplo la operación del Consejo OTAN Rusia para la destrucción de las armas químicas de Siria, o las negociaciones nucleares con Irán, en las que Rusia ha jugado un papel destacado, así como el uso de territorio ruso por parte de Estados Unidos para sacar sus tropas de Afganistán.
Para María Lipman, del Centro Carnegie de Moscú, si bien “el G8 está muerto y todas las relaciones (de Rusia) con los países occidentales se han complicado mucho”, no se puede hablar de un retorno a la Guerra Fría. La razón: “aunque las relaciones entre Estados Unidos, Europa y Rusia han vuelto a un nivel de confrontación, antes eran dos potencias similares”.
Ciertamente, durante la guerra fría, Estados Unidos tenía en Europa 400 mil soldados, 40 mil marines y 800 aviones. Hoy hay 67 mil soldados, de los cuales 40 mil están en Alemania, 7 mil marines, 130 aviones de combate, 12 aviones de combustible y 30 de carga, un 85% menos que en 1989, según publicó el diario The New York Times el pasado 27 de marzo.
Además, por la crisis económica, la mayoría de los países miembros de la OTAN todavía no llegan a gastar el 2% de sus presupuestos en defensa, dejando el peso de las acciones militares en los hombros de Estados Unidos, lo cual fue criticado por Obama en su discurso de Bruselas.
Reparación histórica
El pasado 24 de marzo se cumplieron 15 años del inicio del bombardeo de la OTAN contra Belgrado, la capital de Yugoslavia, en la guerra para defender el derecho de autodeterminación nacional de Kosovo.
Esa fecha es trágica para Rusia. Marcó el límite de su humillación internacional. Era la época de la “Rusia de Weimar”, como escribió Serguei Rogov, director del Instituto de Estados Unidos y Canadá de la Academia Rusa de Ciencias, en la edición del pasado 25 de marzo de Nezavisimaya Gazeta. El especialista comparó el estado de postración de Alemania al finalizar la Primera Guerra Mundial con la situación de Rusia en los años noventa: reducida en su territorio, sumida en la crisis económica, con unas fuerzas armadas que no pudieron ganar ni siquiera la guerra contra Chechenia y con un 20% de la población fuera de sus fronteras.
Andrei Riabov, investigador del Instituto de Economía y Relaciones Internacionales de Moscú, dice a Apro que la acción en Crimea se ve como “la reparación de una injusticia histórica”.
“Es la consecuencia de la crisis en Kosovo: Así como la OTAN se permitió revisar las fronteras de Yugoslavia, para Moscú la situación en Kosovo no se distingue de la situación en Crimen. Por eso la posición de occidente se ve como injusta, porque cuando les convino, cambiaron las fronteras, y cuando Rusia actúa de la misma manera, dicen que es una violación del derecho internacional”.
La OTAN nació en 1949 como una alianza que, según su primer secretario general, Lord Ismay, tenía como propósito proteger a Europa manteniendo “afuera a los rusos, adentro a Estados Unidos, y agachada a Alemania”.
Pero desde su fundación y hasta el final de la Guerra Fría, la OTAN no disparó un solo tiro. Al desaparecer el imperio soviético, James Baker, secretario de Estado de Estados Unidos, le declaró ceremoniosamente al líder soviético Mijail Gorbachov, que “la jurisdicción de la OTAN no se va a extender ni una pulgada en dirección al este”.
En contra de estas promesas, la OTAN se amplió incorporando 12 países que pertenecieron al bloque soviético y su primera acción militar en la historia fue contra Yugoslavia, un aliado de sangre de Rusia.
“Recordamos muy bien 1999”, dijo Putin en su discurso del 18 de marzo al anunciar la incorporación de Crimea a la Federación Rusa. “Era difícil creer lo que estábamos viendo con nuestros propios ojos: que al final del siglo XX, una de las capitales europeas, Belgrado, estuviera bajo fuego de misiles durante varias semanas y luego viniera la verdadera intervención”.
Después de ello vinieron las invasiones de Afganistán, Irak y Libia.
A pesar de ello, después de los atentados del 11 de septiembre de 2011, Rusia le permitió a la OTAN, por primera vez en la historia, el paso por su territorio y la instalación de bases en el Asia Central para su guerra en Afganistán.
Sin embargo, Occidente continuó su avance hacia el este. Los países de la OTAN no ratificaron el Tratado de Limitación de Fuerzas Convencionales en Europa firmado en 1999. Y en diciembre de 2001 el presidente George W. Bush abandonó el Tratado de Prohibición de Misiles Balísticos, lo que le permitió desarrollar el escudo antimisiles, el cual rompe el principio básico de la contención nuclear de la guerra fría: el de la “mutua destrucción asegurada”.
