En el Vaticano se trabaja para frenar apertura a homosexuales y divorciados: sacerdote gay

miércoles, 26 de abril de 2017 · 13:50
ROMA (apro).— Fue el 3 de octubre de 2015, un día antes del sínodo de las familias --la reunión en la que el ala progresista pretendía abrir la Iglesia a gays y divorciados--, cuando un sacerdote y funcionario importante de la Congregación de la Doctrina de la Fe, reveló que no sólo era homosexual sino que tenía novio --un catalán llamado Eduard—, suscitando la repulsa pública de varios de sus colegas de la Santa Sede y un buen número de jerarcas católicos. Ahora –año y medio después— Krzysztof Charamsa (1972, Gdynia, Polonia) atribuye a estos jerarcas conservadores el haber frenado de una manera sistemática las reformas del Papa Francisco, sin que éste se haya opuesto con vigor a ello. “En la Congregación de la Doctrina de la Fe (CDF), nuestro trabajo era marcado por un odio hacia Francisco y un esfuerzo para neutralizar todas sus reformas”, dice en entrevista con Apro Charamsa, quien pasó 12 años en la CDF, fue profesor de la jesuita universidad Gregoriana de Roma y de la legionaria Regina Apostolorum. Charamsa también ha explicado cómo funcionarían las maniobras para bloquear cualquier apertura en la Iglesia. “Entre bastidores, nosotros (los funcionarios de la CDF) hacíamos todo lo posible en contra de los sínodos, prohibiendo las discusiones teológicas, no dando autorizaciones para la publicación de textos antes del sínodo, preparando nuestros expertos para manipular el debate, poniendo a los obispos en contra del Papa”, puntualiza. “Es un sistema, en el que hay unos pocos que dictan órdenes y otros que son funcionarios que defienden el sistema, pues tienen una posición de privilegio. Funcionarios ciegamente obedientes, funcionarios que ejecutan. Este sistema está conectado con la Oficina Doctrinal”, afirma Charamsa, quien fue uno de los diez integrantes de dicho organismo de la CDF. “Yo mismo, mientras seguí en mi cargo, fui un perfecto ejecutor de este sistema, uno de los más puntuales y preparados”, admite. “Se podría decir que trabajamos como un ministro que se oponía al primer ministro. Y el primer ministro lo permitía”, añade. De acuerdo con Charamsa, quien acaba de publicar la edición en español de La primera piedra. Mi rebelión contra la hipocresía de la Iglesia (Ediciones B), un libro en el que cuenta por qué decidió desvincularse del Vaticano, esas fueron las razones detrás del provocativo acto de salir del closet en un momento en el que centenares de informadores habían acudido a Roma para cubrir el sínodo de 2015. “La decisión de salir del closet fue un proceso largo, pero opté por esa fecha como forma de protesta, una protesta contra un sínodo que había sido preparado por mi oficina, por CDF y por El Vaticano, para manipular la opinión pública y mostrar que la Iglesia algo hace ante algunas exigencias que vienen del mundo exterior”, dice Charamsa quien usa en su obra un lenguaje provocador y muy crítico contra la Iglesia. “Pero en realidad nada ha cambiado, la posición misógina y homofóbica de la Iglesia sigue ahí”, asevera. Una prueba de ello, en su opinión, es que Francisco ha mantenido en su cargo a Gerhard Müller, el actual prefecto de la CDF. “El Papa no ha remplazado al prefecto de la CDF. No ha buscado a una persona abierta, capaz de pensar cómo debería ser esta institución, de reflexionar sobre temas tan complicados como los divorciados y los homosexuales”, critica. “Muller defendía la obediencia ciega hacia todos los Papas, que amenazaba a los teólogos cuando el pontífice era Benedicto, y ahora actúa en contra de Francisco”, agrega. En esta línea, crítico la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas, una ley aprobada en 2005 por Benedicto XVI en la que se niega el acceso al sacerdocio a los gays, y que Francisco no ha anulado. “Yo creí en el principio en su