FARC y gobierno colombiano hacen historia y firman la paz

lunes, 26 de septiembre de 2016 · 21:08
BOGOTÁ (apro).- El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el comandante en jefe de las FARC, Timoleón Jiménez Timochenko, firmaron hoy el histórico Acuerdo Final de Paz que cierra 52 años de conflicto armado y abre la posibilidad de atacar la inequidad social que le dio origen. En la explanada del Centro de Convenciones de la caribeña Cartagena, ante 13 presidentes latinoamericanos y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el jefe de Estado y el líder guerrillero suscribieron con una bala convertida en bolígrafo los documentos con los seis puntos que negociaron a lo largo de tres años y nueve meses. Santos dijo que la firma de los acuerdos de paz es una declaración “del pueblo colombiano ante el mundo de que nos cansamos de la guerra, de que no aceptamos la violencia como medio para defender las ideas, de que decimos, fuerte y claro ¡No más guerra!”. Y agregó: “Cesó la horrible noche de la violencia que nos ha cubierto con su sombra por más de medio siglo”. Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia, a la que asistieron unos dos mil 500 invitados vestidos de blanco, fue cuando Timochenko pidió perdón a las víctimas que provocaron las FARC. “Ofrezco sinceramente perdón –dijo– por todas las víctimas del conflicto, por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”. Luego de la firma de los acuerdos, Santos y el jefe guerrillero se saludaron con un largo apretón de manos y el presidente obsequió a Timochenko un pin de una paloma de la paz que él se colocó en la solapa de su guayabera blanca. Para el comandante jefe de las FARC, este acto es el paso definitivo de esa guerrilla de la lucha armada a la vida política legal, en la cual, a partir de ahora, defenderán sus ideas. Éstas, puntualizó, “no las negociamos y son las mismas de siempre, las que nos impulsaron a empuñar las armas porque no las podíamos defender de otra manera”. Luego pidió a los colombianos no dudar que las FARC irán hacia la política sin armas, pero pidió “prepararnos también, todos, para desarmar las mentes y los corazones”. Dijo que en lo sucesivo, la clave está en el cumplimiento de los acuerdos y precisó: “Nosotros vamos a cumplir y esperamos que el gobierno cumpla”. El jefe guerrillero reconoció la voluntad del presidente Juan Manuel Santos para negociar la paz y señaló que éste fue “un valeroso interlocutor capaz de sortear con entereza las presiones y provocaciones de los sectores belicistas”. A su vez, el mandatario reconoció la voluntad de las FARC para llegar a un acuerdo de paz y recordó que él fue, como ministro de Defensa, un “implacable adversario” de esa guerrilla. Pero hoy, “les reconozco que fueron dignos negociadores en la mesa de conversaciones y que trabajaron con seriedad y voluntad, sin las cuales hubiera sido imposible llegar a este momento”. Tanto Santos como Timochenko evocaron al Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, como un persistente promotor de la paz colombiana. Y citaron la frase de “Cien años de soledad” como definición de lo que significó este acto de paz: una “segunda oportunidad sobre la tierra”. “Saludos de paz” Cuando el comandante en jefe de las FARC concluía su discurso, aviones de guerra cruzaron los cielos de Cartagena produciendo un rugido que obligó al líder guerrillero a interrumpir su mensaje. “Saludan la paz, no nos vienen a bombardear”, comentó con humor. Luego Santos le dijo: “Efectivamente, esos aviones eran un saludo a la paz”. El acto fue atestiguado por varios mandatarios latinoamericanos, entre ellos Raúl Castro de Cuba, Michelle Bachelet de Chile y Nicolás Maduro de Venezuela, quienes fueron garantes y acompañantes de los diálogos. También acudieron Mauricio Macri de Argentina, Rafael Correa de Ecuador, Enrique Peña Nieto de México, Jimmy Morales de Guatemala, Guillermo Solís de Costa Rica y Salvador Sánchez Cerén de El Salvador. Y estaban allí, porque, como dijo Rafael Correa, la firma de la paz con las FARC es “la mejor noticia en las últimas décadas de la Patria Grande”, es decir, de Latinoamérica. También acudió a atestiguar el acto el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien prometió que la paz en Colombia será respaldada