“Estados Unidos ha desarrollado una interpretación particular de seguridad” y está obsesionado con la idea “de convertirse en invulnerable. Pero la absoluta invulnerabilidad de un país requiere la absoluta vulnerabilidad de los otros y esto es inaceptable”, escribió Putin en un artículo sobre su política exterior que el 27 de febrero de 2012 publicó Ria Novosti.
En un célebre discurso pronunciado en Munich en 2007, Putin consideró como una “seria provocación” que las líneas de frente de la OTAN “se movieron hasta nuestras fronteras”. Y se preguntó: “¿Contra quién se amplía la OTAN?”.
Un año después, el 2 de abril de 2008, en la Cumbre de la OTAN en Bucarest, el líder ruso advirtió sobre la necesidad de actuar “muy, muy cuidadosamente” en Georgia y Ucrania, que es “una formación estatal muy complicada”. Señaló que Crimea fue entregada a Ucrania en 1954 “por decisión del Buró Político del Partido Comunista de la Unión Soviética, sin que hubiera ningún procedimiento estatal para transferir el territorio”.
En agosto de ese año, la mini guerra con Georgia fue una alerta de que Moscú no iba a permitir la expansión de la OTAN a sus fronteras. Por eso, la acción de Rusia en Crimea no fue un rayo en cielo sereno.
Frutos amargos
Como hace 25 años, el mundo ha entrado en un nuevo desorden, cuyas consecuencias todavía están por verse.
Con sus campañas asiáticas en Irak y Afganistán casi concluidas, la OTAN discutirá en su cumbre de septiembre su estrategia militar para adecuarse a la nueva situación.
Pero, como escribe Serguei Rogov, "para desarrollar una nueva estrategia de contención de Rusia como el principal enemigo, Estados Unidos tiene que tomar una serie de medidas económicas, políticas y militares”. Es una tarea difícil cuando el mundo se recupera de una grave crisis económica.
Reorientar la doctrina militar de la OTAN para "contener la agresión rusa" puede llevar, según Rogov, a una nueva carrera armamentista. Más aún, si los republicanos vuelven a la Casa Blanca, caso en el cual pueden cuestionar los tratados de contención nuclear vigentes con Rusia.
En cuanto a las posibles acciones de Rusia, María Lipman sostiene que “no hay perspectiva de un enfrentamiento militar, ya que Rusia no va a intervenir en Ucrania, cuyas regiones oriental y del sur exigen más autonomía, pero no salir de los marcos del país”.
También dice que no va a ser fácil el ingreso de Ucrania a la OTAN, porque “los países que tienen problemas territoriales no pueden hacerlo y porque el país está muy debilitado, ya que no controla su territorio, tiene un gobierno cuya legitimidad es dudosa y no se sabe qué va a pasar con las elecciones presidenciales de mayo, y si las regiones ruso parlantes del este y del sur participarán”.
Para Andrei Riabov lo grave son las consecuencias económicas. “El exministro de Economía Alexei Kudrin dijo que este año puede haber una fuga de 150 mil millones de dólares de Rusia y las cifras oficiales calculan que esa fuga puede ser de 100 mil millones de dólares. El Banco Mundial pronosticó crecimiento cero este año, con lo cual Rusia podría entrar en recesión”.
En cuanto a acciones de Moscú para incorporar otros territorios, como Osetia del Sur y Abjasia, que pertenecían a Georgia y que fueron reconocidos como estados independientes por Moscú después de la miniguerra de 2008, Riabov no cree que el Kremlin intente anexarlos.
“Abjasia está totalmente en contra de ingresar a Rusia. En Osetia del Sur la idea es más popular, pero Rusia no quiere dañar sus relaciones con Georgia”, agrega Riabov, para quien la región más complicada es Transnistria, enclave ruso en Moldavia, pero como no tiene fronteras con Rusia va a ser muy difícil que decida anexarlo.
De cualquier manera, se ha iniciado una etapa de incertidumbre. “Estamos recogiendo los frutos amargos de una post Guerra Fría”, similar a la paz de Versalles, que culminó la Primera Guerra Mundial con una gran humillación para Alemania…Y esos frutos amargos son producto de “la miope decisión de Estados Unidos de expandir la OTAN hacia el este y aislar e ignorar los intereses rusos”, escribió The Nation en Nueva York, el 24 de marzo.
Durante la Guerra Fría, la paz mundial se mantuvo gracias a la contención entre las dos potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. El problema de hoy, dice Serguei Rogov, es que "sin la acción conjunta de Moscú y Washington el desarrollo mundial puede adquirir un carácter caótico".