Litvinenko: La pista del Polonio 210

viernes, 14 de agosto de 2015 · 20:54
LONDRES (apro).- A las 17:00 horas del 1 de noviembre de 2006, el ruso Alexander Litvinenko se sentó en una de las mesas del bar Pine del Millennium Hotel de Londres, ubicado en el exclusivo Grosvenor Square. En la misma mesa se encontraban los exagentes de la KGB rusa, Andrey Lugovoy y Dimitry Kovtun, quienes habían pautado días antes una reunión con él para hablar de “asuntos de Estado”. El lugar estaba en ese momento abarrotado de gente, en su mayoría ejecutivos y empresarios que salían a esa hora de sus oficinas. Los tres rusos pidieron té verde y Litvinenko comenzó a hablar nervioso. Alexander se disculpó por un momento, y partió para el baño. Minutos después regresó a la mesa y continuó la conversación, sin saber que en el té verde que estaba bebiendo, los agentes de la KGB habían rociado rápidamente Polonio 210, un isótopo altamente radiactivo. Antes de esa reunión con Lugovoy y Kovtun, Litvinenko había almorzado en el restaurante de sushi Itsu en Picadilly, en pleno centro de Londres, con un funcionario italiano y experto nuclear, Mario Scaramella, a quien le había revelado conexiones directas entre la KGB rusa y Romano Prodi, exprimer ministro italiano (1996-1998) y expresidente de la Comisión Europea (1999-2004). Scaramella, que por entonces participaba de la Comisión Mitrokhin por la investigación de supuestos vínculos entre la KGB y la política italiana, le había dicho al exagente ruso que a cambio le daría información clave sobre la muerte de Anna Politkovskaya, una reconocida periodista rusa de 48 años asesinada en su departamento de Moscú en octubre de 2006, supuestamente por haber revelado corrupción y actividades del crimen organizado en el Kremlin. En ese almuerzo en el restaurante Itsu, el italiano le pasó documentos secretos a Litvinenko que este guardó en un maletín de cuero. Tras ese encuentro, que duró poco más de media hora, Litvinenko pasó por la oficina del ruso Boris Berezovsky, su amigo y, como él, acérrimo crítico del presidente Vladimir Putin. En esa oficina utilizó una máquina de fax para copiar los documentos. A las 18:00 horas de ese día y luego de la reunión con Lugovoy y Kovtun, el conductor Akhmed Zakayev pasó a buscar a Litvinenko por el barrio de Mayfair y lo trasladó a su casa en Muswell Hill, en el tranquilo barrio arbolado del norte de Londres. Durante el trayecto de poco menos de media hora, Litvinenko comenzó a sentir mareos y náuseas, pero en ese momento lo adjudicó al cansancio. Luego de arribar a su hogar y besar en la mejilla a su esposa Marina, la salud del ruso comenzó a deteriorarse. Litvinenko, que había sido agente del Servicio de Seguridad Federal de Rusia (FSB) y de la KGB antes de escapar de Moscú para pedir asilo político en el Reino Unido, trabajaba como espía para los servicios secretos británicos MI5 y MI6, donde pasaba información confidencial sobre el gobierno ruso. En Gran Bretaña, Litvinenko escribía frecuentemente para el sitio pro-separatista checheno Chechenpress, además de haber publicado dos libros: Detonando Rusia: El terrorismo interno y El grupo criminal Lubyanka. En ambos acusa a los servicios secretos rusos de organizar atentados y otros actos de terrorismo en Rusia, responsabilizando por éstos a los separatistas chechenos, lo que ayudó a Putin a asumir el poder. El encuentro secreto entre el exagente ruso y Lugovoy y Kovtun el 1 de noviembre de 2006 no había sido el primero entre ellos. De hecho Litvinenko y Kovtun se habían encontrado el 16 de octubre de ese año en el mismo bar del Millennium Hotel, pero en una mesa distinta. Los peritos forenses que trabajaron en el caso descubrieron rastros del polonio 210 también en esa mesa, y concluyeron que Lugovoy y Kovtun habían ensayado asesinar a Litvinenko, o fallaron en esa primera oportunidad para envenenarlo. También hallaron rastros del isótopo radiactivo en el bar Hey Jo/Abracadabra, en el restaurante Dar Marrakesh y en el sitio de taxis Lambeth-Mercedes, como también en los asientos de los vuelos de British Airways BA875 y BA873 de Moscú a Heathrow (Londres), y en los vuelos BA872 y BA874 de Heathrow a Moscú, entre los días 25 de octubre y 3 de noviembre. Durante varios días después del 1 de noviembre, Litvinenko sufrió de diarrea y vómitos severos, y tras un empeoramiento de su estado general, le pidió a su esposa que llamara a una ambulancia para recibir tratamiento de emergencia. De inmediato fue trasladado al University College Hospital de Londres, en el barrio de Euston. El cuadro médico del exagente ruso se deterioró en las semanas siguientes, y pasó inconsciente varios días. La familia de Litvinenko tomó una fotografía de él en la cama y la envió a los periódicos británicos bajo el titular: “Quiero que el mundo vea lo que me hicieron”. A las 21:21 horas del 22 de noviembre, Litvinenko sufrió un paro cardíaco que le provocó la muerte. El silencio tiene precio Tres días más tarde, un artículo atribuido a Litvinenko fue publicado por el semanario ‘Mail on Sunday’ con el título “Por qué creo que Putin me quería muerto”. El artículo afirmaba: “Este es el momento para decir una o dos cosas a la persona responsable de mi condición actual. Puede que hayas logrado silenciarme, pero ese silencio viene con un precio. Has demostrado no tener respeto alguno por la vida, libertad o cualquier valor de civilizado. Has demostrado ser indigno de tu puesto, y de la confianza que tienen en ti hombres y mujeres civilizados. Puede que hayas logrado silenciar a un hombre, pero el grito de protesta en todo el mundo seguirá reverberando en sus oídos, señor Putin, por el resto de su vida. Que Dios lo perdone por lo que ha hecho, no sólo por lo que me hizo a mí, sino también a la querida Rusia y su pueblo”. Poco después de su muerte, la Unidad antiterrorista de Scotland Yard abrió una causa de asesinato por posible envenenamiento, a cargo del subjefe de la Policía Metropolitana, Peter Clarke, quien autorizó el rastreo de polonio 210 en los sitios donde estuvo Litvinenko, como también la toma de declaraciones a testigos claves en el caso. A la investigación se sumó días después el FBI estadunidense e Interpol. El 1 de diciembre de 2006 científicos del Establecimiento de Armas Atómicas del Reino Unido lograron rastrear la fuente del polonio 210 a una planta nuclear en Rusia. Ese mismo día se había llevado a cabo la autopsia del exagente ruso que detectó oficialmente rastros del isótopo radiactivo en su cuerpo luego de varias pruebas toxicológicas. Dos días más tarde, las autoridades británicas demandaron hablar con al menos cinco ciudadanos rusos implicados en la muerte de Livtinenko, aunque el por entonces canciller ruso, Sergey Lavrov, rechazó ese pedido. El 28 de mayo de 2007, el Ministerio de Exterior británico presentó un pedido formal al gobierno de Rusia para la extradición de Andrey Lugovoy al Reino Unido, con el fin de enfrentar cargos criminales vinculados a la muerte de Litvinenko. La Fiscalía General rusa rechazó de inmediato el pedido de extradición, citando el artículo 61 de la Constitución rusa. Arma de muerte Viktor Ilyukhin, miembro del Partido Comunista y vicepresidente del Comité de Seguridad del Parlamento ruso, no descartó que el gobierno ruso estuviera detrás de ese asesinato.“El exagente de la KGB (Litvinenko) había irritado a las autoridades rusas desde hacía bastante tiempo y posiblemente sabía varios secretos de Estado. Así que cuando nuestros servicios especiales tuvieron la oportunidad de operar no sólo dentro pero fuera del país, decidieron deshacerse de él”, explicó Ilyukhin al periódico ‘The Sun’. El legislador se refería aparentemente a una reciente ley antiterrorista de Rusia que le permitía al presidente ordenar semejantes acciones. Leonid Nevzlin, exaccionista de la petrolera Yukos y exiliado ruso en Israel, le dijo a la agencia Associated Press a finales de noviembre de 2006 que Litvinenko le había entregado un documento vinculado a un dossier en el que fiscales rusos establecían cargos criminales contra varias personas conectadas a Yukos. Nevzlin, acusado por la Fiscalía rusa de haber encargado varios asesinatos, como también por delitos de fraude y evasión fiscal, sostuvo que