Resurge la xenofobia alemana
BERLÍN (Proceso).- La crisis de refugiados que vive Europa desde hace más de un año y la política de puertas abiertas hacia éstos de la canciller alemana Angela Merkel le despejaron el camino al partido de derecha-populista Alternativa por Alemania (AfD) que de forma sin precedente durante las elecciones regionales del pasado domingo 13 se insertó en tres parlamentos regionales y se convirtió –en uno de ellos– en la segunda fuerza política.
Se trató de un resultado electoral por demás humillante no sólo para la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller, sino también para su socio de gobierno, el Partido Social Demócrata (SPD), que en los estados de Baden-Wurtemberg y Sajonia-Anhalt fue superado por el polémico AfD.
Pero más allá de las ecuaciones que favorecen a la derecha-populista alemana, lo relevante en su inédito y trascendental éxito electoral tiene que ver con el origen de éste: una mezcla de decepción, enojo y castigo de un sector del electorado hacia la clase política alemana, que no ha sabido resolver positivamente el problema, y el uso de la crisis de los refugiados de parte de grupos extremistas y xenófobos que utilizan el miedo social a su favor.
El descontento de los alemanes fue claro: en el estado oriental de Sajonia-Anhalt el electorado otorgó a AfD un histórico 24.2% de los votos, lo cual lo colocó como la segunda fuerza política en el parlamento estatal, dejando atrás al SPD y a La Izquierda, los antiguos comunistas que tradicionalmente han tenido como bastión electoral el este alemán; en el boyante estado sureño de Baden-Württemberg, los seguidores de la derecha lograron arrebatar 15.1% de los votos tanto a la CDU como al SPD, y en el occidental Renania-Palatinado consiguieron un nada despreciable 12.6% de los votos, lo que los coloca como la tercera fuerza política en el estado.
Un dato por demás relevante: en las elecciones del pasado domingo en estas tres entidades alemanas la participación electoral fue hasta 10% mayor que la anterior, de 2011, lo que los especialistas traducen como una gran movilización de ciudadanos que decidieron ejercer su voto –al parecer– en favor de AfD.
“El éxito electoral de AfD se puede explicar gracias a una gran movilización de electores impulsada por el tema de los refugiados: hubo quien con este pretexto manifestó con su voto a favor de ese partido su xenofobia, racismo y nacionalismo; otros, el temor a que su situación de bienestar cambie por las consecuencias no deseadas de la globalización, y otros más lo hicieron para protestar contra la política de los partidos y sus políticos”, explica a Proceso Gero Neugebauer, reconocido politólogo y catedrático de la Universidad Libre de Berlín.
Y es que dentro del grupo de los inconformes, considera el especialista, prevalece la idea de que la política impulsada por Merkel –quien en septiembre del año pasado abrió las puertas del país a los miles de refugiados varados en la frontera con Hungría, hasta rebasar el millón de éstos– no ha tenido un resultado positivo en el corto plazo. Por un lado, porque el número de asilantes es demasiado elevado y, por el otro, porque las acciones de la administración han sido muy débiles y el resto de los países de la Unión Europea ha hecho muy poco.
“En todo caso, me parece que no sólo es un castigo contra la política de Merkel, sino contra los políticos en general, porque hay que recordar que las decisiones no las toma la canciller de manera unilateral”, aclara.
–¿Se puede entonces descartar que el triunfo de AfD significa que los alemanes están virando hacia la extrema derecha? –se le pregunta.
–Bueno, los seguidores de AfD son de muy distintas corrientes. Una parte es de extrema derecha, otros son nacional-conservadores, otros pugnan por una economía liberal, otra parte son populistas que se manifiestan en contra de las élites políticas y otros más simplemente están indignados por las decisiones políticas y por el fracaso de éstas.
Y en efecto. AfD es una rara mezcla que aglutina un abanico muy amplio de posturas. En el último año el partido ha dado un viraje ideológico importante que lo coloca en el extremo del denominado conservadurismo de derecha. Esta situación ha generado incluso que algunos de sus fundadores lo hayan abandonado, pues su discurso antiinmigrante y nacionalista lo dota de un tufo xenófobo y radical.
[caption id="attachment_431801" align="alignnone" width="702"] Una mujer huye de la policía en Macedonia. Foto: AP / Petros Giannakouris[/caption]
Tradicionalistas
Fundado en abril de 2013 por el economista Bernd Lucke, el periodista Konrad Adam y el exmilitante de la CDU, Alexander Gauland, AfD se presentó en un inicio como un partido liberal-conservador cuyo principal programa giraba en torno a la desaparición del euro. También pugnaba por terminar con el rescate económico de las economías de la comunidad europea y volver a la moneda nacional, el marco.
Con esta tesis, el partido y sus fundadores se lanzaron a participar en las elecciones federales de ese año, en las que obtuvieron un pobre 4.7% de los votos, que los mantuvo fuera del Parlamento alemán, el Bundestag. En aquel momento pocos creían que esta nueva fuerza política tuviera futuro y más bien muchos apostaron por su pronta desaparición. La élite política eligió la estrategia de ignorar su existencia.
Sin embargo, en 2014 llegaron los primeros éxitos y su gradual viraje ideológico. Además de promover la desaparición del euro, el partido amplió su oferta electoral: mano dura contra la inmigración ilegal, el Islam, el rechazo al establecimiento de un salario mínimo en el país y algunas posturas ultraconservadoras, como una visión tradicional de la familia.
AfD participó en las elecciones al Parlamento Europeo y logró obtener 7% de los votos, lo que se tradujo en siete eurodiputados. Ese mismo año el entonces conocido como “partido antieuro” se coló en los parlamentos regionales de Sajonia, Turingia y Brandenburgo, y a principios de 2015 en los de Hamburgo y Bremen.
Para este momento la llegada masiva de refugiados a Alemania alcanzó su punto más alto y el ala más conservadora y derechista del partido –encabezada por su actual presidenta, Frauke Petry– comenzó a tomar el tema como bandera, generando apoyo popular a lo largo y ancho del país.
Empezó entonces una etapa de conflictos internos y una lucha por el poder entre el ala moderada del partido, encabezada por Lucke, y el ala conservadora y más radical, la de Petry. La disputa concluyó en julio de 2015 durante el congreso del partido con la elección de ésta última como presidenta. El hecho fue visto dentro y fuera de la formación política como un giro ideológico hacia la derecha política.
Una semana después del congreso, Lucke y los otros fundadores abandonaron las filas de AfD argumentando estar en contra de los sentimientos xenófobos y advirtiendo que la nueva directiva quería convertir al partido en un socio de Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente (PEGIDA), el movimiento antiislámico y racista surgido en Dresden ese mismo año.
El evidente fracaso, no sólo de Alemania sino de los miembros de la Unión Europea, para enfrentar el reto que representa el mayor éxodo de refugiados de la historia luego de la Segunda Guerra Mundial tiene hoy a AfD en los cuernos de la luna.
–Frente al último éxito electoral de AfD ¿tendría que modificar Merkel su política?
–La política del gobierno alemán debería proporcionar más satisfacción a los menos satisfechos. Por ejemplo, tomar en cuenta y ocuparse de las preocupaciones de éstos respecto a su seguridad social. La clase política alemana en general tendría que aprender de estas elecciones a ser autocrítica y analizar sus errores para poder entender y corregir el camino –sentencia Neugebauer.