por ese organismo. Por lo pronto, dijo que se encargará de verificar el cese definitivo del fuego con las FARC y de recibir las armas que dejará esa guerrilla. En tres aviones procedentes de Bogotá, Medellín y Cali, llegaron además 250 víctimas del conflicto armado –de las FARC, de los grupos paramilitares de extrema derecha, de agentes del Estado o simplemente de la guerra–, quienes ocuparon un lugar central en la explanada del Centro de Convenciones de Cartagena. Constanza Turbay, a quien las FARC le mataron a sus hermanos Diego y Rodrigo, y a su madre, Inés Cote, no llegó a tiempo desde Europa, a donde debió huir exiliada hace dos décadas. Sin embargo, mandó un mensaje: “Perdí a mi familia, perdí la posibilidad de vivir en mi país, pero estoy feliz de vivir este día. No puedo resucitar a los míos, pero ya acepté el perdón de las FARC y no quiero que nadie en Colombia vuelva a pasar por lo que lo que yo pasé. Eso es la paz y por eso apoyo totalmente esta paz”. Los retos Y es que hay colombianos que no respaldan esta paz y que rechazan los acuerdos con las FARC. Esto, desde luego, es difícil entender fuera del país, sobre todo cuando se trata de poner fin a un conflicto que ha dejado 218 mil muertos, 25 mil desaparecidos, mil 982 masacres y seis millones de desplazados que representan 12% de la población. Habrá que ver ahora cómo fluye el financiamiento de los acuerdos de paz, en especial el de desarrollo rural, el cual aspira a sacar de la pobreza extrema e incorporar al desarrollo nacional a millones de campesinos pobres que quedaron atrapados desde hace medio siglo, junto con sus carencias, en los territorios donde se hizo la guerra. Sólo ese acuerdo le costará a Colombia dos mil 670 millones de dólares al año, equivalentes a 3.6% del presupuesto del año próximo. Se trata de llevar salud, educación, infraestructura y créditos agrícolas a las zonas rurales más remotas. Así como de abatir índices de pobreza que rebasan 70% en las áreas más golpeadas por el conflicto. El reto también consiste en repartir tres millones de hectáreas y de titular otros siete millones más a campesinos pobres que tienen una agricultura de subsistencia. “Esto tendrá que cambiar radicalmente la situación social de nuestro campo, que es donde se originó este conflicto”, dijo el jefe del equipo de negociadores del gobierno, Humberto de la Calle. Pero Colombia, como Latinoamérica, pasa por una etapa de desaceleración económica y de restricciones presupuestales que generan dudas sobre la capacidad del Estado para financiar los acuerdos de paz. Además del acuerdo de desarrollo rural, el gobierno tendrá que cumplir el de sustitución de cultivos ilícitos, que costará 500 millones de dólares al año, así como los de justicia, participación política, fin del conflicto e implementación que, en conjunto, requerirán recursos por otros mil millones de dólares. Como dijo el expresidente uruguayo José Mujica al llegar a Cartagena, con la firma de los acuerdos Colombia apenas da el primer paso para comenzar a construir la verdadera paz, que es, en esencia, la justicia social y la posibilidad de incorporar al progreso a todos sus habitantes. “Los humanos somos litúrgicos y necesitamos símbolos y fechas. Por eso la grandeza de este día”, señaló el también exguerrillero. El acto de la firma de la paz en Cartagena se replicó en varias ciudades colombianas y poblados, desde Bogotá, donde la plaza central fue escenario de un concierto por la paz, hasta el campamento-ciudad de las FARC en los Llanos del Yarí, donde unos tres mil guerrilleros siguieron en vivo la ceremonia y celebraron con la Orquesta Aragón de Cuba, la gran folklorista Totó la Momposina y un grupo de rock. Este lunes no solo se acabó la guerra con las FARC, sino que Colombia vivió un cambio de época que tiene enormes desafíos por delante. El primero de ellos será el próximo domingo, cuando los electores acudirán a las urnas para participar en un plebiscito en que podrán decir “Sí” o “No” a los acuerdos firmados este lunes. Aunque todos los sondeos anticipan un triunfo del “Sí”, el “No” tiene un respaldo de alrededor de 30%, lo que es mucho frente a todo lo que significa para Colombia haber puesto fin a una guerra de más de medio siglo.

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