Siria: el tablero del caos

domingo, 11 de septiembre de 2016 · 12:14
En el conflicto sirio las potencias y sus aliados dicen luchar contra un enemigo común: el Estado Islámico. Pero sobre el terreno cada uno actúa en función de su propia agenda. Turquía es un claro ejemplo de ello: el 24 de agosto su ejército ingresó por tierra para enfrentar al EI, pero se siguió de frente para combatir a los kurdos, aliados de Washington, con el propósito de evitar la unificación de la franja fronteriza que éstos dominan. Además de Turquía, otras potencias –Irán, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia– han infiltrado efectivos militares en Siria, provocando el riesgo de que el conflicto derive en una microguerra mundial. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La mañana del pasado 31 de agosto, los sirios escucharon que la “tregua holgada”, que había anunciado Estados Unidos el día anterior, era desmentida nada menos que por uno de sus aliados: “La república turca es un Estado soberano y legítimo”, sentenció Omer Celik, ministro turco para las Relaciones con la Unión Europea. “Nadie puede decir que (Turquía) llegó a acuerdos con terroristas”, agregó. Esos “terroristas” no son los enemigos comunes de Washington y Ankara: el gobierno sirio y el Estado Islámico (EI). Se trata, por el contrario, de otros aliados clave para la estrategia estadunidense en la región: las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), encabezadas por las milicias kurdas del YPG (Unidades de Protección Popular). Una semana antes, el 24 de agosto, fuerzas terrestres turcas entraron masivamente en territorio sirio por primera vez desde el inicio del conflicto, en 2011. Las cifras no han sido dadas a conocer, pero las estimaciones rondan entre 20 y 30 tanques, acompañados de algunos cientos de soldados de infantería. Su objetivo formal era arrancarles la ciudad fronteriza de Jarablus a las tropas del EI. Pero se siguieron de frente y pronto estaban combatiendo contra unidades kurdas de las FDS, que también habían ido a pelear contra los islamistas. Al paso de los días, el gobierno turco aclaró que su meta es forzarlas a retirarse hasta arrojarlas al lado oriental del río Éufrates. Por ahora. Para Washington, que ha insistido en que estos enfrentamientos son “inaceptables”, es un descalabro: la añeja y profunda enemistad entre turcos y kurdos, que ya peleaban duramente en Turquía, se ha trasladado definitivamente al sur de la frontera, donde ambos bandos son sus aliados y Barack Obama desearía que, si no cooperan entre sí, por lo menos evitaran agredirse. Las cosas son bastante peores que eso, sin embargo, y estos nuevos hechos consolidan lo que podría ser una nueva fase, más aguda, de la conflagración siria: si se inició como una insurrección popular brutalmente reprimida, que después se convirtió en guerra civil y más adelante en lo que en inglés se llama guerra por proxies (por interpósitos: las potencias no se enfrentan directamente sino en territorio extranjero y a través de las fuerzas locales a las que apoyan); ahora, Turquía se suma a Irán, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia como potencias que, más allá de los aviones, han colocado tropas en el terreno que generan el peligro de que terminen enfrentándose unas con otras en una microguerra mundial. [caption id="attachment_431755" align="alignnone" width="702"]Una joven siria se apoya en la valla metálica que la separa de Macedonia, en la estación de la frontera griega de Idomeni. Foto: Petros Giannakouris / AP Una joven siria se apoya en la valla metálica que la separa de Macedonia, en la estación de la frontera griega de Idomeni. Foto: Petros Giannakouris / AP[/caption] La guerra de los “proxies” En el principio, el ejército del gobierno sirio combatía al Ejército Sirio Libre (ESL). Parecía bastante claro. Después entraron las milicias islamistas, relativamente “moderadas”, y Jabhat al Nusra (Frente por la Victoria), brazo local de Al Qaeda. En julio de 2013 surgió el Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS), que también pertenecía a Al Qaeda pero después rompió con ella y empezó a liquidar a sus antiguos hermanos de Al Nusra, además de aterrorizar a los soldados del gobierno, a los islamistas y al ESL, y de