Acuerdo de París: Una retirada que protege a las grandes petroleras
La decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París –el compromiso global para reducir significativamente la emisión de contaminantes a la atmósfera– no obedece al escepticismo del republicano en torno a los argumentos científicos, asientan especialistas, sino a intereses económicos, principalmente de las grandes empresas explotadoras de hidrocarburos, esas que aportaron muchos millones de dólares a la campaña presidencial del magnate.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Unas pocas empresas, incluyendo a la industria del petróleo, gas y carbón, y políticos muy influyentes serían los beneficiarios de la decisión del presidente estadunidense Donald Trump de retirarse del Acuerdo de París de 2015.
Ese sector se ha negado persistentemente a disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el mayor responsable del calentamiento planetario, al combatir regulaciones más estrictas, según académicos y activistas entrevistados. Además, varias de esas empresas financiaron la campaña electoral de Trump a la Presidencia.
“Es un pequeño grupo, políticamente muy influyente, que representa una visión estrecha del lugar de Estados Unidos en el mundo, con intereses de la industria fósil, del electorado y del Partido Republicano. Hay algunos grupos, como Koch Industries, muy libertarios y antirregulatorios, que han financiado varias instituciones e incluso científicos sin credenciales serias” que niegan la existencia del cambio climático, dice a Proceso Peter Frumhoff, director de Ciencia y Política de la estadunidense Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
Koch Industries, empresa dedicada a la explotación de recursos naturales, pertenece a los conservadores hermanos Charles y David Koch.
Este año la industria petrolera y gasera ha desembolsado más de 36 millones de dólares en labores de cabildeo, según el estadunidense Centro para la Política Responsable. Las cinco mayores empresas inversoras son Exxon Mobil, Chevron, American Petroleum Institute, Koch Industries y Royal Dutch Shell.
De labios para afuera, las petroleras y gaseras han respaldado los acuerdos climáticos, pero son reacias a dejar la mayoría de reservas de combustibles fósiles bajo tierra, algo necesario para mantener el aumento de la temperatura planetaria por debajo de dos grados centígrados.
Además, Trump recaudó para su campaña presidencial de 2106 más de 400 millones de dólares, entre su comité y aportaciones externas. El sector de energía y recursos naturales aportó 1 millón 774 mil 875 dólares, la industria del petróleo y gas, 921 mil 123; y la minera del carbón Murray Energy, 302 mil 734 dólares.
El presidente de esta última, Robert Murray, ha dicho que el cambio climático es “un engaño” y que el segmento carbonífero “está asediado por excesivas regulaciones gubernamentales”.
En una carta enviada el 24 de abril a funcionarios de la Casa Blanca, Consumidores Industriales de Energía de América (IECA), un grupo comercial que realiza cabildeo en nombre de la industria, le pidió al gobierno salirse del acuerdo, pues “no veía el beneficio”.
En otra misiva del mes siguiente, dirigida a Trump, el grupo cuestionó el acuerdo por “la posibilidad de pérdida de competitividad y empleos” en las industrias de alto consumo energético.
IECA aplaudió la decisión de Trump, al comentar que Estados Unidos “nunca debe ser parte de un acuerdo global o bilateral que no otorga un terreno nivelado para la manufactura”.
A esa asociación pertenecen empresas como las farmacéuticas Abbott Laboratories y Bristol-Myers Squibb Company, las acereras Alcoa y US Steel Corporation, el gigante agroalimentario Archer Daniels Midland, la petrolera Marathon Refining, Dow Chemical, la llantera The Goodyear Tire & Rubber Company, la papelera Kimberly-Clark, Koch Industries y la cementera LafargeHolcim.
El jueves 1, al comunicar el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, Trump invocó que dicho acuerdo perjudica su competitividad internacional, impone transferencias millonarias al Fondo Verde para el Clima y sólo reduciría la temperatura global en dos décimas de un grado centígrado, argumentos insostenibles, al mejor estilo Trump.
Como lo ha expuesto la activista canadiense Naomi Klein en su libro Esto lo cambia todo (2014), el escepticismo climático tiene menos que ver con el escepticismo de la evidencia científica que con la defensa de privilegios, como menos impuestos y normatividad y subsidios millonarios para la industria de los combustibles fósiles.
El Acuerdo de París, fruto de la XXI Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) de 2015, entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. En su concreción, Estados Unidos y China desempeñaron un papel fundamental.
Estados Unidos, el segundo mayor contaminador y consumidor de energía del mundo –después de China–, se comprometió a reducir sus gases contaminantes 17% para 2020 y entre 26 y 28% en 2025, a partir de los niveles registrados en 2005.
Para el abogado ambientalista argentino Enrique Viale, la decisión es “un paso para atrás”. Es un tema “muy preocupante” que un país con 34% de la población mundial lance 14% de las emisiones globales.
“Acentúa la deuda ecológica, es un desequilibrio muy grande. Puede ser usado como un método de presión para futuras negociaciones. Es muy difícil enfrentar el cambio climático sin Estados Unidos. El lobby más poderoso y aceitado es el petrolero”, declara en entrevista Viale, fundador de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
Durante su campaña electoral Trump prometió retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, suspender las medidas ambientales destinadas a reducir emisiones contaminantes ejecutadas por el gobernante saliente, Barack Obama, y eliminar regulaciones para revigorizar la producción de carbón y otros combustibles fósiles.
Efecto reducido
Antes y después de las palabras de Trump varias instituciones científicas y de análisis divulgaron estimaciones sobre el impacto de las políticas de Estados Unidos en la ruta de emisiones de CO2.
Un análisis de Climate Interactive, un centro estadunidense de pensamiento científico, concluyó que las medidas de Estados Unidos representarían cerca de 20% de las reducciones esperadas entre 2016 y 2030 bajo los compromisos de París.