esas investigaciones de Litvinenko habrían sido motivo para su envenenamiento. Sergey Abeltsev, un integrante de la Duma rusa, comentó el 24 de noviembre de 2006 a la prensa británica que Litvinenko “merecía la pena máxima por ser un traidor de su país”. “Estoy convencido que esta muerte terrible será una advertencia seria a los traidores de todos los colores, donde sea se encuentren: en Rusia no perdonamos la traición. Le recomiendo al ciudadano Boris Berezovsky (hallado muerto en circunstancias sospechosas en su mansión de Inglaterra el 23 de marzo de 2013) que evite cualquier comida si recuerda a su cómplice Litvinenko”. De acuerdo con el desertor de la KGB Oleg Gordievsky, que habló con el periódico inglés The Independent el 28 de octubre de 2007, Lugovoy “trabajaba para la KGB y recibió instrucciones claras de Putin para asesinar a Litvinenko a cualquier precio”. El 13 de octubre de 2011 y luego de años de campaña por parte de Marina Litvinenko para reabrirse la causa, Andrew Reed, juez de instrucción de la corte de St. Pancras, en Londres, anunció la reapertura del caso, incluyendo todas las teorías y evidencia de su muerte. La causa quedó a cargo del juez de la Corte Suprema Robert Owen, y luego de algunas demoras y retrasos, concluyó sus audiencias el 31 de julio de 2015, donde prestaron declaraciones 62 testigos. El misterio detrás del asesinato por envenenamiento de Litvinenko fue finalmente revelado tras el hallazgo de evidencia crucial en una tubería de desagüe de la habitación 382 en el Millennium Hotel, donde se hospedaba Kovtum. Allí, los detectives encontraron una serie de depósitos mezclados con polonio 210. Ben Emmerson, el abogado representante de Marina Litvinenko, concluyó que la persona que arrojó el líquido en el lavabo sabía que se trataba de un “arma de muerte”. El caso, que provocó durante años fuertes tensiones en la relación diplomática entre Londres y Moscú, concluyó finalmente que Litvinenko murió luego de haber bebido té verde de una tetera contaminada que contenía polonio 210, suministrado por Lugovoy y Kovtun en el bar del Millennium Hotel. El ruso falleció 21 días después de ingerir esa bebida. Tenía 43 años de edad. “A pesar de cuán complicado pueda ser un caso criminal, al final siempre se encuentra evidencia que revela la verdad”, explicó Emmerson fuera de los tribunals londinenses. “La razón por la que la evidencia hallada es clave se debe a que Dimitri Kovtun estuvo en esa habitación el mismo día que él y Lugovoy administraron la dosis fatal de polonio en el bar de ese mismo hotel”, explicó el jurista. Uno de los puntos centrales de la causa fue si el Estado ruso estuvo detrás de ese asesinato. Según Emmerson, desde el envenenamiento de Litvinenko, Kovtun y Lugovoy se beneficiaron “de una valla de protección por parte de elementos corruptos en el Kremlin”. Lugovoy se aseguró una banca en el Parlamento ruso y este año recibió una medalla de honor de manos de Putin por sus “servicios a la patria”. “La posición de las autoridades rusas desde un comienzo hasta ahora habla enormidades y provee evidencia poderosa acerca de que Putin y sus secuaces en el Kremlin no sólo estuvieron detrás del asesinato, sino que encargaron ese envenenamiento”, destacó Emmerson. El polonio 210 utilizado para el envenenamiento, explicó el jurista inglés, fue manufacturado en Rusia y “no pudo haber sido utilizado por funcionarios rusos sin la aprobación personal de Putin”. Tras las declaraciones de Emmerson, la Embajada de Rusia en Londres emitió un comunicado en el que dijo que la investigación “falló a la hora de seguir las leyes internacionales, fue politizada y resultó ser parcial”. El abogado aseguró que en los meses previos a su muerte, Litvinenko investigaba al Kremlin y a Putin, y había hallado evidencias concretas de vínculos con bandas del crimen organizado. “Fue la labor que llevó a cabo exponiendo los vínculos delictivos entre Putin y las bandas del crimen organizado que operan en Rusia y otros países, que terminó siendo el motivo principal de su muerte”, concluyó Emmerson.

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