En busca de palabras para denunciar la ocupación israelí

domingo, 3 de julio de 2016 · 11:39
Armado con un cuaderno y un bolígrafo, Mario Vargas Llosa recorrió durante cuatro días partes de los territorios palestinos. Su objetivo: empaparse de la realidad que entraña la ocupación israelí, tema sobre el que escribirá en un libro colectivo a publicarse en 2017, justo a 50 años de dicha ocupación. “Hay un hecho que no se puede negar: existe una política claramente colonialista y prepotente que está provocando mucho sufrimiento”, sostuvo el Nobel de literatura durante un encuentro con periodistas de medios internacionales, entre ellos Proceso. JERUSALÉN (Proceso).- Mientras el escritor Mario Vargas Llosa pregunta y toma notas, el pequeño grupo que lo acompaña guarda silencio. El objetivo es que el ilustre invitado vea y se impregne sin filtros. Vargas Llosa camina con decisión por la tierra palestina bajo el inclemente sol de junio en esta región del mundo. “Sigue siendo el mismo curioso infatigable”, afirmó en una columna publicada en el diario Haaretz el periodista israelí Gideon Levy, que lo acompañó en parte de su recorrido. Durante cuatro días –del martes 14 al viernes 17–, Vargas Llosa atravesó controles militares israelíes. Lo hizo sin privilegio alguno, mostrando su pasaporte como un extranjero más. Se detuvo en las calles “sin alma” de la ciudad palestina de Hebrón, “símbolo de la ocupación”. Conversó con israelíes que viven en asentamientos en el valle del Jordán. Visitó aldeas sobre las que pesan órdenes de demolición israelíes y fue testigo de la tensión en barrios de Jerusalén donde palestinos se ven obligados a convivir de la noche a la mañana con colonos judíos. “Ha visto más de la ocupación en unos días que muchos israelíes”, afirmó Levy. “Ha sido muy instructivo. Es diferente saber las cosas de manera indirecta que vivirlas de cerca. Como todas las veces que he venido a Israel, la experiencia es muy intensa. Creo que fue (el escritor israelí) Amos Oz quien dijo que aquí se vivía de manera más intensa que en otras partes del mundo y es así efectivamente. Lo siento cada vez que vengo”, dice Vargas Llosa durante un encuentro con un grupo de periodistas hispanoparlantes, entre ellos la corresponsal de Proceso. Ésta es la sexta visita del escritor a Israel, aunque ahora visita fundamentalmente tierra palestina ocupada. Entre su primer viaje y el de estos días su imagen de Israel ha evolucionado. En los setenta el escritor peruano vino al kibutz Hulda, una comunidad rural de ideología socialista, donde visitó a Amos Oz. Como muchos intelectuales que hacían este mismo recorrido, Vargas Llosa quedó maravillado. Ahora la finalidad de su viaje es muy distinta: 26 escritores extranjeros participan en un proyecto de libro conjunto que será publicado en 2017 en diversas lenguas –español entre ellas–, para denunciar los 50 años de ocupación israelí. La idea está apadrinada por Breaking The Silence (BTS), una organización no gubernamental compuesta por exsoldados que denuncian los abusos que las fuerzas armadas cometen en los territorios palestinos. Vargas Llosa es el único escritor de habla hispana que participará en esta obra, que abarcará temas y realidades diversas de la ocupación: la vida nocturna en la ciudad palestina de Ramala, el futbol, la liberación femenina bajo ocupación, el muro de separación construido por Israel, la educación o los arrestos de niños palestinos. Vargas Llosa aún no ha decidido sobre qué tema escribirá. “Pero no nos preocupa. Seguro será interesantísimo. Mario es Mario”, afirma Yehuda Shaul, portavoz de BTS. “Un mundo fantasmal” Shaul y Vargas Llosa se conocieron en Hebrón, sur de Cisjordania, hace 11 años, cuando el segundo vino a la región para escribir una serie de reportajes recopilados posteriormente en el libro Israel/Palestina, paz o guerra santa. Shaul acababa de crear BTS junto con otros compañeros después de una traumática experiencia de servicio militar en Hebrón, que derrumbó la imagen de Israel construida desde su niñez. En aquel momento Vargas Llosa escribió un reportaje