búsqueda (de Francisco) de la verdad, y sigo creyendo en sus buenas intenciones, pero lo que hace contradice lo que dice. ¿Cómo puede decir que acoge a los homosexuales y después permitir que sus oficinas les persigan? Eso es una estafa”, afirma. También cuestiona que la CDF haya tenido entre sus asesores a personajes controvertidos, como el estadounidense Paul Cameron, un ferviente crítico de las personas homosexuales, y monseñor Tony Anatrella. “Anatrella, quien estuvo detrás de la ley de Benedicto contra el sacerdocio para los gays, está siendo investigado de abusar de sus pacientes durante sus terapias anti-gays”, recuerda el sacerdote polaco. Sobre los Legionarios de Cristo, con los cuales Charamsa trabajó cuando fue profesor en la universidad Regina Apostolorum, dice no tener más contacto alguno con ellos. “En verdad, ni los tenía en la época en la que trabajé para la Regina Apostolorum; yo daba mis clases, tenía más contacto con los estudiantes. Hoy tengo contacto sólo con los exlegionarios, con ellos, sí”, afirma. “No obstante, sigo pensando que no disolverles fue un error (después del escándalo de los abusos de su fundador, Marcial Maciel), pues no permitió hacer una limpieza completa. El problema no era sólo Macial, sino todo un sistema”, dice. En relación a los casos de pederastia, dijo que, si bien los juicios son parte de la solución, esta no es la única forma para acabar con el fenómeno. “La solución no es solo poner en marcha procesos, esto claramente se debe hacer y sin retrasos porque eso hace perder credibilidad en el sistema judicial del Vaticano. Y no es una justificación decir que hay solo diez funcionarios que se ocupan de centenares de casos, pues eso es una irresponsabilidad de parte de la Iglesia”, afirma. “No obstante –indica--, también es necesario cambiar el sistema, la mentalidad, poner fin a la cultura del puritanismo que reina en la Iglesia”. En cuanto a su vida profesional, explica que en la actualidad no sólo perdió sus puestos en el Vaticano y en las universidades. También fue suspendido de sus funciones como sacerdote. Desde entonces vive en Cataluña, con su pareja. “Me han suspendido. Es un castigo que prevé no poder trabajar en la Iglesia en calidad de sacerdote, ejercitar el ministerio, dar misa, confesar… Es como si estuviera en paro. Pero esto no ha cancelado mi ser de sacerdote. La Iglesia en realidad no puede cancelar eso”, asevera. Y critica dicha medida, que fue tomada oficialmente por su diócesis de origen, la de Pelplin, en Polonia. “El decreto no fue preparado por la CDF, sino por mi obispo (Ryszard Kasyna). Por eso también es una decisión que no acepto. Pues el código canónico establece que quienes trabajan en el Vaticano están sujetos a la autoridad vaticana. En cambio, el Vaticano me dio un portazo en la cara, dejó en manos de otros los castigos formales contra mi persona, y no me dio la posibilidad de explicar” sobre por qué tomé esa decisión, afirma. Desde ese momento, además, ningún miembro del Vaticano se ha puesto en contacto con él, afirma. Por el contrario, asevera que su familia en Polonia, que le apoyó en su decisión, fue la que sufrió las consecuencias de sus acciones. “En mi país de origen, que hoy es un Estado casi confesional, me presentaron como un criminal perverso. Hasta el vicepresidente del Parlamento me criticó, pedían oraciones en las parroquias para mi ‘conversión’, corrieron ríos de tinta en los medios sin que nunca me pidieran mi opinión, nunca me entrevistaran”, dijo. “Todo eso lo tuvo que escuchar mi madre, mi hermano y mis sobrinos pequeños, quienes volvieron llorando varias veces de la escuela”, cuenta. “En breve, volveré a viajar a Polonia, será la primera vez de manera pública después de mi coming out en 2015. Lo haré para presentar la primera edición en polaco de mi libro. No sé qué pasará…”, afirma.

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