paso invadir Irak para fundar, en los territorios conquistados de ambos países, el califato bajo la guía de su líder Abu Bakr al Baghdadi. Y por ello, como para hacer más sencillas las cosas, reducir su nombre a Estado Islámico. Salvo Al Nusra y el EI, y unos pocos grupos afines que actúan con agenda propia, todas las otras fuerzas locales pasaron a convertirse en proxies embozados o abiertos de potencias extranjeras: el ESL se alineó con Washington y Londres, y sobre todo con Turquía; las milicias islamistas se dividieron: unas dependiendo de Qatar (que protege a la organización Hermanos Musulmanes) y otras de una coalición de monarquías musulmanas sunitas encabezas por Arabia Saudita. Por su parte, el ejército del presidente Bashar el Assad fue salvado de la derrota por fuerzas iraníes, que pusieron como tutor militar del gobierno sirio al general Hossein Hamedani, un héroe de los Guardianes de la Revolución de los ayatolas, y que además trajeron de Líbano tropas de Hezbolá (Partido de Dios) y crearon milicias musulmanas chiitas. Las intervenciones extranjeras, se suponía, estaban limitadas a ataques aéreos: de rusos e iraníes contra los enemigos del gobierno, y de Estados Unidos, Gran Bretaña y países árabes contra el EI. La primera presencia permanente en el terreno fue la de batallones iraníes y “asesores militares” rusos, en apoyo del presidente Assad. Pero pronto fue compensada con fuerzas especiales estadunidenses y británicas. El 24 de noviembre de 2015, un avión Sukhoi Su-24 de la fuerza aérea rusa, que bombardeaba a brigadas del ESL afines a Turquía, fue derribado por la aviación militar turca cerca de la frontera. Uno de los pilotos fue muerto a balazos mientras descendía en paracaídas y su cadáver, paseado como bandera por los rebeldes que iba a atacar. Por si faltara algo, a este tablero con tantos jugadores hay que agregar las piezas de los kurdos: son un gran pueblo sin Estado propio en Medio Oriente, a pesar de que les fue prometido por los aliados a cambio de apoyo en la Primera Guerra Mundial, y construirlo es su gran sueño compartido. La mayoría de ellos habita en territorio de Turquía, donde forma 20% de la población, pero también ocupan extensiones importantes en Irak (en cuyo extremo norte han logrado constituir una Región Autónoma con gobierno y milicia propios), Siria e Irán. Los kurdos sirios y los kurdos iraquíes se han colgado una de las medallas más impresionantes de estas guerras: fueron los primeros en detener las veloces ofensivas del EI y destruir así su fama de invencible. En julio de 2014 las milicias del califato llegaron a estar a 45 kilómetros de Erbil, de la Región Autónoma en Irak, pero las fuerzas kurdas lograron detenerlos y hacerlos retroceder. Del otro lado del frente, los islamistas pusieron sitio a la pequeña ciudad kurda de Kobane, en septiembre de 2014, pero los milicianos lograron resistir hasta derrotar a los atacantes, en marzo de 2015. Oficialmente, el EI es el enemigo común de todas las demás fuerzas presentes en Siria. Para Turquía, sin embargo, los kurdos turcos del PKK y los que considera afiliados de estos últimos, los kurdos sirios de las YPG, son todos “terroristas” y una amenaza mayor que la que puedan representar los hombres del “califa” Al Baghdadi. La población kurda en Siria se aglutina mayoritariamente a lo largo de la frontera norte, con Turquía, y las YPG han conseguido dominarla casi toda, desde el río Éufrates hasta Irak, por el oriente, más el pequeño bolsón de Afrin en el occidente. Su objetivo inmediato es unir ambas zonas, cruzando el Éufrates hacia el oeste para conquistar el tramo que les falta, en la región de Al Bab, y conectar con Afrin. Eso es precisamente lo que quiere evitar Turquía, que teme que la unificación de lo que los kurdos llaman Rojava (toda la franja fronteriza que está poblada por ellos) conduzca a la creación de un miniestado kurdo, que a su vez provoque la escisión del extenso Kurdistán turco. Esa región de Al Bab está parcialmente bajo control del EI, que ya ve alejarse sus días de victorias y esplendor. Aunque Washington ha accedido a las demandas turcas de denominar oficialmente al PKK como terrorista, no ha encontrado problema en apoyar a las YPG, pues ha encontrado en ellas a su aliado más