titulado “El horror se llama Hebrón”, donde mostraba su indignación y su tristeza ante el confinamiento y falta de libertad y derechos básicos que sufrían las familias palestinas de esa ciudad histórica, sitiadas por varios centenares de colonos ahí instalados que gozan de la protección de los soldados israelíes. “Nadie me lo ha contado: yo he visto estas atrocidades”, apuntó el escritor en su texto. “He vuelto a Hebrón y lo único que realmente ha cambiado es que han desaparecido las inscripciones y grafitis con insultos a los árabes, que han sido borrados, pero la ciudad vieja sigue siendo un mundo fantasmal, sin alma y sin gente, donde hay más prohibiciones que personas. Es un espectáculo muy doloroso y yo creo que es el símbolo de lo que significa la ocupación: todo el drama que hay allí, el sufrimiento humano y también la enorme incertidumbre sobre el futuro que aguarda a Hebrón”, declaró Vargas Llosa al finalizar esa visita. El premio Nobel se dice un amigo de Israel, país por el que, afirma, profesa una sentida admiración, y justamente desde ese cariño y respeto asegura sentirse en la obligación de criticar ciertas políticas actuales que, según él, “pueden ser peligrosas para el futuro de Israel”. “Hay un hecho que no se puede negar: hay una ocupación israelí del territorio palestino y una política claramente colonialista y prepotente que está provocando mucho sufrimiento”, zanja Vargas Llosa. El escritor asegura que Israel camina actualmente hacia una dirección de la cual “no puede salir nada bueno ni para él ni para la región”. Y el mal más grave que aqueja al país, según él, es el “nacionalismo religioso”. “El fanatismo es una de las cosas que más me espanta y me repele; y el fanatismo religioso, que es la fuente de tantas atrocidades que estamos viendo actualmente, me produce igual de repugnancia sea que lo practique un palestino, un israelí o un ruso”, considera. El actual gobierno israelí, del primer ministro Benjamín Netanyahu, del partido de derecha Likud, reúne en una frágil coalición a partidos religiosos y formaciones nacionalistas muy favorables a la colonización. Los asentamientos en tierra palestina han aumentado de manera importante desde la llegada de Netanyahu al poder en 2009. Actualmente unos 600 mil colonos viven en Cisjordania y Jerusalén Oriental. Este avance de los asentamientos es uno de los principales obstáculos para retomar cualquier conversación de paz entre israelíes y palestinos ya que impide la creación de un Estado palestino. Casualmente, durante los días que Vargas Llosa estuvo en Israel y Palestina, el ayuntamiento de Jerusalén autorizó la construcción de un edificio para familias judías en el barrio palestino de Silwan, en Jerusalén Oriental, parte de la ciudad ocupada en 1967 y posteriormente anexada por Israel. Paralelamente, el gobierno israelí aprobó una ayuda especial de 18.6 millones de dólares a las colonias de Cisjordania, debido al “deterioro de las condiciones de seguridad” en los asentamientos. Una paz que se aleja –En este contexto, ¿se puede hablar de paz? ¿Hay espacio físico para la creación de un Estado palestino? –le pregunta Proceso. Vargas Llosa reflexiona unos segundos antes de contestar. “Me voy impresionado con un gran debate que está abierto sobre si la idea de dos Estados, de la partición del mundo ocupado en dos Estados soberanos, aún es válida o ya no es posible y quienes sostenían lo que parecía una quimera muy remota –un solo Estado binacional con derechos iguales para todos–, van a tener razón y va a haber que resucitar esta idea como la única opción que queda”, expresa, prudentemente. También lamenta y se muestra sorprendido por el debilitamiento que sintió en la izquierda israelí, prácticamente invisible en la actual vida política y los peligros que entraña una corriente de pensamiento única. “La izquierda israelí era idealista y generosa y no estalinizada, como la izquierda de mi juventud. Esa izquierda representaba un equilibrio dentro de Israel que se ha perdido. La izquierda se ha empequeñecido notablemente y hay mucho desánimo en sus filas. El