Si Estados Unidos, que representa 14% de las emisiones globales, alcanzase la meta de 2050, el país rebajaría la emisión anual de unos 6 mil millones de toneladas de CO2 a menos de 2 mil millones.
El jueves 1, la organización Climate Tracker, dedicada al monitoreo de políticas climáticas, señaló que las estimaciones de políticas federales de Estados Unidos apuntan a una reducción de entre 7 y 10%, por lo cual su contribución global sólo totaliza 3%.
“Las recientes políticas regresivas de Trump difícilmente tendrán un gran impacto sobre la contaminación global para 2030”, indicó, por su parte, Climate Action Tracker (CAT), que apuntó el 15 de mayo a que si se evaluaran las políticas del gobierno de Trump, bajarían de “medias” a “inadecuadas”.
Si la Agencia de Protección Ambiental elimina las medidas climáticas del gobierno de Obama, como reducir las emisiones de vehículos ligeros y de metano de instalaciones petroleras, éstas aumentarían 3.4% para 2025, a unas 6 mil 797 millones de toneladas de CO2.
En 2016, CAT catalogó las políticas de Estados Unidos como “medias”, es decir no consistentes con limitar el calentamiento global a dos grados centígrados, no digamos 1.5 grados, a menos que otros gobiernos hagan mayores reducciones.
En ese tenor, la baja del uso de carbón en China e India posiblemente reduzca las emisiones globales entre 2 mil o 3 mil millones de toneladas de CO2 para 2030, según CAT.
Un Estado parte puede retirarse del acuerdo entregando una notificación escrita al depositario, en este caso el secretario general de la ONU. Trump aún no ha comunicado oficialmente su decisión, la cual sería efectiva un año después.
Pero el Acuerdo de París estipula que el proceso de retiro de un Estado parte toma cuatro años, por lo que un nuevo gobierno en Estados Unidos podría mantener a esa nación dentro del mismo después de 2019.
El secretariado de la UNFCCC lamentó el jueves 1 el anuncio de Trump de retirar a su gobierno del acuerdo, sobre lo cual el organismo se dijo listo para entablar un diálogo con Estados Unidos acerca de las implicaciones del anuncio.
En 2001, el entonces presidente George W. Bush retiró a Estados Unidos del Protocolo de Kyoto, tratado climático que imponía recortes obligatorios de emisiones a los países desarrollados, pero liberaba de ese compromiso a naciones en desarrollo, como China e India.
Oposición interna
Para materializar sus intenciones, Trump se ha topado con un fuerte rechazo de la ciudadanía, representantes políticos, la academia y docenas de empresas.
La mayoría de estadunidenses respalda el Acuerdo de París, como lo expone una encuesta reciente del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales, que reportó un apoyo de 71% al involucramiento de su país en el acuerdo.
“Algunos estados, ciudades, empresas importantes, universidades y organizaciones filantrópicas francamente han dicho que no aceptan esa decisión y están comprometidos con una reducción de emisiones en sus jurisdicciones. Hay mucha acción que puede ocurrir en ausencia de políticas federales. No podemos pretender que no es un golpe, pero cuando uno ve estados como California o Nueva York, ciudades como San Diego, Atlanta, Seattle, Los Ángeles o Boston, que hablan fuertemente y están dispuestas a desafiar a Trump y su decisión, es una señal importante para asegurar que vamos a seguir con políticas de reducciones de emisiones”, apunta Frumhoff.
El también científico en jefe de la campaña climática de Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad anticipó también que esas disminuciones ocurrirán en otros estados y ciudades “que están teniendo éxito económico” y que motivará a otros a perseguir metas similares. “Hay mucho margen de maniobra para otros actores que están asombrados con este resultado”, comentó.
Al menos 75 estados y ciudades estadunidenses se han comprometido a disminuir sus emisiones 80% o garantizar la totalidad de la generación de electricidad de fuentes renovables y más de 365 empresas han asumido el compromiso de reducir sus emisiones de gases contaminantes.
El martes 6, propulsado por el magnate Michael Bloomberg, enviado especial de la ONU para Ciudades y Cambio Climático, una amplia coalición de gobernadores y alcaldes de nueve estados y 125 ciudades, 902 empresas e inversionistas y 183 colegios y universidades de Estados Unidos, expresaron su intención de permanecer en el Acuerdo de París, en un sonoro desafío a los planes de Trump.
Las empresas extractivas están ausentes de la proclama.
Para Viale, coautor junto a Maristella Svampa del libro Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo (2014), es fundamental la respuesta de América Latina.
“Podría ser muy tentadora la opción de Trump, evadir compromisos y optar por el crecimiento ilimitado. Pero hay que tomar otro camino. América Latina puede asumir más compromisos y buscar en las energías renovables un verdadero motor de desarrollo; puede ser una verdadera revolución” en una etapa “fundamental” para evaluar la marcha del acuerdo y el cumplimiento de los compromisos voluntarios, plantea.
Una de las posibilidades es que los opositores a la decisión de Trump se amparen ante cortes estadunidenses.
Además, el presidente tendrá que enfrentar cuestionamientos de sus pares durante la cumbre del G20 en Hamburgo, los próximos 7 y 8 de julio, y en la cual la política climática forma parte de la agenda.
En un búmerang paradójico, el martes 6 el gobernador de Arkansas, el republicano Asa Hutchinson, le pidió a Trump la declaración federal de desastre en 31 localidades de su estado debido a las afectaciones por tormentas, inundaciones y tornados ocurridos en abril y mayo, precisamente a consecuencia del cambio climático.
Este reportaje se publicó en la edición 2119 de la revista Proceso del 11 de junio de 2017.