eficaz en el combate contra el califato, capaz de avanzar hacia el sur hasta tomar la capital del mismo, la ciudad de Raqqa. Los kurdos sirios, sin embargo, han mostrado más interés en Al Bab y hacia allá han dirigido sus esfuerzos. El ESL, los proxies turcos, advirtieron la jugada y trataron de adelantarse, pero fueron rechazados hasta que el presidente turco, Tayyip Erdogan, decidió que había llegado la hora de la intervención directa y ordenó la entrada de sus tanques con la operación Escudo del Éufrates. Los milicianos del EI se hallaron así en medio de dos toros que se lanzaban a embestirlos. E hicieron lo que cualquier otro habría hecho: se quitaron de en medio. [caption id="attachment_438821" align="alignnone" width="702"]Un hombre carga a una niña después de un bombardeo en Aleppo. Foto: AP / Validated UGC Un hombre carga a una niña después de un bombardeo en Aleppo. Foto: AP / Validated UGC[/caption] Turco encerrado Entrar es una cosa… salir, otra más difícil. ¿Tiene Turquía una estrategia de salida? La historia de la posguerra abunda en intervenciones extranjeras basadas en cálculos fallidos: casi en todos los casos, terminar la misión y regresar a casa son propósitos que no se cumplen o lo hacen mucho después de lo previsto o deseado. Los intervencionistas tienden a quedarse estancados, sufriendo bajas y daños que difícilmente justifican las ganancias obtenidas, si es que las hay. Le ocurrió a Estados Unidos en Vietnam, a Rusia en Afganistán, y a China también en Vietnam. En el caso de Siria, Irán y Hezbolá ya han dado señales de estar padeciendo mucho más de lo que estaban dispuestos a asumir. Aunque nadie puede asegurar que Turquía no tiene un proyecto oculto de mediano plazo, el programa que declaró, de menos de una semana, se venció el pasado 31 de agosto sin que se abriera un horizonte de retirada. Conquistó Jarablus y las zonas inmediatas, el EI se alejó, los kurdos y sus Fuerzas Democráticas Sirias marcharon al sur… pero no han cruzado de regreso el río Éufrates. Del lado occidental, donde los turcos no los quieren ver, los kurdos siguen en posesión de la ciudad de Manbij. El 27 de agosto un misil acertó en un tanque turco, matando a un soldado e hiriendo de gravedad a tres. El pasado jueves 1 otro militar fue muerto a tiros y uno más, herido. Son sus primeras bajas, todas causadas por los kurdos. Y aunque el ejército turco aseguró haber eliminado a 25 “terroristas” (sin especificar de qué grupo) en los primeros días de la operación, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (la fuente más confiable en cuanto a fatalidades humanas) asegura que las víctimas civiles se cuentan por docenas. “Todo lo que han hecho (las tropas turcas) hasta ahora ha sido fácil y ya tienen pérdidas”, señaló Aaron Stein, investigador del Centro Rafik Hariri para Medio Oriente, al portal noticioso libanés Naharnet. “Si quieren abrirse paso combatiendo hasta Manbij, van a tener muchas más bajas”, agregó. Además, continuó el académico, los tanques que están utilizando los turcos son viejas “piezas de museo” vulnerables no sólo a los lanzagranadas, que han sido tan eficaces en destruir los tanques del ejército sirio, sino incluso a explosivos improvisados que se ocultan a la vera de los caminos. Una vez conquistada una porción de territorio, Turquía no puede permitir que vuelva a caer en manos de los kurdos o del EI. Su problema es que ambos grupos han demostrado ser más fuertes que sus socios del ESL. Se enfrenta, entonces, a la necesidad de mantener sus tropas allí hasta que algún día, próximo o lejano, las cosas pudieran acaso cambiar en su favor. Una alternativa es establecer una cabeza de playa en la fronteriza Jarablus, que le permita intervenir con velocidad en cualquier punto de la región. Todavía tendría que demostrar que eso es factible, además de que seguramente enfrentará los ataques de terroristas suicidas con los que el EI suele golpear de forma sorpresiva y devastadora a sus enemigos. Y hace falta que las otras potencias inmiscuidas en esta microguerra mundial estén de acuerdo: tanto sus enemigos iraníes y rusos, como sus aliados estadunidenses y británicos, han mostrado ya su incomodidad con esta intervención inesperada.

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