país es más reaccionario y conservador y todos estos cambios están muy representados en el gobierno actual. Hace 30 años hubiera sido inconcebible un Ejecutivo así en Israel”, estima. Por otra parte, lamenta el hostigamiento que sufren organizaciones humanitarias o intelectuales que se oponen a la línea gubernamental y alzan la voz. Señala concretamente la campaña contra BTS, inmersa en un juicio que intenta obligar a la organización a revelar el nombre de varios soldados que prestaron testimonio anónimo sobre episodios concretos de la última guerra en Gaza, en 2014, que violarían la ética y los valores de las fuerzas armadas. “Es una campaña muy preocupante porque Israel ha sido hasta ahora una sociedad muy democrática, al menos para los israelíes, y es fundamental en una democracia que haya libertad de palabra, de expresión, y de crítica. El respeto de las fuentes es también algo sagrado. De forma que si prevaleciera esta campaña, significaría que las instituciones democráticas han comenzado a deteriorarse en Israel”, opina el escritor. Los justos de Israel Vargas Llosa asegura que no ha cambiado de opinión respecto a Israel y garantiza que es la misma persona que visitó el país por primera vez en los setenta o el que recogió en 1995 con alegría y orgullo el premio Jerusalén, concedido anualmente por el gobierno israelí a un escritor extranjero. “Pero es un hecho que la imagen de Israel se empobrece cada día y eso es doloroso para los amigos de Israel entre los que me cuento. Hace algunos años Israel era un ejemplo y hay cosas en las que sigue siendo un ejemplo: cómo un país del Tercer Mundo puede convertirse en un país del Primer Mundo, cómo Israel ha conseguido integrar de manera extraordinaria a gente de diferentes lenguas, culturas y tradiciones”, cita. El momento es “muy complicado” pero Israel aún está a tiempo de cambiar su dirección política, considera el escritor. “En Israel hay una tradición muy profunda que son los justos, personas que no tuvieron miedo a enfrentarse a la corriente dominante en nombre de una justicia que consideraban más importante que el patriotismo. Esos justos están hoy también representados en Israel por organizaciones humanitarias y por intelectuales que son un ejemplo de militancia”, señala. Sin embargo, el peso real de estas organizaciones en la sociedad israelí es hoy por hoy insignificante. Desde hace varios años los palestinos luchan contra la ocupación a través de un movimiento conocido como BDS (boicot, desinversión y sanciones), una especie de castigo diplomático a Israel, fundamentalmente a los productos y empresas procedentes de los asentamientos en territorio ocupado. BDS, que ha encontrado apoyos en todo el mundo y divide a la opinión pública, ha hecho daño a Israel y puede seguir haciéndoselo. Empresas israelíes y firmas extranjeras, como por ejemplo la cementera Cemex, han sido excluidas de fondos de inversión o aseguradoras internacionales por estar presentes de alguna manera en las colonias; hay intelectuales y artistas que se niegan a venir a Israel y países que bloquean directa o indirectamente bienes fabricados en las colonias. “Estoy contra el boicot a Israel. Me parece una grave equivocación. Me opongo a los castigos colectivos. Por ejemplo, vetar a una universidad israelí es penalizar a una institución donde está la gente que resiste mejor y es más crítica con lo que pasa en el país. Y eso es un error porque están pagando justos por pecadores”, señala Vargas Llosa. El gobierno israelí responde con firmeza a este boicot y normaliza, poco a poco, la ocupación. Desde el pasado abril el Ministerio de Cultura exige a las instituciones que piden subvenciones que aclaren si han hecho representaciones en las colonias israelíes. Si es así, recibirán 10% más de ayudas públicas; si no han incluido estas zonas en su programación, verán cómo sus subvenciones se reducen 30%. En coincidencia con la visita de Vargas Llosa, varios artistas protestaron ante esta nueva medida, a la cual calificaron de “antidemocrática”.

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